Mario Vargas Llosa elogió a Jorge Edwards: “Contribuyó mucho al alcance mundial de la literatura latinoamericana”
El autor peruano destacó a su colega chileno, quien falleció ayer a los 91 años. “Fue un gran novelista y un escritor muy importante que volcó en sus novelas muchas experiencias personales”, afirmó
Vargas Llosa hizo referencia a Persona non grata (1973), el libro de Edwards sobre Cuba que revelaba sus conversaciones con el dictador Fidel Castro así como las que mantuvo con un grupo opositor con el que tenía “estrecha relación”.
“El libro impresionó porque era el primero que criticaba profundamente y de una manera muy rigurosa a la dictadura cubana. En él confesaba también sus propios temores, cuando lo llevaban a pasear de una manera impremeditada y su sensación de que pudieran extraviarlo. La obra obtuvo una enorme difusión en América Latina y contribuyó a la fama de Edwards”, afirmó el peruano.
Vargas Llosa describió al chileno como “un gran novelista y un escritor que volcó en sus novelas muchas experiencias personales, incluyendo su tardía confesión de que en el colegio un cura había abusado de él, lo que sin embargo no fue óbice para el buen concepto que guardó sobre los Jesuitas, aunque permaneciese como trauma”.
“Fue un escritor muy importante en los años en que la literatura latinoamericana cobraba una presencia extraordinaria pues él contribuyó mucho a establecer ese nivel que llegó a alcanzar”, finalizó Vargas Llosa.
Edwards, nacido en Santiago de Chile en 1931, era uno de los escritores más relevantes en lengua española, con múltiples reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura de su país en 1994 y el Premio Cervantes en 1999. Fue autor de cuentos, novelas, ensayos y memorias, además de columnista en diarios de todo el mundo. Entre sus novelas destacan El peso de la noche, Los convidados de piedra, El museo de cera, El anfitrión, El origen del mundo, El Sueño de la Historia y El inútil de la familia.
Sus memorias Persona non grata, primera crítica de un intelectual latinoamericano al régimen cubano, es hoy un clásico en su género. La obra fue escrita tras su breve y accidentada misión diplomática en Cuba, donde estuvo tres meses como representante del gobierno socialista de Salvador Allende en 1970.
“El libro estaba listo antes del golpe de estado de Pinochet, pero lo frené. No podía hablar de la represión en Cuba… mientras en Chile se mataba y se quemaban libros. Le agregué un epílogo, una especie de elemento equilibrador. Pero eso no convenció a Castro ni a Pinochet. Ambos se parecen en el espíritu autoritario, claro. Pero hay una diferencia fundamental que explica muchas cosas: Fidel maneja muy bien el mundo de los medios –es totalmente mediático–, y Pinochet es, al respecto, un bruto total. Odia a la prensa, cree que todos los medios son comunistas –¡hasta el New York Times!–, y en las entrevistas no hablaba: ladraba”, le había dicho en una entrevista al periodista Alfredo Serra.
Sobre su extensa labor como diplomático, el autor confesó en la misma entrevista con Serra: “Llegué a la diplomacia por error. Creí que ese oficio me dejaría mucho tiempo libre para escribir, y me pasé media vida en oficinas, cócteles y aeropuertos. Mientras los escritores del boom latinoamericano iban a congresos literarios… ¡yo acompañaba a los políticos a comprar calcetines! Pero no ser parte del boom, de aquella moda, no me perjudicó. Porque creo que el boom empezó mucho antes de lo que creen (...) Tal vez empezar tarde impidió mi decrepitud literaria…”.