San José, el padre adoptivo de Jesús al que nunca nombra en los Evangelios y su reacción al embarazo de María
En marzo, la Iglesia Católica celebra al esposo de la Virgen María. Su casamiento con ella. Su linaje real. Su profesión de carpintero. Sus apariciones. Y el origen del apodo “Pepe” a los que llevan su nombre
Los evangelios canónicos lo mencionan muy poco y Jesús nunca habló de él; eso nos lleva a pensar que cuando Jesús comenzó su vida pública, José ya había fallecido. Sin embargo, José es quien vincula a Jesús con Abraham, según una genealogía humana: es descendiente de David –de linaje real– y María le es concedida en matrimonio. Está bien arraigado en el pueblo de Israel.
En esa época el matrimonio se desarrollaba en dos etapas. En primer lugar, existe un contrato irrevocable entre las dos familias: cuando la mujer es muy joven aún no comparte la vida de su marido. Sólo unos años más tarde, después de una ceremonia, el novio recibe a su esposa en su casa. En el momento de la Anunciación, José y María no vivían juntos, pero “ella fue encontrada encinta gracias al Espíritu Santo”. José, en su amor a María y en su respeto por la voluntad de Dios, decide entonces devolverle a María su libertad y esto con la mayor discreción. Comprendió que en ella se había cumplido el oráculo de Isaías. Entonces tuvo que hacerse a un lado. Ama a María por sí misma y para que en ella se realice la voluntad de Dios. Pero Dios decidió otra cosa, en un sueño, “el ángel del Señor” le hizo entender. Esta es la anunciación hecha a José: “No temas recibir a María por mujer, porque lo que en ella es nacido, es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo al que le pondrás el nombre de Jesús”.
Al darle a Jesús su nombre, José asumirá la verdadera y plena paternidad. Será el padre humano de Jesús. Podemos decir que José fue creado padre de Jesús y esposo de María. Jesús se inserta así corporalmente en esta genealogía de José, y es precisamente gracias a José que es hijo de David. El significado del nombre Jesús, “Dios salva”, recuerda la acción de Dios.
José fue venerado durante mucho tiempo en Oriente y su culto se extendió a Occidente a partir del siglo XI. Pero recién en el siglo XV el Papa Sixto IV introdujo oficialmente un día dedicado a él y eligió el 19 de marzo. Luego, un año después de las apariciones de Cotignac en 1660 -cuando José se le apareció a un joven pastor en el monte Bessillon-, el rey Luis XIV dedicó Francia a San José, cabeza de la Sagrada Familia.
El 8 de diciembre de 1870, el Papa Pío IX declaró oficialmente a San José patrón de la Iglesia universal, afirmando que “La devoción a San José es la salvación de la sociedad contemporánea” y el Papa Juan XXIII añadió su nombre al canon de la misa.
No obstante, muchos acontecimientos de la vida entre María y José se han perdido. Mientras los Evangelios guardan silencio sobre sus esponsales, numerosas obras muestran el matrimonio de María y José: La escena de la boda siempre se representa en un espacio abierto, frente al templo de Jerusalén. Pero hay un dato interesante que, casualmente por no estar en los evangelios, se deduce: José ya había fallecido cuando Jesús comenzó su vida pública. Nunca, jamás es mencionado, sólo se hace una referencia en Mateo 13:55: “no es acaso este el hijo del carpintero…” y al morir Jesús, encomienda a su madre a su discípulo Juan.
En el Protevangelium de Santiago se presenta a un José anciano y viudo. Otras tradiciones, así como muchos santos, hablan de un José de unos treinta años y soltero. Jacques de Voragine en el siglo XIII en “La leyenda dorada” escribe: “Cuando ella cumplió catorce años, el pontífice anunció públicamente que las vírgenes criadas en el templo, que hubieran cumplido su tiempo, tendrían que regresar a casa. para casarse conforme a la ley. Obedeciendo todos, sólo la Santísima Virgen María respondió que no podía hacerlo, primero porque sus padres la habían consagrado al Señor, luego porque le había dedicado su virginidad. Entonces el Pontífice consulta a los ancianos que deciden orar al Señor, entonces escuchan una voz que decía que todos los de la casa de David que estaban dispuestos a casarse y aún no lo estaban, trajeran una vara al altar, y que aquel cuya varita hubiera dado hojas, y en cuya cima, según el profeta Isaías, reposara el Espíritu Santo en forma de paloma, éste se casaría sin duda con la Virgen. José trajo su varita, que inmediatamente floreció. A todos les parecía obvio que José debía unirse a la Santísima Virgen. Por lo tanto, José, una vez casado, regresó a su ciudad de Belén para arreglar su casa y conseguir lo que necesitaba para su boda.”
En el siglo XIII, la poesía del Romanz de San Fanuel, abundantemente utilizada en otros relatos, también influyó en la iconografía: “Le hubiera gustado tirar esta varita que sostenía y salir corriendo, floreciendo cuando en su mano la veía florecer, dar frutos y volverse verde. Y en la parte superior de la varita, vio aterrizar una paloma blanca, un milagro que el poeta interpreta inmediatamente: Esta vara florecida simboliza a Santa María, madre virgen que dio a luz y nunca tocó a un hombre; y la paloma posada sobre él significa, según la Escritura, la venida de Jesucristo, como dice la profecía”.
