Por qué Boris Johnson obtuvo una histórica victoria y qué significa para el futuro del Brexit
En una campaña dominada por la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el primer ministro conservador arrasó con su promesa de concretar un divorcio negociado, ante un Partido Laborista incapaz de formular una propuesta alternativa. Sin embargo, no será un proceso corto
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Get Brexit done. Toda la campaña electoral de Boris Johnson se puede resumir en esas tres palabras, traducibles como “Haz el Brexit”. No fue solo una consigna. Fue esencialmente lo único que dijo, casi como un mantra.
El Reino Unido está paralizado desde hace tres años y medio, cuando una ajustada mayoría eligió salir de la Unión Europea (UE) en un referéndum. Un Parlamento sin mayorías y un liderazgo político débil —primero con David Cameron, que convocó la consulta popular y renunció, y luego con Theresa May— fue una combinación letal, que le impidió al país llevar a la práctica esa decisión soberana y hacer cualquier otra cosa.
El estancamiento explica que el Partido Conservador haya hecho en mayo la peor elección de su historia en los comicios del Parlamento europeo, con apenas 8,8% de los votos, y que una fuerza política creada para la ocasión —el Partido del Brexit, de Nigel Farage— haya sido el más votado, con 30,5 por ciento. Es lo que hizo caer a May y lo que permitió la llegada de Johnson a Downing Street 10, el 24 de julio.
En sus cinco meses como primer ministro, perdió casi todas las votaciones que propuso en el Parlamento y sufrió la humillación de que el Tribunal Supremo declarara ilegal su controversial decisión de cerrar al Legislativo. Pero tuvo un éxito: mostrarse en todo momento ante el público como el único líder decidido a resolver el entuerto del Brexit. De hecho, alcanzó en octubre un acuerdo de divorcio con la UE que parecía tener el consenso de los euroescépticos más rabiosos, algo que parecía imposible. Fue el rechazo de la Cámara de los Comunes a votar su iniciativa lo que gatilló una nueva prórroga de la fecha límite para concretar la salida —pasó del 31 de octubre al 31 de enero— y el llamado a elecciones anticipadas.
Para Johnson fue la campaña más sencilla de la historia. Solo tuvo que insistir en que era el único que podía materializar el resultado del referéndum de 2016, un planteo que logró hacer creíble. No necesitó dar entrevistas ni hablar de otros temas.
Claro que su rival le simplificó el trabajo. Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, tomó la insólita decisión de hacer campaña prescindiendo del Brexit. Radicalizó la plataforma del partido y propuso un ambicioso plan de reformas económicas para que los ricos paguen más impuestos y el Estado aumente decididamente el gasto social. Pero respecto de la UE se limitó a decir que propondría un nuevo referéndum, sin manifestar una preferencia por un resultado u otro.
El Partido Conservador obtuvo este jueves el 43,6% de los votos en todo el país, superando por más de 11 puntos al Partido Laborista, que sacó 32,2%. Apenas subió un punto en relación a lo que había conseguido el partido en 2017, bajo el liderazgo de May. Pero en un país con sistema uninominal, en el que los 650 miembros de la Cámara de los Comunes se deciden en comicios simultáneos realizados en 650 distritos, lo que importa es la diferencia con el segundo, que en 2017 había sido de solo dos puntos.
Por eso, los tories ganaron ahora 47 escaños más que en las elecciones pasadas y consiguieron una amplia mayoría de 364, que son 38 más de los necesarios para gobernar por sí solos. El laborismo se quedó con ocho puntos menos que en 2017 y perdió 59 bancas, un derrumbe catastrófico, por el que Corbyn ya avisó que dejará el liderazgo del partido.
Con la mayoría más holgada para el Partido Conservador desde los comicios de 1987 —los últimos con Margaret Thatcher como jefa— Boris Johnson tiene las manos libres para avanzar con el Brexit. No hay dudas de que el acuerdo que selló con la UE será aprobado en el Parlamento, pero todavía quedará un largo camino por recorrer. El pacto es el primer paso para concretar la salida británica de Europa, pero abre un nuevo proceso de negociación, en el que las dos partes tendrán que resolver cómo será definitivamente su vínculo político y comercial, algo que puede demandar al menos un año más.
