La guerra Estados Unidos-China, gasolina para los incendios en el Amazonas
Beijing comenzó a comprar enormes cantidades de soja a Brasil y eso aumentó la catástrofe ambiental
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
No es apenas la sequía. Es la soja. Son las vacas. Son Trump y Xi Jinping y su guerra comercial. Todo eso está detrás de los incendios de la Amazonía. China dejó de comprar granos y carnes a su principal proveedor, Estados Unidos, y fue a buscarlo al segundo proveedor, Brasil.
Para poder satisfacer la insaciable demanda china, los productores brasileños necesitan más tierras. El presidente Jair Bolsonaro los viene alentando a aumentar la producción desde que asumió en Brasilia. Y los que despejan tierras para la producción utilizan la vieja técnica de cortar árboles e incendiar lo que queda del bosque tropical para ganar terreno para los cultivos y el pastoreo. El resto, es imprevisibilidad humana. El fuego se extiende de tal manera que produce una catástrofe global.
Tras los altos aranceles impuestos por Donald Trump a China, las exportaciones de soja estadounidense al país asiático cayeron un 50% mientras que las de Brasil aumentaron casi un 30% en unos pocos meses. Ya hace años que la producción de ese poroto verde está relacionada con la deforestación a gran escala en la selva amazónica y la sabana del Cerrado, los dos biomas más grandes y de mayor importancia ecológica de Brasil y del mundo. De acuerdo a una investigación de la revista científica Nature, si continúa la demanda de este cultivo al ritmo que alcanzó en los últimos meses, podría causar la pérdida de hasta 13 millones de hectáreas de bosque, una superficie equivalente a la de Grecia. Según datos de la ONG brasileña Imazon, la deforestación en el país aumentó considerablemente entre febrero y abril de 2018 en comparación con el año anterior, coincidiendo con la primera amenaza de Donald Trump de imponer aranceles a China en enero.
Las actividades agrícolas representan alrededor de 6,5% de la superficie deforestada en los últimos meses y aumenta exponencialmente cada día. Brasil alcanzó un nivel récord de exportaciones de granos en 2018, con 83,3 millones de toneladas, un 22,2% más que en 2017, según el Ministerio de Economía de Brasil. Y no es sólo China, Europa también es cliente de la soja brasileña, que se utiliza principalmente para el engorde de animales. Greenpeace denunció en junio una "adicción" europea a estas exportaciones de soja de América del Sur, utilizadas en particular para granjas industriales avícolas y porcinas.
El otro factor, es la producción de carne bovina, que también tiene una gran demanda china y del resto del mundo. Se produce en las zonas aledañas a las de las plantaciones y demanda cada vez más tierras de pastoreo. Para conseguirlas, los criadores van ganando terreno a la selva. Brasil es el mayor exportador mundial de carne de res. Sus exportaciones alcanzaron un récord de 1,64 millones de toneladas en 2018. Los principales mercados son China, seguido de Egipto y la Unión Europea. Detrás de este primer lugar, hay veinte años de crecimiento espectacular. Entre 1997 y 2016, el país aumentó sus exportaciones de carne vacuna en 10 veces, tanto en peso como en valor. "La ganadería extensiva es el principal factor de deforestación en la Amazonía. Un poco más del 65% de la tierra deforestada en la Amazonía ahora es ocupada por tierra de pastoreo", explicó el investigador de Greenpeace, Rómulo Batista, a la revista especializada Mongabay.
Obviamente, las grandes multinacionales de la exportación de granos son las más beneficiadas. "Si la guerra comercial continúa, deberíamos repetir el record del año pasado. Brasil debería exportar más, un volumen mayor de lo esperado y proyectado", dijo a Bloomberg, Murilo Parada, presidente ejecutivo de Dreyfus Brasil. Según Reuters, Dreyfus aumentó sus exportaciones de soja desde Brasil un 28% en 2018, más que cualquier otro intermediario. Lo mismo sucedió con todas las empresas del sector y el direccionamiento de los embarques siempre es el mismo. Desde el año 2000, las importaciones chinas de soja se dispararon. Hubo aumentos del 200% en Argentina, el 700% en Estados Unidos y el 2.000% en Brasil para satisfacer la demanda del país asiático.
