África: Por qué crece tanto la población y cómo cambiar la tendencia
Alex Eze y Garumma Tolu Feyissa
Infobae
Las tasas de crecimiento demográfico siguen planteando problemas persistentes para los esfuerzos de desarrollo en África. Se espera que la población se duplique aproximadamente para el año 2050. Esto añadirá 1.200 millones de personas a los 1.300 millones que viven actualmente en este continente.
Lo que está impulsando el crecimiento de la población, y lo que se puede hacer para frenar la tendencia, es uno de los temas que se han abordado en la 8ª Conferencia Africana de Población, recientemente celebrada en Uganda.
Uno de los asuntos centrales del debate ha sido el papel de los estímulos conductuales –intervenciones diseñadas para cambiar el comportamiento de las personas– y los incentivos para lograr la transición demográfica en África.
Sobre la mesa estaba la siguiente pregunta: ¿Pueden, y deben, utilizarse incentivos y estímulos para efectuar cambios en los patrones de fecundidad? Se consideraron, entre otras, las siguientes cuestiones: las implicaciones éticas de incentivar el comportamiento; si los estímulos encaminados a ello funcionan, y bajo qué condiciones; qué incentivos específicos se recomiendan y a quiénes deben dirigirse y por qué.
La mejor manera de responder a estas cuestiones es considerando los factores clave que impulsan el crecimiento demográfico en África. El principal es la alta fecundidad fomentada por múltiples factores, entre ellos el número deseado de miembros en la familia, los bajos niveles de uso de anticonceptivos modernos y los altos niveles de procreación en la adolescencia.
Los factores principales
La mujer en África tiene actualmente alrededor de 4,7 hijos de media. Esto varía significativamente desde 2,5 hijos en África meridional a entre 5,5 y 5,8 en África central y occidental. El promedio en otras partes del mundo es de 2,2 o incluso menos, y el promedio mundial es de 2,5 hijos por mujer.
Una de las razones por las que las mujeres en África todavía tienen tantos hijos es por la edad en la que se convierten en madres por primera vez, que es más de 4 años antes que el promedio mundial, a los 26. Además, las tasas de natalidad entre las adolescentes son muy altas. En África central y occidental, por ejemplo, son casi tres veces superiores al promedio mundial.
El impacto que tiene la maternidad temprana en el rápido crecimiento de la población es habitualmente ignorado, lo que es un error, porque sus efectos sobre la fertilidad son directos ya que un inicio temprano en la maternidad aumenta los años de exposición al embarazo.
También tiene efectos indirectos. En primer lugar, las mujeres que comienzan a procrear pronto pueden ver mermada su capacidad para decidir o negociar sobre su rol reproductivo. También pueden perder oportunidades de desarrollo personal, como la educación formal, porque esta compite directamente con la maternidad.
En segundo lugar, el inicio temprano en la maternidad conduce a diferencias intergeneracionales más cortas, lo que se define como la diferencia de edad entre madres e hijas y que agrava las tasas de crecimiento de la población.
Retrasar el inicio del matrimonio y la maternidad –en la mayoría de los países africanos van unidos– podría reducir considerablemente la tasa de crecimiento de la población. Esto podría ocurrir incluso sin necesidad de cambiar los comportamientos relacionados con la fertilidad.
Otro factor relevante gira en torno a la planificación familiar.
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres del continente tiene una necesidad de planificación familiar no resuelta. Son las mujeres sexualmente activas que desean interrumpir –o retrasar la maternidad al menos un par de años– pero que no utilizan ningún método anticonceptivo moderno. El apoyo a estas mujeres para que logren controlar su fecundidad podría reducir significativamente el crecimiento de la población.
También hay pruebas de que la mitad de las diferencias en la fertilidad entre los países del África subsahariana y las demás regiones se deben a diferencias en los programas de planificación familiar y a los entornos sociales. Los cambios en el entorno social pueden facilitar que los anticonceptivos sean más accesibles y reducir así el aumento de la población.
Los entornos sociales pueden modificarse organizando comunitariamente la prestación de apoyo a la planificación familiar, así como la dispensación de anticonceptivos. La disponibilidad de centros de planificación familiar puede estimular el uso de estos servicios incluso entre las mujeres desfavorecidas, pobres, analfabetas y rurales.
Abordar estas diferencias puede ayudar a conocer las necesidades de las mujeres en África y a reducir considerablemente el incremento de la población.
