¿Qué le pasó al feminismo?
Se encontró con la fobia más antigua y persistente del mundo, la judeofobia
La falta de crítica a los abusos de los ayatolás fue llamativa, ya que el movimiento mostraba una gran tolerancia a la violencia del régimen iraní hacia las mujeres, toda vez que criticaban abiertamente el trato a las mujeres en occidente, y agrupaciones de distintos países compartían una fuerte condena a lo que ocurre en algunos de los países donde existe mayor preocupación para cerrar la brecha de género, pero casi no se registraron protestas para lo que ocurría en muchos países musulmanes. Por el peligro personal, no se pedía viajar a Teherán, pero que al menos el tema figurara en las protestas que se hacen en países democráticos para poner en primer plano la discriminación, pero era difícil entender por qué no se mencionaba algo mucho más grave, ya que la condición de la mujer como ciudadana de segunda clase no era algo marginal, sino una de las características del sistema, fuera en Irán o Arabia Saudita.
Por lo tanto, ya había un antecedente para el silencio que tuvo lugar en Israel, no solo con la muerte de 1.200 personas y el secuestro de alrededor de 250 rehenes, ya que lo ocurrido incluyó el uso generalizado de la violación como arma contra mujeres de distintas edades y condición, además del asesinato de niños, mujeres y ancianos, lo que fue recibido por el feminismo internacional con un silencio tan fuerte que fue atronador.
¿Qué estaba ocurriendo? ¿Es exagerado concluir que la serpiente salió del huevo y que nuevamente -y una vez más- la diferencia radica en el hecho que ahora figuran los judíos? No todos, pero si en un porcentaje significativo. Además, tienen lugar en las calles y aulas de Estados unidos. Gran diferencia, y otra sorpresa que nos trajo esta situación, ya que ocurría precisamente donde los judíos se sentían muy seguros. Fue inesperado, para todos. Quizás también para los organizadores de la masacre y también los de las marchas.
Antes del 7 de octubre, también se le pedía al movimiento feminista mayor involucramiento, utilizar todo su potencial de activismo para criticar con mayor energía y visibilidad lo que ocurría en Europa, donde existen barrios enteros en que ni la policía entra, como también se aplica entre inmigrantes musulmanes la sharía por sobre la ley nacional, donde se siguen practicando los “asesinatos por honor” por familiares (por ejemplo, Francia). También el caso de la prensa, fundamentalmente la llamada progresista, que en Suecia o España no mencionan el origen o nacionalidad de violadores, cuando, por ejemplo, estiman que afecta su posición o narrativa sobre la inmigración ilegal. En otras palabras, la otrora orgullosa Europa se niega a si misma con el buenismo y la superioridad moral. También lo hace el movimiento feminista en nombre de la corrección política y en perjuicio de las mujeres víctimas.
Antes del 7 de octubre, también llamaba la atención como del interior de un movimiento que había representado un progreso enorme en la igualdad esencial entre los seres humanos había surgido otra novedad, ya que las ideas igualitarias que históricamente había defendido eran combatidas internamente por una desviación que me parecía minoritaria, conocida como “hembrismo”, donde ya no se luchaba por tener acceso a los mismos bienes en igualdad de condiciones, sino que se buscaba una especie de símil femenil al machismo, cual lo era plantear, no la igualdad esencial entre géneros, sino la superioridad de unas sobre otros.
Era en todo caso un debate legítimo, que requería eso si la respuesta previa a si toda masculinidad es toxica, ya que el hembrismo no hace sino reforzar los roles de género, actuando como espejo invertido del machismo. Para otros, esa aproximación estaba equivocada, ya que la propuesta que se criticaba era solo una forma de discriminación positiva que buscaba igualar la cancha.
En lo personal, llamaba mi atención que, en comparación a la llamada liberación que había conocido como universitario en los 70s del siglo pasado, me daba la impresión de que había indicios de represión de deseos en el nuevo feminismo, en relación con aquello de lo que había sido testigo.
Por último, como movimiento de cambio social, una mirada estrictamente política de algunos advertía elementos de lucha de sexos o géneros, biológico o social, como un verdadero sustituto en el nuevo marxismo de lo que había sido la lucha de clases en el ortodoxo. Quizás, era solo que, así como la pérdida de protagonismo de la clase obrera había coincidido con la pérdida de importancia de ese sector social en la economía, a lo mejor estas novedades estaban ocurriendo solo por haber coincidido con cambios en la sociedad, tales como la pérdida de importancia de la familia tradicional.
Todo lo anterior era parte de un debate legítimo, por lo que, en todo caso, no me llamaba demasiado la atención, ya que todo movimiento masivo de estas características históricamente siempre había tenido desajustes a su interior. Había pasado también con desviaciones de la democracia, como también en temas raciales o de sectores como indígenas u obreros.