Razones de un triunfo histórico
“La campaña conservadora fue muy efectiva en los primeros días. Toda su estrategia se basó en ganar el apoyo de los votantes que están a favor del Brexit. La mayoría de estas personas votaron por los conservadores en 2017, y una pequeña minoría apoyó al Partido Laborista, al Partido del Brexit o a UKIP. Sin embargo, en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, la mayoría apoyó al Partido del Brexit. Los tories tenían que recuperar a sus votantes pro Brexit y atraer a tantos de ese pequeño grupo de electores pro Brexit del Partido Laborista como les fuera posible. Han sido muy eficaces en esto”, dijo a Infobae Stuart Fox, profesor de política e historia británica de la Universidad Brunel.
Hay un sector importante de la población británica, que coincide con las personas de mayor edad y menor nivel educativo, que mira con mucha desconfianza a la globalización y a la UE, porque siente que sus condiciones de vida eran mejores antes, cuando no existían o no estaban tan avanzadas. Desde hace años, Johnson le habla específicamente a ese grupo. Por eso, alentó el Brexit en 2016 y, tras asumir el gobierno, se comprometió a conseguir la salida de Europa como fuera necesario.
Cuando se disecciona el voto de acuerdo con la edad, se aprecia cuán hondo penetró el discurso antieuropeo entre las personas más grandes. Entre los jóvenes de 18 a 34 años, Corbyn arrasaba con un 53% de intención de voto ante un magro 25% de Johnson, según el promedio de encuestas realizado por The Economist antes de los comicios. En cambio, entre las personas de 45 a 54 años, el premier pasaba a la delantera con 44%, ante 33% de su principal rival. Entre los mayores de 65, los conservadores llegaban al 66%, frente a apenas 16% del laborismo. El dato es muy relevante desde el punto de vista electoral porque la tasa de participación crece con la edad: los adultos mayores tienden a ir a votar en mayor número que los jóvenes, más proclives a la abstención.
“La campaña conservadora fue discreta y expuso poco a Johnson, pero fue efectiva. La del Partido Laborista, no tanto. Ha fracasado claramente debido a la reticencia de la opinión pública hacia Corbyn. El Partido Laborista no consiguió centrar suficientemente la atención en sus propuestas, y los votantes no estuvieron necesariamente convencidos de lo que prometía. En este punto, parece más un fracaso suyo que una clara victoria del gobierno”, dijo a Infobae Ben Seyd, profesor de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Kent.
Corbyn nunca se sintió cómodo hablando del Brexit y evitó siempre asumir una posición definida. En parte porque no la tiene y en parte porque creía que los votantes laboristas estaban divididos, aunque los sondeos mostraban que la amplia mayoría era europeísta.
“Los laboristas han intentado desviar el debate del Brexit hacia otras cuestiones de política interior, principalmente el Servicio Nacional de Salud y el riesgo, según ellos, de que un gobierno conservador lo privatice —dijo Fox—. Pero se han visto desafiados por el hecho de que la mayoría de los votantes considera que el Brexit era el tema más importante de las elecciones, y su intención de apelar a ambos bandos no ha sido popular. También se vieron perjudicados por el hecho de que la dirección del partido sobreestima constantemente el tamaño de su base de apoyo favorable al Brexit, que fue alrededor de una cuarta parte del voto laborista en 2017”.
La apuesta de Corbyn era quedarse con el núcleo histórico del laborismo, la clase obrera y los sectores más vulnerables y dependientes del apoyo estatal, como los pensionados. Con eso en mente presentó uno de los programas de gobierno más radicales de las últimas décadas, que proponía subir los impuestos a los ricos y aumentar el gasto público —a niveles que muchos economistas dudan que sean sustentables—.
Pero el pobre resultado de las elecciones muestra que no convenció ni siquiera a los votantes laboristas con ese abordaje. En contrapartida, con su discurso nacionalista y conservador, Johnson logró sacarle el dominio sobre los trabajadores de cuello azul. Cuando May estaba el frente de los tories, el Laborismo se imponía en ese segmento por 31 a 19 por ciento en las encuestas. Los números previos a los comicios mostraban a los conservadores al frente por 46 a 36 por ciento, y terminaron ganando en muchos distritos que se consideraban bastiones laboristas.