Gran parte de esta soja exportada se utiliza para alimentar la industria del cerdo en china, la más grande del mundo y que posiblemente crecerá aún más con el aumento de la ingesta de carne en ese país. "El consumo de soja creció de una manera extraordinaria, como no había ocurrido antes con ningún otro cultivo", explicó el especialista Richard Fuchs en Nature. "Pero se está desarrollando en un sistema muy frágil afectado por el cambio climático, y todo esto puede cambiar de la noche a la mañana. Es posible que no se pueda mantener este nivel de producción y eso hará que más productores quieran usar más tierras para los cultivos, y así volvería a iniciarse el ciclo. El resultado sería una catástrofe para el Planeta".
Y son las grandes compañías globales, las más depredadoras. Dos empresas brasileñas, cuyo principal socio es un importante donante de la campaña presidencial de Donald Trump, así como la del líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, tienen gran parte de responsabilidad en la continua destrucción de la selva amazónica, de acuerdo a una investigación del sitio The Intercept. Hidrovias do Brasil y Pátria Investimentos (que posee más del 50% de Hidrovias), ambas, propiedad de la poderosa compañía de inversión estadounidense Blackstone, cuyo cofundador y CEO es Stephen Schwarzman, un aliado cercano de Trump que donó a su causa millones de dólares en los últimos años, "contribuyeron en forma sustancial con la carnicería que son estos incendios que ahora tienen la atención mundial".
Estas empresas "arrebataron el control" de varias parcelas de tierra en la selva amazónica, las deforestaron y ayudaron a construir una polémica carretera hacia su nueva terminal de embarque en el puerto de Miritituba, en el estado brasileño de Pará, con el fin de facilitar el cultivo y la exportación de granos y soja, denunció The Intercept.
La terminal está dirigida por Hidrovias do Brasil y permite a los productores cargar soja en barcazas, que la transportan hasta un puerto más grande para, desde allí, enviarla a todo el globo. Y para tener un mejor acceso a la zona, la empresa anunció que está mejorando y pavimentando la ruta BR-163, que cruza el estado de Mato Grosso hacia el norte, sigue después del Amazonas y llega a la frontera con Venezuela. Un proyecto denominado Calha Norte, que está incluido en el plan de desarrollo de la Amazonía que promociona el gobierno de Jair Bolsonaro, y que los militares brasileños presentaron por primera vez en 1985, dentro del clima de Guerra Fría y lucha contra el comunismo.
En mayo, se anunció que Hidrovias se asociaría en la privatización y la pavimentación de cientos de kilómetros de la ruta BR-163. "El desarrollo de la carretera en sí causa deforestación, pero lo más importante es que ayuda a hacer posible una transformación más amplia de la Amazonía convirtiendo selva en tierras de cultivo", explica la revista. La ruta ya tiene un marcado efecto sobre la deforestación. "Desde 2006 se viene registrando una disminución de la deforestación en amplias regiones de la Amazonía, pero al mismo tiempo hay un aumento sustancial en los bordes de la ruta 163", informaba el Financial Times en un artículo de septiembre de 2017. La pavimentación de la ruta tuvo muchas interrupciones debido a las protestas de los indígenas y protectores del medio ambiente, pero Hidrovías acaba de anunciar que está realizando una fuerte inversión para duplicar su capacidad de envío de granos a 13 millones de toneladas a través de la 163.
Hidrovías y todas las otras grandes empresas de agronegocios tienen aliados fundamentales en los llamados "grileiros", los "acaparadores de tierra", que hacen el trabajo sucio. Son los que toman las tierras, talan los árboles con motosierras y luego queman el resto de selva amazónica para despejar los campos y venderlos a las empresas. Para esto operan enormes y poderosas mafias en las que están involucradas desde políticos estatales hasta líderes indígenas que traicionan a sus pueblos.
