OpenAI y las grandes tecnológicas de Silicon Valley: ambición imperial, fervor mesiánico y el costo oculto de la inteligencia artificial

El desarrollo de la IA ha reactivado el debate ético sobre la distribución del poder y la apropiación de recursos

Infobae

Una investigación de Letras Libres revela que las grandes empresas de inteligencia artificial, con OpenAI como referente, actúan bajo una mezcla de ambición imperial y fervor mesiánico. Este fenómeno, surgido en Silicon Valley, redefine el poder tecnológico y plantea consecuencias sociales, económicas y éticas a nivel global.


¿Basada en el libro de Karen Hao, la investigación muestra cómo la acumulación de recursos y la búsqueda de una inteligencia artificial general se han convertido en una misión casi religiosa para los líderes y fundadores de estas compañías.

El surgimiento de OpenAI y otras firmas vinculadas a la inteligencia artificial en Silicon Valley no fue casual. Un investigador chino citado por Hao afirmó: “Lo que hizo OpenAI nunca podría haber sucedido en otro lugar que no fuera Silicon Valley”. La empresa, inicialmente sin fines de lucro, consiguió miles de millones de dólares en inversiones sin un modelo de negocio claro, impulsada por una visión casi mística de la tecnología.

Esta fe en la IA como motor de un futuro de abundancia fue compartida tanto por científicos como Ilya Sutskever y Dario Amodei, como por empresarios de la talla de Elon Musk y Sam Altman, así como por los inversores que respaldaron el proyecto. Letras Libres indica que estas creencias genuinas guían las acciones de las empresas tecnológicas de la región de San Francisco.

Dentro de OpenAI existieron tensiones marcadas entre quienes impulsaron el rápido avance de la IA y aquellos preocupados por los riesgos existenciales de la tecnología. Este conflicto provocó la salida de figuras clave como Ilya Sutskever, quien intentó destituir a Sam Altman en 2023. Así surgió Anthropic, fundada por extrabajadores de OpenAI más por diferencias filosóficas que comerciales.

El sector aceleracionista sigue presentando nuevos modelos de IA para alcanzar la inteligencia artificial general, aunque no existe consenso sobre qué constituye la inteligencia humana. El tono mesiánico prevalece: Sutskever llamaba a la búsqueda de la IA general “la misión”, mientras Altman señalaba en su blog que las personas más exitosas crean religiones, no solo empresas o países.

El avance de la inteligencia
El avance de la inteligencia artificial genera tensiones internas y la creación de nuevas compañías como Anthropic (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración/Foto de archivo)

Extracción de datos y el Sur Global

Los efectos de esta lógica imperial se extienden más allá de Silicon Valley. El desarrollo de la inteligencia artificial requiere enormes cantidades de datos, tierra para centros de datos, agua potable y energía, insumos que las empresas buscan en países del sur global donde la legislación es más laxa y las sequías son frecuentes. Este consumo intensivo cuestiona los avances logrados en la lucha contra el cambio climático.

Además, la escasa presencia de lenguas y grupos minoritarios en los datos de entrenamiento de los modelos de IA favorece su invisibilización, mientras la realidad digital se diluye cada vez más.

Uno de los aspectos cruciales que denuncia Letras Libres es la explotación laboral en la cadena de valor de la IA. El libro de Hao, que cuenta con más de 300 entrevistas, documenta las condiciones precarias de trabajadores en África y América Latina, quienes, con remuneraciones bajas e irregulares, filtran contenidos dañinos para que no aparezcan en las respuestas de la inteligencia artificial generativa. Estos empleados, contratados como freelance o a través de subcontratistas, se exponen a material perturbador, mientras su tarea permanece invisible para los usuarios finales.

El extractivismo adquiere un nuevo sentido en este escenario. En América Latina, el término, antes asociado a la explotación de recursos naturales por potencias coloniales, ahora describe la apropiación de datos por parte de las empresas tecnológicas. Un miembro de la comunidad maorí en Nueva Zelanda expresó su visión al respecto: “Los datos son la última frontera de la colonización. Los antiguos imperios se apoderaron de la tierra de las comunidades indígenas y luego les obligaron a volver a comprarla, con nuevos términos y servicios restrictivos. La IA es solo otro nuevo acaparamiento de tierras”.

Agentes de seguridad vigilan frente
Agentes de seguridad vigilan frente a un cartel de IA en el evento anual Huawei Connect en Shanghái, China (REUTERS/Aly Song/File Photo)

Ética, poder y las consecuencias del avance de la IA

El auge de la inteligencia artificial ha reabierto los debates éticos sobre su desarrollo y aplicación. Filósofos como Adela Cortina sostienen que lo deseable sería transmitir la ética humana a los modelos de IA, aunque señalan dos obstáculos principales: la dificultad de programar la ética en el corto plazo y la variabilidad del concepto de bien y mal según cada persona.

Por otro lado, la investigadora Ria Kalluri de la Universidad de Stanford propone analizar cómo la IA redistribuye o concentra el poder y orientar el desarrollo tecnológico hacia una mayor equidad. Según ella, en un contexto de concentración de recursos en manos del sector tecnológico, es más urgente visibilizar estos desequilibrios que aspirar a una ética programada en un futuro incierto.

Letras Libres advierte que, mientras ingenieros y directivos debaten sobre riesgos existenciales de la IA, sus acciones ya están provocando impactos negativos en el planeta.

El modelo de negocio de las grandes tecnológicas se fundamenta en la recolección masiva de datos personales, transformados en productos y servicios que se revenden a los propios usuarios. Esta dinámica plantea serias preguntas sobre el alcance real del poder de la inteligencia artificial y el costo que la sociedad paga por su avance.

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