Cumbres borrascosas
Es el título de la novela de Emily Bronté, y si la menciono es por aquel profesor inglés a quien oí referirse al clásico de 1847 en sus clases de Relaciones Internacionales como ejemplo, ya que argumentaba que había sido su única novela y produjo un duradero impacto, lo que para él era equivalente a algunas Cumbres entre jefes de Estado.
Por cierto, que el académico pensaba en Yalta repartiendo las fronteras de Europa según el gusto de los vencedores en 1945. En ningún caso -supongo- que era aplicable a la total irrelevancia y fracaso de la última Cumbre de las Américas, por lo demás, considerando que en promedio un jefe de gobierno o estado puede llegar a dedicar un mes del año a estos encuentros con colegas, han perdido en general el brillo o importancia del pasado, ya que se convirtieron en rutina, e incluso la palabra” éxito” se usa -tal como en Los Ángeles- para simples encuentros bilaterales.
¿Por qué el fracaso? Por la sencilla razón que desde hace tiempo no existe propósito o justificación para su periodicidad, ya que no hay ni liderazgo ni proyecto, además que demasiados gobiernos no acuden en la búsqueda de algún consenso, encontrando más cómodo resaltar que no tienen nada en común.
¿Significa lo anterior que van a desaparecer? No, nada semejante, ya que se desarrollan demasiados intereses laborales y de grupos de presión diversos que encuentran en ellas un ingreso, y un ejemplo al respecto de instituciones internacionales que no tienen mucho sentido, es el muy abundante número de organismos de integración de América Latina, que una vez creados, por inútiles que sean, nunca desaparecen.
Y la desilusión actual contrasta fuertemente con sus orígenes. Era la década del 90, otro Estados Unidos era la superpotencia única, China era actor todavía marginal, la URSS había desaparecido, y existía en la región un clima de optimismo hacia el futuro, después del término de muchas dictaduras militares. La convocatoria de Clinton a la Primera Cumbre tuvo lugar en 1994 en Miami. La invitación dejó afuera a la única dictadura, Cuba y no hubo reclamo alguno ya que se entendía que era un club de democracias, al menos de gobiernos electos bajo ciertas normas. En lo económico, el proyecto era a crear una Zona de Libre Comercio en las Américas, entonces un proyecto tan ambicioso que en esos años superaba en extensión a la iniciativa europea que todavía no incorporaba a países que venían de la órbita socialista.
Era otro Estados Unidos, que tenía un sentido de misión del que hoy carece como también de elites que concordaban en la superioridad de su sistema. No era el Estados Unidos polarizado y dividido de la actualidad, sino un país donde había continuidad entre un gobierno y otro, tanto que la propuesta de Clinton no era original, sino la continuidad de la Iniciativa para las Américas, proyecto iniciado por su antecesor George Bush y que no pudo continuar por su sorpresiva derrota electoral.
El impulso tuvo continuidad política en Montreal donde existió el llamado a reforzar y consolidar la democracia, para que mas tarde en Lima, el mismo día del ataque a las torres gemelas, se aprobaba la Carta Democrática Interamericana, verdadero tratado constitutivo de la OEA, no solo en términos de derecho internacional, sino también incorporado a la legislación interna de muchos países, y el que no se aplique no lo hace menos existente.
La pérdida de impulso, tanto de la democracia sin apellidos como de un mercado común, fue un tremendo error histórico, que confirma el dicho que América Latina es aquel grupo de países que como región nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
Si uno busca un ejemplo de cuando se extravió el propósito de aquellos años, encuentra que verdaderas lápidas se le puso a lo económico en Mar del Plata con la batuta de Chávez y Néstor Kirchner el 2005, al igual que en lo político hay un antes y después del apretón de manos entre Obama y Raúl Castro, que legitimó a la dictadura cubana en Panamá el año 2015.
Si se busca un futuro para las Cumbres realmente se encuentra en ese pasado, donde se justificaban al haber un proyecto que hoy no existe, tanto en la democracia como en el libre comercio regional, tratados de acceso del que han disfrutado par su beneficio Estados Unidos, Canadá y sobre todo, México, como también aquellos países que como Chile firmaron tratados bilaterales, no solo de acceso de sus productos al mercado estadounidense sino también de ser incorporados al mismo sistema de viajes con mínimas restricciones de visado, del que disfruta Europa.
Además de la economía y la política, un gran cambio y el elefante en la cristalería que nadie desea ver, es el muy cambiado rol de China, entonces todavía un jugador menor en las grandes ligas, pero hoy transformada no solo en el rival por el cetro de la mayor potencia del siglo XXI, sino también el principal socio comercial de un número siempre creciente de países de la américa latina y del caribe, de tal modo cierto que si Beijing hubiese convocado a una reunión semejante, dificulto que algún país de la región se hubiese restado, es decir, de modo alguno hubiésemos presenciado algo semejante a la coordinada ausencia de varios en Los Ángeles, como resultado de la des invitación que hiciera la Casa Blanca de Cuba, Venezuela y Nicaragua, de acuerdo a la regla hasta ahora no discutida, que era la nación organizadora la que invitaba, tanto que también España se hizo presente.
Es una triste historia, pero con responsabilidades compartidas. De partida, la desorganización e impericia demostrada por la Casa Blanca y el Departamento de Estado que tuvieron, al igual que otros países, cuatro años para organizar algo de mejor calidad. También es responsabilidad de Estados Unidos no ver nada más que inmigración ilegal y drogas en la región, lo que se demuestra las enormes diferencias en el documento final entre aquel lleno de propósito de Miami 1994 a uno limitado al tema inmigratorio en Los Ángeles 2022.
Por lo demás, es un documento que no sobrevivirá meses, toda vez que no se ve cómo otros países puedan impedir el viaje de sus nacionales, además que su aproximación y compromisos es una repetición de todo lo que ha fracasado repetidamente, y como decía Einstein es difícil esperar mejores resultados si se repite aquello. Pero también es fracaso de América Latina, la que le pidió a Estados Unidos que no interviniera y la dejara resolver sus problemas, lo que no ha ocurrido como lo demuestra el hecho que en la primera había solo una dictadura y ahora el castrochavismo le ha agregado varios países a la lista de violadores de derechos humanos, y los comportamientos de los electorados podrían hacer que el número de autocracias aumentara.
El 25 de mayo, en una columna publicada en la página del Interamerican Institute for Democracy me preguntaba si se encaminaba la Cumbre a un fracaso. La respuesta es hoy un claro afirmativo, y las responsabilidades han sido compartidas. Y palabras, solo palabras no ocultan esa verdad, tanto para la pérdida de hegemonía de USA como para el empobrecimiento de nuestros pueblos, mostrándose difícil para ambos el mundo post ucrania, en el que nuevamente las decisiones del electorado parecen alejar a América Latina de poder aprovechar la oportunidad de cubrir el déficit de alimentos y energía que afecta al mundo como consecuencia de la guerra.
Tampoco se advierte liderazgo, ideas ni proyectos comunes para revertir ese curso.