En julio de 2006, y gracias a las presiones internacionales, las grandes exportadoras de granos acordaron lo que se llamó una "Moratoria de la Soya Amazónica", por la que acordaron voluntariamente no comprar soja producida en las áreas protegidas de la Amazonía.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) informó de una inmediata reducción de casi el 80% en la deforestación en esa zona a partir de ese año y hasta 2015. Pero no se trataba de una mejora sustancial, simplemente los productores buscaron otras tierras. Se mudaron al Cerrado, una sabana con parte boscosa y rica en biodiversidad que cubre más del 20 por ciento del territorio brasileño. Hoy, más de la mitad de la soja brasileña se planta en el Cerrado y un informe reciente de Global Canopy mostró una conexión directa entre los municipios de la sabana con los niveles más altos de deforestación, una producción de soja significativa y los incendios. Los autores del artículo de Nature señalan que "las intervenciones políticas, legales y del sistema comercial que han evitado la expansión de la producción en el Amazonas se están debilitando" gracias a los planes del presidente Bolsonaro para reducir las salvaguardas ambientales, aumentar el apoyo a la agroindustria y desarrollar la Amazonía.
Y los analistas de la bolsa de granos de Chicago creen que, aunque se alcanzara un acuerdo comercial entre China y Estados Unidos en las próximas semanas o meses, esos cambios en la distribución de exportaciones suelen ser difíciles de revertir, sobre todo si China encuentra un suministro estable de soja en Brasil que le permita evitar la volatilidad comercial que impuesta por la Administración Trump. Un estudio de la Universidad de Purdue, utilizando diferentes modelos económicos, indica que de mantenerse la demanda actual la producción de soja en Brasil y Argentina seguirá aumentando a un ritmo de entre el 6% y el 15% por año.
El ecosistema del Planeta es cada vez más frágil. Y no hay factor económico, social y político que deje de afectarlo. La guerra comercial chino-estadounidense está haciendo mucho daño a la economía global y eso se traduce en un duro golpe al medio ambiente. La Amazonía es apenas una víctima más de esta confrontación por el dominio comercial de la segunda parte del Siglo XXI.
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
No es apenas la sequía. Es la soja. Son las vacas. Son Trump y Xi Jinping y su guerra comercial. Todo eso está detrás de los incendios de la Amazonía. China dejó de comprar granos y carnes a su principal proveedor, Estados Unidos, y fue a buscarlo al segundo proveedor, Brasil.
Para poder satisfacer la insaciable demanda china, los productores brasileños necesitan más tierras. El presidente Jair Bolsonaro los viene alentando a aumentar la producción desde que asumió en Brasilia. Y los que despejan tierras para la producción utilizan la vieja técnica de cortar árboles e incendiar lo que queda del bosque tropical para ganar terreno para los cultivos y el pastoreo. El resto, es imprevisibilidad humana. El fuego se extiende de tal manera que produce una catástrofe global.
Tras los altos aranceles impuestos por Donald Trump a China, las exportaciones de soja estadounidense al país asiático cayeron un 50% mientras que las de Brasil aumentaron casi un 30% en unos pocos meses. Ya hace años que la producción de ese poroto verde está relacionada con la deforestación a gran escala en la selva amazónica y la sabana del Cerrado, los dos biomas más grandes y de mayor importancia ecológica de Brasil y del mundo. De acuerdo a una investigación de la revista científica Nature, si continúa la demanda de este cultivo al ritmo que alcanzó en los últimos meses, podría causar la pérdida de hasta 13 millones de hectáreas de bosque, una superficie equivalente a la de Grecia. Según datos de la ONG brasileña Imazon, la deforestación en el país aumentó considerablemente entre febrero y abril de 2018 en comparación con el año anterior, coincidiendo con la primera amenaza de Donald Trump de imponer aranceles a China en enero.
