Boca recuperó el corazón pero le falta cabeza
Estuvo a la altura, mano a mano con el Benfica, por intensidad y sangre. Se le escapó el triunfo por falta de inteligencia.
Por supuesto, es imposible hacer en apenas un partido un análisis serio de lo que es o va a ser un equipo, pero ya sabemos que le hicieron un trasplante de corazón. Lamentablemente, los avances de la medicina no alcanzan para soñar siquiera con un reemplazo de cerebro, y por ahí vienen desde hace tiempo, también, las dificultades que debe afrontar cualquier técnico que agarre este plantel. Boca podría estar hoy celebrando su clasificación a los octavos de final, porque al Auckland le va a ganar y aun perdiendo con el Bayern, con seis puntos pasaría de ronda. Si no consiguió un primer triunfo es porque los milagros de Miguelo son limitados y la inteligencia no se transmite como la motivación. Enseñar a pensar es muy difícil. Y así como con palabras bonitas se puede contagiar cierto espíritu, inteligente se es o no se es. Y si Boca llega a quedarse fuera del certamen en primera ronda, habrá que apuntarles, por ejemplo, a tipos como el chileno Palacios -no convocado a una de las peores selecciones de Chile de la historia- y Nicolás Figal, otro del club de los Advíncula, los Fabra, los Saracchi... Tipos que se tienen que ir por lo que siempre dijo Carlos Bianchi: que con jugadores correctos pero inteligentes podés salir campeón, pero con boludos es muy difícil. Esta última parte el Virrey la dijo mucho más correctamente, pero es lo que quiso decir.
Hay que rendirse ante la influencia de la lógica y de la seriedad. Russo es lógico, serio, sencillo. No era mucho lo que podía hacer en diez prácticas así que trabajó sobre "el orden y el esfuerzo", dos cuestiones que destacó como positivas en la conferencia de prensa. Boca no sufrió físicamente contra los europeos, no fue superado tácticamente, hizo un gol de pelota parada (dos cabezazos en el área, ¿les suena?), descubrió en la derecha de la defensa portuguesa las debilidades como para que Blanco entrara como por un tubo y tuvo en Merentiel a ese goleador puntual que siempre está en la cancha, no firmando camisetas desde una camilla imaginaria como su compatriota la figura mundial. Battaglia jugó por primera vez de 5 (su posición) y la rompió, Herrera jugó de doble 5 y se rompió (si sos tan hincha de Boca, andate de una vez), Ayrton Costa fue un Rojo de los buenos tiempos y el verdadero Rojo fue al banco, a vivir el exilio de los irresponsables.
Si nos hubieran dicho que Boca iba a empatar este primer partido contra un rival que hasta hace poquito estuvo en Champions, probablemente muchos habrían firmado. Duele el 2-2 por cómo se dio, porque quedaron jugadores en el camino por lesiones o rojas, porque estuvimos a diez minutos de ganarlo. Para ser un plantel al que el técnico le llegó hace dos semanas, que no pudo disponer de los refuerzos (uno, encima, llegó lesionado), que no sabía si iba a tener a Costa por la visa, que tiene a su "figura" lesionada, que tiene que mandar a la cancha a un tipo que no juega desde hace seis meses, es bueno lo que se logró. Para saber si es suficiente o no, habrá que esperar. Lo interesante es que Boca no se traicionó, como otras veces; sacó de quicio al Benfica y se ganó el respeto -aun con diferencias que con el Bayern serán mayores. Bien Di María en no gritarnos el gol, él que siempre fue ovacionado en la Bombonera (con esto mismo las gallinas estarían apropiándoselo, pobrecitas las descendidas. Ah, Fideo, lo que te van a pegar acá...
Los que viajaron confiados pese a todas las señales negativas de los últimos meses deben sentir cierto orgullo que aflorará más claro cuando pasen las horas. Los 50 mil bosteros que coparon en estadio y lo hicieron latir como si estuvieran en casa dieron otro espectáculo formidable, mientras Gallanto se quejaba de la sede que les tocó. No es la sede, Araña, es una manera de vivir y de sentir. Ustedes jamás serán pueblo, jamás.
Y para cerrar, vamos a volver al inoxidable Miguel, que puede perder el pelo pero no las mañas. Su equipo tuvo músculo e intensidad, fue todo lo ordenado que pudo, metió en todos lados. No supo sostener la ventaja por aquello de la falta de inteligencia, no estaba preparado para jugar y por eso no pesó el hombre de más que tuvimos hasta la estupidez de Figal. Pero nada le duele más a Russo que el resultado. "A mí me gusta ganar", dijo simplemente. Una definición exacta que suscribimos todos los hinchas de Boca. Por eso la bronca, el dolor, la sensación agridulce. Es muy pronto para sacar conclusiones, pero el equipo se ganó mínimamente que confiemos. Con este corazón y un par de refuerzos neuronales, las cosas pueden ir mucho mejor.