Copa Libertadores: Boca perdió con Alianza Lima en una errática noche, pero lo salvó Marchesin y puede darlo vuelta en la Bombonera
En Perú cayó por 1 a 0, víctima de una flojísima actuación y las múltiples bajas; el martes próximo, el desquite
LA NACION, Ariel Ruya
¿El vaso medio vacío o el vaso medio lleno? ¿Con qué imagen decide quedarse Boca luego de la excursión en Lima? El equipo argentino perdió por 1 a 0 frente a Alianza Lima, en el primer encuentro de la segunda rueda de la Copa Libertadores. El martes próximo, a las 21.30, se jugará el desquite en la Bombonera. El ganador de esta serie, para entrar en la zona de grupos de la Libertadores, se medirá con el vencedor de la serie entre Deportes Iquique e Independiente Santa Fe. En el primer encuentro, el conjunto chileno se impuso por 2 a 1.
El lado optimista de esta historia es que perdió apenas por la mínima. Lo sostuvo Agustín Marchesin, que lo salvó al menos en cuatro situaciones de riesgo claras, netas. Con el regreso de algunos caciques y la mística del templo, es una serie que se puede revertir tranquilamente. No habría que pensar en un milagro, ni siquiera una hazaña. Debería ser lo natural.
El lado pesimista de esta historia es que debió caer por goleada. ¡Qué noche! La diferencia conceptual entre el equipo que dirige Fernando Gago y el conjunto que conduce Pipo Gorosito fue un abismo. No se trata de una exageración: el arquero propio y algunas indecisiones del inexperto Alianza Lima mantuvieron vivo a Boca, que verdaderamente peor no puede jugar. De lo más flojo del ciclo Gago, preocupante además por la importancia de la instancia y la obsesión que siempre provoca la Libertadores en el Mundo Boca.
Boca se presentó en uno de los partidos más trascendentes del semestre, con la ilusión de arañar la Libertadores, con medio equipo afuera. Con símbolos lesionados, con intérpretes decisivos, descartados. La nómina es extensa: Edinson Cavani, Marcos Rojo, Ayrton Costa, Ander Herrera, Cristian Lema, Jorge Figal y Chiquito Romero. Algunos, desde hace varias semanas. Otros, en estos últimos días.
Y, además, Advíncula cumplió una fecha de suspensión. El equipo xeneize, habitualmente conformado con sorpresas que a Fernando Gago le parecen certezas unos minutos antes de cada batalla, chocó contra Alianza Lima (un rival inferior, sin su grandeza, sin su historia, pero con un entusiasmo extraordinario) con Rodrigo Battaglia como zaguero, al lado del joven Di Lollo, como primera medida.
Un mediocampo extraño, con el chileno Alarcón, Rey Domenech, un pibe que recién comienza, de 18 años, y Lucas Blondel, corrido unos cuantos metros más adelante, en función de 8 o algo así. Poca experiencia, nula garantía y dos argumentos confiables en este tiempo: Palacios y Merentiel. La antesala del choque copero no invitaba a la efervescencia, más allá de que el elenco peruano tiene como alfiles al ecuatoriano Fernando Gaibor, de decepcionante paso por Independiente y Hernán Barcos, que en abril cumplirá 41 años. Y en la última línea, actuó un viejo conocido, Carlos Zambrano, de 35, de paso efervescente en Boca, recordado por aquel cortocircuito con Pipa Benedetto.
Lo más destacado del partido de Boca
Después de una pelota parada, más allá del intento de Marchesin, Pablo Ceppelini abrió el marcador a los 4 minutos. Una auténtica sorpresa, que exhibió una débil resistencia, no solo del arquero, sino de la última línea. Alianza Lima salió con todo (a veces, en exceso, con dos amonestados y un cambio en los primeros 18 minutos), Boca hacía todo a mitad de camino.
Mejoró el equipo argentino en los siguientes minutos, pero ni Velasco ni Palacios tomaron el control de la situación. Eran ímpetus por las bandas, por Barinaga y, sobre todo, del lado del Saracchi. Al mismo tiempo, Erick Castillo complicó cada vez que pudo al lateral uruguayo. En uno de los avances profundos del ecuatoriano, le cedió el festejo a Barcos, que chocó con Marchesin. Y al rato… otra vez el arquero salvó a Boca en un mano a mano espectacular ante Castillo.
El dueño del arco que llegó hace tres semanas a la Ribera, sostenía al equipo del que es hincha. Boca no hacía pie. No solo porque ofrecía inseguridad en la última línea, no podía capturar el balón en la zona media, y Merentiel, el capitán, se peleó más de lo que intentó jugar.
Debía cambiar drásticamente Boca, no solo rumbo a la segunda mitad, sino con la esperanza de revertir la historia con la revancha a la vuelta de la esquina. Zeballos y Giménez reemplazaron a Merentiel y Rey Domenech, todo un mensaje, interno y externo.
Reaccionó el conjunto argentino, con un Palacios más participativo, dueño de un bombazo que se fue lejos. Y el equipo peruano, más retrasado y escurridizo, se inclinó por ciertas esporádicas salidas rápidas. Una mala salida de Di Lollo encontró otra salvada de Marchesin, que le negó el grito a Cantero.
Una combinación entre Zeballos y Giménez acabó con un remate en el desierto. Luchó al menos en el final Boca. Pero redondeó una noche de las que debe olvidarse rápido. El resultado terminó siendo una bendición: pudo (debió) caer por una diferencia amplia. El 0-1 puede ser revertido. Debe volver a ser, después de una noche difícil de explicar.