NBA | PLAYOFFS 2024 | WOLVES 103 - 124 MAVS (1-4) / Me llamo Doncic, Luka Doncic

Una exhibición absoluta del esloveno, acompañado por Kyrie, permite a los Mavs conquistar el Target Center y poner rumbo a las Finales de la NBA.

Alberto Clemente
As
¿Que de qué esta hecho? Del material con el que se forjan los sueños”. Es lo que respondió Samuel Spade, interpretado por Humphrey Bogart, en la escena final de El halcón maltés, cuando es preguntado por qué material estaba hecho el mencionado halcón. Era 1941 y el baloncesto todavía no estaba instaurado en Estados Unidos más allá de los espectáculos que practicaban desde 1926 los Harlem Globetrotters. En el estreno de dicha película, quedaban cinco años para el inicio de la BAA, la primera competición norteamericana en los albores del baloncesto más grande del mundo, que luego pasaría a ser la NBA, fusiones mediante. También quedaban 39 años para la fundación de los Mavericks. Y 58 para que naciera Luka Doncic, que lo hizo en Liubliana, capital de Eslovenia, un país de poco más de 2 millones de habitantes que tiene a su gran héroe baloncestístico en las Finales. En la eliminatoria que decide el título. Con 25 primaveras, un talento enorme, una narrativa genial e infinitos galones a sus espaldas. Con todo eso y mucho más, Doncic luchará por el anillo. Una estrella generacional que está hecha con eso: con el material con el que se forjan los sueños.

En un partido perfecto, una primera parte para los anales y una actitud de campeón, los Mavericks se plantan en las terceras Finales de su historia tras las disputadas en 2006 y 2011, una de cal y una de arena para un Dirk Nowitzki que fue entonces del averno a la luz. Desde entonces, 13 años de sequía, el relevo en la franquicia, un europeo por otro, un alemán por un esloveno y un trabajo que ya veremos si culminará este curso o en los venideros. Enfrente, Boston Celtics, la franquicia de los 17 anillos, las 23 Finales, la historia primero y la histeria después, con un anillo desde 1986, el solitario de 2008. Eso y las ganas del Garden de desempatar la igualdad eterna con los Lakers y ponerse en la cima en solitario de nuevo, el premio justo para un proyecto que es favorito absoluto y que quiere seguir estableciéndose como el epicentro de una NBA a la que pertenece desde sus orígenes. Ese será el gran rival de los Mavericks, el último escollo de cara al título, a un nuevo campeón que de relevo a los Nuggets y se establezca en lo más alto, con el mayor de todos los premios.

Los Mavs llegan a las Finales disputando 17 partidos, 8 más que unos Celtics que se han dado un paseo absoluto. Eliminando en primera ronda a los Clippers, ese equipo que les eliminó en 2020 y 2021, demostrando que el cambio generacional lo manejan y protagonizan ellos, con mucho de presente y algo de pasado. Eso último, personificado en la figura de un Kyrie Irving que consigue su tan postergada redención, llega a sus cuartas Finales y es el único de todos los jugadores que participan en las Finales que ha ganado el anillo junto a Jrue Holiday. Se enfrenta, en ironías del destino, al proyecto al que llegó cuando se fue de los Cavaliers para escapar de la sombra de LeBron James, ese que casi hundió. Viejos conocidos y un reencuentro para alguien que no ha sido bien recibido en el Garden desde que se marchó, pero que compensa sus errores (y horrores) fuera de pista con estas Finales, como lugarteniente perfecto de Doncic, demostrando que su talento es único y que lo que dijo Rick Carlisle, exentrenador de los Mavs, es el jugador que mejor bota el balón de la historia de la NBA. Un argumento que se queda corto a la hora de definir a un deportista único en su especie, tanto para lo bueno como para lo malo.

Carlisle fue, precisamente, el primer entrenador de Doncic en la NBA. Su salida, se dice (hoy se llevan estupendamente porque estas cosas se resuelven con todo el mundo llevándose estupendamente), fue potenciada en parte por el esloveno y se trajo entonces a Jason Kidd, un técnico que tenía fama de llevarse bien con los jugadores, pero poco más. En ironías del destino y coincidencias poéticas, Kidd accede a sus primeras Finales como entrenador con el equipo con el que conquistó su único anillo como jugador, al lado de Nowitzki. Y con Carlisle de entrenador. Y en los Celtics está Kristaps Porzingis, otro hombre que llega a sus primeras Finales con fama de jugador de cristal y que fue también el primer gran compañero de Doncic en los Mavericks antes de salir por la puerta de atrás y pasar sin pena ni gloria por las lesiones y los Wizards antes de recalar en el monstruo verde y convertirse en esa pieza que le faltaba al proyecto junto a Jrue. A todo eso y mucho más se enfrentarán los Mavericks, que parten por detrás en las apuestas... igual que en 2011. Ir a la contra no les va mal: al fin y al cabo, han superado todas las rondas de playoffs sin ventaja de campo al quedar quintos clasificados. Ahora, ante un rival de 64 victorias, tampoco la tendrán. Ahí queda eso.