“Cuando Johnson tomó el relevo de May, pasamos de tener un primer ministro ambivalente o anti Brexit a uno pro Brexit. Dado que el referéndum de 2016 obligó a tomar una posición binaria, Boris ahora deja más claro para qué están los conservadores. Esto diluyó el apoyo al Partido del Brexit, ya que los conservadores han tomado este espacio. Pero además de recoger el apoyo de los conservadores, también sumó el de votantes tradicionales de la clase obrera laborista del norte de Inglaterra, que votaron a favor del Brexit y que ven que quizás Boris es capaz de conseguirlo. Su atractivo es que tiende a parecerse a un personaje como Homero Simpson, algo que está bastante orquestado”, explicó Mark Peter Shephard, profesor de política de la Universidad de Strathclyde, consultado por Infobae.
¿Se despeja el camino del Brexit?
El nuevo gobierno de Johnson tendrá que apurarse para avanzar con un Brexit negociado antes de la fecha límite, que es el 31 de enero. Se espera que asuma formalmente el martes 17 de diciembre y que la reina Isabel II inaugure el flamante Parlamento el jueves 19. Al día siguiente o, a más tardar el lunes 23, la Cámara de los Comunes tendría que votar el proyecto de divorcio acordado entre Johnson y la UE en octubre. Entonces comenzaría el tratamiento de leyes complementarias.
Luego el acuerdo deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo, que tiene dos sesiones plenarias en enero, una el 13 y otra los días 29 y 30. Hay razones para creer que los plazos se cumplirán, pero no se pueden descartar contratiempos.
“Una mayoría conservadora conducirá casi con toda seguridad a un acuerdo con la UE por el Brexit. Esto podría ser un problema para la integridad territorial del Reino Unido, con Escocia exigiendo un referéndum de independencia. Pero a corto plazo, al menos, la economía podría recuperarse y Johnson debería ser capaz de llegar a un acuerdo. Esto no significa que el Brexit se resuelva. Ese será un asunto de un año. Los partidos de la oposición serán completamente ignorados y el gobierno conservador tendrá la libertad y la plena responsabilidad de concretarlo”, sostuvo Despina Alexiadou, profesora de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Strathclyde, en diálogo con Infobae.
El pacto sellado con los líderes europeos evita que el 31 de enero estallen las relaciones económicas y políticas entre el Reino Unido y la UE, que están profundamente entrelazadas. También evita que se impongan controles fronterizos entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, al precio de dejar a la última con un estatus diferente al de las otras naciones constitutivas del Reino Unido. Johnson logró que los unionistas norirlandeses acepten esa condición como un mal necesario, ya que Dublín no estaba dispuesto a convalidar un acuerdo que supusiera una frontera dura en la isla, por temor a que resurja el conflicto armado que la atravesó durante décadas.
Pero está lejos de ser un acuerdo definitivo. Londres y Bruselas tendrán que sentarse nuevamente a negociar para decidir cómo será su vínculo comercial y político en el futuro. El plazo de las conservaciones sería de al menos 12 meses, pero podría extenderse. Su desenlace es totalmente incierto.
“Es probable que el Acuerdo de Retirada de Johnson negociado con la UE sea aprobado por la Cámara de los Comunes muy rápidamente. Esto conducirá a un año de frenéticas negociaciones comerciales para determinar la futura relación entre el Reino Unido y la UE, con un gran escepticismo de que las puedan concluir realmente en el plazo de un año. Dado que Johnson ha dicho que no ampliará el período de transición más allá de 2020, muchos creen que la perspectiva de que el Reino Unido abandone la UE sin un acuerdo de ningún tipo reaparecerá una vez más a medida que se acerque la fecha límite”, afirmó Fox.
Efectivamente, el riesgo de un Brexit sin acuerdo todavía está latente. No en enero de 2020, pero tal vez sí a fin de año. No obstante, la holgada mayoría le da a Johnson mucho margen de negociación. Si en octubre, con un número mucho más apretado, logró llegar a un entendimiento aceptable tanto para la UE como para el ala dura de su partido, más tarde o más temprano tendría que poder alcanzar un acuerdo final.
