Una es error, dos casualidad, tres un curso de acción: Lula entre Mandela y la realpolitik anti EEUU

¿Qué busca el mandatario brasileño con su acercamiento a China y su apuesta por la integración regional?

Infobae
Luego de las polémicas declaraciones de Lula da Silva a lo largo de su visita oficial a China, en donde puso en pie de igualdad a Ucrania y a Rusia como originadores de la actual guerra, se dispuso a albergar a parte sustancial de los mandatarios sudamericanos. El propósito, supuestamente, reorganizar la UNASUR: la vieja tara regional de buscar espacios de supuestas afinidades ideológicas y amistades personales.

El primer día del primer año de un buen curso de relaciones internacionales en Washington, Moscú, Beijing, Brasilia, Buenos Aires, Londres, Tokio, Paris, etc., se le enseña a los alumnos que los países y sus gobernantes entre sí, no tienen amigos sino intereses duros y crudos. También, que la ideología puede tener su peso en la política doméstica pero no en las RRII. Por eso Stalin fue aliado de los EEUU y el Reino Unido en la IIGM, el comunista Tito de Yugoslavia buscaba ser eliminado por la URSS, el archicomunista Mao prefirió a Nixon que al Kremlin y la Vietnam comunista y unificada fue a la guerra contra el Ejército Rojo chino en 1979.

En ejemplos más cercanos, fue el General Lanusse que en 1972 abrió las relaciones diplomáticas con China y ayudó al tambaleante gobierno de Allende en Chile en 1972 enviando ganado en pleno conflicto del gobierno socialista con los productores locales. Sin olvidar la decisión del Proceso Militar argentino de no sumarse al embargo cerealero contra la URSS en 1979 y las negociaciones entre el gobierno de Alfonsín y del General Pinochet para resolver el conflicto del Beagle en 1984. En los gobiernos de países democráticos y con instituciones republicanas, la inevitable alternancia política hace que sea altamente disfuncional organizaciones que estén guiadas por intereses personales y partisanos.

Entre los momentos más comentados de la reciente cumbre en Brasilia, estuvo la llegada de Maduro. El mismo fue recibido con honores militares ordenados por el gobierno de Brasil, los mismos militares que desde hace años ayudan a miles y miles de venezolanos que escapan del hambre, la miseria y la represión. Lula, en cambio, explicó en cadena nacional que el verdadero problema no son los 7 a 8 millones de venezolanos que huyeron de su patria ni los miles de muertos y prisioneros políticos, sino meramente un tema discursivo y de relato. Caracas y su mandante Cuba debían sólo mejorar la semántica y el poder de persuasión de sus discursos y propaganda. No hace falta libertad política, comida, trabajo, DDHH, libertad de prensa, etc., sólo buenos comunicadores.

Para líderes con relatos de izquierda como Lula, la cuestión de los DDHH, el regreso de la democracia luego de 20 años de gobierno militar y la libertad de expresión, fueron parte del ADN de sus discursos en la década de los 80 y comienzos de los 90. (REUTERS)
Para líderes con relatos de izquierda como Lula, la cuestión de los DDHH, el regreso de la democracia luego de 20 años de gobierno militar y la libertad de expresión, fueron parte del ADN de sus discursos en la década de los 80 y comienzos de los 90. (REUTERS)

Cabe esperar que el mandatario brasileño sepa que lo que dijo es un dislate y que meramente sean declaraciones para mostrarse como un articulador de los sectores anti EEUU y críticos de la democracia liberal y capitalista en la región. Con el objeto de luego ir a Washington y catalogarse como el único interlocutor para buscar negociaciones más o menos publicas con los regímenes autoritarios y semi democráticos que comienzan a aumentar en América Latina. Como si faltara una frutilla para el postre, Lula destacó que no hay que poner el foco en los DDHH en Venezuela mientras se hace la vista gorda con Arabia Saudita. Seguramente la Embajada y la Cancillería de ese país clave para el Islam y el mundo petrolero, no deben estar tomando esos giros retóricos de la mejor manera. Pero antes de seguir, vale repasar las peripecias de Lula como invitado por los países capitalistas, democráticos y desarrollados del G7 que se realizó en Japón. En el mismo evento estuvo presente el presidente Zelensky de Ucrania.

