Tokio 2020 les gana a la homofobia y al machismo pero pierde contra la salud mental

Al menos 168 deportistas olímpicos dijeron ser parte del colectivo LGBTQI+ y varios países que lideran el medallero, entre ellos China, Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña, compiten con más mujeres que hombres. Pero la bestial presión sobre las deportistas también causó el retiro de Simon Biles y la eliminación de Naomi Osaka.

Andrés Burgo, TyC

Para Argentina hay tres Juegos Olímpicos fantasmales, de los que no suele recordarse mucho o nada. Si en Moscú 1980 directamente no participó, en Montreal 1976 y Los Ángeles 1984 no ganó ninguna medalla. Acaso por ese paso espectral, del último de ellos también hay una imagen que muy pocos recuerdan: la del campeón olímpico en decatlón, el inglés, Daley Thompson, festejado con una camiseta blanca con letras negras que se preguntaba “¿Es gay el segundo mejor atleta del mundo?”.


Se refería a Carl Lewis, otro campeón olímpico, que en Los Ángeles 84 ganó cuatro oros, los de 100 y 200 metros, el salto en largo y la posta 4x100. Uno de los debates de la época era cuál de los dos atletas era más completo, si Lewis o Thompson, pero esa camiseta no despertó ninguna polémica, tal como lo recordó esta semana el periodista español Alfredo Relaño. “También se hablaba, en voz más baja, sobre si Lewis sería o no gay. Daley Thompson paseó por el estadio esa camiseta con doble mensaje: el mejor soy yo y él es, probablemente, maricón. Aquello se tomó generalmente como una nota ingeniosa. No recuerdo reproches”, escribió Relaño en el diario As.

Daley

Treinta y siete años después, otro inglés, también Daley, pero de apellido (Tom Daley, 27 años), se mostró orgulloso por ser campeón olímpico y gay. Su frase en la conferencia de prensa de Tokio 2020 pareció pegada y copiada a la que la argentina Cecilia Carranza, también medallista de oro pero en Río 2016, había dicho pocos días atrás, antes de viajar a Tokio. Son frases que van de la opresión a la liberación.

Dijo Daley (27 años) después de haber ganado, este lunes, el oro en saltos sincronizados en trampolín: “Me siento increíblemente orgulloso de decir que soy gay y campeón olímpico. Cuando era más joven, pensaba que nunca sería alguien o que lograría algo por ser quien era, me sentía como que estaba solo, que era diferente y que no encajaba. Había algo en mí que me decía que nunca iba a ser tan bueno como lo que la sociedad quería que fuera. Ser campeón olímpico ahora solo demuestra que podés lograr cualquier cosa. Espero que cualquier joven LGTBQ pueda ver que no importa lo solo que te sientas ahora, no lo estás, podés conseguir cualquier cosa”.

Dijo la rosarina Carranza (34), ganadora del oro en vela en Río de Janeiro 2016, hace un mes en Italia, en la parte final de su preparación para Tokio: “Hice unos videos para una fundación que se llama ‘100% Diversidad’, donde hablo sobre mi historia por el mes del Orgullo. Reflexioné mucho porque cuando una no se siente aceptada, se siente que está equivocada, que está haciendo las cosas mal. Fueron cosas que pasé en mi adolescencia cuando no me sentí bien con todo mi entorno al contar sobre mi homosexualidad. Empezás a sentirte no merecedora de nada. La gente lamentablemente piensa en muchas ocasiones que sos un mal ejemplo, hay muchas emociones muy feas para con el colectivo LGBTQI+ y eso te hace sentir no merecedora. Y sin embargo, con paciencia, con trabajo, con amor, fui logrando un montón de cosas que deseaba, entre ellas a sentirme bien conmigo, con mi elección, a sentirme libre”.

Los Juegos Olímpicos van más allá de las medallas pero el oro ayuda a visibilizar historias como las de Daley y Carranza. Según un informe de la BBC, la homosexualidad está prohibida en 67 de los 205 países que participan de Tokio 2020 y seguramente a decenas de ellos llegó el inspirador discurso que el británico dio en la conferencia de prensa posterior a su triunfo: a su lado estaban un chino y un ruso, segundo y tercero respectivamente, países en los que la “promoción” de la homosexualidad está penada. Carranza, a su vez, había elegido visibilizarse con una periodista de su confianza, Vanesa Valenti, en un zoom para el diario La Capital de Rosario.

Daley y Carranza son dos de los 168 atletas que participan en Tokio 2020 que, según publicó el sitio Outsports, contaron su pertenencia al colectivo LGBTQI+. El porcentaje tal vez no sea demasiado alto, el 1,48% de un total de 11.326 atletas, pero triplica los 56 de Río de Janeiro 2016 y cuadriplica los 26 de Londres. Si Carranza es la única argentina de los 168, Daley tiene el valor de ser uno de los pocos hombres de la lista, acorde al silencio masculino sobre la homosexualidad en el deporte: de los 168, solo uno de cada nueve es varón.

