Malasia, la hija prodiga del capitalismo global que busca resurgir con un premier de 93 años

Cecilia Noce
Infobae
¿Cómo llegó un político de 92 años a ser designado Primer Ministro de uno de los países más jóvenes y modernos de la tierra? En 2018 Mahathir bin Mohamad, considerado uno de los padres fundadores de Malasia, volvió al cargo que ya había ocupado entre 1981 y 2003, año en que se retiró de la vida política activa. Su prestigio se explica porque bajo su liderazgo, Malasia logró un desarrollo, con algunos sobresaltos y retrocesos, que la proyectó mundialmente sobreviviendo, incluso, a la famosa crisis asiática de los años 90.


Las monumentales torres Petronas enclavadas en el centro de la capital, Kuala Lumpur, son el símbolo de esa integración de Malasia al capitalismo global como una de sus alumnas aventajadas. Sin embargo, en los últimos tiempos, por problemas políticos internos, la imagen que proyectaba el país comenzó a desdibujarse y eso también repercutió en el clima de negocios y en un creciente malestar social. Una suma de factores llevaron a esa combinación negativa: gobiernos cada vez más autoritarios, falta de liderazgo y graves denuncias de corrupción a los que debe agregarse las consecuencias de los cambios en el contexto geopolítico internacional.

También una dosis trágica de mala suerte, como ocurrió con los dos aviones de Malaysia Airlines siniestrados en un breve lapso temporal: uno desaparecido sin dejar rastros hasta el día de hoy y otro derribado por un misil cuando sobrevolaba territorio en disputa entre Rusia y Ucrania. Esto llevó a la línea aérea de bandera malasia a la quiebra, además de generar una publicidad negativa para el país a nivel internacional.

El clima de creciente incertidumbre y conflicto convenció al ex primer ministro Mahatir a abandonar su retiro dorado e intervenir nuevamente en la escena política, presentándose a las elecciones de 2018 y venciendo a su ex protegido, el entonces primer ministro Najib Razak. Una vez triunfante, Mahatir prometió que su vuelta seria provisoria, lo cual es evidente para una persona ahora de 93 años, aunque no puso aún una fecha concreta para su retiro definitivo.

El previsto retiro de Mahatir debía ser en favor de Anwar Ibrahim, líder de otro partido de la coalición que puso fin a más de 60 años de gobierno del oficialista Barisan, al que ambos dirigentes pertenecieron en el pasado. Un dato que no escapa a los analistas y que suma incertidumbre es que Mahatir y Anwar fueron hasta hace muy poco enemigos íntimos, al punto que este último cumplió 10 años en la cárcel, a donde inicialmente lo envió su actual aliado, en una causa poco fundada que fue rechazada internacionalmente.

Malasia es uno de los países más importantes del Asia-Pacífico. En su doble condición de continental e insular, el programa de la ONU para el Medio Ambiente lo incluyó en el selecto grupo de 17 países que son considerados como "megadiversos" y hasta hace poco se esperaba que para el año 2050 pudiera estar en el top 20 de los países más desarrollados del mundo.

Empujado por políticas económicas heterodoxas, el crecimiento de industrias tecnológicas y su empresa petrolera nacional, Petronas, acrónimo de Petróleo Nacional, Malasia integró el grupo de los tigres asiáticos forjadores del célebre "milagro del Este asiático", como denominó en los 90 el Banco Mundial al espectacular crecimiento de la economía de una serie de países de la región.

La historia de Malasia es breve, compleja e intensa. El país nace como tal en 1963 y adopta gran parte de su organización de la colonización inglesa, lo que se observa en el sistema político parlamentario. Pero a su vez se incorporan algunos elementos propios, como el federalismo y una característica muy particular, los sultanes, un cargo asimilable al de gobernador. Cada 5 años una reunión de los sultanes designa a uno de ellos como monarca. Es decir, es una monarquía constitucional, federal, electiva y rotativa que actúa como jefe del Estado malasio.

En poco más de 30 años, Malasia fue más que una economía exitosa. De hecho, completó un proceso que en América Latina llevó dos siglos y mucha violencia: la construcción de un Estado nacional, de una nacionalidad predominante y, finalmente, de un régimen político que logre representar la diversidad étnica de la población.

La cuestión étnica es un tema clave para entender esta sociedad y es el telón de fondo que permite explicar el devenir de la política actual. Debe aclararse que el modo correcto de llamar a los casi 32 millones de ciudadanos de Malasia es como malasios. Los malasios son un colectivo multiétnico donde, en forma aproximada, el 50% son malayos, nombre que identifica solo a los habitantes originarios del país. Luego, le siguen los malasios de origen chino, que pueden llegar hasta el 23% de la población. Un poco menos del 15% son indígenas no malayos, muchos de ellos habitantes de los bosques de la Isla de Borneo que Malasia comparte con Indonesia y el pequeño Estado de Brunei. Finalmente, menos del 10 % son malasios de origen indio.

El 60 % de la población es musulmana, seguida por un 20% que se identifica con el budismo y existen importantes cantidades de cristianos (casi el 10%), hindúes (poco más del 6%) y otras religiones que completan el variopinto cuadro. Cada grupo étnico fue conformando sus propias organizaciones políticas y sociales y los musulmanes, apoyados en su mayoría demográfica, tomaron el control del Estado desde la independencia del país. Así han impuesto su lengua (el bahasa) y la religión islámica de modo oficial, aunque existe libertad de culto y un islamismo moderado y moderno. Por otra parte, el inglés, herencia colonial, es una lengua franca que se habla popularmente.

Esta diversidad es origen de permanentes tensiones, sobre todo, entre malayos y malasios de origen chino. Mientras los primeros ocupan en forma mayoritaria la administración pública, los segundos se dedicaron a los negocios privados y esto generó una situación de dualidad del poder que sigue siendo fuente de problemas. Al mismo tiempo, el sistema educativo tiende a separar a los grupos, ya que los niños y jóvenes se forman mayormente en escuelas restringidas por etnia.

Incluso, en los años sesenta, se produjeron enfrentamientos con numerosos muertos y heridos y existe una distancia entre las comunidades que se percibe hasta hoy en la vida cotidiana. Una parte importante de los reclamos inter étnicos es la existencia de un sistema de "discriminación" estatal que, en vez de generar políticas para garantizar la igualdad de oportunidades de grupos minoritarios, lo hace a favor de los mayoritarios. Así el Estado reserva la mayoría del empleo público, el ingreso a las universidades, la ayuda social o los créditos bancarios para los malayos.

Malasia, en busca de un camino renovado

En el año 2018 algo cambió. Las elecciones mostraron que el hartazgo social ya no dividía por origen ni religión. Eso marcó el final político de Nabji Razak, Primer Ministro de Malasia entre 2009 a 2018. Si bien se perfiló inicialmente como un líder más liberal, a partir de 2013, su gobierno se tornó represivo y la corrupción se convirtió en la principal característica de su gestión, en especial, por el escándalo público desatado en torno a una serie de negocios con capitales chinos por el que se lo acusó de desviar fondos por 4500 millones de dólares.

Al desalojarlo del poder, Mahatir, a sus 92 años, ya consiguió muchas cosas inéditas. No solo se trasformó en el gobernante más anciano del mundo, revitalizó la democracia malasia al terminar con 60 años del mismo oficialismo –casi la totalidad de la vida independiente malasia- y, sobre todo, representó tras de su figura un sentimiento de esperanza que cruzó las barreras étnicas.

En poco tiempo sabremos si, además, lograra darle –otra vez- nuevo aire a la hija prodiga del capitalismo global.

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