Acuerdo UE-Mercosur: el diablo está en los detalles

Roberto Bouzas
Infobae
A pesar de que todo el mundo hace referencia al acuerdo recientemente concluido entre la Unión Europea y el Mercosur, aún falta bastante para llegar a ese punto y son varios los detalles que restan por definir. El primero es el texto mismo del acuerdo. Lo que existe es un acuerdo en principio (probablemente inicialado por los negociadores) que no constituye un texto con obligaciones legales precisas. En materia de comercio internacional se suele decir que "el diablo está en los detalles". Habrá entonces que esperar los detalles para ver si hay diablos y donde se esconden.


Conocer el detalle del acuerdo también servirá para despejar una incógnita menor desde un punto de vista legal, pero sumamente importante desde un punto de vista político y simbólico, a saber: quienes son las contrapartes del acuerdo por el lado del Mercosur. ¿Serán los Estados parte y Mercosur o serán sólo sus Estados parte? En uno y otro caso la señal que se habrá enviado (hacia adentro y hacia afuera) será muy distinta: la de un proceso de integración que manifiesta una vocación por profundizarse o la de un instrumento diplomático de alcance limitado que mira más al pasado que al futuro.

Un segundo obstáculo que habrá que sortear, y que está lejos de ser de forma, es su ratificación parlamentaria una vez que la firma del acuerdo haya sido aprobada por el Consejo de la UE. Como del lado europeo muy probablemente se trate de un acuerdo "mixto" (en el que participan tanto la UE como sus Estados miembros), la ratificación requerirá tanto de la intervención del Parlamento Europeo como del cumplimiento de los procedimientos constitucionales de cada Estado miembro. En algunos países esto implica la participación necesaria del parlamento e incluso, en países como Bélgica, la de los tres parlamentos regionales. Todo parece indicar que la ratificación parlamentaria del acuerdo por parte de aquellos parlamentos que deban hacerlo (o cuyos gobiernos decidan someterlo a consideración aunque eso no sea obligatorio) no será sencilla. La oposición al acuerdo en varios países europeos está integrada por una poderosa coalición de productores agropecuarios y grupos ambientalistas, a los que en el último tiempo se han sumado sectores que se oponen al supuesto "centralismo" de Bruselas y otros que forman parte de la ola (imprecisamente llamada) "populista" que recorre buena parte de Europa. Las posiciones que impulsa el gobierno del presidente Bolsonaro en Brasil en materia de política ambiental no son por cierto una ayuda para desarmar esta poderosa coalición.

La ratificación en algunos países del Mercosur también puede ser compleja, no sólo por motivos que eventualmente pueden resultar sustantivos sino también por motivaciones de puro oportunismo político. En este sentido es importante señalar que, contrariamente a lo que han sostenido algunos legisladores argentinos, el proceso de ratificación no incluye la posibilidad de modificar el texto negociado.

En síntesis, se abre un proceso de interesantes debates en el que sería saludable que los argumentos se fundamentaran en evidencia y no en votos de fe acerca de lo que puede ocurrir. Cuando esa evidencia no exista o sea muy frágil (algo muy frecuente cuando se analizan fenómenos complejos) sería deseable que las afirmaciones categóricas fueran reemplazadas por una honesta actitud de incertidumbre. Si bien dicha incertidumbre difícilmente nos tranquilizaría, al menos nos permitiría formularnos las preguntas correctas acerca de lo que deberíamos hacer internamente para poder aprovechar, si fuera el caso, las oportunidades que aparezcan.

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