Los debates sobre los incentivos en otros países
A nivel mundial, los esfuerzos para apoyar los cambios en el comportamiento reproductivo han hecho hincapié en el valor de la decisión individual. Sin embargo, en algunos casos se ha intentado llevar a cabo cambios en los comportamientos relacionados con la fecundidad mediante el uso de diferentes incentivos y desincentivos.
En un extremo están las medidas coercitivas. Por ejemplo, la política de hijo único en China o la esterilización involuntaria de mujeres pobres en la India. Pero, la mayoría de los intentos de (des)incentivar los comportamientos de fertilidad son más sutiles. Suelen incluir elementos disuasorios de tipo económico o incentivos para promover la planificación familiar o pagar para incrementar la aceptación y aplicación de la planificación familiar. En países como Kenia, Malawi y Zambia se han ensayado programas de transferencias monetarias.
El uso de incentivos financieros y otros estímulos para lograr cambios no está exento de disensiones. La ética, por ejemplo, es un tema importante y sigue siendo objeto de debate.
Las medidas por parte de las autoridades competentes deben tener en cuenta el hecho de que generalmente las altas tasas de fecundidad se deben a creencias e interpretaciones religiosas y culturales muy arraigadas.
Otra reflexión de tipo ético tiene que ver con la economía. Los incentivos pueden afectar de manera diferente a las decisiones de una familia pobre y de otra rica. Por lo tanto, es importante no imponer comportamientos que planteen situaciones complicadas para las mujeres, como ocurrió en la India.
Los gobiernos también se enfrentan a dilemas éticos cuando han de optar entre garantizar la protección de los derechos de las personas –y los hijos que desean tener– o, por el contrario, proteger el bienestar de la comunidad, lo que implica unos objetivos de desarrollo que requieren tasas de crecimiento demográfico más lentas.
Es necesario que los responsables legislativos de África apliquen medidas eficaces, prácticas y sólidas éticamente. Y se debe buscar información contextual antes de implementar programas basados en incentivos, que son potencialmente muy controvertidos.
Por Alex Eze, Profesor de Salud Global de Dornsife, Universidad de Drexel, y Garumma Tolu Feyissa, Investigador de la Escuela de Salud Pública de Dornsife, Universidad de Drexel
Infobae
Las tasas de crecimiento demográfico siguen planteando problemas persistentes para los esfuerzos de desarrollo en África. Se espera que la población se duplique aproximadamente para el año 2050. Esto añadirá 1.200 millones de personas a los 1.300 millones que viven actualmente en este continente.
Lo que está impulsando el crecimiento de la población, y lo que se puede hacer para frenar la tendencia, es uno de los temas que se han abordado en la 8ª Conferencia Africana de Población, recientemente celebrada en Uganda.
Uno de los asuntos centrales del debate ha sido el papel de los estímulos conductuales –intervenciones diseñadas para cambiar el comportamiento de las personas– y los incentivos para lograr la transición demográfica en África.
Sobre la mesa estaba la siguiente pregunta: ¿Pueden, y deben, utilizarse incentivos y estímulos para efectuar cambios en los patrones de fecundidad? Se consideraron, entre otras, las siguientes cuestiones: las implicaciones éticas de incentivar el comportamiento; si los estímulos encaminados a ello funcionan, y bajo qué condiciones; qué incentivos específicos se recomiendan y a quiénes deben dirigirse y por qué.
La mejor manera de responder a estas cuestiones es considerando los factores clave que impulsan el crecimiento demográfico en África. El principal es la alta fecundidad fomentada por múltiples factores, entre ellos el número deseado de miembros en la familia, los bajos niveles de uso de anticonceptivos modernos y los altos niveles de procreación en la adolescencia.
Los factores principales
La mujer en África tiene actualmente alrededor de 4,7 hijos de media. Esto varía significativamente desde 2,5 hijos en África meridional a entre 5,5 y 5,8 en África central y occidental. El promedio en otras partes del mundo es de 2,2 o incluso menos, y el promedio mundial es de 2,5 hijos por mujer.
Una de las razones por las que las mujeres en África todavía tienen tantos hijos es por la edad en la que se convierten en madres por primera vez, que es más de 4 años antes que el promedio mundial, a los 26. Además, las tasas de natalidad entre las adolescentes son muy altas. En África central y occidental, por ejemplo, son casi tres veces superiores al promedio mundial.
