Steffen Reichle: “Nadie podrá estar feliz cuando haya más sequías”

Ciencia, EFE 
El biólogo germano-boliviano Steffen Reichle ha recorrido prácticamente toda Bolivia observándola con frecuencia milimétricamente. Tal es así que, en marzo de 2017, en Zongo, junto a una expedición organizada por Conservación Internacional, descubrió a una de las ranas más pequeñas del mundo: la rana Liliputiense de escasos 10 milímetros de longitud. Un hallazgo que este mes, tras las evaluaciones del caso, fue noticia internacional. Este herpetólogo (experto en anfibios y reptiles) radica en el país desde hace 26 años. Conversó con OH! sobre los singulares logros de aquel emprendimiento y sobre la urgencia de una adecuada política boliviana en relación al medioambiente.

- La noticia del descubrimiento de 20 especies de flora y fauna en el Valle de Zongo sorprendió agradablemente. Pero me llama la atención en especial el caso de las ranas: la redescubierta, que se la creía extinta, y la descubierta, la Liliputiense. ¿Cuál es la historia de la redescubierta y el esperanzador mensaje de especies consideradas extinguidas?

- De la primera, la rana Ojos de diablo, temíamos que estuviese extinguida. De hecho, yo la encontré por primera vez en diciembre de 1996. Nos dimos cuenta de que era nueva para la ciencia y, junto con otro autor, la describimos en 1997. Como es una rana muy bonita, por su combinación de ojos rojos y piel negra, entonces muchos científicos volvieron, la buscaron, pero nadie la encontró.

Además, en el lugar donde la encontramos la primera vez, construyeron la planta hidroeléctrica de Cahua. Por ello, la pensábamos extinta, pero en esta expedición la encontramos en un lugar distinto a una mayor altura. Logramos también definir mejor su hábitat que son unos bambús en cuyas raíces ella vive. Por lo tanto, vive muy escondida y tiene un canto muy suave que no se escucha muy lejos.

- ¿Y qué me cuenta de esa otra rana tan particularmente diminuta? 

- Parece que es una rana endémica de Zongo o, por lo menos, no está muy ampliamente distribuida. Pertenece a uno de los géneros más chicos en general, el Noblella, me parece que la rana más grande en este género mide 15 milímetros apenas. Pero ésta mide mucho menos aún. Hallamos apenas a tres individuos.

Imagine que estas ranas viven en musgos y bajo de hojarascas. Encontrar una ranita que mide entre 10 y 12 milímetros resulta muy difícil. No sabemos si puede crecer un poco más, pero las que encontramos son muy, muy chicas. Por eso, a alguien se le ocurrió la idea de llamarla Liliputiense. Es una de las ranas más chicas que hay en el mundo y quizás es la rana más chica que hay en Los Andes.

- Sé que hay una extendida mortandad de ranas y sapos en el mundo, debido a un incontrolable hongo. Ese par de descubrimientos le da un valor singular al valle de Zongo, ¿no es cierto?   

-Sí, correcto, por el hecho de que este hongo las ataca especialmente en bosques de montaña, en zonas relativamente frías, en alturas superiores a los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Incluso las ranas del lago Titicaca están siendo atacadas por ese hongo. Es súper patógeno, está causando que los renacuajos de las ranas no puedan respirar bien por su piel ni tampoco alimentarse.

Ya causó la extinción de grupos completos de varias especies. Hay reportes de Ecuador, Argentina, Colombia, Brasil y Perú. En Bolivia vimos declinaciones debidas al hongo, pero aún no estamos seguros si se ha extinguido alguna especie. De una especie muy emblemática, llamada Atelopus, justo este año se vieron individuos después de tres décadas.

- ¿Qué características tuvo la expedición?

- Para ser una expedición resultó relativamente larga porque en total estuvimos 23 días. Trabajamos en un lugar donde hay harta precipitación, frío y muchos mosquitos. Los resultados dan a pensar que podría descubrirse más especies nuevas por allá en nuevas investigaciones.

Participó un grupo muy grande tanto de científicos como de ayudantes científicos. Además, destaco que tuvimos mucho apoyo de los comunarios de Zongo. Más de 20 personas nos ayudaron llevando equipos, limpiando senderos, habilitando lugares. Es muy valioso el interés de la gente por saber qué tienen en sus montes. Estuve varias veces mostrándoles las especies descubiertas y notaba un interés nato por aprender.

Además, constituyó una fuente de ingresos importante para aquellos pobladores. Considérese a 20 personas trabajando por más de tres semanas como apoyo a la expedición. Es una buena experiencia que permite proyectar la posibilidad de apoyo a más investigaciones, al turismo científico y especializado. Son opciones mucho mejores que las que suele ofrecer en otras partes la agroindustria. 

- Que en Zongo haya hidroeléctricas pequeñas, esté cerca de la ciudad y sea rico en la preservación da la pauta de un adecuado desarrollo. ¿No es cierto?

