Vinicius despega, Gonzalo aprieta
El brasileño emerge con un gran gol y una asistencia genial y mete al Madrid en octavos, donde le espera la Juventus. El canterano luce y vuelve a marcar. Xabi puso tres centrales.

Tampoco al tercer día resucitó Rodrygo, suplente de nuevo aun sin Mbappé disponible, lo que no descarta ninguna hipótesis: sigue afligido, no le entra por el ojo a Xabi Alonso, es carne de mercado o, simplemente, al técnico no le gusta presentarse a un partido sin un nueve de cuna. Lo que sí resucitó al tercer día fue la defensa de tres centrales que el técnico tolosarra se ha traído de Leverkusen. Obligado a hacer camino al andar, a ganar y ensayar a un tiempo con un equipo de piernas cargadas, metió a Tchouameni entre Rüdiger, en su primer partido como titular desde su operación de menisco en abril, y Huijsen, con Valverde y Arda Güler por delante. Al turco se le pide un rol de alta dirección y no una zurda pinturera.
Un canterano que va a por todas
Con ese dibujo de estreno se echó el Madrid sobre el Salzburgo, que ha fichado a tres de sus cuatro defensas titulares para el torneo. Detectado el pecado, se utilizó el dinero en la penitencia. En eso ha mejorado notablemente respecto al equipo que cayó con estrépito en el Bernabéu en enero. Lo mejor de ese tramo inicial volvió a ser Gonzalo, que marcó de nuevo. Novato y de pocas apariciones, se lleva bien con el equipo. Es asociativo, descarga el juego, concede segundas oportunidades, mete su cabeza en la boca del lobo y tiene el don del gol. Desaparecerá del once en cuanto vuelva Mbappé, pero oposita a equipo de rescate cuando se tuerza el día. Fue el de más garra en la primera presión y le regaló una gran ocasión a Vinicius al inicio. Se le marcharon esa y otra mucho más clara, solo frente a Zawieschitzky. El meta de 18 años, recién sacado de la Youth League, hizo una parada milagrosa. Después se enmendaría el brasileño sobradamente.

El partido soplaba con fuerza contra un Salzburgo replegado y agobiado. Su inferioridad es manifiesta y más si se ve sin su centrocampista de mejor manejo, Bidstrup, lesionado de última hora. Sin embargo, el Madrid era más territorial que profundo. Mucha pelota y poca área. Sí se apreció, en cambio, un punto más de colmillo en la presión tras pérdida. Todo bajo un diluvio incesante para confirmar que este es el Mundial de los excesos: de agua, de calor, de tormentas eléctricas, de horas intempestivas para Estados Unidos y para Europa, de dinero y de cemento en las gradas.
El contragolpe
Cerca del descanso amainó la embestida del Madrid. Perdió velocidad de circulación e interés en la presión y le dio más cuartel al equipo austriaco, que encontró por donde respirar, con posesiones largas sin ir a más. Podría decirse que cayó en la trampa, porque al Madrid le queda el efecto memoria del contragolpe y con su rival más abierto completó uno de su mejor catálogo. Bellingham lanzó a Vinicius, que arrancó por el centro a toda pastilla, quebró a su marcador sobre la marcha y metió un izquierdazo junto al palo que adelantó a su equipo. Apareció, muchos meses después, ese velocista refulgente que no necesita de nadie para resolver partidos. Y lo hizo a lo grande, porque antes del descanso dejó una de las ocurrencias del torneo. Cruzó como una flecha el área y cuando entendió que la defensa le bloquearía el disparo pisó la pelota para sacar de pista a su marcador y para que Valverde, al que llevaba en el retrovisor, firmara el 2-0.
