Rituales de duelo y expresiones de dolor: cómo entienden la muerte los animales
Desde una chimpancé que acuna a su cría muerta durante meses hasta elefantes que visitan restos óseos, las respuestas emocionales de distintas especies desafían la percepción tradicional de sus capacidades
InfobaeUna orca conocida como Tahlequah (o J35 para los científicos) captó la atención mundial cuando, durante más de dos semanas, nadó incansablemente con su cría muerta cerca de la costa de América del Norte. Una chimpancé llamada Natalia cargó y acunó a su hijo muerto, en el zoológico de Valencia, y un gorila, en un ambiente salvaje, en África, permaneció junto a su madre ya sin vida acariciándola y recostándose junto a ella.
Este y otros casos plantean preguntas sobre cómo los animales perciben el fin de la vida y de qué forma sus respuestas emocionales y conductuales podrían compararse con las de los humanos. Los casos documentados en la naturaleza sugieren que muchas especies tienen formas de reaccionar ante la muerte, ya sea a través del duelo o incluso a través de estrategias evolutivas relacionadas con su supervivencia.
¿Existe el duelo en los animales?: casos documentados por la ciencia
Mamíferos marinos y el caso de Tahlequah
El comportamiento de Tahlequah es uno de los ejemplos más duraderos de lo que podría considerarse un duelo animal que haya sido documentado hasta la fecha. Durante más de dos semanas, en 2018, esta orca mantuvo el cadáver de su cría a flote por más de 1.600 kilómetros, lo que implicó un enorme gasto energético en un entorno desafiante. Aunque algunos científicos se muestran escépticos sobre si este comportamiento puede clasificarse como “duelo”, Monsó señaló, durante un diálogo que mantuvo en el podcast The Conversation Weekly, que no se debe subestimar la carga emocional que este tipo de acciones puede revelar.
Los chimpancés y su compleja relación con la muerte
Entre los primates, los comportamientos relacionados con la muerte han sido observados repetidamente y ofrecen pistas sobre su comprensión de este fenómeno. Un caso llamativo ocurrió en Zambia, donde una madre chimpancé utilizó un trozo de hierba para limpiar los dientes de su cría fallecida. Este acto, aparentemente ritualista, muestra un vínculo emocional persistente, según Monsó.
Otro ejemplo destacado fue el caso —muy difundido públicamente— de Natalia, una chimpancé del zoológico de Valencia, España, que cargó con el cadáver de su cría durante nada menos que siete meses. Monsó atribuyó este tipo de conducta a la persistencia de mecanismos evolutivos que refuerzan el vínculo materno. “El duelo indica la existencia de un fuerte lazo social, pero la muerte también puede generar otras emociones en los animales, como curiosidad o incluso hambre”, agregó.
En otro caso, pero en estado salvaje, científicos observaron la reacción de un grupo de chimpancés ante un recién nacido albino. Aún a pesar de que su madre procuró defenderlo, los miembros del grupo, alarmados y asustados, reaccionaron con pánico hasta que el macho alfa tomó al bebé y, junto a otros machos, acabó con la vida de la cría. Tras la muerte, los chimpancés mostraron un cambio radical: rodearon el cadáver, lo olieron, lo tocaron y lo compararon con su propio pelaje. Para Monsó, esto ilustra que los chimpancés comprenden la muerte como un estado de irreversibilidad y de no funcionalidad de los cuerpos.
Los elefantes africanos y su respuesta ante la muerte
Un estudio de 2020, realizado por el Instituto Smithsoniano y publicado en la revista Primates, analiza el comportamiento de los elefantes africanos frente a la muerte de sus congéneres. Este trabajo, basado en una revisión de 12 investigaciones previas, reveló patrones consistentes que sugieren una notable inteligencia emocional en estos animales.
Cuando un elefante adulto muere, sus compañeros permanecen junto a su cadáver hasta que empieza a descomponerse. En el caso de las crías, las madres reaccionan de manera aún más intensa, manteniéndose junto a ellas durante varios días y, en algunos casos, intentando transportarlas con la trompa o los colmillos. Este comportamiento coincide, recordó el estudio, con el de ciertos cetáceos.
Otro fenómeno destacado es la reacción de las manadas al encontrar un cadáver desconocido en su camino. Según los investigadores, es habitual que los elefantes se acerquen al cuerpo, lo examinen, lo toquen e incluso lo cubran con tierra u hojas. También sienten un interés especial por los restos óseos de sus congéneres, lo que los lleva a interactuar repetidamente con ellos.
