Cómo tres monjas se escaparon del geriátrico y reabrieron su convento con ayuda de un cerrajero

A sus 82, 86 y 88 años, las religiosas desafiaron a las autoridades eclesiásticas y recuperaron el hogar donde pasaron décadas enseñando y viviendo. Su historia generó conmoción y solidaridad entre exalumnas y la comunidad local

Brisa Bujakiewicz, Infobae

Tres monjas de 82, 86 y 88 años desafiaron las normas establecidas y regresaron al lugar que habían llamado hogar durante décadas. Con la ayuda de un cerrajero y antiguas alumnas, lograron abrir las puertas de su convento cerrado en Elsbethen, Austria, enfrentándose tanto a la autoridad eclesiástica como a las dificultades que el tiempo había dejado en el edificio. Lo que comenzó como un silencioso acto de determinación personal, tras escapar del geriátrico donde se encontraban, se convirtió en una historia que despertó conmoción, admiración y solidaridad entre la comunidad local y quienes alguna vez cruzaron los pasillos del Kloster Goldenstein.


De acuerdo con BBC, las religiosas obtuvieron acceso al edificio con la ayuda de antiguos estudiantes y de un cerrajero. Los responsables eclesiásticos expresaron descontento con esta acción, pero las monjas dieron muestras de satisfacción por su retorno. “Estoy muy feliz de estar en casa. Siempre sentí añoranza en el hogar de ancianos. Me siento agradecida de volver”, afirmó la hermana Rita.

Según la propia narración de la hermana Bernadette, en diciembre del año pasado las trasladaron fuera del convento sin solicitar su opinión ni consentimiento. “No nos preguntaron. Teníamos derecho a quedarnos aquí hasta el final de nuestras vidas y ese derecho se rompió”, declaró.

Las monjas dedicaron décadas a la vida en Schloss Goldenstein, un castillo convertido en convento y colegio privado para niñas desde 1877.

Bernadette llegó al establecimiento como estudiante en 1948. Entre sus compañeras destacó la actriz austriaca Romy Schneider. La hermana Regina se incorporó a la vida conventual en 1958, seguida por Rita cuatro años después. Cumplieron funciones como docentes durante muchos años, y Regina llegó a ser directora del colegio.

Conforme disminuyó el número de religiosas, en 2022 la Archidiócesis de Salzburgo y la Abadía de Reichersberg, un monasterio agustino, asumieron el control del edificio. El Provost Markus Grasl de la abadía fue designado como superior de la congregación. La comunidad oficial se disolvió al comienzo de 2024. Las religiosas restantes mantuvieron el derecho de residencia vitalicia, condicionado a su estado de salud física y mental.

Sin embargo, en diciembre de 2023 se definió su traslado a una residencia católica para adultos mayores, lugar en el que nunca lograron sentirse cómodas. Pero al comenzar septiembre de este año, las hermanas Bernadette, Rita y Regina organizaron su regreso al convento, asistidas por exalumnas. Juntaron algunas pertenencias y volvieron al convento.

En ese sentido, el acceso a sus antiguos departamentos fue posible tras recurrir a un cerrajero, ya que las cerraduras habían sido cambiadas por decisión de los anteriores responsables.

Según BBC, las monjas arribaron a un edificio que no disponía de agua ni energía eléctrica. Los primeros días transcurrieron en condiciones precarias, pero sus simpatizantes lograron restablecer parcialmente los servicios. Además, aportaron alimentos y productos básicos.

El apoyo comunitario se manifestó pronto a través de visitas constantes, en su mayoría de exalumnas. Personal médico evaluó el estado de salud de las religiosas para garantizar que su permanencia en el convento no implique riesgos graves.

El Provost Markus Grasl calificó como “completamente incomprensible” el retorno de las monjas y lo consideró “una escalada”. Expuso que los espacios ya no reúnen las condiciones adecuadas para su cuidado y que la situación coloca en riesgo su integridad física debido al “precario estado de salud” de las religiosas.

Además, sostuvo que la residencia para adultos mayores ofrecía atención médica profesional de alta calidad, algo que no se podía garantizar en Goldenstein.

Conforme a fuentes eclesiásticas, muchas de las recomendaciones y deseos de las monjas respecto al futuro del convento sí fueron considerados, entre ellos la continuidad del colegio. La difusión del regreso de las tres monjas desató solidaridad y nostalgia entre quienes compartieron la vida escolar bajo su tutela.

En tanto, BBC da cuenta de que los antiguos estudiantes manifestaron que el convento no se concibe sin la presencia de las religiosas. “Goldenstein sin las monjas no es posible. Cuando nos necesiten, acudiremos sin dudar. Han cambiado muchas vidas para bien”, relató Sophie Tauscher, una de ellas. Alisha, otra exalumna, resaltó que las religiosas siempre distinguieron a sus exalumnas a pesar del paso de los años.

La convivencia diaria en el convento se volvió un fenómeno seguido de cerca por la comunidad local y por personas mediante redes sociales, donde circularon fotos y videos de las religiosas durante oraciones, misas y comidas. También circularon imágenes de su desplazamiento por la empinada escalera, la cual ya no cuenta con ascensor, retirado tras el traslado de las monjas.

Las religiosas dejaron en claro su voluntad de permanecer juntas en el convento. “Antes que morir en ese hogar, preferiría ir a un campo y partir de este mundo allí”, expresó Bernadette. Ellas afirman que conservarán su independencia y defenderán el derecho a permanecer en el lugar donde construyeron su vida religiosa y profesional.

La presencia constante de visitantes y voluntarios les permite acceder a cuidados médicos y productos básicos, y la restitución parcial de servicios como electricidad y agua mejora sus condiciones.

De acuerdo con la BBC, la historia de las tres monjas movilizó a la sociedad y reactivó el debate sobre los derechos de residencia de las religiosas mayores y la importancia del arraigo comunitario. La situación en Elsbethen evidencia un conflicto de valores entre la autoridad eclesiástica, que prioriza la seguridad y el bienestar médico, y la voluntad de las religiosas de conservar su dignidad y autonomía en el último tramo de sus vidas.

La comunidad observa con atención el desenlace, mientras el convento de Kloster Goldenstein vuelve a ser, al menos por ahora, el hogar de las últimas monjas que lo habitaron.

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