Un paseo por Minnesota

El recital que dieron los Mavericks en el Target Center fue para enmarcar. Con una primera parte para los anales liderada por Doncic, que empezó fuerte, anotando 12 de los primeros 16 puntos de los Mavericks y 20 de los 35 de un primer cuarto en el que acabó con más puntos que los Wolves (19) al completo. Un equipo que salió a pista sin saber muy bien donde estaba, dándole balones en la zona a Rudy Gobert como si esa fuera la solución y que dice adiós en finales de Conferencia, su tope como franquicia, una ronda que alcanzaban por primera vez en 20 años, con ese 2004 de Kevin Garnett en el recuerdo. Se van tras eliminar a Denver Nuggets vigente campeón, y en una de las mejores temporadas de su historia. Pero han perdido sus tres partidos como locales en esta serie (más otros dos en la anterior), han salido al quinto sin la energía necesaria como para ganar y sin poder hacer nada ante la calidad de Doncic y Kyrie, que sumaban 44 puntos al descanso por los 40 de los locales. Unos que ni antes eran tan buenos ni ahora son tan malos. Simplemente, no tienen a un esloveno estelar ni a ese compañero que actúa como secundario pero parece que tiene más calidad en ese rol que (casi) todas las primeras espadas de la NBA. Por decirlo suavemente.

La ventaja al descanso era de 29 puntos y posteriormente llegó a ser de 36. Los Wolves sólo estuvieron por delante en el 2-0 y en el 4-2. Y empataron el partido a 18 antes de recibir un parcial de 17-1 para cerrar los primeros 12 minutos. Desde entonces, lo único que tuvieron que hacer es aguantar y aferrarse a sus estrellas: Doncic acabó con 36 puntos, 10 rebotes, 5 asistencias y 2 robos, 14 de 22 en tiros de campo, 6 de 10 en triples y 2 de 3 en tiros libres, una clara muestra de la indolente defensa del rival. Kyrie consiguió los mismos dígitos en anotación, capturó 4 rechaces y repartió 5 pases a canasta, con 14 de 27 en el lanzamiento, 4 de 10 en triples y 4 de 4 en tiros libres. Muy lejos se quedaron Anthony Edwards y Karl-Anthony Towns, que sumaron 28 por barba pero agrandaron mucho su estadística en momentos intrascendentes, cuando intentaban una remontada imposible. Se llegaron a poner a 21 (78-99) a inicios del periodo final, pero todo lo que intentaban era respondido por su rival. Un toma y daca constante con el mismo protagonista, el visitante. Y un partido plácido tal y como ha ido la serie: los partidos se han resuelto por 3, 1, 9 y 5 puntos. Este, por 21. Con algún recuerdo de esa victoria en Arizona, contra los Suns, que fue una paliza absoluta hace dos años. La cosa es que entonces se clasificaban a las finales del Oeste. Ahora, a las Finales de la NBA.

Dereck Lively, que se perdió el cuarto partido, sí estuvo presente en el quinto y roza la gloria en su temporada rookie, además de demostrar ser esencial: 9 puntos y 8 rebotes con 3 de 3 en tiros de campo, 16 de 16 en toda la serie, una cifra espectacular. Le acompañó Daniel Gafford, uno de esos aciertos del mercado invernal junto a PJ Washington. El primero se fue a 11 y 8. El segundo, a 12 y 7. Entre ellos y Lively torturaron a un Gobert (9+5) sobredimensionado, que queda totalmente retratado como jugador de gran contrato que no sirve a la hora de la verdad y que deja en nada su trofeo a Mejor Defensor. Esta vez no hubo tampoco ramalazos de Naz Reid (2 de 10 en tiros, 0 de 4 en triples) o Jaden McDanields (8, en 6 lanzamientos). Tampoco de Mike Conley (7 puntos), que camino a los 37 años se despide de la que, salvo sorpresa, ha sido su última oportunidad de ganar el campeonato. De hecho, no hubo nada, como si las fuerzas se hubieran gastado en una serie que reivindica, como el resto de los playoffs, a Jason Kidd en los banquillos, por sus decisiones y rotaciones. Por entrenar a un equipo lleno de bajas. Que redime a la directiva del tanking de hace una temporada con movimientos perfectos en febrero. Que permite a Mark Cuban frotarse las manos. Y que deja a los Mavericks a cuatro victorias del anillo. Se dice pronto.

Es el año de Kyrie Irving, de su redención eternamente postergada, de su talento, de su calidad. De la narrativa que generan sus idas y venidas y esa historia que le devuelve al Garden, ante el equipo al que llegó para triunfar pero cuyos cimientos dejó tambaleando. Y es el año, cómo no, de Luka Doncic, MVP de las finales de la Conferencia Oeste, tercero en las votaciones a MVP de la temporada y muchas cosas más. De ese joven jugador esloveno que se hizo un nombre para el mundo en el Real Madrid y dio el salto a la NBA con ganas de comerse el mundo. Le faltaba (a sus 25 años le faltan mil cosas por hacer), o eso decían, algo como esto. Optar al anillo. Y lo ha conseguido como los héroes: tocado en playoffs, luchando contra los golpes de sus rivales (la eliminatoria contra los Thunder fue una auténtica batalla campal), ahuyentando las críticas sobre su físico, sobre sus protestas a los árbitros y sobre que tenía que luchar contra los más grandes para ser considerado uno de los grandes. A todo eso y mucho más se ha repuesto una auténtica leyenda viva, un jugador generacional, una estrella que brilla en el firmamento con más fuerza que nunca. Ahora, llega Boston Celtics. Pero esa historia será contada en breve. De momento, hay que quedarse con el talento innato y la capacidad baloncestística de un deportista único. Uno que está hecho de, ya se sabe: el material con el que se forjan los sueños.

Entradas populares