El nuevo giro latinoamericano a la izquierda y sus matices

Redacción, EFE 
Este 7 de agosto tuvo lugar una ceremonia de posesión presidencial que marca un hito y récord en este tipo de alineaciones ideológicas en el continente. Juró al cargo el nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro. Con ello cayó otra de las barreras que los socialistas del continente veían casi infranqueable. Fue la tercera. Antes había sucedido hace un año con la llegada de Pedro Castillo al poder en Perú, donde en 2011 Ollanta Umala se había convertido en una gran frustración. Y aún antes de ése, para los socialistas del siglo XXI, hito festivo se había producido uno más. Sucedió en diciembre de 2018, nada menos que en México. Andrés Manuel López Obrador daba el batacazo pues la segunda economía latinoamericana ingresaba en la órbita izquierdista. Había quedado muy cerca en 2012, lo que también había frustrado las ilusiones de sus pares en el resto del continente. 

A semejanza de López Obrador, Petro, que en su juventud militó en el M-19 (una guerrilla urbana que se desmovilizó a finales de la década de los 80 del siglo pasado), llegó a la Casa de Nariño tras escalar por diversos cargos ejecutivos en su país. Su trayectoria política lo convirtió, desde el Congreso y la alcaldía de Bogotá (2012-2015), en la principal figura opositora del conservador Álvaro Uribe y su proyecto político.

Más de un analista de izquierda remarcó durante estas dos décadas la fortaleza de la derecha colombiana y a algunos no les faltó casi una postura de resignación. Es más, durante años, Petro soportó el rechazo mediático y electoral por ser un político de izquierda y el principal opositor de Uribe en Colombia, un país donde el discurso político intentó relacionar a la izquierda con las guerrillas y con el régimen chavista de la vecina Venezuela. Pero, finalmente, Petro logró acopiar el descontento de la ciudadanía frente a la casi nada popular gestión de Iván Duque, el último delfín de Uribe en el sistema político colombiano.

El principal reto al que se enfrenta el nuevo mandatario es cómo asumir políticamente el costo de la diferencia entre lo prometido en campaña y lo posible en medio de la crítica situación económica mundial. Y es en escenario donde también empiezan a marcarse los retos de los otros gobiernos de izquierda del continente, sin duda, la mayor cantidad de la historia. 

Alineamiento histórico


En ese marco resulta imposible no ver la llegada al poder de Petro como uno más de los movimientos del eterno ajedrez que se juega a nivel regional entre las cada vez menos claras tendencias de izquierda o de derecha.

Los giros ideológicos regionales ya recuerdan a los de décadas pasadas. Por ejemplo hace ya medio siglo, en tiempos con las ideas y las líneas más definidas, Salvador Allende en Chile, Juan José Torres en Bolivia, Juan Velazco Alvarado en Perú más fuertes sacudones en otros países marcaron un momento de especial alineación con la Cuba de los hermanos Castro. 

Luego, a comienzos del siglo XXI, América Latina vivió un ciclo político marcado por la llegada al poder de partidos políticos de izquierda. Estos gobiernos, que coincidieron en el tiempo con un boom económico gracias a la subida de precios de las commodities entre 2003 y 2011, lograron consolidarse y hacer crecer sus apoyos electorales. En algunos casos, realizaron además cambios constitucionales que les permitieron mantenerse por periodos consecutivos. Fueron especialmente los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Argentina. 

Los Gobiernos emergentes de América Latina durante la primera década del siglo XXI fueron manifestaciones representativas del denominado “giro a la izquierda”. Estos Gobiernos surgieron además en un contexto externo caracterizado por un retiro relativo de Estados Unidos de la región y el aumento de la influencia de otros actores externos, en particular China, y, en menor medida, Rusia e Irán.

“Carnívoros” y “vegetarianos”


Dos resultaron las características principales de este ciclo ideológico-político: su heterogeneidad ideológica y su estabilidad política. En relación con lo ideológico, hubo tres variantes dentro del universo de la izquierda política en la región: un ala más radical, calificada como “izquierda carnívora” y conformada por los Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay, además de Cuba y Nicaragua. Una segunda con características moderadas y conformada por Brasil, Uruguay y Chile, denominada como “izquierda vegetariana”. Finalmente, una tercera representada especialmente por Argentina que se manifestó más moderada en sus inicios y más radical en otros momentos. 

En cada caso se notaron mayores o menores relaciones con los mercados globales, una mayor o menor hegemonía en relación a los poderes constituidos y, finalmente, las características de la relación y el debate democráticos entre las tendencias políticas internas. 

