"To impeach or not to impeach": juicio político a Donald Trump, el dilema que divide a los demócratas

El fiscal Robert Mueller concluyó su investigación sobre la trama rusa sin evidencias de que el Presidente haya conspirado con Moscú, pero muchos opositores creen que hay elementos para iniciarle un proceso por obstrucción de la Justicia. Otros, en cambio, se oponen porque temen las consecuencias políticas

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
La política estadounidense está más polarizada que nunca. La campaña electoral de 2016 abrió una era de enfrentamiento total entre dos bloques que se distancian cada vez más y que parecen irreconciliables: de un lado están Donald Trump y sus seguidores, del otro, los detractores del presidente.


Si algo podría exaltar aún más los ánimos en Washington es la posibilidad de que avance un impeachment en su contra. Los miembros más radicalizados del Partido Demócrata fantasean con esa opción desde antes de la asunción de Trump. Consideran que no puede ocupar el cargo alguien con un discurso y un historial tan divisivo y controversial.

La temprana investigación de la injerencia rusa en las elecciones de 2016 era la gran apuesta de ese grupo. Rápidamente, el fiscal Robert Mueller dio por probado que agentes rusos hackearon correos electrónicos de dirigentes del Comité Nacional Demócrata y que tuvieron una activa participación en redes sociales durante la campaña electoral para perjudicar la candidatura de Hillary Clinton y beneficiar a la de Trump.

También registró múltiples contactos entre el Kremlin y personas del entorno del entonces candidato. Si la investigación hubiera probado una colusión entre la campaña de Trump y los rusos para interferir en el proceso electoral, habría sido un escándalo pocas veces visto, y el impeachment se habría impuesto por sí solo.

Sin embargo, Mueller concluyó su pesquisa en marzo sin encontrar evidencias de conspiración. "Completa y total exoneración", tuiteó el mandatario tras enterarse de la buena noticia. "Fue un intento ilegal de derrocamiento que falló".

Pero la discusión está lejos de haber terminado. La negativa del gobierno a difundir el informe del fiscal completo y sin censura genera dudas en la oposición. Y lo que el fiscal general William Barr compartió es para algunos suficiente para probar que Trump cometió obstrucción de la justicia.

El ala dura del Partido Demócrata considera que hay que avanzar con el juicio político, pero los moderados temen un efecto búmeran. La Cámara de Representantes, donde tienen mayoría, es la que decide si se inicia o no el procedimiento. Pero el que juzga y condena es el Senado, que está bajo control republicano. Además, se necesitan dos tercios para destituir al jefe de Estado, así que es casi imposible que ocurra. Trump podría entrar el año que viene a la campaña electoral con el impulso de una clara absolución.

"Los demócratas están divididos acerca de si se debe o no llevar a cabo un impeachment. Muchos de los miembros ordinarios creen que sus votantes estarían contentos. Sin embargo, los líderes como Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, tienen que preocuparse por una gama más amplia de consideraciones, como las perspectivas de reelección de los congresistas de los distritos más conservadores. O si gastar tiempo y energía en esto les dificultará lograr otros objetivos políticos a corto plazo. O si la opinión pública apoyará a un presidente acosado, lo que debilitaría las perspectivas demócratas en la carrera presidencial de 2020″, dijo a Infobae Keith E. Whittington, profesor del Departamento de Política de la Universidad de Princeton.

El dilema demócrata

Por el momento, las distintas vertientes de la oposición en el Congreso coinciden en un punto: ir hasta las últimas consecuencias en el intento de que la Casa Blanca brinde todos los detalles de la investigación de Mueller. El Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes emitió el miércoles una citación a Barr para que libere el material, pero Trump decidió invocar el "privilegio ejecutivo", que le permite retener información.

Si se confirma el fracaso, la expectativa recaerá sobre la citación al fiscal especial. Barr no había puesto objeciones, pero Trump dijo que "no debería testificar". No se sabe quién va a terminar imponiéndose.

Lo que está claro es que buena parte del interrogatorio estaría destinada a precisar los casos en los que Mueller investigó si el presidente cometió obstrucción de la justicia, según consta en la versión de su reporte que publicó el gobierno. El desplazamiento a James Comey de la dirección del FBI poco después del comienzo de la investigación, sus pedidos al ex fiscal general Jeff Sessions para que se involucre en la pesquisa, y un llamado al ex abogado de la Casa Blanca Don McGahn para que eche a Mueller, son los hechos más notorios.

"Los esfuerzos de Trump por influir en la investigación fueron en su mayoría infructuosos, pero eso se debe en gran medida a que las personas que rodearon al Presidente se negaron a cumplir las órdenes o a acceder a sus peticiones", escribió el fiscal en su presentación.

Es cierto que no lo acusó formalmente de haber cometido el delito de obstrucción, pero también lo es que hay una norma implícita por la cual el Departamento de Justicia no imputa a los presidentes en ejercicio. Por las dudas, Mueller hizo una aclaración: "El Congreso tiene autoridad para prohibir a un presidente el uso corrupto de su autoridad para proteger la integridad de la administración de justicia".

Algunos demócratas creen que el presidente Trump debe ser destituido porque ha violado normas importantes de comportamiento político y ha incurrido en una conducta indecorosa, si no criminal

"La Constitución establece que la cámara baja puede iniciar un impeachment por 'traición, soborno u otros delitos y faltas graves'. Los académicos y los políticos tienen desacuerdos sobre qué acciones se elevarían al nivel de 'delitos y faltas graves'. Las normas para el juicio político varían con el tiempo y, si bien dos presidentes han sido juzgados, debido a que el Senado nunca ha destituido a ninguno no hay precedentes históricos de la conducta que consideraría inaceptable", explicó Michael J. Berry, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Colorado en Denver, consultado por Infobae.