Las actividades agrícolas representan alrededor de 6,5% de la superficie deforestada en los últimos meses y aumenta exponencialmente cada día. Brasil alcanzó un nivel récord de exportaciones de granos en 2018, con 83,3 millones de toneladas, un 22,2% más que en 2017, según el Ministerio de Economía de Brasil. Y no es sólo China, Europa también es cliente de la soja brasileña, que se utiliza principalmente para el engorde de animales. Greenpeace denunció en junio una "adicción" europea a estas exportaciones de soja de América del Sur, utilizadas en particular para granjas industriales avícolas y porcinas.
El otro factor, es la producción de carne bovina, que también tiene una gran demanda china y del resto del mundo. Se produce en las zonas aledañas a las de las plantaciones y demanda cada vez más tierras de pastoreo. Para conseguirlas, los criadores van ganando terreno a la selva. Brasil es el mayor exportador mundial de carne de res. Sus exportaciones alcanzaron un récord de 1,64 millones de toneladas en 2018. Los principales mercados son China, seguido de Egipto y la Unión Europea. Detrás de este primer lugar, hay veinte años de crecimiento espectacular. Entre 1997 y 2016, el país aumentó sus exportaciones de carne vacuna en 10 veces, tanto en peso como en valor. "La ganadería extensiva es el principal factor de deforestación en la Amazonía. Un poco más del 65% de la tierra deforestada en la Amazonía ahora es ocupada por tierra de pastoreo", explicó el investigador de Greenpeace, Rómulo Batista, a la revista especializada Mongabay.
Obviamente, las grandes multinacionales de la exportación de granos son las más beneficiadas. "Si la guerra comercial continúa, deberíamos repetir el record del año pasado. Brasil debería exportar más, un volumen mayor de lo esperado y proyectado", dijo a Bloomberg, Murilo Parada, presidente ejecutivo de Dreyfus Brasil. Según Reuters, Dreyfus aumentó sus exportaciones de soja desde Brasil un 28% en 2018, más que cualquier otro intermediario. Lo mismo sucedió con todas las empresas del sector y el direccionamiento de los embarques siempre es el mismo. Desde el año 2000, las importaciones chinas de soja se dispararon. Hubo aumentos del 200% en Argentina, el 700% en Estados Unidos y el 2.000% en Brasil para satisfacer la demanda del país asiático.
Gran parte de esta soja exportada se utiliza para alimentar la industria del cerdo en china, la más grande del mundo y que posiblemente crecerá aún más con el aumento de la ingesta de carne en ese país. "El consumo de soja creció de una manera extraordinaria, como no había ocurrido antes con ningún otro cultivo", explicó el especialista Richard Fuchs en Nature. "Pero se está desarrollando en un sistema muy frágil afectado por el cambio climático, y todo esto puede cambiar de la noche a la mañana. Es posible que no se pueda mantener este nivel de producción y eso hará que más productores quieran usar más tierras para los cultivos, y así volvería a iniciarse el ciclo. El resultado sería una catástrofe para el Planeta".
Y son las grandes compañías globales, las más depredadoras. Dos empresas brasileñas, cuyo principal socio es un importante donante de la campaña presidencial de Donald Trump, así como la del líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, tienen gran parte de responsabilidad en la continua destrucción de la selva amazónica, de acuerdo a una investigación del sitio The Intercept. Hidrovias do Brasil y Pátria Investimentos (que posee más del 50% de Hidrovias), ambas, propiedad de la poderosa compañía de inversión estadounidense Blackstone, cuyo cofundador y CEO es Stephen Schwarzman, un aliado cercano de Trump que donó a su causa millones de dólares en los últimos años, "contribuyeron en forma sustancial con la carnicería que son estos incendios que ahora tienen la atención mundial".
Estas empresas "arrebataron el control" de varias parcelas de tierra en la selva amazónica, las deforestaron y ayudaron a construir una polémica carretera hacia su nueva terminal de embarque en el puerto de Miritituba, en el estado brasileño de Pará, con el fin de facilitar el cultivo y la exportación de granos y soja, denunció The Intercept.