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Get Brexit done. Toda la campaña electoral de Boris Johnson se puede resumir en esas tres palabras, traducibles como “Haz el Brexit”. No fue solo una consigna. Fue esencialmente lo único que dijo, casi como un mantra.
El Reino Unido está paralizado desde hace tres años y medio, cuando una ajustada mayoría eligió salir de la Unión Europea (UE) en un referéndum. Un Parlamento sin mayorías y un liderazgo político débil —primero con David Cameron, que convocó la consulta popular y renunció, y luego con Theresa May— fue una combinación letal, que le impidió al país llevar a la práctica esa decisión soberana y hacer cualquier otra cosa.
El estancamiento explica que el Partido Conservador haya hecho en mayo la peor elección de su historia en los comicios del Parlamento europeo, con apenas 8,8% de los votos, y que una fuerza política creada para la ocasión —el Partido del Brexit, de Nigel Farage— haya sido el más votado, con 30,5 por ciento. Es lo que hizo caer a May y lo que permitió la llegada de Johnson a Downing Street 10, el 24 de julio.
En sus cinco meses como primer ministro, perdió casi todas las votaciones que propuso en el Parlamento y sufrió la humillación de que el Tribunal Supremo declarara ilegal su controversial decisión de cerrar al Legislativo. Pero tuvo un éxito: mostrarse en todo momento ante el público como el único líder decidido a resolver el entuerto del Brexit. De hecho, alcanzó en octubre un acuerdo de divorcio con la UE que parecía tener el consenso de los euroescépticos más rabiosos, algo que parecía imposible. Fue el rechazo de la Cámara de los Comunes a votar su iniciativa lo que gatilló una nueva prórroga de la fecha límite para concretar la salida —pasó del 31 de octubre al 31 de enero— y el llamado a elecciones anticipadas.
Para Johnson fue la campaña más sencilla de la historia. Solo tuvo que insistir en que era el único que podía materializar el resultado del referéndum de 2016, un planteo que logró hacer creíble. No necesitó dar entrevistas ni hablar de otros temas.
Claro que su rival le simplificó el trabajo. Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, tomó la insólita decisión de hacer campaña prescindiendo del Brexit. Radicalizó la plataforma del partido y propuso un ambicioso plan de reformas económicas para que los ricos paguen más impuestos y el Estado aumente decididamente el gasto social. Pero respecto de la UE se limitó a decir que propondría un nuevo referéndum, sin manifestar una preferencia por un resultado u otro.
El Partido Conservador obtuvo este jueves el 43,6% de los votos en todo el país, superando por más de 11 puntos al Partido Laborista, que sacó 32,2%. Apenas subió un punto en relación a lo que había conseguido el partido en 2017, bajo el liderazgo de May. Pero en un país con sistema uninominal, en el que los 650 miembros de la Cámara de los Comunes se deciden en comicios simultáneos realizados en 650 distritos, lo que importa es la diferencia con el segundo, que en 2017 había sido de solo dos puntos.
Por eso, los tories ganaron ahora 47 escaños más que en las elecciones pasadas y consiguieron una amplia mayoría de 364, que son 38 más de los necesarios para gobernar por sí solos. El laborismo se quedó con ocho puntos menos que en 2017 y perdió 59 bancas, un derrumbe catastrófico, por el que Corbyn ya avisó que dejará el liderazgo del partido.
Con la mayoría más holgada para el Partido Conservador desde los comicios de 1987 —los últimos con Margaret Thatcher como jefa— Boris Johnson tiene las manos libres para avanzar con el Brexit. No hay dudas de que el acuerdo que selló con la UE será aprobado en el Parlamento, pero todavía quedará un largo camino por recorrer. El pacto es el primer paso para concretar la salida británica de Europa, pero abre un nuevo proceso de negociación, en el que las dos partes tendrán que resolver cómo será definitivamente su vínculo político y comercial, algo que puede demandar al menos un año más.
