Muchos centros y poca cabeza, Boca
Fueron 82 en total, récord mundial desde que hay estadísticas pormenorizadas. Pero no pasó naranja. El 1-1 ante el rival internacional más débil que enfrentó en su historia habla por sí solo. A arremangarse, Miguel.
Lucas Beltramo, TyCDespués de ilusionarnos con Benfica y por momentos entregarnos a la emoción con Bayern Múnich, Boca nos volvió a despertar de una cachetada ante Auckland City.
A los 5 minutos de partido ya se percibía que iba a ser imposible meter 6 o 7 goles. Enfrente estaba el rival internacional más débil que el Xeneize enfrentó en toda su historia. “Sin menospreciar, semiprofesional”, como aclaró el propio Russo cuando le informaron que Bayern Múnich ganaba 6-0 al término del 1T. Pero la única idea que tuvo su equipo para penetrar las dos líneas de cinco de futbolistas que trabajan por la mañana, se entrenan (4 veces por semana) por la tarde y juegan por el viático fue repetirse en centros anunciados.
Ollazo va, ollazo viene, se llegó a 82, récord absoluto sobre más de 50.000 partidos de Mundial de Clubes, Mundialito de Clubes, Champions, Libertadores, Premier, LaLiga, Serie A, Bundesliga, Ligue 1, Brasileirao y LPF en los últimos 8 años, desde que hay estadísticas de este tipo. En el 2º puesto quedó, lejos, el River de Gallardo con sus 70 centros ante Mineiro en el Monumental (0-0). Más atrás el Boca de Gago y sus 61 intentos ante Riestra en la Bombonera (1-1). Muchos centros, poca cabeza.
“Cuando te meten diez jugadores en el área no es fácil entrarles”, dijo el capitán de Boca sobre un equipo que había recibido 16 goles en 180 minutos: uno cada 11’. Bayern necesitó 32 centros para hacerle una decena y Benfica 45 para meterle seis. “No es tan decepcionante el partido porque insistimos todo el partido”, metió más el dedo en la llaga Cavani. El papelón después del papelón.
“Equivocamos los caminos, la idea era romper por abajo”, explicó Russo. El partido de Zeballos fue tan decepcionante que se sacó solo: no pudo gambetear un rival en sus 25 minutos en cancha. Pide a gritos cambiar de aire. Por él entró Zenón, pero la ecuación fue la misma.
Para colmo de males Benfica pasó a ganar rápido y el insoportable calor de Nashville hacía más lento y pesado a un equipo lento y pesado: había huelga de desmarques. El único que intentaba marcar pases entre líneas era Velasco. Palacios, siempre en su mundo, casi moja cuando a los 42’ se dio cuenta de que había un arquero exigible entre los tres palos del equipo neozelandés.
El segundo tiempo arrancó con el gol del profe de educación física, se paró por la amenaza de tormenta eléctrica y se siguió jugando en las tribunas, cuándo no.
Ya eliminado y lógicamente sin Cavani (lo ilógico fue su titularidad), Boca jugó una última media hora testimonial, sin siquiera la picardía de percibir que no era lo mismo empatar que ganar ante los semiprofesionales oceánicos, para redondear un Mundial de Clubes que arrancó con una sana comunión entre equipo e hinchada y terminó con un solo jugador a la altura, que llamó la atención del mundo y dio la cara por un club al que hizo más grande que hace un mes: el Número 12.