Qué ocurrió en los cerebros de los niños durante la pandemia, según una experta en neurociencia pediátrica
Karina Castro Fumero es una referente a nivel internacional en el campo de la neurociencia pediátrica. En una entrevista exclusiva con Infobae analiza los mayores errores que han cometido los padres con sus hijos durante este tiempo de incertidumbre, y remarca la importancia del juego
Tenía dos másters cuando le llegó su primer hijo y con él algunos cortocircuitos entre la teoría y la realidad. Siguió estudiando, llegó su segunda hija, y encontró en esa maternidad la “oxitocina” necesaria para reinventarse. Desde entonces ha escrito dos libros que son guías para ayudar a cuidar y potenciar el cerebro de los niños con información clara, accesible y probada sobre lo que necesita un cerebro para desplegarse en su máximo potencial.
Acaba de lanzar ¿Qué puedo hacer yo?, un libro para acompañar a los padres en el desarrollo de capacidades neurocerebrales de sus hijos. A punto de ser madre nuevamente, en charla con Infobae sostiene que “el apego es la única vacuna que como adultos tenemos para brindar a los niños para prevenir enfermedades físicas y mentales, y la pandemia no es una excepción”.
- ¿Cuáles cree que son los errores más comunes que hemos cometido los adultos en cuarentena con el cerebro de los niños?
- Toda esta información, aunque creamos que no la ven o escuchan siempre lo hacen. Todos estos datos, aunque parezca que no le están poniendo atención, activa zonas del cerebro relacionadas con el estar alerta y genera estrés. El segundo error ha sido olvidarnos del juego, nuestra sociedad tiene infravalorado el juego y resulta que la ciencia ha revelado que es una necesidad biológica de los niños, es un impulso vital y primario que los empuja a explorar el mundo, conocerlo y dominarlo.
-El juego se presenta también como alternativa para comprender la realidad…
-Así es. Nos hemos olvidado es a través del juego que los niños aprenden todo, desde conocimientos básicos como colores, números, días de la semana hasta las habilidades más complejas como la empatía y la compasión. Es el traductor a través del cual interpretan el mundo. Cuando los niños juegan no solo aprenden sino que además es un proceso terapéutico, porque jugar es un canalizador de emociones. Mientras se juega se producen una serie de hormonas que les hace sentir bien, felices, en calma y satisfacción, sentimientos necesarios en esta situación que estamos viviendo. Si queremos niños sanos, deben jugar.
-En medio de las exigencias de la cuarentena, ¿el cerebro quedó en segundo plano?
-Efectivamente, ese es un tercer error que hemos cometido. El cerebro es el órgano más importante de nuestro cuerpo. Olvidarnos de cómo cuidarnos y de implementar en casa hábitos saludables para que en esta difícil tormenta que vamos navegando, al menos asegurarnos de que vamos en un barco seguro. Veo familias que se relajaron con los horarios del sueño, con los alimentos que compran y consumen en casa, que buscan excusas de no hacer actividad física porque las salidas son complejas o porque les ha quedado el hábito de salir poco de los momentos más estrictos, que eligieron evitar los conflictos y confrontaciones en casa con respecto a las pantallas... Veo familias que se relajaron en lo que debieron de haber priorizado.
-Te hemos escuchado hablar de la sincronía cerebral entre los niños y los adultos que conviven. En tiempos de tanta incertudimbre, ¿cuánto influye el estado emocional adulto y la regulación para con los más chicos?
-Hay sincronía familiar, cardíaca, biológica y cerebral. Entonces es muy esencial pregonar hábitos apropiados para cuidar la salud mental. Si no duermo las horas que necesito, me levanto de pésimo humor. Eso lo traslado a irritabilidad, con gritos, mal humor o apatía. La higiene del sueño es primordial para poder conducir una realidad que nos es adversa. Priorizar el consumo de alimentos que nos hagan bien es otra de las claves, buscar tiempo para uno, no olvidar las actividades físicas. Es importante comprender que si yo estoy bien, voy a lograr una armonía y sincronía en toda la familia.
-¿El estrés pandémico afectó a los más pequeños?
- En alguna medida, como a todos. Seguramente habrá dependido del manejo adulto, pero ha sido inevitable que algo les haya llegado. Desde perder sus rutinas, no ver asistir a sus actividades habituales, no encontrarse con sus amigos. Cuando un bebé antes de los 2 ó 3 años está expuesto a mucho estrés, produce cortisol. Eso aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Ese cortisol daña el cerebro. Si una madre lo contiene desde un lugar de tranquilidad, aunque el niño siga llorando, si se lo toma en brazos con tranquilidad, inmediatamente la frecuencia cardíaca y presión arterial del niño disminuyen. Ahí hay sincronía a través del modelado. Existe ahí una bio-sincronía.
- Te concentrás en el apego seguro como una manera de potenciar el desarrollo cererbral. ¿Cuál es el peso que tiene esa condición en este contexto tan complejo?
- Los niños necesitan sentirse en un ambiente seguro para poder explorar. La observación data que entre más seguro se sienten en casa, más se aventurarán a explorar nuevas cosas. Hoy sabemos que el apego seguro se desarrolla con familias disponibles emocionalmente, que los atienden cuando tienen una necesidad física o emocional, una familia comprometida con la crianza y con el bienestar. Cuando los pequeños desarrollan un apego seguro en la primera infancia una estructura cerebral llamada hipocampo, cuya función principal es la memoria y el aprendizaje, dobla su tamaño, potenciando su neuroplasticidad y por ende permite el desarrollo de mayores y mejores recursos para consolidar su aprendizaje. Por otro lado cuando desarrollan un apego seguro con sus figuras principales aprenden a gestionar su propio cortisol. Aprender a gestionarlo en los primeros años de vida es fundamental para el resto de la existencia, ya que múltiples investigaciones confirman que el desarrollar vínculos afectivos, seguros y estables en los primeros años de vida, brindarán protección frente a enfermedades mentales en la adultez.