Razones de un triunfo histórico
“La campaña conservadora fue muy efectiva en los primeros días. Toda su estrategia se basó en ganar el apoyo de los votantes que están a favor del Brexit. La mayoría de estas personas votaron por los conservadores en 2017, y una pequeña minoría apoyó al Partido Laborista, al Partido del Brexit o a UKIP. Sin embargo, en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, la mayoría apoyó al Partido del Brexit. Los tories tenían que recuperar a sus votantes pro Brexit y atraer a tantos de ese pequeño grupo de electores pro Brexit del Partido Laborista como les fuera posible. Han sido muy eficaces en esto”, dijo a Infobae Stuart Fox, profesor de política e historia británica de la Universidad Brunel.
Hay un sector importante de la población británica, que coincide con las personas de mayor edad y menor nivel educativo, que mira con mucha desconfianza a la globalización y a la UE, porque siente que sus condiciones de vida eran mejores antes, cuando no existían o no estaban tan avanzadas. Desde hace años, Johnson le habla específicamente a ese grupo. Por eso, alentó el Brexit en 2016 y, tras asumir el gobierno, se comprometió a conseguir la salida de Europa como fuera necesario.
Cuando se disecciona el voto de acuerdo con la edad, se aprecia cuán hondo penetró el discurso antieuropeo entre las personas más grandes. Entre los jóvenes de 18 a 34 años, Corbyn arrasaba con un 53% de intención de voto ante un magro 25% de Johnson, según el promedio de encuestas realizado por The Economist antes de los comicios. En cambio, entre las personas de 45 a 54 años, el premier pasaba a la delantera con 44%, ante 33% de su principal rival. Entre los mayores de 65, los conservadores llegaban al 66%, frente a apenas 16% del laborismo. El dato es muy relevante desde el punto de vista electoral porque la tasa de participación crece con la edad: los adultos mayores tienden a ir a votar en mayor número que los jóvenes, más proclives a la abstención.
“La campaña conservadora fue discreta y expuso poco a Johnson, pero fue efectiva. La del Partido Laborista, no tanto. Ha fracasado claramente debido a la reticencia de la opinión pública hacia Corbyn. El Partido Laborista no consiguió centrar suficientemente la atención en sus propuestas, y los votantes no estuvieron necesariamente convencidos de lo que prometía. En este punto, parece más un fracaso suyo que una clara victoria del gobierno”, dijo a Infobae Ben Seyd, profesor de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Kent.
Corbyn nunca se sintió cómodo hablando del Brexit y evitó siempre asumir una posición definida. En parte porque no la tiene y en parte porque creía que los votantes laboristas estaban divididos, aunque los sondeos mostraban que la amplia mayoría era europeísta.
“Los laboristas han intentado desviar el debate del Brexit hacia otras cuestiones de política interior, principalmente el Servicio Nacional de Salud y el riesgo, según ellos, de que un gobierno conservador lo privatice —dijo Fox—. Pero se han visto desafiados por el hecho de que la mayoría de los votantes considera que el Brexit era el tema más importante de las elecciones, y su intención de apelar a ambos bandos no ha sido popular. También se vieron perjudicados por el hecho de que la dirección del partido sobreestima constantemente el tamaño de su base de apoyo favorable al Brexit, que fue alrededor de una cuarta parte del voto laborista en 2017”.
La apuesta de Corbyn era quedarse con el núcleo histórico del laborismo, la clase obrera y los sectores más vulnerables y dependientes del apoyo estatal, como los pensionados. Con eso en mente presentó uno de los programas de gobierno más radicales de las últimas décadas, que proponía subir los impuestos a los ricos y aumentar el gasto público —a niveles que muchos economistas dudan que sean sustentables—.
Pero el pobre resultado de las elecciones muestra que no convenció ni siquiera a los votantes laboristas con ese abordaje. En contrapartida, con su discurso nacionalista y conservador, Johnson logró sacarle el dominio sobre los trabajadores de cuello azul. Cuando May estaba el frente de los tories, el Laborismo se imponía en ese segmento por 31 a 19 por ciento en las encuestas. Los números previos a los comicios mostraban a los conservadores al frente por 46 a 36 por ciento, y terminaron ganando en muchos distritos que se consideraban bastiones laboristas.
