Tenis | Open de Australia / Djokovic remonta ante Alcaraz para volver a semifinales

El serbio se recupera en pleno partido de una lesión y frena al español, que quizá pudo hacer más en el segundo set. Le espera Zverev.

Nacho Albarrán
As
Pasan los años, los torneos, los tenistas… y Novak Djokovic sigue en la cúspide de su deporte. Ya no es el tirano arrollador que lo ganaba todo, pero con 37 años aún es capaz de dar lecciones como la que le administró este martes a Carlos Alcaraz en los cuartos de final del Open de Australia. El serbio se lesionó en el primer set y lo perdió. Todo apuntaba a que no tendría posibilidades ante la fuerza de la naturaleza que es el murciano de 21 primaveras. Pero fue atendido, se tomó unas cuantas pastillas, ajustó su juego y le hizo un lío de órdago al que para él es el mayor rival que tiene ahora, una vez retirado Rafa Nadal, que podría haber hecho algo más en la segunda manga, todo sea dicho: 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 en 3h37.

JugadorSemifinales de Grand Slam
Novak Djokovic (Ser)50
Roger Federer (Sui)46
Rafa Nadal (Esp)38
Jimmy Connors (EE UU)31
Ivan Lendl (RCh/EE UU)26

El viernes jugará por 12ª vez las semifinales del torneo oceánico contra Alexander Zverev. Acumula 50 entre los cuatro Grand Slams, récord de todos los tiempos.

“Con mis dos piernas y mis dos brazos, una pierna izquierda en realidad (en respuesta a la pregunta sobre cómo ganó). Tengo mucha admiración por Carlos y por todo lo que ha conseguido a tan temprana edad. Vaya competidor, el número uno más joven, cuatro Grand Slams y seguro que vendrán muchos más. Va a estar ahí, seguro, más que yo. Desearía que este partido hubiera sido la final. No sé si Zverev habrá estado despierto viéndolo. Ha sido uno de los más épicos que he jugado aquí y en cualquier pista”, dijo Djokovic, después de abrazarse con su entrenador, el resiliente Andy Murray, que le ha contagiado su espíritu de lucha, si es que le hacía falta. Lo que está claro es que se adaptó mejor a las condiciones, más bien frías, y a la sesión nocturna, en la que ya había jugado, al contrario que su oponente.

Eran las 21:10, hora local, cuando empezó el partido en un ambiente fresco por el viento, más otoñal que veraniego. El primer set fue una montaña rusa de sensaciones, rachas y sucesos que marcaron el partido. Lo empezó mejor Djokovic, con break en su primer juego al resto. Alcaraz, gracias a un gran revés acortó distancias y después, con su saque, igualó el marcador de inmediato. A partir de ahí, tomó las riendas del partido y con un ritmo endiablado reventó al balcánico, que se hizo daño en la pierna izquierda en un mal apoyo antes de perder por segunda vez su servicio. Luego pidió tiempo muerto médico y fue atendido en los vestuarios. Y afloraron los mensajes en las redes sociales, poniendo en duda la veracidad de su dolencia. “Lo de siempre, finge para cortarle la progresión a Carlos”.

El de Belgrado volvió con un vendaje en el muslo izquierdo y no pudo hacer nada para evitar que Carlos se adelantara. Anduvo cojo durante unos minutos, pero armado de experiencia, acortó los puntos, afinó sus saques y se jugó un resto tras otro, directos a las líneas. Le ayudó la frialdad de Alcaraz, que parecía no querer hacerle sangre a un rival aparentemente lesionado, y se vio metido en una emboscada que le costó la segunda manga. Y eso que Djokovic parecía cerca de la retirada, sobre todo después de no poder hacer un break en el 3-3, un juego muy largo. De hecho, los compañeros de la prensa de su país negaban con la cabeza casi en cada punto. “Si hubiese perdido el segundo set, no sé si habría seguido jugando”, reconoció después.

Recuperación milagrosa.

Pero no fue así, y lo que sea que le hubieran dado cuando le atendieron empezó a hacerle efecto. “Como sigo en el torneo, no quiero desvelar mucho. Los medicamentos me ayudaron, suena horrible decir que tuve que tomar otra dosis”, admitió. Y recuperó el tono de los dos primeros juegos del encuentro. Dominador y corriendo otra vez como si no hubiera mañana, amenazó el servicio del prodigio de El Palmar hasta que le encontró fisuras para volver a romperlo. Sin embargo, cuando más fácil parecía tenerlo para ganar el tercer set, Alcaraz apretó los dientes y le devolvió el quiebre. El partido se había enrarecido, malo para el espectáculo, pero no le faltaba emoción.

Y Djokovic, trazando los golpes con tiralíneas, situado en un palmo de terreno, le asestó otro zarpazo a un Carlos irritado, que tiró del recurso de la dejada, un arte que domina y que quizá debería haber usado más, sobre todo en la segunda manga. Porque a esas alturas de partido, su rival ya llegaba a todas. Y de un 0-30 pasó a ponerse a un solo paso de las semifinales, con un último punto sublime de revés cruzado. Sin saber muy bien qué hacer y con algunas molestias en el muslo derecho que habitualmente lleva vendado, Alcaraz se encontró con un break en contra en la salida de la cuarta manga. Djokovic se medicaba y para adelante. Sin titubear. En trance hacia la victoria. Nada ni nadie podía ya pararle, ni siquiera la voluntad de un oponente que buscó la complicidad del público con impactos de furia e intentó no perder la sonrisa cuando estuvo al borde del KO, con ventaja de Nole para el 5-2. Le quedaba orgullo y eso hizo que el duelo ganara plasticidad. Un 15-40 suyo le hizo albergar esperanzas de jugar un quinto set. No lo aprovechó y ahí murieron sus anhelos. Es la quinta vez, en ocho enfrentamientos, segunda seguida tras la final de los Juegos de París 2024, que pierde contra Djokovic, cuya cuerda no tiene fin, como las pilas de los conejitos de Duracell.

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