El gobierno de Lula presta especial atención al ritmo económico de Brasil de cara a las próximas elecciones
Un PIB creciente en un escenario fiscal incierto será el árbitro en los comicios municipales de este año y los presidenciales de 2026
En cuanto a la tasa Selic, que el Banco Central viene reduciendo gradualmente desde agosto del año pasado, se sitúa actualmente en el 10,5%, tras haber sido recortado en 0,25 puntos porcentuales en mayo. Sin embargo, el Banco Central ha advertido de que se acerca el final del ciclo de recortes, no sólo por la incertidumbre sobre la reducción de la tasa de interés en EEUU, sino también por los temores sobre la política fiscal del gobierno de Lula, que corre el riesgo de no equilibrar las cuentas públicas y mantener la meta fiscal. En mayo, el déficit de las cuentas públicas fue de 11.100 millones de reales (2.111 millones de dólares), según datos de la Secretaría del Tesoro Nacional. Se trata del peor resultado de abril en cuatro años. En total, desde enero, el déficit alcanzó los 30.600 millones de reales, es decir 5.819 millones de dólares. En cuanto al llamado déficit nominal, que tiene en cuenta los gastos primarios y el pago de intereses de la deuda, a principios de junio el Banco Central reveló que, en los 12 meses finalizados en abril, alcanzó el 9,41% del Producto Interno Bruto. Se trata del peor valor desde abril de 2021, cuando el país sufrió el impacto de la pandemia. En cuanto a la deuda pública, alcanzó el 76% del PIB.
En un editorial, el diario Folha de São Paulo escribe que “con el irresponsable afán gastador del gobierno Lula, todos los esfuerzos por sanear las cuentas después de la calamidad causada por su correligionaria Dilma Rousseff vuelven al punto de partida. De hecho, el déficit primario federal es hoy comparable al de 2016″. Tanto es así que ya son muchos los que tildan al actual ministro de Economía, Fernando Haddad, de ‘víctima del gobierno Dilma 3 de Lula’, en referencia a la terrible recesión económica provocada por las decisiones económicas de la delfina de Lula, que el actual presidente está replicando en parte. Un editorial del diario O Estado de São Paulo afirma que “el ministro de Finanzas, Fernando Haddad, parece optimista cuando dice que el PIB ‘entró fuerte’ - lo que es cierto - y que espera resultados más positivos tras el tirón de las inversiones, a pesar de la falta de elementos que garanticen un crecimiento sostenible. Es tarea del presidente Lula da Silva decir que Brasil va por el ‘buen camino’, pero al ritmo actual, sin los estímulos adecuados y sin respetar los fundamentos económicos, la solución Lulo-Petista no nos llevará a ninguna parte”. Ayer, el dólar cerró a 5,32 reales, el valor más alto desde el 5 de enero de 2023.
Pero el gran reto será a finales de diciembre, cuando expira el mandato del presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, que ya ha anunciado que dejará la institución y, según la agencia Bloomberg, está interesado en trasladarse a Miami y abrir su propia fintech. Quién ocupará el lugar de Campos Neto y, sobre todo, qué tipo de política monetaria se seguirá es todavía una incógnita. La única certeza es que será indicado por Lula. Además, el mercado teme interferencias del presidente, que al principio de su mandato había anunciado en una entrevista a la CNN que el gobierno quería “volver a evaluar la autonomía del Banco Central”. Desde entonces, los ataques personales de Lula a Campos Neto han sido numerosos, especialmente en relación con la caída de la tasa Selic. El último fue a finales de mayo, durante su visita al estado de Rio Grande do Sul. “Espero que el presidente del Banco Central coopere con nosotros reduciendo la tasa Selic para que podamos prestar al tipo de interés más barato”, dijo Lula. Uno de sus más fieles defensores durante la campaña electoral, Armínio Fraga, ex presidente del Banco Central, dio la voz de alarma pocos días después en una entrevista a Folha de São Paulo. “Es triste ver cómo se están conduciendo las cosas, la presión política explícita, los ataques al Banco Central, la idea de que la responsabilidad fiscal es un gran mal. Si quien asuma el poder se pliega a la política, la inflación empieza a subir y el mercado pierde la confianza, será un gran fiasco político, también, y rápido”, dijo Fraga.
Mientras tanto, los precios siguen subiendo en las estanterías de los supermercados, los ciudadanos se quejan y la deuda, a pesar del aumento del consumo, crece. En abril, según datos de la Confederación Nacional del Comercio de Bienes, Servicios y Turismo, el 79% de las familias brasileñas tienen deudas. Es precisamente la economía la que puede ser una variable importante en las elecciones que afrontará el país, las municipales de octubre y luego las presidenciales de 2026. Sobre estas últimas, fue incluso un ala del Partido de los Trabajadores, el PT de Lula, la que dio la voz de alarma después de que una reciente encuesta de Genial/Quaest revelara que el 55% de los entrevistados cree que Lula no merece otra oportunidad en 2026. En concreto, un ala del PT cree que la economía es el talón de Aquiles que podría echar abajo no sólo las elecciones presidenciales, sino también las municipales. El ex presidente del Partido de los Trabajadores y ex ministro Ricardo Berzoini afirmó que “no hay grandes expectativas en el PT en relación con las elecciones municipales. Somos realistas: queremos reconstruir y ampliar nuestra presencia, pero eso no significa que vaya a ser una explosión. Tendremos un escenario de crecimiento, pero moderado”. En 2020, el PT, abrumado por los escándalos de corrupción destapados por la operación Lava Jato, había perdido en las 26 capitales de Brasil. Hoy sigue sin liderar ninguna encuesta electoral para los comicios de octubre.