“Cuando Johnson tomó el relevo de May, pasamos de tener un primer ministro ambivalente o anti Brexit a uno pro Brexit. Dado que el referéndum de 2016 obligó a tomar una posición binaria, Boris ahora deja más claro para qué están los conservadores. Esto diluyó el apoyo al Partido del Brexit, ya que los conservadores han tomado este espacio. Pero además de recoger el apoyo de los conservadores, también sumó el de votantes tradicionales de la clase obrera laborista del norte de Inglaterra, que votaron a favor del Brexit y que ven que quizás Boris es capaz de conseguirlo. Su atractivo es que tiende a parecerse a un personaje como Homero Simpson, algo que está bastante orquestado”, explicó Mark Peter Shephard, profesor de política de la Universidad de Strathclyde, consultado por Infobae.
¿Se despeja el camino del Brexit?
El nuevo gobierno de Johnson tendrá que apurarse para avanzar con un Brexit negociado antes de la fecha límite, que es el 31 de enero. Se espera que asuma formalmente el martes 17 de diciembre y que la reina Isabel II inaugure el flamante Parlamento el jueves 19. Al día siguiente o, a más tardar el lunes 23, la Cámara de los Comunes tendría que votar el proyecto de divorcio acordado entre Johnson y la UE en octubre. Entonces comenzaría el tratamiento de leyes complementarias.
Luego el acuerdo deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo, que tiene dos sesiones plenarias en enero, una el 13 y otra los días 29 y 30. Hay razones para creer que los plazos se cumplirán, pero no se pueden descartar contratiempos.
“Una mayoría conservadora conducirá casi con toda seguridad a un acuerdo con la UE por el Brexit. Esto podría ser un problema para la integridad territorial del Reino Unido, con Escocia exigiendo un referéndum de independencia. Pero a corto plazo, al menos, la economía podría recuperarse y Johnson debería ser capaz de llegar a un acuerdo. Esto no significa que el Brexit se resuelva. Ese será un asunto de un año. Los partidos de la oposición serán completamente ignorados y el gobierno conservador tendrá la libertad y la plena responsabilidad de concretarlo”, sostuvo Despina Alexiadou, profesora de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Strathclyde, en diálogo con Infobae.
El pacto sellado con los líderes europeos evita que el 31 de enero estallen las relaciones económicas y políticas entre el Reino Unido y la UE, que están profundamente entrelazadas. También evita que se impongan controles fronterizos entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, al precio de dejar a la última con un estatus diferente al de las otras naciones constitutivas del Reino Unido. Johnson logró que los unionistas norirlandeses acepten esa condición como un mal necesario, ya que Dublín no estaba dispuesto a convalidar un acuerdo que supusiera una frontera dura en la isla, por temor a que resurja el conflicto armado que la atravesó durante décadas.
Pero está lejos de ser un acuerdo definitivo. Londres y Bruselas tendrán que sentarse nuevamente a negociar para decidir cómo será su vínculo comercial y político en el futuro. El plazo de las conservaciones sería de al menos 12 meses, pero podría extenderse. Su desenlace es totalmente incierto.
“Es probable que el Acuerdo de Retirada de Johnson negociado con la UE sea aprobado por la Cámara de los Comunes muy rápidamente. Esto conducirá a un año de frenéticas negociaciones comerciales para determinar la futura relación entre el Reino Unido y la UE, con un gran escepticismo de que las puedan concluir realmente en el plazo de un año. Dado que Johnson ha dicho que no ampliará el período de transición más allá de 2020, muchos creen que la perspectiva de que el Reino Unido abandone la UE sin un acuerdo de ningún tipo reaparecerá una vez más a medida que se acerque la fecha límite”, afirmó Fox.
Efectivamente, el riesgo de un Brexit sin acuerdo todavía está latente. No en enero de 2020, pero tal vez sí a fin de año. No obstante, la holgada mayoría le da a Johnson mucho margen de negociación. Si en octubre, con un número mucho más apretado, logró llegar a un entendimiento aceptable tanto para la UE como para el ala dura de su partido, más tarde o más temprano tendría que poder alcanzar un acuerdo final.