Positividad tóxica: por qué el discurso de la buena onda constante hace mal a la salud
Tratar de estar feliz todo el tiempo es costoso para la mente y para el cuerpo, ya que negar los sentimientos es una fuente importante de estrés
Infobae
“Tienes que concentrarte en la belleza que hay en tu vida. No malgastes esta vida preciosa en lágrimas”, una profesora de yoga le dijo a Tracey Anne Duncan, que acababa de terminar una relación de 10 años y estaba durmiendo en el sofá de una amiga. “Muévete hacia la luz”, agregó. Duncan pensó en decirle un par de cosas, pero además tenía gripe y se sentía muy mal. Lo interesante del caso es que ella misma es, también, profesora de yoga, y en numerosas ocasiones había hecho discursos semejantes. Pero para ella la buena onda, la vereda del sol, el vaso medio lleno y demás expresiones del optimismo siempre habían tenido un límite: la realidad.
Todo lo demás es “positividad tóxica, y no está bien”, escribió en Mic. “Comentarios como esos me hacen sentir confundida y culpable cuando lloro mis pérdidas. No poder hablar con la gente sobre cosas tristes hace que todo se sienta peor”.
Para entender por qué consultó a Aimee Daramus, una psicóloga de Chicago, quien le explicó: “No te puedes sentir cerca de alguien si no puedes compartir con ellos las emociones negativas. Nunca te vas a sentir amada realmente por otro si no puedes estar también triste o asustada o enojada en su compañía. Es parte del modo en que nos vinculamos”.
Eso tiene una base en la neurociencia: “Cuando podemos compartir sentimientos auténticos, las neuronas especulares, que son las células que nos permiten amar y sentir empatía, comienzan a expresarse, y nos sentimos seguros”, agregó Damarus. Eso causa una liberación de oxitocina, una hormona que favorece sentimientos de confianza e intimidad. Está presente en el orgasmo y también durante el parto, explicó Duncan. Cuando sentimos un torrente de sentimientos de felicidad y amor, se debe, en parte, a los efectos de la oxitocina. Y además de sentirse en el cerebro, la hormona se percibe en el cuerpo: produce una relajación física.
“Compartir la tristeza, entonces, es una conducta social saludable de los seres humanos. Y llorar es una de las formas en que lo hacemos”, completó. “La mayoría de las veces llorar es un hábito social, una manera de crear ese lazo interpersonal. El llanto emocional es una conducta humana única cuyo fin es suscitar la compasión y la ayuda de los demás. Es improbable que superemos los momentos difíciles sin compartirlos con otra gente”.
La terapeuta Laura Lee Townsend, de California, sumó: “Cuando compartimos con otros nuestras tristezas, nuestros miedos y nuestras frustraciones, esa interacción crea sentimientos de conexión. Y ese sentimiento de conexión, de ser escuchado y ser comprendido, reduce los sentimientos negativos”. Reconocer y observar las emociones negativas, paradójicamente, ayuda a enfrentarlas y dejarlas atrás.
“Como profesora de yoga siempre les digo a mis estudiantes que tienen que conectarse con sus sentimientos cuando son reales, en el presente", explicó Duncan su enfoque. “Mi lógica es que si mostrar tu tristeza te permite crear lazos sanadores con otros, no mostrarlos debe tener efectos negativos”.
Townsend se los detalló: “Andar fingiendo que no tenemos emociones negativas puede crear toda clase de problemas psicológicos y físicos. Ese estado de negación causa estrés a la mente y al cuerpo. Los sentimientos negativos que se esconden pueden causar dolores de estómago, de cabeza, fatiga crónica, angustia y depresión, y aumentar el riesgo de abusar del alcohol o las drogas".
Los estudios de yoga, reconoció Duncan, están llenos de ejemplares de la tribu "sólo buena onda, por favor”, pero en ningún lugar de los sutras, los textos básicos dela disciplina, dice “piense solamente en positivo”, subrayó. “Lo que dice es no se quede pegado a sus sentimientos, sean positivos o negativos”.
