Juegan en Segunda, han ganado la Copa de Rumanía... pero pueden quedarse fuera de la Europa League

El Corvinul Hunedoara, flamante campeón pese a militar en la segunda categoría nacional, corre el riesgo de no participar en torneos internacionales el año que viene por carecer de licencia de la UEFA.

Luis Tejo
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A todos nos gustan las historias de cuentos de hadas. Cualquier aficionado, sea del equipo que sea, se alegra por los clubes modestos que de forma inesperada alcanzan una gloria a la que nadie les había invitado. A veces, sin embargo, los finales felices amenazan con convertirse en agridulces por los motivos más absurdos. Es lo que corre el riesgo de pasar con el Corvinul Hunedoara rumano.

La entidad blanquiazul, procedente de la ciudad del mismo nombre al oeste del país, en plena Transilvania, ha hecho historia tras conquistar, ayer mismo, la Cupa României al derrotar en la tanda de penaltis al Oțelul Galați. En su caso tiene especial mérito no solo porque es el primer título de su palmarés, sino porque ha ganado toda una copa nacional militando en segunda división. Y este detalle es el que le complica las cosas de cara al futuro.

El desempeño del Corvinul (que hereda su nombre de una antigua familia nobiliaria transilvana apodada “los cuervos”) ha sido bueno no solo en el torneo del KO, sino también en la liga regular, en la que ha terminado en segunda posición solo por detrás del Unirea Slobozia. En condiciones normales esto les daría el ascenso automático, pero en su caso no puede ser por un problema administrativo: la normativa de la Liga I exige que todos los participantes sean empresas con un propietario privado, mientras que el representante de Hunedoara pertenece al ayuntamiento de la localidad y a la administración regional, de manera que, mientras no entre algún inversor privado, la Liga II es su techo.

El carácter “público” de los cuervos tiene su origen en una historia muy convulsa. El club original se fundó allá por 1921 y, con varios cambios de nombre, subsistió durante décadas en categorías inferiores; hubo alguna que otra presencia puntual en la élite, pero siempre muy lejos de los más grandes de Rumanía. Como en tantos otros casos, la caída del comunismo, y la crisis de la industria siderúrgica asociada al régimen que funcionaba como motor económico del Corvinul, fue catastrófica, hasta el punto de que en 2004 desapareció por las deudas. La entidad actual es una refundación con menos de una década de antigüedad, promovida por el gobierno local, que solo pudo recomprar los derechos de uso de su propio nombre (que habían acabado en manos de un empresario de Bucarest) gracias a una colecta entre aficionados y antiguos jugadores.

El hecho de que el Corvinul ni esté ni pueda estar en primera división es el que amenaza con excluirle de las competiciones internacionales. Los blanquiazules se han ganado en el campo acceder a la primera ronda de la Europa League, pero para ello necesitan la correspondiente licencia. Para los equipos de la máxima categoría ese trámite lo hace automáticamente la federación rumana mediante funcionarios habilitados al efecto en un “procedimiento simplificado”, pero los clubes de divisiones inferiores se consideran casos extraordinarios y es la propia UEFA quien debe concederla. Es sencillo, es rutinario, es un proceso que no debería causar ninguna complicación... pero, por algún motivo, aún no está hecho. “Ni siquiera nos dijeron cuándo se reunirán, no nos dieron un plazo. Estamos esperando”, protesta el director deportivo Anton Heleșteanu según recoge iAMsport.ro.

Desde Hunedoara aseguran haber enviado en tiempo y forma toda la documentación requerida, incluyendo el principal punto conflictivo: el estadio. Su hogar actual es el vetusto campo Michael Klein (nombrado así en honor a un antiguo jugador del club en los años ‘80, perteneciente a la minoría germanófona de Rumanía), es razonablemente grande, 16.000 localidades, pero el desuso lo ha dejado en condiciones un tanto precarias, insuficientes para las exigencias internacionales. Está proyectada la construcción de uno nuevo, pero aún llevará años, así que a corto plazo se ha llegado a un acuerdo con el club de Sfântu Gheorghe, una ciudad cercana, para que les presten el modernísimo estadio Sepsi.

¿Qué más falta? En rigor, nadie lo sabe. En Hunedoara no pueden hacer más que esperar y confiar en la resolución del caso para poder vivir uno de sus mayores éxitos deportivos. Pero el hecho es que, ahora mismo, no tienen sitio en la Europa League. ¿Y qué pasa con su plaza? Probablemente se la quedaría el Oțelul, el finalista derrotado, que sí está en Primera. Salvo que la federación rumana se ponga creativa y añada alguna modificación al ya de por sí enrevesadísimo formato del campeonato y a la forma de adjudicar los billetes internacionales. Lo normal es que impere la razón y el Corvinul consiga el premio que se ha ganado en el campo. Estaremos pendientes...

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