Rojo, un error en la historia de Boca
Fue la primera gran equivocación de Riquelme en materia de contrataciones. Sus peleas con el presidente, con Russo, la falta de profesionalismo... Todo lo contrario de lo que el club necesita de un líder.
Por supuesto, los números reflejan lo que fue (o es todavía) su paso por el club: sobre los 254 partidos que Boca jugó desde que él llegó (febrero de 2021), él apenas estuvo en 118: el 46%. Si llevamos la cifra a minutos, da 39%. Y de la totalidad de esos encuentros, sólo en 75 completó los 90 minutos: el 29,52%. Menos de la tercera parte. Impresentable. Tan malo fue lo suyo que sólo durante la era Gago, cuando bajó los kilos que tenía de más, llegó a jugar diez partidos seguidos. Nunca antes lo había conseguido.
Los motivos por los que se va son varios, desde su falta de profesionalismo hasta un último encontronazo con Miguel Ángel Russo, a quien le reprochó a la pasada: "No entro nunca, ¿no?" Fue cuando llegó al vestuario, luego de pasearse con el torso desnudo y con una sonrisa inexplicable por delante de una hinchada que seguía haciendo el aguante pese a la derrota con el Bayern pero dolida por un resultado que dejó al equipo al borde de la eliminación. Miguel no está para discusiones, ni siquiera para gritar. Pero tomó una decisión y el defensor no apareció al día siguiente por el entrenamiento. Sí lo hizo el domingo y hay quienes no descartan que juegue ante el Auckland el último encuentro de la fase de grupos ante la lesión de Ayrton Costa. Sería una última barbaridad de una dirigencia que hace rato perdió el norte (si es que alguna vez lo tuvo).
Las últimas noticias hablan de un enfrentamiento sin retorno con el presidente, quien le rescindiría anticipadamente un contrato que vence en diciembre. De él habló pestes Rojo en un asado con todo el plantel. Con él se enfrentó por los premios del Mundial de Clubes, acusando a la dirigencia de "quedarse siempre con toda".
Lo mejor que puede pasarle a Boca es prescindir de una figura así. Un líder negativo que aportó muy poco en lo deportivo -salvo nueve goles y su efectividad en las definiciones por penales- y casi nada rescatable desde lo humano, salvo el día que fue a ponerle la cinta a un Izquierdoz que Ibarra había dejado en el banco, por orden de la dirigencia, antes de echarlo. Rojo no fue el capitán que necesitaba Boca. Nunca. Le quedaron grandes el club, la camiseta, la historia. Cuando Boca se decida a formar nuevos líderes, tiene que mirar a Rojo y recordarlo bien. Lo que necesitamos es exactamente lo contrario.