Infobae
“Tienes que concentrarte en la belleza que hay en tu vida. No malgastes esta vida preciosa en lágrimas”, una profesora de yoga le dijo a Tracey Anne Duncan, que acababa de terminar una relación de 10 años y estaba durmiendo en el sofá de una amiga. “Muévete hacia la luz”, agregó. Duncan pensó en decirle un par de cosas, pero además tenía gripe y se sentía muy mal. Lo interesante del caso es que ella misma es, también, profesora de yoga, y en numerosas ocasiones había hecho discursos semejantes. Pero para ella la buena onda, la vereda del sol, el vaso medio lleno y demás expresiones del optimismo siempre habían tenido un límite: la realidad.
Todo lo demás es “positividad tóxica, y no está bien”, escribió en Mic. “Comentarios como esos me hacen sentir confundida y culpable cuando lloro mis pérdidas. No poder hablar con la gente sobre cosas tristes hace que todo se sienta peor”.
Para entender por qué consultó a Aimee Daramus, una psicóloga de Chicago, quien le explicó: “No te puedes sentir cerca de alguien si no puedes compartir con ellos las emociones negativas. Nunca te vas a sentir amada realmente por otro si no puedes estar también triste o asustada o enojada en su compañía. Es parte del modo en que nos vinculamos”.
Eso tiene una base en la neurociencia: “Cuando podemos compartir sentimientos auténticos, las neuronas especulares, que son las células que nos permiten amar y sentir empatía, comienzan a expresarse, y nos sentimos seguros”, agregó Damarus. Eso causa una liberación de oxitocina, una hormona que favorece sentimientos de confianza e intimidad. Está presente en el orgasmo y también durante el parto, explicó Duncan. Cuando sentimos un torrente de sentimientos de felicidad y amor, se debe, en parte, a los efectos de la oxitocina. Y además de sentirse en el cerebro, la hormona se percibe en el cuerpo: produce una relajación física.
“Compartir la tristeza, entonces, es una conducta social saludable de los seres humanos. Y llorar es una de las formas en que lo hacemos”, completó. “La mayoría de las veces llorar es un hábito social, una manera de crear ese lazo interpersonal. El llanto emocional es una conducta humana única cuyo fin es suscitar la compasión y la ayuda de los demás. Es improbable que superemos los momentos difíciles sin compartirlos con otra gente”.
La terapeuta Laura Lee Townsend, de California, sumó: “Cuando compartimos con otros nuestras tristezas, nuestros miedos y nuestras frustraciones, esa interacción crea sentimientos de conexión. Y ese sentimiento de conexión, de ser escuchado y ser comprendido, reduce los sentimientos negativos”. Reconocer y observar las emociones negativas, paradójicamente, ayuda a enfrentarlas y dejarlas atrás.
“Como profesora de yoga siempre les digo a mis estudiantes que tienen que conectarse con sus sentimientos cuando son reales, en el presente", explicó Duncan su enfoque. “Mi lógica es que si mostrar tu tristeza te permite crear lazos sanadores con otros, no mostrarlos debe tener efectos negativos”.
Townsend se los detalló: “Andar fingiendo que no tenemos emociones negativas puede crear toda clase de problemas psicológicos y físicos. Ese estado de negación causa estrés a la mente y al cuerpo. Los sentimientos negativos que se esconden pueden causar dolores de estómago, de cabeza, fatiga crónica, angustia y depresión, y aumentar el riesgo de abusar del alcohol o las drogas".
Los estudios de yoga, reconoció Duncan, están llenos de ejemplares de la tribu "sólo buena onda, por favor”, pero en ningún lugar de los sutras, los textos básicos dela disciplina, dice “piense solamente en positivo”, subrayó. “Lo que dice es no se quede pegado a sus sentimientos, sean positivos o negativos”.