La autora principal del estudio, Shifra Goldenberg, explicó que las motivaciones detrás de estos comportamientos pueden variar según las circunstancias y los individuos: “Por ejemplo, algunos elefantes hacen visitas repetidas a un cadáver”. Este tipo de reacciones no solo denota un vínculo emocional con los muertos, sino que también refuerza la idea de que los elefantes poseen una memoria excepcional, elemento crucial para mantener sus complejas estructuras sociales.
Los expertos enfatizaron que los elefantes forman relaciones sociales profundas y duraderas, basadas en la memoria y el reconocimiento individual. Estas características son esenciales para su vida en manada y también parecen influir en su manera de enfrentarse a la muerte.
El comportamiento funerario de aves y gorilas
En otro ejemplo documentado, un caso particularmente emotivo fue el de un joven gorila llamado Sagasia que interactuó con el cuerpo de su madre fallecida, acariciándola, recostándose junto a ella e incluso intentando amamantarse en lo que Monsó consideró pudo ser motivado por su búsqueda de consuelo ante la pérdida.
Entre las aves, se ha observado que urracas y cuervos tienen comportamientos que recuerdan a rituales funerarios. Las urracas, por ejemplo, colocan ramitas sobre los cadáveres de sus compañeros, mientras que los cuervos se agrupan y graznan alrededor de los cuerpos de los fallecidos.
Los científicos del Instituto Smithsoniano que llevaron a cabo el estudio mencionado antes recordaron que los gorilas, por ejemplo, también lamentan la muerte de sus congéneres aunque no exista parentesco. Por su parte, dijeron, los cuervos tienen respuestas que se diferencian de las mencionadas, ya que incluyen agresión o conductas sexuales hacia los cadáveres.
Fingir la muerte para sobrevivir
Un ejemplo fascinante de la relación animal con la muerte es el de la zarigüeya, que finge estar muerta para evitar ser devorada por sus predadores. Monsó dedicó una parte importante de su último libro a esta especie. Este comportamiento, dijo, no implica que la zarigüeya comprenda el concepto de muerte, sino que ha evolucionado para explotar la percepción que tienen los depredadores sobre los cadáveres.
“La zarigüeya adopta la expresión corporal y facial de un cadáver: su respiración y su ritmo cardíaco disminuyen, abre la boca, su lengua cuelga, expulsa un olor pútrido y deja de responder al mundo”, detalló.
La complejidad de esta estrategia apunta a una presión evolutiva. Para que funcione, los depredadores deben estar convencidos de que están frente a un cadáver real. Así, este comportamiento revela no solo una comprensión instintiva por parte de la zarigüeya, sino también cómo sus depredadores entienden la muerte.
Debate científico sobre el duelo en los animales
El estudio de las reacciones animales ante la muerte ha generado debates entre científicos y filósofos. Algunos argumentan que atribuir emociones humanas a los animales es un error, mientras que otros, como Monsó, destacan la importancia de evitar el “antropodenial”, es decir, negarles capacidades similares sin evidencia suficiente.
Esta investigadora introdujo la idea del “concepto mínimo de muerte”, que define como la comprensión de que un individuo fallecido ya no funciona como cuando estaba vivo y que su estado es irreversible. Aunque este entendimiento varía entre especies, los expertos creen que animales con mayores capacidades cognitivas y lazos sociales más fuertes son más propensos a desarrollarlo.
Por su parte, Jessica Pierce, bioeticista señaló en una nota en The Conversation que “la pregunta no es si los animales sufren, sino cómo sufren”. Ejemplos como el de Tahlequah demuestran que las emociones animales pueden ser complejas y variadas, desde el duelo hasta la curiosidad o el hambre, dependiendo del contexto.
Lo único que no está bajo discusión es que la muerte es un fenómeno compartido por todos los seres vivos, pero su comprensión y las emociones que genera varían enormemente entre especies.
Los ejemplos documentados, desde la orca Tahlequah hasta las zarigüeyas y chimpancés, muestran que los animales tienen relaciones complejas con este proceso universal.
Monsó reflexionó: “Cuando estudias cómo los animales procesan la muerte, te das cuenta de que todos enfrentamos esta realidad compartida. Hay algo reconfortante en entender que estamos juntos en esto”.