Del auge al rechazo

Sin embargo, a mediados de la década pasada sobrevino el desgaste político de estos gobiernos y la victoria electoral de varios partidos de derecha. Entre las razones de este cambio están el desplome de los precios de las materias primas, y sus correspondientes repercusiones económicas en la región, y también los crecientes escándalos de corrupción. Algunos analistas hablaron entonces del comienzo de un nuevo ciclo económico y político, del giro a la derecha.

Sin embargo, ese giro tuvo sabor a veranillo. Las operaciones retorno se multiplicaron y sorprendieron. El peronismo volvió pronto a Argentina con Alberto Fernández y Cristina Kirchner en 2019. Gabriel Boric conmocionó a Chile en marzo de 2022. Petro hizo algo aún más notorio en Colombia hace unas semanas. Y a ello se suma el posible regreso de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en las elecciones de octubre de este año. De hecho, las últimas encuestas lo muestran con una abrumadora ventaja de más de 10 puntos sobre un desgastado Jair Bolsonaro.

Sin embargo, aún no están claras las condiciones de estabilidad política que tendrá el nuevo escenario. En el primer giro que vivió la región, de 16 mandatarios electos en el período 2003-2015, nueve finalizaron su mandato en los plazos establecidos; dos continúan en sus cargos hasta la fecha (Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela). Uno mantiene la férrea línea de un régimen ya asentado hace 60 años, es decir, la Cuba de Diaz Canel. Uno ha fallecido en su cuarto mandato (Hugo Chávez en Venezuela), uno renunció al término de su tercer mandato (Evo Morales en Bolivia), dos presidentes fueron destituidos por juicio político (Dilma Rousseff durante su segundo mandato y Fernando Lugo en Paraguay) y uno fue destituido por el Poder Legislativo (Manuel Zelaya en Honduras).

Pueblos cansados

En el nuevo ciclo político que ha llegado a la región, de confirmarse el triunfo de Lula da Silva, presentará un singular panorama donde las cinco principales economías de la región estarán gobernadas por partidos, frentes o coaliciones de las diferentes expresiones de la izquierda regional: Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. A ello se suman aquellos casos como los de Perú y Honduras, ajenos a una fuerte tradición política en la izquierda, y los crónicos casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Un caso intermedio entre ambos que constituye el boliviano con una cuasi continuidad alterada solamente por un año, pero sostenida bajo otras características desde 2020. 

Como sucedió en la ola anterior, esta vez el panorama de la izquierda regional también resulta heterogéneo en cuanto a la estructura de las fuerzas gubernamentales. Por una parte se mantiene la rama bolivariana compuesta por Cuba, Nicaragua, Venezuela. Por otra parte se hallan los países donde surgieron disputas entre quienes pretenden volver o llegar y sus sucesores o apadrinados (Alberto Fernández y Cristina Fernández en Argentina; Evo Morales y Luis Arce en Bolivia; Vladimir Cerón y Pedro Castillo en Perú). Una dualidad que tuvo un notable antecedente cuando Lenin Moreno trastocó los planes de Rafael Correa en Ecuador. Un país donde el desgaste del derechista Guillermo Lazo hoy podría traer una ampliación del sesgo continental izquierdista en cualquier momento. 

El tercer grupo en este sentido se halla conformado Andrés Manuel López Obrador en México; probablemente Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile. No hay certezas de que las poderosas estructuras económicas ligadas al capitalismo global en cada uno de esos países puedan sufrir algún remezón a manos de estos Gobiernos. Ese hipotético remezón tendría indudablemente fuertes réplicas en el resto del continente. 

Sin embargo, paralelamente, el nuevo giro coincide con ciclos electorales caracterizados por el sucesivo castigo a los oficialismos de diferente condición y tendencia. Así lo experimentaron primero Evo Morales y luego Jeanine Áñez en Bolivia, luego Correa, Moreno y Lazzo en Ecuador. Y el clima antioficialista convive, además, con niveles decrecientes de tolerancia social y “lunas de miel” más cortas para los nuevos oficialismos. Son las experiencias de Pedro Castillo, en Perú, del propio Gabriel Boric, en Chile, y la derrota del Frente de Todos en las elecciones legislativas del año pasado en Argentina. 

Las excepciones son las de Daniel Ortega, en Nicaragua; Maduro en Venezuela y Diaz Canel en Cuba. Pero queda claro que son casos clasificados más bajo los parámetros del autoritarismo antes que de un mínimo de márgenes democrático representativos. En suma, hay un histórico giro a la izquierda en Latinoamérica; pero no se sabe de qué materia están hechas las bases que permitan alentar hoy el tiempo de su vigencia. 

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