La terminal está dirigida por Hidrovias do Brasil y permite a los productores cargar soja en barcazas, que la transportan hasta un puerto más grande para, desde allí, enviarla a todo el globo. Y para tener un mejor acceso a la zona, la empresa anunció que está mejorando y pavimentando la ruta BR-163, que cruza el estado de Mato Grosso hacia el norte, sigue después del Amazonas y llega a la frontera con Venezuela. Un proyecto denominado Calha Norte, que está incluido en el plan de desarrollo de la Amazonía que promociona el gobierno de Jair Bolsonaro, y que los militares brasileños presentaron por primera vez en 1985, dentro del clima de Guerra Fría y lucha contra el comunismo.
En mayo, se anunció que Hidrovias se asociaría en la privatización y la pavimentación de cientos de kilómetros de la ruta BR-163. "El desarrollo de la carretera en sí causa deforestación, pero lo más importante es que ayuda a hacer posible una transformación más amplia de la Amazonía convirtiendo selva en tierras de cultivo", explica la revista. La ruta ya tiene un marcado efecto sobre la deforestación. "Desde 2006 se viene registrando una disminución de la deforestación en amplias regiones de la Amazonía, pero al mismo tiempo hay un aumento sustancial en los bordes de la ruta 163", informaba el Financial Times en un artículo de septiembre de 2017. La pavimentación de la ruta tuvo muchas interrupciones debido a las protestas de los indígenas y protectores del medio ambiente, pero Hidrovías acaba de anunciar que está realizando una fuerte inversión para duplicar su capacidad de envío de granos a 13 millones de toneladas a través de la 163.
Hidrovías y todas las otras grandes empresas de agronegocios tienen aliados fundamentales en los llamados "grileiros", los "acaparadores de tierra", que hacen el trabajo sucio. Son los que toman las tierras, talan los árboles con motosierras y luego queman el resto de selva amazónica para despejar los campos y venderlos a las empresas. Para esto operan enormes y poderosas mafias en las que están involucradas desde políticos estatales hasta líderes indígenas que traicionan a sus pueblos.
En julio de 2006, y gracias a las presiones internacionales, las grandes exportadoras de granos acordaron lo que se llamó una "Moratoria de la Soya Amazónica", por la que acordaron voluntariamente no comprar soja producida en las áreas protegidas de la Amazonía.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) informó de una inmediata reducción de casi el 80% en la deforestación en esa zona a partir de ese año y hasta 2015. Pero no se trataba de una mejora sustancial, simplemente los productores buscaron otras tierras. Se mudaron al Cerrado, una sabana con parte boscosa y rica en biodiversidad que cubre más del 20 por ciento del territorio brasileño. Hoy, más de la mitad de la soja brasileña se planta en el Cerrado y un informe reciente de Global Canopy mostró una conexión directa entre los municipios de la sabana con los niveles más altos de deforestación, una producción de soja significativa y los incendios. Los autores del artículo de Nature señalan que "las intervenciones políticas, legales y del sistema comercial que han evitado la expansión de la producción en el Amazonas se están debilitando" gracias a los planes del presidente Bolsonaro para reducir las salvaguardas ambientales, aumentar el apoyo a la agroindustria y desarrollar la Amazonía.
Y los analistas de la bolsa de granos de Chicago creen que, aunque se alcanzara un acuerdo comercial entre China y Estados Unidos en las próximas semanas o meses, esos cambios en la distribución de exportaciones suelen ser difíciles de revertir, sobre todo si China encuentra un suministro estable de soja en Brasil que le permita evitar la volatilidad comercial que impuesta por la Administración Trump. Un estudio de la Universidad de Purdue, utilizando diferentes modelos económicos, indica que de mantenerse la demanda actual la producción de soja en Brasil y Argentina seguirá aumentando a un ritmo de entre el 6% y el 15% por año.
El ecosistema del Planeta es cada vez más frágil. Y no hay factor económico, social y político que deje de afectarlo. La guerra comercial chino-estadounidense está haciendo mucho daño a la economía global y eso se traduce en un duro golpe al medio ambiente. La Amazonía es apenas una víctima más de esta confrontación por el dominio comercial de la segunda parte del Siglo XXI.