El impacto que tiene la maternidad temprana en el rápido crecimiento de la población es habitualmente ignorado, lo que es un error, porque sus efectos sobre la fertilidad son directos ya que un inicio temprano en la maternidad aumenta los años de exposición al embarazo.
También tiene efectos indirectos. En primer lugar, las mujeres que comienzan a procrear pronto pueden ver mermada su capacidad para decidir o negociar sobre su rol reproductivo. También pueden perder oportunidades de desarrollo personal, como la educación formal, porque esta compite directamente con la maternidad.
En segundo lugar, el inicio temprano en la maternidad conduce a diferencias intergeneracionales más cortas, lo que se define como la diferencia de edad entre madres e hijas y que agrava las tasas de crecimiento de la población.
Retrasar el inicio del matrimonio y la maternidad –en la mayoría de los países africanos van unidos– podría reducir considerablemente la tasa de crecimiento de la población. Esto podría ocurrir incluso sin necesidad de cambiar los comportamientos relacionados con la fertilidad.
Otro factor relevante gira en torno a la planificación familiar.
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres del continente tiene una necesidad de planificación familiar no resuelta. Son las mujeres sexualmente activas que desean interrumpir –o retrasar la maternidad al menos un par de años– pero que no utilizan ningún método anticonceptivo moderno. El apoyo a estas mujeres para que logren controlar su fecundidad podría reducir significativamente el crecimiento de la población.
También hay pruebas de que la mitad de las diferencias en la fertilidad entre los países del África subsahariana y las demás regiones se deben a diferencias en los programas de planificación familiar y a los entornos sociales. Los cambios en el entorno social pueden facilitar que los anticonceptivos sean más accesibles y reducir así el aumento de la población.
Los entornos sociales pueden modificarse organizando comunitariamente la prestación de apoyo a la planificación familiar, así como la dispensación de anticonceptivos. La disponibilidad de centros de planificación familiar puede estimular el uso de estos servicios incluso entre las mujeres desfavorecidas, pobres, analfabetas y rurales.
Abordar estas diferencias puede ayudar a conocer las necesidades de las mujeres en África y a reducir considerablemente el incremento de la población.
Los debates sobre los incentivos en otros países
A nivel mundial, los esfuerzos para apoyar los cambios en el comportamiento reproductivo han hecho hincapié en el valor de la decisión individual. Sin embargo, en algunos casos se ha intentado llevar a cabo cambios en los comportamientos relacionados con la fecundidad mediante el uso de diferentes incentivos y desincentivos.
En un extremo están las medidas coercitivas. Por ejemplo, la política de hijo único en China o la esterilización involuntaria de mujeres pobres en la India. Pero, la mayoría de los intentos de (des)incentivar los comportamientos de fertilidad son más sutiles. Suelen incluir elementos disuasorios de tipo económico o incentivos para promover la planificación familiar o pagar para incrementar la aceptación y aplicación de la planificación familiar. En países como Kenia, Malawi y Zambia se han ensayado programas de transferencias monetarias.
El uso de incentivos financieros y otros estímulos para lograr cambios no está exento de disensiones. La ética, por ejemplo, es un tema importante y sigue siendo objeto de debate.
Las medidas por parte de las autoridades competentes deben tener en cuenta el hecho de que generalmente las altas tasas de fecundidad se deben a creencias e interpretaciones religiosas y culturales muy arraigadas.
Otra reflexión de tipo ético tiene que ver con la economía. Los incentivos pueden afectar de manera diferente a las decisiones de una familia pobre y de otra rica. Por lo tanto, es importante no imponer comportamientos que planteen situaciones complicadas para las mujeres, como ocurrió en la India.
Los gobiernos también se enfrentan a dilemas éticos cuando han de optar entre garantizar la protección de los derechos de las personas –y los hijos que desean tener– o, por el contrario, proteger el bienestar de la comunidad, lo que implica unos objetivos de desarrollo que requieren tasas de crecimiento demográfico más lentas.
Es necesario que los responsables legislativos de África apliquen medidas eficaces, prácticas y sólidas éticamente. Y se debe buscar información contextual antes de implementar programas basados en incentivos, que son potencialmente muy controvertidos.
Por Alex Eze, Profesor de Salud Global de Dornsife, Universidad de Drexel, y Garumma Tolu Feyissa, Investigador de la Escuela de Salud Pública de Dornsife, Universidad de Drexel