Las 5 controversias alrededor de la tilma sagrada de Juan Diego con la imagen de la Virgen de Guadalupe
Qué cuestionamientos existen sobre la veracidad del relato de la aparición de la Virgen de Guadalupe o de la existencia de Juan Diego y del ayate
Según la tradición que dicta la Iglesia católica, Juan Diego fue un indígena chichimeca que vivió en el México recién conquistado y atestiguó la aparición en cuatro ocasiones de la que hoy es la Virgen de Guadalupe en 1531. De estos acontecimientos, quedó grabada la imagen milagrosa de una virgen morena de rasgos mestizos en un ayate que se expone en la Basílica de Guadalupe.
La narración se conoce, gracias al relato náhuatl de 1556, Nican Mopohua, atribuido a Antonio Valeriano, un noble indígena, quien aseguró haber escuchado los testimonios de viva voz de propio Juan Diego.
Su nombre, en realidad fue Cuauhtlatoatzin, “el que habla como águila” o “el águila que habla”, mientras que Juan Diego fue el nombre que recibió de los españoles al ser bautizado a los 57 años, junto a su esposa y su tío.
Se piensa que Juan Diego quedó huérfano desde pequeño y por eso vivió bajo la tutela de su tío, tal y como lo exigían los usos y costumbres de la época. De acuerdo al Nican Motecpana, su esposa habría muerto dos años antes de las apariciones de la Virgen y de acuerdo a varios estudios, es muy posible que este matrimonio haya dejado descendencia.
Al enviudar, Juan Diego desarrolló el gusto por caminar a solas y fue llamado “El Peregrino” por sus vecinos. Iba y venía desde su casa hasta Tlatelolco para escuchar misa y asistir al catecismo.
Las controversias
I. La diosa Tonantzin
El templo de la Guadalupana y las apariciones, sucedieron al norte de la Ciudad de México, donde anterior a la conquista, se hallaba un adoratorio a Tonantzin, la “diosa madre”, a quienes los nativos seguían adorando según sus costumbres. Al respecto, Fray Bernardino de Sahagún, uno de los cronistas de la conquista escribió:
«Ahí en Tepeaca, donde ahora está la iglesia que usted mandó construir, hacían muchos sacrificios a honra de una diosa de nombre Tonantzin y venían de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas, de todas las comarcas de México, y traían muchas ofrendas. Venían hombres y mujeres, y mozos y mozas a estas fiestas, era grande el concurso de gente en estos días, y todos decían “vamos a la fiesta de Tonantzin”. Y ahora que está allí edificada la iglesia de Guadalupe, también la llaman Tonantzin… De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto. Que el vocablo venga de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua es cosa que se debía remediar porque el propio nombre de la madre de Dios y Señora Nuestra no es Tonantzin… Y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, de tan lejos como antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas…».
II. El origen
La Virgen de Guadalupe en realidad ya existía, es originaria de Extremadura, España, y es considerada patrona de la evangelización del nuevo mundo, ya que Cristóbal Colón recibió en el Monasterio de Guadalupe el decreto de los Reyes Católicos que le permitió emprender el viaje a la América actual.
Por su parte, Hernán Cortés, quien era un gran devoto de su imagen, llegó a América con un estandarte de aquella Virgen, ya desde entonces morena, que sostiene al niño Jesús sobre el brazo izquierdo y que tiene en su mano derecha un cetro de cristal. Bajo sus pies también había una media luna humillada, sin embargo, era un símbolo del Islam.
III. El ángel tricolor
A los pies de la Virgen, y debajo de esa media luna, hay un ángel que la sostiene con alas de color verde, blanco y rojo, sin embargo, en la fecha de la aparición México aún no existía y su bandera, utilizó los colores a partir de 1821.
IV. El testimonio
Fray Juan de Zumárraga, el Obispo de la Nueva España, nunca escribió nada al respecto de las apariciones, lo que resulta sumamente extraño dada la importancia que esto hubiera tenido, tanto para la Iglesia, como para su propia experiencia en el nuevo mundo.
Los frailes franciscanos fueron los únicos cronistas de la conquista y de los primeros años de la vida en la Nueva España, por lo que es casi increíble que el mismo clérigo no hubiera registrado el milagro que presenció de su puño y letra, y no fuera hasta 1649 que el relato aparecería en el libro Huei tlamahuizoltica omonexiti in ilhuícac tlatohcacihuapilli Santa María Totlazonantzin Guadalupe in nican huei altepenáhuac México itocayocan Tepeyácac (Por un gran milagro apareció la reina celestial, nuestra preciosa madre Santa María de Guadalupe, cerca del gran altépetl de México, ahí donde llaman Tepeyacac).
