El estudio de efectos especiales que resucitó a la Princesa Leia
Zuberoa Marcos | Noelia Núñez
Muchas de las películas que mejores momentos (y también peores) han hecho pasar a los espectadores tienen como elemento común la utilización de los efectos visuales o efectos especiales para crear la ilusión de mundos o criaturas imaginarios. A veces hermosos y a veces terribles, pero siempre -incluso con tecnologías muy precarias- asombrosos. Ya en una fecha tan temprana como el año 1933, Merian C. Cooper consiguió aterrorizar a medio mundo con su King Kong, el simio gigantesco que es desde entonces un icono de la cultura popular. Cuentan incluso que en una primera edición de la película, el público se desmayaba o salía despavorido de la sala antes algunas escenas que fueron posteriormente eliminadas. En realidad, la leyenda es más hermosa que la realidad, puesto que al parecer las míticas escenas fueron cortadas por Cooper por algo mucho más prosaico: ralentizaban el ritmo del relato. Otros magos pioneros como George Pal o Ray Harryhausen consiguieron crear auténticas fantasías visuales con marionetas, dibujos, miniaturas, latex, maquetas y explosiones. Hoy, en cambio, todos estos trucos han sido sustituidos por softwares muy sofisticados y potencia de computación, pero hay algo que permanece: la imaginación para hacer parecer real algo que no existe.
Darren Hendler, director de Digital Human Group en Digital Domain, lleva 25 años dedicándose a los efectos especiales en el cine en algunas de las películas más taquilleras de las últimas décadas. Por sus manos -y sus ordenadores- han pasado monstruos y personajes que forman parte de nuestra memoria cinematográfica; precisamente para mantenerse en la vanguardia de la industria, su trabajo ha tenido que evolucionar: “en los dos últimos años he estado más centrado en la parte tecnológica del cine, en lo que es posible hacer. Y sobre todo en la llegada del machine learning y en cómo podemos transformar lo que hacemos y llevarlo más lejos”.
Las hazañas tecnológicas de Digital Domain incluyen el haber hecho creíble a un Brad Pitt anciano en la notable fantasía de David Fincher El curioso caso de Benjamin Button, o lograr que Josh Brolin pueda insuflar alma a Thanos, un personaje esencial de la saga Vengadores, gracias a los sofisticados sistemas de captura de movimiento con los que registraron todos los gestos del actor. Pero, sin duda, una de las más comentadas aportaciones del estudio a la reciente historia del cine fue el haber “resucitado” a una joven Carrie Fisher para hacer una aparición estelar en Rogue One: una historia de Star Wars. Detrás del rostro de Fisher se escondía la actriz noruega Ingvild Deila, quien asegura que afrontó el reto interpretativo de una forma “mucho más técnica” de lo habitual, fijándose en “las cosas que hacía con los ojos Carrie o cómo movía la boca”.
La posibilidad de volver a contar con rostros icónicos de la historia del cine gracias a la tecnología aunque los actores o actrices hayan fallecido, ha abierto un debate en la industria que no tiene pinta de ir a cerrarse en breve. Mientras, Darren Hendler cree que las posibilidades de los efectos visuales continuarán creciendo: “nos va a llevar un poco de tiempo alcanzar ese último 5% que nos falta para que alguien pueda salir a escena e interpretar en directo a una persona diferente”. Y cuando ese límite haya sido superado, todos tendremos que empezar a prepararnos para la invasión de resucitados que se nos vendrá encima.