Bolivia frente a sus tres grandes retos de 2021

Redacción, Los Tiempos 
¿El mundo saldrá de esta nueva especie de guerra en 2021 o enfrentará su continuidad? Las previsiones y evaluaciones abren un debate sostenido en medio de los efectos económicos políticos y sociales que la pandemia ha causado al planeta. En ese contexto, a lo bolivianos les aguardan tres marcados de
safíos que definirán la calidad de los tiempos que se avecinan: conjurar la crisis económica, enfrentar la pandemia con mayor fortaleza y consolidar una estabilidad política y social. Así lo revelan diversas consultas y opiniones recientes tanto de la población, de los analistas como de organizaciones gremiales. Lo señala, por ejemplo, un sondeo realizado por la fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung (FES) en Bolivia. 

Realizado entre fines de noviembre y principios de diciembre, estableció tres prioridades en las que coinciden 116 políticos, periodistas y analistas especializados.

"Considerando el contexto actual en el país, ¿qué le preocupa más? (puede seleccionar de una a tres opciones)" fue la consulta planteada mediante un cuestionario Delphi. Se plantearon siete opciones a los consultados: La crisis económica con aumento de la pobreza, el rebrote del coronavirus, el autoritarismo y la persecución política, hechos de violencia y enfrentamiento, las elecciones subnacionales 2021, "otro" y "ninguno".

“Al 86,2 por ciento le preocupa la crisis económica con aumento de la pobreza –dice el reporte–. Luego señala que el 65,5 por ciento prioriza al rebrote del coronavirus; el 43,1 por ciento, al autoritarismo y la persecución política; el 30,2 por ciento, los hechos de violencia y enfrentamiento; el 14,7 por ciento, las elecciones subnacionales 2021; el 1,7 por ciento eligió la opción ‘otro’ y nadie prefirió la alternativa ‘ninguno’”.

  • La principal preocupación

Sin duda, el inesperado terremoto económico global apenas va completando sus réplicas y el planeta empieza a organizarse para ver sus efectos. En el caso boliviano, algunos indicadores ya definen las dimensiones del colapso. Un informe del Banco Central de Bolivia y del Ministerio de Economía presentado el 7 de diciembre señalaba que el Producto Interno Bruto se contrajo en 2020 en -8,4 por ciento.

Se trata de una caída sin precedentes, al menos en el último medio siglo. Según registros del Banco Mundial, ni siquiera en tiempos de la crisis de la hiperinflación de la UDP, en los años 80, se produjo una caída tan pronunciada. Entre los años 83 y 84, el bajón osciló entre -4,1 y -3,9. Probablemente, lo propio podría decirse con indicadores como el déficit fiscal que se elevó al 12,3 por ciento del PIB y la baja de la inversión pública, en 66 por ciento. Hasta septiembre, según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, las exportaciones habían caído en un 29 por ciento de su valor y en un 5 por ciento de su volumen, en relación al 2019. 

Sin embargo, tras el shock que paralizó abruptamente la economía boliviana, a diferencia de la anterior gran crisis, el país cuenta con ciertos márgenes de estabilidad. Su estructura económica financiera resulta marcadamente distinta a la que existía en tiempos del colapso de los años 80. Hoy Bolivia cuenta, por ejemplo, con mercados de exportación de ciertos productos y reservas internacionales, que, aunque deprimidos, le dan bases para responder al desafío que surgió este inolvidable 2020. Ello, de ser debidamente aprovechado, permitiría evitar una catástrofe como aquella de los años 80. Así lo subraya más de un experto.        

Y entonces surge desafiante el considerado principal reto para los bolivianos y, en especial, para las autoridades de gobierno. “Una efectiva política económica tiene que basarse en un plan integral de lo que se va a hacer en los distintos sectores –ha alertado el economista Alberto Bonadona–. Debe determinarse cómo se van a recuperar aquellos sectores que se vieron afectados por la crisis y qué apoyo se les va a dar. Esto en términos de los dineros que debía liberar el Estado para impulsar la actividad productiva. Por otro lado, una política clara de créditos que supone etapas de pago de intereses y pago de capitales. Y también una visión clara sobre qué se va a hacer para enfrentar el problema del desempleo”.

Según Bonadona, el Estado deberá ser capaz de organizar un plan que aproveche las circunstancias que presenta el crédito internacional porque las economías han caído. Añade que los organismos internacionales se hallan ampliamente abiertos a otorgar facilidades de crédito. Pero deben estar respaldadas por una visión del futuro inmediato y posterior.

“Un plan de corto, mediano y largo plazo que permita al Gobierno, primero, gastar ampliamente y, segundo, recibir este apoyo del crédito internacional –afirmó–. Esa va a ser la base para impulsar la recuperación económica y para evitar una caída hacia lo que fue la UDP”.