El caso de los deportes de “machos”, como el fútbol y el rugby, es aún más extremo: 44 futbolistas de Tokio 2020 dijeron ser lesbianas y ningún futbolista dijo ser homosexual. Lo mismo con los 14 testimonios del rugby. Una de las pocas excepciones en deportes por equipo fue la figura brasileña del voley, Douglas Souza, clave en la victoria contra Argentina este lunes, y habitual portador de la bandera multicolor. Tokio 2020, además, serán los Juegos de la primera atleta transgénero, Laurel Hubbard, pesista de Nueva Zelanda.

“Los Juegos de la diversidad”, como los definió el periodista Matías Baldo, también son los de la confirmación de un avance sostenido en muchos países. Por fuera de Tokio, este lunes un jugador de la NHL, la liga de hockey sobre hielo de Estados Unidos y Canadá, dijo por primera vez ser homosexual. Se trata de Luke Prokop, un joven de 19 años, de los Nashville Predators, que abrió el camino en uno de los deportes más populares de Estados Unidos, así como a fines de junio también lo había hecho por primera vez un jugador de la NFL, la Liga de Fútbol Americano, Carl Nassib. Entre partículas discriminatorias y misóginas, el fútbol todavía espera a su primer futbolista de elite que dé el paso adelante. Mientras tanto, el arquero de la selección alemana, Manuel Neur, jugó con un brazalete multicolor en la Eurocopa.

Tokio 2020 también intenta cerrar la histórica diferencia de género a favor de los hombres en los Juegos Olímpicos. La actual edición se acerca a la paridad con un 48,8 % de participación femenina. El avance es marcado: en Atlanta 96 el porcentaje había sido del 34%; en Munich 72, del 14%; y en Londres 48, del 9%. Hace un siglo, las mujeres no estaban permitidas. No hubo atletas femeninas en Atenas 1896 y tuvieron un paso testimonial en los seis Juegos siguientes, en tenis y natación, hasta que fueron aceptadas oficialmente en Ámsterdam 1928. Argentina recién enviaría en Berlín 1936 a la nadadora Jeanette Campbell, única representante mujer entre 51 deportistas.

Jeanette Campbell

Esa prohibición se correspondía con el pensamiento del creador de los Juegos Olímpicos modernos, el barón Pierre de Coubertin. “En cuanto a la participación femenina, soy contrario a ella”, se enojó el francés en 1928, ya fuera de la presidencia del COI, pero con un historial de frases que dejaba en evidencia su perspectiva patriarcal y conservadora de época, acorde a los Juegos de la Grecia clásica. El origen machista de los Juegos se explica también en otras tres frases anteriores de Coubertin: “Las mujeres sólo tienen una labor en el deporte: coronar a los campeones con guirnaldas”; “El deporte femenino no es práctico, ni interesante, ni estético, además de incorrecto”; “Los Juegos deben estar reservados a los hombres; ¿Es posible aceptar que las mujeres participen en todas las pruebas? No. Entonces ¿por qué autorizarlas a hacerlo en algunas y prohibirlas en otras?”

En Tokio 2020, muchos países de primer nivel -los que lideran el medallero- enviaron más mujeres que hombres. China suele hacerlo desde Barcelona 92 pero este año rompió sus propios parámetros: envió 298 representantes femeninas, más del doble que sus 133 atletas masculinos. Estados Unidos ya lo había hecho en Londres 2012 y en Río 2016, y lo repitió en Tokio 2020. Australia lo hace por segunda vez y Gran Bretaña por primera: los ingleses compiten en Japón con 201 mujeres y 175 hombres. Argentina, que tiene seis selecciones colectivas masculinas y dos femeninas, no cumplió ese parámetro: llevó 122 hombres (68,5%) y 56 mujeres (31,5%).

Como pocas veces en la historia, el pebetero de Tokio 2020 fue encendido por una deportista en actividad, la tenista japonesa Naomi Osaka, que quedó eliminada muy pronto, en continuación con la depresión que había confesado hace pocos meses. La salida imprevista de Simone Biles también forma parte de esos “demonios en la cabeza”, como reconoció la propia gimnasta estadounidense este martes en Tokio. “Venir a los Juegos Olímpicos y ser la estrella principal no es una hazaña fácil”, dijo Biles en medio de unos Juegos que parecían escritos para ella, al igual que para la nadadora -también norteamericana- Katie Ledecky y la velocista jamaiquina Shelly Ann.

Biles Osaka

Pero que Tokio 2020 desafíe al machismo (además de la homofobia) también parece tener un costo: la extraordinaria presión que pasaron a sufrir las atletas, convertidas en las máximas referentes del torneo. Ya no hay Michael Phelps ni Usain Bolt acaparando toda la atención. La última tapa de la revista estadounidense Time es, justamente, Naomí Osaka, que contaba las exigencias que la desbordaron: “Está bien no estar bien todo el tiempo”. La gran publicación deportiva de ese país, Sports Illustrated, eligió a Biles para su especial de los Juegos: “Simone en su totalidad. La verdadera grandeza de la Gran Atleta de Todos los Tiempos está por llegar”.

Así como los oros de Daley y Carranza ayudan a visibilizar sus historias, al menos los oros previos de Biles servirán para hablar sobre la salud mental de los deportistas. Muy atrás en el tiempo quedó Thompson, con un supuesto chiste que hoy causa pena.

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