V. La supervivencia
En 1921, el cuadro que sostenía la tela con la imagen impresa fue víctima de un atentado cuando una bomba explotó destruyendo parte del altar, doblando el cristo que se encontraba a sus pies. Sin embargo, según las fuentes oficiales, la imagen no sufrió daño alguno.
Rita Valero, doctora en Antropología por la UNAM, asegura que en 1926, en el marco de la persecución religiosa que originó la Guerra Cristera, la imagen fue extraída de la Basílica de Guadalupe por órdenes del Abad, Feliciano Cortés, para ocultarla. En su lugar se dejó una réplica, realizada por el maestro Rafael Aguirre. El ayate salió de contrabando a través de un orificio en el muro que colindaba con el convento de las Sacramentarias, para ser llevado a una casa en el Centro de la Ciudad para su resguardo temporal.
¿Qué es un ayate?
Se le llama Códice Guadalupano al ayate formado de ichitli, a partir de fibras de maguey. Mide aproximadamente 1.95 metros de largo y 1.05 metros de ancho, y está unido por un hilo blanco. Se trata de una prenda que llevaban los indios macehuales para identificar la casta a la que pertenecían, la más baja, sólo por encima de los esclavos. Aunque algunos historiadores afirmaron que Juan Diego pertenecía a la nobleza, por lo que la Iglesia terminó por explicar que el indígena había decidido “renunciar a todo” para seguir la causa guadalupana.
Según el relato del Nican Mopohua, al comunicar el indio a la deidad, la negativa de los clérigos a seguir su deseo de construir un templo y la incredulidad que manifestaban frente a su relato; en su última aparición, la Virgen pidió a Juan Diego que subiera a lo más alto del cerro del Tepeyac para buscar unas rosas y llevárselas al Obispo como prueba. La historia, aprobada por el Vaticano, asegura que Juan Diego obedeció a pesar de saber que en aquellas tierras no podían crecer rosas por su suelo rocoso y ser temporada invernal, sin embargo, al llegar al punto indicado, encontró varias decenas de rosas blancas que cortó y recolectó en su ayate para ir donde el Obispo Fray Juan de Zumárraga quien presenció por primera vez la impresión de la imagen celestial en la tilma, cuando Juan Diego lo abrió para dejar caer las rosas.
La incorruptibilidad del Ayate Guadalupano
A pesar de todas las dudas que rodean, tanto al relato, como al manto, en un texto resguardado en el Archivo General de la Nación, titulado: Parecer que ejecutó el Dr. D. Juan de Melgarejo por mandato de su Santidad y orden del Proto Medicato sobre la incorrupción del Ayate de María Santísima de Guadalupe, por los años de 1666; se revelaron estudios solicitados por orden papal, asegura que la zona no pudo haber permitido la conservación del manto.
“Digan y declaren la calidad y temperamento del Sitio y territorio en que se fabricó la dicha Ermita y Iglesia, en orden a ser seco y húmedo y convenientemente a qué se debe atribuir la conservación de dicha Santa Imagen y circunstancias que cada testigo pareciere en razón de ello, digan y den razón. "
Según el estudio realizado por el Dr. Juan de Melgrado, la condición caliente y húmedo del sitio de la ermita, impide que se le pueda atribuir conservación alguna, por lo contrario, tales cualidades son favorecedoras de putrefacción.
“Sin embargo, esta no se presentaba en el ayate que se está estudiando, lo cual se prueba por el tacto y la vista que el propio médico había experimentado al haberlo inspeccionado. Expone que los atributos de los vestidos de la Virgen y sus facciones mantienen una viveza de colores y no reflejan el deterioro esperable por esa humedad y por la presencia de nitro en las aguas de la laguna.” Concluye esta parte con la pregunta: “¿Cómo esta materia está intacta?” A lo que responde: “Esto excede al discurso y remite a más alta y superior causa.”
Melgarejo expone que en la parte posterior de la imagen, los colores están embebidos e incorporados en el material y que hay colores verdes finísimos, los cuales no se descubren en las ropas ni en los vestidos de la Divina Señora. El doctor-médico constata que hay diferencias en la materia en sus partes anterior y posterior; la primera es suave y blanda, que parece seda, y la posterior, áspera, dura y consistente.
Muchos años después, en 1979, el doctor José Aste Tönsmann fue el primero en usar nuevos instrumentos como el escáner y la computadora para estudiar las córneas de la imagen impresa en la tilma, confirmando la existencia del fenómeno Purkinaje-Sanson (reflejo triplicado en el cristalino de los ojos, al momento de ver un objeto). Además, identificó 13 rostros humanos reflejados en las córneas que aún son objeto de estudios científicos.