Filipinas: 7 mil islas y una potencia económica en ciernes que se debate entre el autoritarismo y el populismo

Cecilia Noce
Infobae
Entre todos los países que integran el Sudeste asiático, Filipinas es el que ha mantenido vínculos más antiguos con América. Esto se remonta a la época en que ese país era colonia española y, de hecho, su propio nombre hace referencia al entonces monarca español Felipe II.



La población de Filipinas supera por poco los 100 millones, mientras que 10 millones de filipinos viven en otros países. Más del 80% de la población es católica aunque hay importantes minorías como la musulmana que habita mayoritariamente en la región de Mindanao.

Para imaginar la complejidad de gobernar Filipinas solo hay que señalar que es uno de los países totalmente insulares del Sudeste asiático y está conformado por más de 7000 islas, donde conviven 150 lenguas y dialectos. La lengua más hablada es el tagalo, mientras el inglés es también lengua oficial. Además encontramos numerosas personas que hablan chino, malayo, japonés, cebuano, ilocano y el ilongo entre muchos otros.

Las islas eran de suma importancia para la corona española porque permitían acceder a los productos de la zona, sobre todo especias y sedas, en una época en que otras rutas comerciales se habían cerrado por la lucha contra los musulmanes. Para ello, los españoles crearon una ruta marítima que unía la actual capital filipina Manila con México y España. El famoso Galeón de Manila cubría el trayecto de ida y vuelta en 4 o 5 meses y así los productos asiáticos se distribuían por la península ibérica y los virreinatos americanos.

Filipinas, de colonia español a frágil democracia

Debido a su posición geopolítica privilegiada, los caminos de Filipinas han estado marcados por los vaivenes de la política internacional. Durante el auge de los Borbones en España, estuvo dos siglos bajo su dominio. En 1898 los Estados Unidos, potencia entonces en rápido ascenso, tomaron el control de las islas luego de una guerra cuyo resultado alcanzó también a las posesiones españolas en el Caribe, Cuba y Puerto Rico.

Los reclamos independentistas inmediatamente posteriores a la ocupación norteamericana enfrentaron a los filipinos con las tropas extranjeras en una guerra que terminó en 1902 y que arrojó una cantidad, aún discutida de más de un millón de muertos.

Medio siglo después, una nueva ola sacudió a las islas cuando Japón lanzó ofensivas en toda Asia. Las tropas niponas ocuparon Filipinas justo antes de que las islas lograran la independencia negociada de los Estados Unidos. Los filipinos opusieron una férrea resistencia pero fue en vano: Manila fue destruida y 150.000 de sus habitantes perecieron en su defensa.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la derrota japonesa, se abrió el proceso de descolonización que en Filipinas se caracterizó por ser consensuado. A mediados de 1945 Filipinas ya era independiente. El mundo se adentraba entonces en la Guerra Fría y eso puso a las islas bajo presión de la URSS y Estados Unidos para convertir a la flamante república independiente en aliada de alguna de las dos potencias en pugna.

Finalmente fue con los norteamericanos con quienes los grupos dominantes filipinos generaron una sólida alianza geopolítica y económica. Mientras el país se recuperaba de los daños de la Segunda Guerra Mundial, se intentó poner en pie un Estado nacional y un régimen democrático; pero este último proceso se frustró por la aparición de un gobernante que pronto tendría el poder absoluto del país.

Ferdinand Marcos fue un gobernante que accedió al poder en 1965 en forma democrática, pero al finalizar su periodo se convirtió en un dictador, extendiendo su poder hasta 1986. La dictadura fue larga y cruenta al punto que más de 100.000 filipinos murieron o desaparecieron, y otros tantos fueron torturados o debieron exiliarse. La corrupción desatada le permitió a Marcos construir una fortuna que se ha calculado como una de las más grandes del mundo. Su esposa Imelda se convirtió en un símbolo del autoritarismo, los excesos y la ostentación.

La década de 1980 trajo una ola de democratizaciones en todo el mundo. En 1986, Filipinas inició un camino a la democracia de la mano de quien se considera un ícono de las luchas democráticas: Corazón "Cory" Aquino. Cory era la esposa del líder opositor, Benigno Aquino, que fue asesinado por la dictadura cuando regresaba de su exilio. El impacto que eso causo dentro y fuera del país, ocasionó el derrumbe del regimen y la huida de la pareja gobernante.

¿La ola populista?

Filipinas también formó parte de la ola de desarrollo económico de la región en las últimas décadas. Si bien los resultados han sido positivos, no han impactado de igual manera en términos de desarrollo social. A pesar de la clara mejora de los indicadores macroeconómicos, la pobreza alcanza más del 25% de la población. De todos modos en el ranking que mide el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, Filipinas ha subido notoriamente en los últimos años, aunque aún se sostiene en una pobre posición: 116 sobre casi 200 países.

En 2016 asumió la presidencia Rodrigo Duterte. Si bien se lo ha querido comparar con el fenómeno de Donald Trump en Estados Unidos, Duterte es un experimentado político que ha sido alcalde durante más de 20 años y que adquirió rápida notoriedad por su política de ataque frontal hacia el narcotráfico y la delincuencia. Su discurso de "mano dura" lo llevó a la presidencia en un país donde las consecuencias del narcotráfico y la violencia afectaban a gran parte del población.

Sin embargo, la política de seguridad de Duterte ha sido fuertemente criticada por organizaciones internacionales. El foco son las ejecuciones extrajudiciales: Human Rights Watch denuncia que hay más de 12.000 muertos, incluidas personas ejecutadas por asesinos a sueldo o voluntarios armados. En este marco el Consejo de Derechos Humanos de la ONU,presidido por Michelle Bachelet, abrió una investigación sobre el tema. La presión internacional recae de forma creciente sobre el presidente filipino, a quien parece no importarle ya que su liderazgo ha sido ratificado en las urnas: en las últimas elecciones ha obtenido la mayoría absoluta en las dos Cámaras.

Para el año 2050 se calcula que el país llegará a los 150 millones de habitantes pero con una ventaja: crecerán más aquellos en edad de trabajar y disminuirán los adultos mayores. Por eso también se prevé que en 30 años Filipinas llegue a ocupar el puesto número 16 entre las economías más grandes del mundo.

Filipinas con sus tradicionales debates y conflictos internos sigue su camino para convertirse en una de las potencias regionales. Solo resta saber si ha aprendido de la trágica historia y emprenderá ese camino en forma pacífica y en beneficio de la mayoría de sus habitantes.

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