Wilstermann comenzó mal una temporada tenebrosa
Pocas veces la preocupación se refleja tanto en un rostro. El de Luciano Theiler, el entrenador de Wilstermann, en los estertores del choque, lo decía todo. El técnico argentino expresaba una preocupación descarnada. Su equipo había dejado al descubierto enormes carencias ofensivas y demasiados agujeros defensivos que permitieron que la fe y cierto orden de Independiente fueran suficientes para decantar el partido a su favor (0-1). Wilstermann perdió los papeles y, sobre todo, el lateral Francisco Rodríguez, que cometió una tonta infracción en el centro del campo. El juez, de lamentable actuación, fue convocado ante el monitor y procedió a su expulsión. Los jugadores de Wilstermann, en definitiva, se debatieron entre la incertidumbre de hacer caso a su técnico o a su propio instinto. Y de esa ambigüedad sacó tajada el Independiente de Robledo, que a ilusión no le gana nadie. De nada sirvió la presencia en el terreno de juego de Chumacero y Mamani para que lavaran la cara al equipo de Theiler, lo asearan y se dispusieran a darle la vuelta al encuentro. No lo lograron hacer. Primero debido al error de Rodríguez, y después porque, con el balón, el equipo rojo expuso sus enormes carencias técnicas. Una vez tras otra. Y también una jornada más (tras los cuatro partidos del torneo estival) y, por lo que se ve, parece que no tiene remedio, o por lo menos el técnico y los jugadores no encuentran la solución adecuada.
Wilstermann maquilló muchas de sus carencias en el primer tiempo con una ración abundante de pelota (55% de posesión). En realidad, es la única forma de defenderse que tiene. Sin el balón es una ruina. Cada uno va por su lado, y algunos no van por ninguna parte. Nadie hizo cosas interesantes. Tenía el balón y el campo, pero no sabía muy bien para qué. Jugó desganado y se vio superado en el centro del campo por el trabajo inagotable de Willie Barbosa (curiosa su ubicación como medio entro) y Rivera. De Guillermo, nada se supo. Como tampoco hubo noticia desde las bandas, donde ni Robson ni Francisco Rodríguez dieron amplitud ni, cuando entraron en juego, resolvieron con acierto.
SIN JUEGO
Sin un hilo conductor en ataque, la contribución de Machado, Guillermo y Téllez quedó cortísima. Su precipitación, irregularidad en el juego y ausencia de receptores a espaldas de Rivera y Barbosa, impidieron al cuadro rojo juntarse en campo de un rival bien estructurado y con líneas juntas. En esta angustiosa coyuntura, agravada por la imposibilidad de incorporar refuerzos, Wilstermann no se puede permitir la pobre aportación de Guillermo y Machado. Ambos necesitan involucrarse en el juego, ser más precisos, gravitar con la pelota, controlar mejor sus tomas de decisiones y marcar la diferencia en posiciones finales. Que de su incidencia dependa la capacidad generativa del equipo, es un aspecto preocupante, puesto que retrata los desequilibrios y la disfuncionalidad del sistema táctico. Al 3-4-2-1 de Theiler le faltó de todo en todo momento. No supo hilvanar juego por dentro y tampoco buscó crear ventajas numéricas en los costados. La posición interior de Téllez, que a lo único que ayudó fue a provocar la duda de Soleto y Vedia, se quedó en nada porque sus recepciones eran muy predecibles. Bobadilla, aislado entre los centrales y clamorosamente desasistido, expuso la pobreza constructiva de su equipo.
Al sacar el balón desde atrás, el equipo de Theiler no generaba superioridad numérica a espaldas de la primera línea de presión para liberar receptores. Al contrario, los medio centro se exponían a voraces emboscadas, recibiendo de espaldas, con la marca encima y sin opciones de descarga. Por tanto, el atasco en salida invitaba a la compulsiva e infructuosa búsqueda en largo, saltando líneas, para el pique de Bobadilla a espaldas de los centrales o el esbozo de desborde por las bandas, siempre en inferioridad numérica y con el apoyo distante. Téllez apareció a cuentagotas, como casi siempre, apartado de su última utilidad en un carril interior. No encuentra su lugar en el campo ni entiende su rol en el organigrama, por lo que su incidencia se difumina en la nada más absoluta. No amplió su radar de acción y se estrechó en su carril, poco resolutivo y rebelde. A Cáceres le agredió su repetida timidez, acompañada esta vez por errores de poca explicación. El extravío y la discontinuidad de ambos perjudican a Wilstermann por encima de todas las cosas, puesto que constituyen -en la anatomía de la estructura táctica- los vértices creativos del equipo.
En la difusa y efímera coyuntura de una ofensiva posicional, con el cuadro rojo instalado en la parcela visitante, el déficit de juego quedó mucho más expuesto. El equipo agotó sus habilidades en estériles fases de posesión porque carecía de recursos para progresar en el campo y elaborar desde la tenencia. Debía proveer juego desde atrás, con Machado y Guillermo, pero sin disponer de receptores en el espacio que se abría entre volantes y defensores, puesto que Cáceres se corría hacia afuera y Téllez no se ofrecía como opción (o era devorado por la marca), lo que imponía extender el traslado, identificar las opciones de pase y acertar en la ejecución.
EXPULSIÓN
Lo que parecía imposible era que el conjunto rojo empeorara con el paso de los minutos, pero lo hizo en la segunda mitad cuando la expulsión de Francisco Rodríguez estropeó los cambios de Theiler (planteó un 3-3-2-2 con los ingresos de Chumacero, Mamani y Andersen por Robson, Cáceres y Guillermo). El pretendido correctivo del adiestrador no vio la luz del amanecer. Murió entre las sombras de una noche tenebrosa. Mamani se encerró, Chumacero no contribuyó en nada y Andersen entró y no tuvo surtidores en otro fiasco de Wilstermann. Aquella emergente composición del medio campo apenas reunía atributos creativos para la construcción de juego. Todos tienen un perfil similar, cortan y corren. De juego, tienen poco. Por tanto, de esa conjunción apenas podría exprimirse fútbol. Y así ocurrió. Apenas sucedieron cosas en un compromiso que constató la falta de juicio ofensivo. Durante un tiempo se discutió sobre su pegada, pero ahora el problema es otro y mucho más grave. El gol le queda muy lejos porque no tiene ocasiones. Es la realidad del Wilstermann de Theiler.
Con el pulso a favor de la visita, Wilstermann siempre llegó un segundo tarde en las segundas acciones. Independiente pudo poner en órbita a Perea y Thomaz más de lo que le hubiera gustado a Theiler. No terminó de amenazar porque careció de finura y acierto en las últimas entregas y porque la figura de Giménez se agigantó bajo sus palos.
Lo demás se pareció a la película que se ha visto tantas veces en el Capriles y que, en esta aciaga temporada, se verá mucho: el juego tirando a plano, la falta de soluciones creativas y las dificultades para imponerse a un rival menor. Hubo algo de ficticio en la amplia tenencia de Wilstermann (60% en la segunda parte, 58 en el partido). Independiente jamás tuvo intención de hacer un partido inter pares, y menos después del gol de Ubah en la primera etapa. Si el plan era estrictamente defensivo, el tanto fortaleció la idea hasta extremos insospechados. Independiente renunció a cualquier cosa que no fuera defenderse de forma militar en su área. Todos atrás, junto al portero, con el ánimo de desesperar a Wilstermann, que volvió a ser el equipo rumiante de costumbre. Hay mucho por trabajar y bastantes cosas que revisar.