Antes del 7 de octubre también existía un tránsito hacia la equidad en reemplazo de la igualdad, buscando asegurar un sistema de cuotas no para las mujeres en general, sino para la elite del movimiento. El cambio más importante radicaba en que más que poner a las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres en el punto de partida, lo que se deseaba era garantizar un resultado, por ejemplo, acceso a directorios de empresas o cargos políticos de elección popular, aunque los votos no permitieran su elección, en otras palabras, metiéndole las manos a las urnas, ya que “asegurar un resultado” entra en conflicto con la sustancia de una democracia. Además, representaba un cambio en cuanto a objetivos que siempre habían sido de igualdad entre las propias mujeres, a un escenario donde los frutos económicos y sociales eran de preferencia solo para una élite y difícilmente podrían serlo para la mujer trabajadora.
La derivación hacia el elitismo también era visible en la crítica a veces despiadada a aquellas mujeres que, por opción personal o religiosa, habían decidido voluntariamente dedicarse al hogar. Incluso aparecía en el rechazo a las propuestas que esa labor era de tal modo valiosa para la sociedad que era injusto que no fuera remunerada, por lo que ese pago debería salir de impuestos generales, garantizando también jubilación o pensión para esas mujeres.
Sin embargo, todo el debate anterior pierde importancia con lo que hoy está ocurriendo, es decir, palidece como algo menor, en comparación con lo que a partir del 7 de octubre somos testigos. En otras palabras, lo de ahora tiene que ver con los fundamentos éticos de un movimiento que recibía apoyo y aplausos, por lo que la pregunta es si aún hay espacio para las mujeres judías en el movimiento, por cierto, no por el apellido, sino por sentirse como tales y orgullosas de su pertenencia, feministas sí, pero también como judías, lo que también incluye a Israel.
Es difícil entender la aceptación de violaciones masivas de mujeres de toda edad, que instrumentos hirientes fueran insertados en las vaginas, que se cortaran pechos con cuchillos, que se quemaran vivas a mujeres, y al menos en un caso, sacaran a un feto del interior de una mujer embarazada y se cortara su garganta después; fusilamientos de mujeres delante de sus hijos y viceversa. Todo esto lo sabemos porque fue grabado en video por los mismos perpetradores.
El silencio ante lo que ocurrió es también demasiado violento en relación a toda una historia, que se remonta siglos en el pasado, una historia magnífica que hoy entra en serio cuestionamiento, y para no hacer los antecedentes demasiado lejanos, situemos el silencio ante lo ocurrido el 7 de octubre en el marco de la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía de 1791 o la Primera Conferencia por los Derechos de la Mujer del año 1848, y avances históricos como el derecho a voto en Australia del Sur en 1894, y aunque Nueva Zelanda lo había otorgado en 1893, no pudieron votar hasta 1919. O la ratificación de la enmienda 19, el derecho constitucional al sufragio, en Estados Unidos en 1920.
En ese mismo sentido, la primera ley que despenaliza el aborto en la Unión Soviética en 1920, o Suecia declarando la igualdad salarial en 1947, sin distinción, y aunque no se haya materializado ni allí ni en ninguna parte, debe ser visto en la perspectiva de un derecho todavía no logrado, del mismo modo, que el hecho de que exista la delincuencia no es argumento para no respetar las normas legales o sociales que castigan el robo.
La lista es larga y lo anterior es solo un ejemplo de lo hecho, y, por lo tanto, de lo mucho que queda por hacer. Por lo mismo, lo que está pasando es grave ya que cuestiona fundamentos éticos que debieran ser sagrados para un movimiento de la importancia e influencia del feminismo. Por muchos debates y diferencias que existan, jamás se debe traspasar la línea de lo correcto e incorrecto, es decir, de lo que tiene que ver con la moral y la ética.
El debate es hasta bienvenido cuando coincide con cambios generacionales o de agenda, pero no siempre el camino que se toma es necesariamente el mejor. Un ejemplo es el retroceso que se argumenta que existiría, cuando espacios duramente ganados por las mujeres retroceden al tener que competir con quienes, a pesar de optar legítimamente por otro género distinto al del nacimiento, son, sin embargo, hombres biológicos, a los cuales es casi imposible ganarles en deportes como pesas o natación. Así se afectarían proyectos de vida, ingresos y becas deportivas para mujeres que se han dedicado por muchos años a un objetivo. En otras palabras, buenas intenciones pueden terminar desnaturalizando la esencia misma del deporte, es decir, su raíz igualitaria, democratizadora, y podría terminar siendo una concesión no intencionada al patriarcado, una de las más grandes en mucho tiempo, al impedir en realidad, que las atletas mujeres puedan ganar.
