El argentino, que no jugó la final de la
Supercopa al cien por cien, pagó su impotencia con Villalibre. Ahora
tendrá tiempo para recuperarse físicamente y repensar su rol.
Un
palo para Messi, que parecía estar rehaciéndose de un inicio de
temporada que él mismo confesó difícil, después del episodio del burofax
y su obsesión por dejar el Barça, finalmente frustrada, pero que estaba
en vías de recuperación total. Esas felices imágenes con Pedri en Valladolid y Bilbao; o con Griezmann en Granada, sufrieron una recaída dura.
En Sevilla volvió a quedar demostrado que Messi sigue estando por encima de todos, también del entrenador.
Koeman tuvo que aceptar la decisión del capitán de ser titular.
Seis veces Balón de Oro, Messi se ha ganado ese derecho a decidir su
trayectoria, pero el desarrollo, y sobre todo el desenlace de la final,
abre el debate sobre la conveniencia de todas las decisiones que toma el
diez.
Y permite preguntarse si, en ocasiones, y más cuando el
estado físico está de por medio, su papel podría ser más relevante en
instantes concretos, o decisivos, del partido. Y si, sobre todo
por su rol como capitán, sus decisiones no deberían estar más dirigidas
al éxito del equipo, que tal vez hubiese ganado más con
Messi
entrando fresco a decidir un partido en el que Koeman, una vez utilizado
el 'joker' del argentino, no tenía muchas más alternativas.
La sanción de Messi, que oscilará entre los dos y los cuatro partidos, tendrá
un efecto negativo sobre un equipo que, justísimo de jugadores
importantes como está, sigue dependiendo al extremo de su líder.
También, sin embargo, le permitirá recuperarse de sus molestias en la
pierna izquierda y, sobre todo, le dará una nueva oportunidad de
repensar su rol en el equipo. Messi sigue siendo un jugador definitivo. Su hambre competitiva y la costumbre de haber gobernado con mano de hierro el fútbol en la última década, sin embargo, le arrastra en ocasiones a una mirada que puede tener ya un punto de irreal. Es
muy recordado siempre aquel episodio de una eliminatoria de Champions
ante el PSG en la que, con el Barça contra las cuerdas y Messi muy
tocado, salió como una especie de Cid al Camp Nou a colaborar
en el empate que clasificó al Barça antes de derrumbarse ante el Bayern.
Entonces, Messi podía con todo.
Es un interesante debate cuál debe ser el rol de Messi en el Barça.
El cien por cien del barcelonismo coincide en su condición de deidad, y
de mejor jugador del equipo con diferencia aún estos días. También en
el deseo de que continúe.
Su admirable y laureadísima carrera,
sin embargo, merece ahora desde el prisma del argentino un punto de
química con un equipo que está en absoluto proceso de reconstrucción
y que necesita agarrarse a una buena autogestión de Messi, en el campo y
fuera. Una mezcla de jugador que mantenga su condición de jugador
decisivo pero que también sepa elegir los momentos para ayudar al
colectivo dentro del césped, y también fuera. En ese viaje parecía estar
Messi.
El
episodio final de la Supercopa, sin embargo, con una expulsión que no
fue sino la impotencia del argentino por ver que cosas que antes salían
siempre ya no son tan fáciles, es una buena foto para la
reflexión. Para saber si Messi puede seguir colaborando con el Barça, y
el Barça con Messi.
Es una cuestión que merece generosidad para ambas partes.
El argentino, obligado a parar por la inminente sanción que le espera,
tiene una buena oportunidad para irse al rincón de pensar.
El club..., el club y sus candidatos están mucho más perdidos que Messi.