Grupos nacionalistas reemplazan a la policía, reprimen y hacen redadas ante el vacío de seguridad en Rusia
La escasez de agentes por la guerra en Ucrania ha permitido que organizaciones nacionalistas y pro-Kremlin asuman tareas de vigilancia, afectando a migrantes y minorías
La falta de policías se ha vuelto crítica en muchas ciudades y pueblos rusos, donde hasta el 50% de los agentes de patrulla y de guardia han abandonado sus puestos. El Ministerio del Interior reconoció la pérdida de 33.000 agentes en el último año y una carencia actual de 172.000 nuevos efectivos.
El propio presidente Vladimir Putin admitió ante policías en Moscú en marzo: “Sé que hay una creciente escasez de personal en el sistema del Ministerio del Interior, especialmente en los niveles más básicos. El problema, por supuesto, es complejo”.
El éxodo policial responde a los incentivos económicos que ofrece el frente: los hombres reciben bonificaciones por enlistarse que superan el salario anual de un agente. Esta situación ha debilitado la autoridad civil y ha abierto la puerta a grupos como Russkaya Obshchina cuyo número de miembros ha crecido con la incorporación de veteranos de guerra, y su presencia se ha multiplicado en plataformas como Telegram y VK. La organización incluso ofrece una aplicación móvil con un botón de pánico para emergencias.
Las actividades de Russkaya Obshchina van mucho más allá de la mediación en disputas vecinales o la detención de presuntos delincuentes menores hasta la llegada de la policía. Sus miembros, a menudo vestidos de negro y armados con porras, han realizado redadas en domicilios y lugares de trabajo de migrantes, irrumpido en fiestas privadas de la comunidad LGBTQ y forzado a personas a registrarse para el servicio militar.
En la ciudad siberiana de Novosibirsk, donde el 40% de los puestos de patrulla están vacantes, integrantes del grupo irrumpieron en una obra en construcción, detuvieron a trabajadores migrantes y los escoltaron a pie hasta una comisaría para verificar su estatus laboral, todo mientras grababan la escena.
El líder y cofundador de Russkaya Obshchina, Andrey Tkachuk, político siberiano, declaró en un video: “Entendemos que la policía carece de personal. Estamos listos para poner el hombro en la rueda”.
No obstante, Tkachuk utiliza habitualmente términos despectivos para referirse a musulmanes y fundó la organización junto a un presentador de televisión de uno de los canales más ortodoxos y conservadores del país. Russkaya Obshchina, que no respondió a las solicitudes de comentarios de The Wall Street Journal, ha sostenido en el pasado que no es una organización nacionalista, que defiende valores tradicionales, colabora en la limpieza de parques y celebra festividades convencionales rusas.
El jefe del Comité de Investigación de Rusia ha expresado públicamente su apoyo al grupo, lo que ha alimentado las sospechas de que opera con el beneplácito de las autoridades.
El fenómeno no se limita a Russkaya Obshchina. En el Lejano Oriente ruso, el gobernador regional de Primorsky Krai, Oleg Kozhemyako, creó la unidad de voluntarios Tiger, integrada por veteranos de la 155.ª Brigada de Infantería Naval con base en Vladivostok. En la ciudad industrial de Tyumen, excombatientes patrullan las calles por la noche bajo el nombre de Russian Druzhina, respaldados por el influyente empresario pro-Kremlin Konstantin Malofeyev.
Otro grupo, Northern Man, fundado por un rapero y con decenas de capítulos regionales, colabora en redadas para detener a cientos de migrantes junto a Russkaya Obshchina y la policía. Northern Man también presiona a bares y clubes nocturnos LGBTQ, y sus acciones han provocado el cierre de uno de estos locales en la ciudad de Krasnoyarsk.
En la península de Crimea, bajo ocupación rusa, Russkaya Obshchina informó que sus miembros irrumpieron en una discoteca, revisaron los documentos de los presentes y, aunque no hallaron delitos, convocaron a 14 personas a la oficina de reclutamiento militar. En la localidad de Kamensk-Uralsky, el grupo, junto a la policía, asaltó una fiesta privada LGBTQ, fotografió y grabó a los asistentes masculinos maquillados y publicó sus nombres en redes sociales.
La proliferación de estos grupos responde a la incapacidad de las fuerzas de seguridad para cubrir el territorio, mientras la agencia de inteligencia interna, el Servicio Federal de Seguridad, concentra sus recursos en sabotajes ucranianos y en la represión del sentimiento antibélico. Algunos de estos colectivos cuentan con el respaldo de empresarios y funcionarios estatales, lo que refuerza su legitimidad y capacidad de acción.
El uso del nacionalismo como herramienta política en Rusia siempre ha sido ambivalente para Putin, quien exalta el servicio a la patria para sofocar la oposición a la guerra y aumentar el reclutamiento, pero advierte contra el nacionalismo étnico ruso violento, con raíces en movimientos neonazis surgidos tras la caída de la Unión Soviética.
La creciente dependencia de grupos de vigilancia podría alterar ese equilibrio, sobre todo por la presencia de veteranos entrenados en combate y potencialmente traumatizados. Esta tendencia contradice la propaganda oficial que justifica la guerra en Ucrania como una lucha contra el fascismo.
Vera Alperovich, defensora de derechos humanos en la organización Sova, con sede en Moscú, advirtió: “Esto también podría volverse en contra del Estado ruso, ya que está compartiendo efectivamente su monopolio de la violencia”. Los grupos de vigilancia, aunque colaboran con la policía, gozan de amplia discrecionalidad para elegir a sus objetivos, que suelen ser inmigrantes o personas que desafían los valores tradicionales promovidos por el Kremlin.