Veamos otro papel importante en la vida de José: la huida a Egipto. En el evangelio, es José quien es advertido del peligro en sueños. Un ángel le dijo: “’Levántate. Toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédense allí hasta que yo les avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.’ José se levantó. Por la noche tomó al niño y a su madre y se retiró a Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera la palabra del Señor hablada por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo.» Mt 2, 13-15
Ante esta acción San Bernardo comentará: “Si el primer José, que fue vendido y llevado a Egipto por los celos de sus hermanos, era la figura de Jesucristo, vendido por Judas, el segundo, huyendo de la persecución de Herodes, llevó a Jesucristo a Egipto. (…) Éste puso el trigo en reserva para todo el pueblo de Egipto y no para sí mismo, éste [San José], recibió del cielo el Pan vivo para conservarlo para sí y para el mundo entero”
La relación con el trabajo es uno de los aspectos que caracteriza a San José. La tradición nos dice en realidad que era carpintero, pero parece que sus habilidades como artesano iban más allá de la madera. De hecho, los evangelios designan al trabajador José como un “tekton”. Este término griego evoca a un artesano que trabaja la madera en general (estructuras, muebles, herramientas), pero también los metales o la piedra, es decir, capaz de participar como albañil, o incluso como arquitecto, en la construcción de edificios.
A raíz de estas circunstancias es que, en 1955, el Papa Pío XII estableció el 1 de mayo como fiesta de San José obrero. Se trata de una fiesta concreta: una jornada santificada del trabajo, construida en torno a uno de los aspectos de San José: su actividad profesional. Así, San José es uno de los pocos santos que tiene dos fiestas: el 19 de marzo, que es su fiesta principal, y el 1 de mayo donde estamos invitados a contemplar al trabajador José. Cuándo murió san José, no lo sabemos. Donde fue enterrado, tampoco.
La Iglesia católica sí reconoce que hubo apariciones (revelaciones privadas) de san José en los tiempos, como ser:
En Francia, en Cotignac, el 7 de junio de 1660, hacia la una de la tarde, un joven pastor, Gaspard Ricard, pastaba su rebaño en el monte Bessillon. El calor era opresivo y tenía sed. De repente vió “un hombre a su lado”, que le dijo, mostrándole una piedra: “Yo soy José; llévala y beberás”. Gaspar dudó. La aparición repitió su consejo. Movió la roca sin dificultad y descubrió un manantial...
En Polonia, en Kalisz, hacia 1670, un hombre, Stobienia, que sufría por una grave enfermedad, ya sin esperanza, oró a Dios para que le dejara morir. Se dirigió a San José, patrón de la buena muerte. La noche siguiente, se le acercó un hombre y lo reconoció como San José. Le dijo al enfermo: “Te recuperarás cuando tengas pintado un cuadro de la Sagrada Familia con la inscripción ‘Vuélvete a José’ y lo ofrezcas a la colegiata de Kalisz”. Así lo hizo, envió a pintar un cuadro con esa descripción y una vez concluido, se curó de su grave enfermedad.
• En Irlanda, en Knock (cerca de Dublín), el 21 de agosto de 1879, ante la mirada de 18 personas, apareció la Santísima Virgen, de pie, vestida de blanco y con una corona de oro. Parecía estar orando. La acompañaban San José y San Juan Evangelista “vestido de obispo predicador”. Los testigos vieron también un “altar” sobre el cual hay un “cordero”, detrás del cual está plantada una cruz.
• En Portugal, en Fátima, el 13 de octubre de 1917, mientras la multitud presenciaba el milagro del sol, los tres videntes vieron a la Sagrada Familia con San José y el Niño Jesús bendiciendo al mundo.
Sin ser una aparición, el santuario más grande del mundo dedicado a san José está en Montreal, Canadá y es llamado el “Oratorio de san José de Mont Royal”. La idea fue del santo hermano André, un religioso canadiense, perteneciente a la Congregación de Santa Cruz, nacido en Mont-Saint-Grégoire el 9 de agosto de 1845 y muerto en Montreal el 6 de enero de 1937, a quien el papa Benedicto XVI canonizó en 2010.
Para los argentinos, el templo dedicado a san José en el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires, tiene una connotación que influye en la Iglesia católica a nivel mundial. El hecho ocurrió el 21 de septiembre de 1953, cuando el joven Jorge Mario Bergoglio sintió en esa iglesia el llamado de Dios para ser sacerdote.
Pero, ¿Por qué a los que poseen el nombre de José le dicen el diminutivo de Pepe, como a Francisco Paco o Pancho? La academia mexicana de la lengua nos lo explica muy bien: “Las formas Pepe, Paco y Pancho son hipocorísticos. El hipocorístico Pepe, correspondiente al nombre José, proviene de la forma en que se denominaba en latín a san José: Pater Putativus (‘padre supuesto’, ‘tenido por padre’). San José era el ‘padre supuesto’ de Jesús. Esta forma en latín solía abreviarse como P.P., y de ahí proviene Pepe. Algo similar ocurre con Paco, hipocorístico de Francisco, pues a san Francisco se le denominaba Pater Comunitatis (‘el padre de la comunidad’), cuya abreviatura era Pa.Co. En cambio, Pancho es un hipocorístico derivado directamente del nombre Francisco, pero con transformaciones fonéticas.” Del mismo modo que en España, en Italia, del nombre Giuseppe habrían derivado los apelativos Peppe, Beppe o Geppe, por cercanía fonética.
También hay grandes fiestas el 19 de marzo, como ser las famosas “Fallas de Valencia”, una tradición única en el mundo ligadas al día de San José. Esa es la razón por la que algunos las llaman fiestas josefinas o festes de Sant Josep. En los Estados Unidos de América el acercamiento es más mercantil: cualquiera que desee vender una propiedad puede adquirir su “set de san José, para la venta de casas” en cualquier supermercado. No hace falta ser católico, en el mismo packaging se indica el modo de “activar” al santo para que funcione bien la venta.
San José es para los católicos un santo muy querido y amado. Y, sobre todo, muy invocado por los fieles.