La generación “ossi” busca su identidad en Alemania unificada

Muchos tuvieron que adaptarse a un sistema nuevo y hacerse independientes. Un tercio de la gente del este cree que la vida no ha mejorado desde 1990.

EFE / Berlín
Los jóvenes de la antigua Alemania oriental que vinieron al mundo con la caída del muro de Berlín no se reconocen en la etiqueta “ossi”, como se denomina peyorativamente a los ciudadanos del este del país, pero están marcados por los relatos –o los silencios– de sus padres.


30 años después, la percepción que tiene esta generación sobre el régimen comunista de la antigua República Democrática Alemana (RDA) y sobre la transición a la democracia y posterior reunificación de Alemania está determinada por las vivencias de sus progenitores y por su primera infancia. “Nuestra generación ha vivido cómo sus padres perdían sus trabajos y tenían que reorientarse”, reflexiona la psicóloga y periodista Melanie Stein, impulsora del proyecto “Nosotros Somos el Este”, que busca combatir el estereotipo del alemán oriental ultraderechista y victimista.

El auge de movimientos xenófobos y del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en los estados federados orientales ha impulsado en los medios la imagen del “ossi” pueblerino, racista e inculto, que vive de las ayudas sociales y se queja del abandono del Estado.

Sin embargo, Stein traza un retrato muy distinto de ellos.

“Somos niños que tuvimos que hacernos independientes muy pronto, porque los padres estaban teniendo que adaptarse a un sistema totalmente nuevo. Podemos llamarlo competencia de transformación”, dijo Stein en un debate con corresponsales extranjeros con otros miembros de su generación, en Berlín.

Ella rechaza, no obstante, que su procedencia la haya definido como persona. “Sólo me ha afectado cuando los medios han empezado a hablar del este” lamenta, pronunciándose vehementemente en contra de la visión de los orientales como una “masa indiferenciada”. “Todos somos distintos, algunos sienten nostalgia de la RDA, a otros les parecía mal todo”, señala.

Una visión diametralmente opuesta a la de Alexander Finger, nacido en el oeste en 1991, gracias a que su padre –un opositor encarcelado por su actividad política– pudo cruzar la frontera después de que la República Federal Alemana pagara un rescate a cambio de su libertad.

“En el este sigue habiendo un gran consenso de que la reunificación no fue un éxito. El régimen intentó crear un individuo conformista, un ciudadano socialista prototípico, que todavía sigue vivo”, asegura este joven, intérprete de profesión.

Un tercio de los alemanes de los estados de nueva incorporación consideran en 2019 que la vida en el este no ha mejorado con respecto a 1990, de acuerdo con el Informe sobre el Estado de la Unificación Alemana, encargado cada año por el Gobierno.

“Existe un mito compartido, como víctimas: 40 años de dictadura y 30 años de sentimiento de devaluación les dan una identidad común”, destaca Finger.


A pesar de haber nacido en el oeste y de que la postura opositora de sus padres fuera allí “socialmente aceptable”, en su infancia tuvo que cargar con el sambenito de “ossi” y experimentó “el racismo cotidiano contra los orientales”.

Ahora, rechaza identificarse como oriental u occidental, pero reconoce que él mismo alberga prejuicios inconscientes: “No quiero hacerlo, pero en función de mi experiencia clasifico a la gente según vengan del este o del oeste” admite.

Su percepción está marcada por los horrores narrados por su padre. Aún no se ha atrevido a abrir el acta compilada por los servicios secretos de la RDA (la temida Stasi) sobre su progenitor, pero cuando leyó el fichero de su abuela –vigilada por su negativa a actuar como informante– se le puso “la piel de gallina”. Para otros niños de la “Wende”, como se conoce el proceso de transición que llevo a la reunificación, lo que define su experiencia es el silencio.

“Mis padres no querían hablar sobre su postura con respecto al socialismo ni sobre por qué ingresaron en el partido” (comunista de la RDA, cuyo nombre oficial era Partido Socialista Unificado, SED), dice el periodista Johannes Nichelmann, nacido en Berlín oriental en 1989. “Si te sientas a la mesa y notas que hay ciertos temas que no se tocan, y sale algo sobre la caída del muro (de Berlín) por la tele y notas los ánimos crispados, aprendes que sobre eso no se puede hablar”.


En su libro Nachwendekinder recopila las vivencias de coetáneos marcados por la nostalgia de sus progenitores, quienes idealizaron la vida en el este y preferían callar en lugar de explicar a sus hijos sus propias contradicciones. Se calcula que los servicios secretos de la RDA contaban con 91.000 funcionarios.

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