- Es algo que se debe destacar, Zongo se halla dentro del municipio de La Paz que es uno de los sitios más poblados del país. Y, pese a ello, podemos encontrar especies nuevas para la ciencia. No sólo hallamos nuevos anfibios y reptiles, sino también nuevas orquídeas y otras plantas. También encontramos nuevas especies de mariposas.

Así que es impresionante que en la cercanía de la ciudad se pueda encontrar algo así. Y sí, estos tipos de hidroeléctricas desarrolladas sobre quebradas o sobre ríos de montaña resultan mucho más amigables con el medioambiente que las grandes hidroeléctricas. Por ejemplo, la hidroeléctrica del Chepete-Bala, que querían construir cerca de Rurrenabaque. Ésa hubiera inundado cerca de 300 mil hectáreas, lo que para nada es amigable con el medioambiente.

- Sin embargo, pareciera que Zongo es una excepción en relación al resto de Bolivia. ¿Cómo ve la serie de amenazas que hay hoy contra los parques nacionales y áreas protegidas?

- Hay que mantener la integridad de las áreas protegidas y, en lo posible, mantener la cobertura boscosa que tiene Bolivia. Estamos en un tiempo de cambio climático mundial donde nosotros, como país, a ese cambio no le podemos hacer prácticamente nada. Pero al cambio climático local sí podemos contrarrestar, justamente con prácticas amigables con el medioambiente. Por ejemplo, cuando uno va a Zongo, la gente tiene allá sus chacos pequeños.

No es lo mismo el chaco de una comunidad que una extensión de miles de hectáreas de una empresa agroindustrial que cultiva soya cerca de Santa Cruz. Tenemos que mantener la superficie boscosa para mantener la humedad en esas zonas y, por ende, mantener las lluvias. Nadie, ni siquiera los agropecuarios, podrá estar feliz cuando haya más sequías. Este año y el año pasado tuvimos sequías muy prologadas y la tendencia es a que aumentarán.

Tendremos sequías más fuertes y sequías más fuertes dan pie a incendios más grandes. Estos secan más el medioambiente y atraen más sequía para el próximo año. Es un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Todos esperamos siempre que las lluvias empiecen a llegar en octubre o noviembre, este año llegó mucho menos de lo esperado. ¿Qué pasaría si no llegan? Ahí no sólo tiene problemas la agricultura. Los efectos de la sequía ya se sienten en Cochabamba y La Paz, y no están siendo solucionados adecuadamente.

- Frente a reflexiones y denuncias como esa, empresarios y políticos suelen salir con justificaciones económicas. Dicen que no producir en gran escala afectará a la economía nacional. ¿Qué potencial económico tienen los bosques y su debida preservación?

- Tienen un potencial inmenso. Yo vivo en una zona chiquitana, acá la gente usa el bosque para todo. No se compra, por ejemplo, medicinas en farmacias. Ellos van al monte y traen su tecito, preparan su aceite, elaboran cremas. Eso nomás ya tiene un valor tremendo, se podría crear circuitos de exportación. Nadie dice que se debe frenar a cero la agroindustria, pero se debería realizarla de forma más sostenible, menos dañina y en el lugar adecuado.

Una cosa muy importante sería profundizar los planes de ordenamiento territorial o los Planes de Uso de Suelos (PLUS). Ahí, en Santa Cruz, se ve claramente el tipo de uso que debe tener cada suelo. Pero no se debe tocar las áreas protegidas y, en lo posible, mantener los bosques que tenemos. Tumbar más monte para exportar más carne a China para reactivar la economía es como darse un tiro en el pie.

Al chino le da igual si se arruina tu ecosistema. Se va a comprar carne de otras partes. Pero para nosotros es grave porque una vez arruinado el bosque, ni en 100 años se lo puede recuperar. Además, hay que ver los bajísimos impuestos que pagan los soyeros.             

- ¿Qué se puede perder, por ejemplo, con la desaparición de ranas o anfibios?

- Hay dos tipos de investigación: la básica, que arranca con la identificación de especies no conocidas. Más allá hay investigaciones sobre los componentes que tienen estas especies. Por ejemplo, muchas ranas, muchos anfibios, tienen sustancias tóxicas en su piel. Hoy las toxinas son usadas como remedios para diversos males. Una vez que extingas a una especie, al destruir el bosque, no sabrás si mataste a la gallina de los huevos de oro. Ello porque en esas toxinas puede haber remedios contra el cáncer, la malaria u otras enfermedades.

Se debe trabajar de manera más integral. Ni yo ni ningún conservacionista serio estamos pidiendo dejar la agricultura completamente. Lo que cuestionamos es que se busca producir miles y miles de toneladas de soya y carne para que la consuman en otro país, no aquí. Eso ya no tiene que ver con la seguridad alimenticia en Bolivia. La seguridad alimenticia tiene que ver con lo que se produce en el campo para la alimentación de la gente que vive en el campo y la ciudad.         

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