Fuentes oficiales de Brasilia dejaron correr la versión de que Lula no tomó contacto con él por decisión propia. Otras fuentes vinculadas a Ucrania y los países del G7 hablan, en cambio, de un Zelensky que se negó a verlo. Más allá de las versiones cruzadas, la foto del mandatario ucraniano hablando muy airadamente con los líderes de los países más desarrollados y un Lula sentado a un costado y no integrado al conclave es más que significativa.

El creciente entusiasmo de Lula por China y las permanentes referencias a la importancia de un Yuan que tenga más peso y la orden del Presidente brasileño a las FFAA a invitar por primeras vez a oficiales chinos a la más importante reunión de planificación militar del Brasil, no deben haber sido para nada del agrado de Japón, el país anfitrión y que día a día refuerza su poder militar y dinamismo diplomático para enfrentar al poder chino.

Para líderes con relatos de izquierda como Lula, la cuestión de los DDHH, el regreso de la democracia luego de 20 años de gobierno militar y la libertad de expresión, fueron parte del ADN de sus discursos en la década de los 80 y comienzos de los 90. Por algún extraño motivo, ese decálogo de lo que está bien no importa si no se aplica a casos como Venezuela, Nicaragua, crecientemente Bolivia y la ya clásica Cuba. Otro caballito de batalla retórico de Lula III es la necesidad de no injerencia en los asuntos internos de los Estados, o sea que nadie se meta con lo que pasa en esos países dictatoriales y que dejen a sus pueblos a elegir. Paradójicamente lo que no hacen esos regímenes.

Fuentes oficiales de Brasilia dejaron correr la versión de que Lula no tomó contacto con el presidente de Ucrania por decisión propia.
Fuentes oficiales de Brasilia dejaron correr la versión de que Lula no tomó contacto con el presidente de Ucrania por decisión propia.

Pero esa ortodoxia soberanista de Lula y sus aliados al parecer no era aplicada cuando algunos de los gobiernos de la Unión Europea usaban las críticas ecológicas a Bolsonaro como forma de no hacer avanzar negociaciones de libre comercio con el Mercosur o cuando desde sectores Demócratas de los EEUU se cuestionaba al ex mandatorio de derecha brasileño. Ahí la izquierda de ese país reproducía y amplificaba como palabras santas que venía desde el Norte.

Si seguimos al pie de la letra el selectivo soberanismo de la izquierda brasileña y regional, las misiones diplomáticas y de DDHH que hizo la administración Carter de los EEUU entre 1977 y 1981, las de la OEA y de diversos países europeos para buscar detener las violaciones a los DDHH durante los gobiernos autoritarios en el Cono Sur, deberían ser vistos como injerencia irrespetuosa e imperialista.

En síntesis, desde su llegada al poder en enero pasado, Lula se parece más y más a un dogmático que asume que hay un mundo multipolar y que los EEUU y Occidente ya no son el faro. Buscando mostrarse como un pacificador que termina haciendo enojar a una de las partes como es Ucrania y al mismo tiempo como la persona que pondrá a fuerza de realpolitik a Brasil en el escenario mundial de las grandes potencias. Objetivos contradictorios entre sí y quizás sin ponderar adecuadamente si no estamos en una estructura de poder más bipolar que multipolar. De ser así, la exuberancia retórica de Brasilia verá más temprano que tarde sus objetivos frustrados o muy jibarizados. Todo enmarcado por crecientes interrogantes sobre lo que pasó realmente en los asaltos a los edificios gubernamentales el 8 de enero pasado en Brasilia.

El Congreso y la prensa ya tienen el tema en su agenda y ya le costó el cargo a la histórica mano derecha de Lula en temas de seguridad e inteligencia.

¿Se anida ahí lo que puede ser en algunos años una seria crisis política?

¿Tanto activismo en política externa será una forma de evadirse de los crecientes problemas internos?

Lo sabremos con el correr de los meses.


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