Entiendo que estamos en un periodo donde muchas certidumbres entran en cuestionamiento, donde ha penetrado el tema de la interseccionalidad, es decir, que la desigualdad se configura sistémicamente cuando se superponen factores sociales como el género, la raza o la clase social. También ha ingresado con fuerza lo identitario, es decir, aquellos rasgos que diferencian al individuo o colectivo de los demás. Ello fue notorio en las audiencias para designar a Ketanji Brown Jackson como la última mujer que se incorporó a la Corte Suprema de Estados Unidos en 2022. De tal modo están variando conceptos que antes se daban por seguros, que, en la audiencia de confirmación del Senado, un senador le preguntó “¿Quién es una mujer?”, y aunque pudo haber puesto en peligro su nominación, la postulante no quiso responder derechamente la pregunta.
La interseccionalidad y lo identitario han ingresado a este y otros debates, trayendo consigo un peligro que también podría afectar a la democracia, que surja algo semejante a las castas, donde designaciones y nombramientos terminen haciéndose en función de raza y género, con lo que la búsqueda de igualdad puede concluir en búsqueda de privilegios o degeneren en una especie de transacción entre grupos con el poder de otorgarlos.
Todo esto es parte del debate de los tiempos que vivimos sobre el rol de la mujer en el siglo XXI. Sin embargo, por lo mismo, la actitud de muchas agrupaciones feministas hacia el 7 de octubre es violenta, ya que probablemente ese tipo de delitos fueron seleccionados por los terroristas no solo porque fue el día que murieron más judíos desde el Holocausto, sino también porque coincidía con el tipo de violencia que era sufrida en los campos de concentración del nazismo. En otras palabras, es legítimo discrepar en el tema de Israel y los palestinos o aceptar la afirmación de cuan complicado es resolverlo, pero el 7 de octubre no tiene complicación alguna, es civilización versus barbarie, simplemente está mal apoyar lo que ese día ocurrió. Se trata de una posición moral frente a la maldad. Punto.
Nada, por ejemplo, justifica que la ONU-Mujeres se haya tardado 50 días en reaccionar a la violencia sexual de Hamas. Igualmente, no es secundario que haya pasado en Israel, toda vez que no ha existido ni existe un país en el medio oriente donde mayoritariamente se encuentre ese nivel de igualdad entre hombres y mujeres como tampoco que Tel-Aviv sea una de las ciudades del mundo donde se le da mayor relevancia a la Marcha del Orgullo Gay.
Por lo demás, no se entiende del todo como se recreó el Israel moderno sin la total igualdad entre hombres y mujeres, en el movimiento kibutziano que sirvió de antecedente para el futuro Estado como también su participación en las Fuerzas Armadas que aseguraron su independencia. Mas aún, también se adelantó al movimiento Me-Too cuando el ex presidente Moshe Katzav fue condenado el 2011 a siete años de cárcel por agresión sexual a subordinadas mientras ejercía el cargo, sentencia redactada por un juez árabe que argumentó lo que se conocería como que cuando una mujer dice no, es no.
Israel fue creado con la participación de muchos judíos socialistas, culturalmente judíos más que religiosamente ortodoxos, que entre muchos logros también consiguieron que un idioma muerto o solo dedicado al rito como el hebreo reapareciera en gloria y majestad en la vida cotidiana, pero simplemente el Israel moderno no hubiera sido posible sin el rol de las mujeres, por ello, es particularmente inaceptable que el movimiento feminista se haya distanciado de este dolor. Y no corresponde que el discurso buenista o la crítica sesgada a los bombardeos israelíes (nada sobre Hamas), busque empatar entre Israel y el terrorismo que desea destruirlo.
El movimiento feminista contribuyó a que la humanidad se beneficiara del aporte femenino en talento e ideas, mejorando al mundo al avanzar hacia la igualdad de derechos como objetivo a conseguir. Como el propósito no se ha logrado del todo, ya que existen asimetrías variadas que incluyen lo cultural, se estaba en presencia de un debate de características planetarias, que ahora se hace preguntas diferentes, pero todavía sin respuesta dos meses después, y que no podrá seguir avanzando, ya que la hipocresía y el doble estándar demostrado, cuestiona sus fundamentos éticos y morales.
Como conclusión, mejor que otros movimientos, el feminismo debiera entender cuánto del rechazo a Israel se debió y se debe a que la igualdad garantizada a hombres y mujeres, judíos, árabes, musulmanes, drusos, es uno de los factores que más molestan a aquellos que odian a los judíos y a la propia existencia del único país donde estos son mayoría.