-¿Los neuroalimentos pueden ayudarnos a transitar los desafíos de pandemia? ¿Podría contarnos algo de ellos?
- Por supuesto. Son una clave esencial para ello. Son alimentos para las neuronas. Nuestras neuronas están hambrientas de nutrientes de buena calidad, que nos permitan mantenernos con energía, que protejan nuestro cerebro de las enfermedades mentales, que nos ayuden a aprender con agilidad y a sentirnos felices. Investigaciones revelan que todos los alimentos que ingerimos se convierten en energía para el funcionamiento de nuestras neuronas, por ende repercute en el envejecimiento cerebral, en el estado de ánimo, la potencialización de la inteligencia, en nuestra capacidad de aprender y la de memorizar.
-¿Y cuáles son?
- Son muchos. Comencemos por la leche materna, imprescindible para el desarrollo cerebral, potencia la inteligencia y fortalece el sistema inmunológico. La OMS recomienda de manera exclusiva hasta los 6 meses, la introducción de alimentos apropiados para la edad y seguros a partir de entonces, y el mantenimiento de la lactancia materna hasta los 2 años o más. El 70% del cerebro esta compuesto de material graso Omega 3. Si tenemos materia grasa de mejor calidad el cerebro se va a poder comunicar mejor entre neuronas. Incluir este nutriente en la alimentación permitirá al bebé mejorar su concentración, su capacidad de análisis y su velocidad de procesamiento de información. Algunas fuentes de Omega 3 las encontramos en pescados (salmón, la sardina, bacalao, arenque, trucha de lago, atún) la leche y los huevos de animales de pastoreo, las nueces, almendras, el aceite de oliva y el aguacate. El huevo es una fuente de proteína, pero además aporta colina, un nutriente que potencia la memoria. Las frutas son la mejor fuente de energía, ya que aportan fructuosa, un energizante natural que potencia el aprendizaje. Las verduras brindan antioxidantes que ayudarán al cerebro a conservarse sano y fuerte. La avena es rica en proteína y fibra lo que la hace ideal para favorecer el flujo sanguíneo al cerebro. Pero además es rica en triptófano, un aminoácido que favorece la creación de serotonina, un neurotransmisor que ayuda a la concentración y a mantener un estado emocional positivo. Los niños que comen mucha cantidad de alimentos altos en azúcar o harinas refinadas son más propensos a presentar conductas agresivas e impulsivas. Promover el consumo de agua, no jugos ni gaseosas. El 70% del cerebro es agua, por lo que mantenerse hidratado es indispensable para su buen funcionamiento. El agua mejora la retención de la información, previene la inflamación, la oxidación neuronal y el decaimiento emocional. Los cerebros deshidratados piensan y aprenden más lento, presentan problemas de memoria, dolor de cabeza y dificultades para aprender.
-Las pantallas fueron protagonistas en todas las familias. Sea porque la educación estuvo mediatizada por ellas o por necesidad a la hora del trabajo adulto. ¿Cuáles son los índices de exposición adecuada que no perjudican al cerebro?
-Múltiples investigaciones sustentan que la exposición temprana y sobreexposición a las pantallas repercute en el desarrollo adecuado y a tiempo del lenguaje, la capacidad de vinculacióny relacionacionamiento correcto con las personas y grupo de pares; la capacidad de reconocer y comunicar asertivamente las emociones y la habilidad de tolerar la frustración y el desarrollo de las funciones ejecutivas. Las reglas indican: nada de exposición antes de los 2 años. De allí a 6 años máximo de 1 hora al día siempre que sea contenido de calidad y supervisado por un adulto. Mayores de 6 años no más de 1,30 horas inactivos, siempre con supervisión de sus familiares. Es aconsejable evitar la exposición una hora antes de irse a dormir, ya que retrasa la aparición de la melatonina y por ende el sueño, además puede ocasionar pesadillas. A los nsiños pequeños, antes de finalizar el tiempo permitido, anticiparles con unos 10 minutos de antelación el fin del uso del dispositivo, sentándose a su lado y conversando sobre lo que están viendo. De esta manera la transición será más fácil. Ofrecerle una actividad para hacer inmediatamente después de la pantalla, tenerle un plan evita el desborde emocional. Decirle que al final del capítulo o del programa terminará su tiempo, no cortarlo a la mitad. No darle el celular o tablet en la mano, idóneamente utilizar un televisor u otro artefacto que se pueda colocar lejos de su vista, a un mínimo de 40 cm. Estar atento si presenta ojos rojos, ojos secos, visión borrosa, dolor de espalda o cuello y dolor de cabeza, ya que son síntomas de fatiga visual digital, lo cual podemos evitar disminuyendo la cantidad de tiempo y la distancia del artefacto. No permitirle utilizar las pantallas en lugares completamente oscuros, intentar siempre filtrar luz solar en la habitación. Después del uso de pantallas invitarlo a salir de la casa, a observar por la ventana objetos o personas que estén lejos. Promover actividades al aire libre donde la visión trabaje distancias.