“Dada la emergencia de salud, es menester apuntalar los esfuerzos por contener el costo humano de la crisis y sentar las bases para una recuperación económica –ha señalado por su parte la evaluación de Banco Mundial–. Los desafíos posteriores a la crisis, sin embargo, requieren que Bolivia consolide la estabilidad macroeconómica reduciendo sus déficits fiscales y externos, promueva el desarrollo de la inversión privada para diversificar la economía y generar empleos de calidad, y establecer mecanismos para proteger a los vulnerables y hacer más resilientes a las familias ante los choques”.

  • La sombra Covid-19

El segundo gran reto, la latente emergencia de salud, resurge en el umbral de 2021 impulsado por una danza de amenazas. Un temido segundo ataque de la epidemia se anuncia desde Europa donde varias potencias han reinstaurado o reforzado sus medidas sanitarias. Pero, además, se ha anunciado la mutación del coronavirus hacia una variante más contagiosa que apareció en Gran Bretaña. Paralelamente, el planeta no sale de una polémica sobre las diversas vacunas que se han desarrollado, en lo referido a su efectividad, sus riesgos y la capacidad global de distribución. Mientras tanto, en Bolivia, un creciente aumento de contagios genera una encrucijada: ¿con qué medidas se puede conjurar la pandemia sin afectar la ya tan golpeada estabilidad económica y social?

“Este 2020, la pandemia llegó a un país que tenía un sistema de salud fracasado y con episodios de colapso anteriores a la crisis del coronavirus –dice el salubrista Gabriel Mendoza–. ¿Qué, sino, significaban esas colas de pacientes en los hospitales públicos, o las incontables historias de virus intrahospitalarios en vetustos nosocomios? Lo propio en el caso de hospitales a medio acabar o sin funcionamiento. Nunca hubo capacidad de gestión, lo menos que ha habido en cuanto al sistema de salud es planificación. ¿Se imagina qué pasó con la llegada de la pandemia y qué puede pasar en el futuro?”.

Mendoza, como varios de sus colegas dentro de esta especialidad, señala que la crisis desnudó los diversos niveles de fractura e insuficiencia del sistema. Recuerda cómo en varios casos dentro del sistema privado se llegó a lucrar “con angurria y sin un ápice de humanidad” con las víctimas de la pandemia. Paralelamente, en las cajas de salud y el sistema público se tuvo que apelar al voluntarismo y la improvisación, en medio de sucesivos colapsos de atención. Todo en medio de un país paralizado por la cuarentena.

“Pese a todo, este escenario les da a las nuevas autoridades la oportunidad de hacer importantes cambios para mejorar las cosas –añade el experto–. Con lo que pasó, la población se halla sensibilizada y demanda cambios. Hay también un renovado respaldo internacional en esta área. Y, como sucede desde hace años, hay recursos humanos que podrían ser los artífices de una gran reorganización del sistema, pero que se los ha dejado al margen por prioridades políticas. De lo contrario, el rebrote o cualquier gran emergencia a futuro, cobrará su buena factura a la población y a los políticos”.

  • Responsables de los retos

Y el tercer reto, en las prioridades de los bolivianos, tiene que ver precisamente con los políticos. La demandada estabilidad política transita entre el inicio de gestión de un gobierno nacional recién posicionado y la proximidad de elecciones de gobiernos regionales del 7 de marzo. En medio de múltiples disputas internas en prácticamente todos los frentes, la beligerancia principal que marca al país pareciera haber ingresado en una tensa tregua. No se olvida que el Movimiento Al Socialismo retornó al poder tras aquel tiempo en el que dio señales de marcadas tendencias autoritarias frente a una encendida resistencia.      

“Creo que hay una oportunidad en las próximas elecciones regionales. Ahí la gente tendrá la oportunidad de establecer contrapesos –señaló el analista Carlos Valverde, en una reciente entrevista para OH! –. Se podrá decir: ‘Ellos tienen el poder nacional, pero nosotros podemos tener el local’. Hay que trabajarlo y tenerlo. Un vez que se lo tenga será mucho más complicado para el Gobierno hacer lo que le dé la gana. Las cosas se pueden equilibrar un poco”.       

Escenarios y retos planteados. Mientras tanto, en las fiestas de fin de año más reprimidas de las que se tenga memoria, la población juega a la cábala esperanzadora del cambio de año. Sin duda, mucho de lo que vaya a lograrse dependerá de las decisiones que tomen las aún nuevas principales autoridades del país para quienes queda también cifrado el beneficio de la duda y la memoria de sus primeros mensajes.  

"Trabajaremos incansablemente sirviendo al pueblo boliviano, venceremos a la pandemia, triunfaremos sobre la crisis como ya lo hicimos en años anteriores porque somos un pueblo luchador, perseverante y valiente que mira sin miedo y con optimismo y con la fuerza de saber que somos capaces de conseguir", manifestó el presidente Luis Arce en su primer mensaje al país como presidente de Bolivia. 

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