Una carta firmada por más de 400 ex fiscales federales tuvo un fuerte impacto el lunes pasado y agregó presión sobre el Ejecutivo. "Cada uno de nosotros cree que la conducta del presidente Trump descrita en el informe de Robert Mueller, en el caso de que fuera cualquier otra persona que no estuviera cubierta por la política contraria a la acusación de un presidente en funciones, resultaría en múltiples cargos de obstrucción", sostuvieron los antiguos funcionarios.

Los demócratas más radicales, muchos de ellos jóvenes que acaban de entrar al Congreso, como Ilhan Omar, Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib, creen que sería una falta a sus compromisos como representantes no iniciar un impeachment con estos elementos. Tlaib fue una de las que presentó este jueves una petición al Congreso con 10 millones de firmas que pedían comenzar los trámites.

"Algunos demócratas creen que el presidente Trump debe ser destituido porque ha violado normas importantes de comportamiento político y ha incurrido en una conducta indecorosa, si no criminal. Piensan que ha socavado el estado de derecho, que se ha negado a defender las instituciones gubernamentales y que se ha comportado de manera poco ética, lo que erosiona nuestro sistema de gobierno. Los partidarios del juicio político creen que este proceso puede hacer que el Presidente rinda cuentas por sus fechorías", sostuvo Jonathan L. Entin, profesor emérito de derecho y ciencia política de la Universidad Case Western Reserve, en diálogo con Infobae.

En ese grupo está la senadora Elizabeth Warren, la precandidata a presidente que se pronunció de manera más concluyente a favor de enjuiciar al mandatario. "Esto no se trata de política. Se trata de la Constitución. No juramos tratar de proteger a Donald Trump, sino a la Constitución. Y la forma hacerlo es iniciando un impeachment contra este presidente", dijo el martes pasado en la cámara alta.

Nancy Pelosi, que preside la Cámara de Representantes y es por trayectoria y peso específico la principal dirigente del Partido Demócrata, no discute los argumentos jurídicos de un eventual procedimiento. Lo que cuestiona es su pertinencia política. "Trump nos está incitando a enjuiciarlo", dijo el martes en un evento en Nueva York. "Sabe que sería muy divisivo para el país, pero no le importa. Sólo quiere solidificar su base". Tanto ella como el presidente saben que el Senado no lo va a destituir, por eso, evalúan cuáles serían los efectos políticos de una absolución.

Si el público considera que los esfuerzos por destituir al presidente son abiertamente partidistas, el movimiento puede resultar contraproducente, como les sucedió a los republicanos en su intento de remover a Clinton

"Pelosi está tratando de manejar un partido diverso, compuesto por los nuevos progresistas de izquierda y por los elementos del establishment, más moderados. Ambas ramas creen que Trump y sus políticas son malas para los Estados Unidos, pero difieren en cómo combatirlo. El establishment es más pragmático y cauteloso a la hora de enfrentarse a Trump. Es posible que Pelosi esté pensando en las próximas elecciones y en lo que implicaría mostrarse demasiado extremistas ante los votantes moderados en estados y distritos clave. Pero los progresistas consideran que hay cuestiones demasiado importantes para quedarse sentados. Quieren actuar ahora y no quieren esperar", dijo a Infobae Mitchel A. Sollenberger, profesor de ciencia política de la Universidad de Michigan — Dearborn.

Los riesgos de un impeachment

El juicio político más recordado en la historia de Estados Unidos nunca se concretó. A fines de julio de 1974, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes votó a favor de iniciar un impeachment contra Richard Nixon por obstrucción de la justicia, abuso de poder y desacato ante el Congreso. Las acusaciones estaban relacionadas al escándalo Watergate: un grupo de personas vinculadas a la campaña para su reelección fueron descubiertas allanando la sede del Comité Nacional Demócrata, y se probó que el Presidente hizo numerosos intentos de encubrir su participación en el hecho y desviar la investigación.

El pleno de la cámara baja nunca llegó a tratar la resolución del Comité. Nixon renunció el 9 de agosto, convencido de que ya ni siquiera lo apoyaba el Partido Republicano, y de que muy probablemente iba a ser declarado culpable por el Parlamento.

Solo dos presidentes estadounidenses pasaron por un impeachment de principio a fin. El primero fue Andrew Johnson, que asumió tras el asesinato de Abraham Lincoln en 1865. Era de Tennessee, uno de los estados secesionistas durante la Guerra Civil (1861 — 1865), pero se mantuvo leal a la Unión. No obstante, el Congreso le inició un juicio político por las trabas que puso a las leyes que buscaban democratizar los estados del sur. El Senado rechazó la destitución por un solo voto.

El segundo fue Bill Clinton. En enero de 1998, cuando se hizo pública su relación con Monica Lewinsky, el mandatario negó bajo juramento haber mantenido relaciones sexuales con ella, a pesar de que sí lo había hecho. La Cámara de Representantes aprobó el 19 de diciembre que se lo juzgue por perjurio y obstrucción, porque además de mentir presionó al personal de la Casa Blanca para que testifique a su favor.

Clinton fue absuelto por el Senado el 12 de febrero de 1999. Se necesitaban 67 votos para destituirlo, pero los impulsores se quedaron en 50, todos ellos republicanos. Muchos de los que se opusieron consideraron que, si bien el mandatario había obrado mal, no era suficiente para removerlo del cargo.

De todos modos, el principal motivo por el que no prosperó fue otro. En la semana del juicio, Clinton llegó a su punto más alto de popularidad en toda su presidencia: 73%, según Gallup. El impeachment, considerado excesivo y oportunista por la mayoría de los estadounidenses, terminó beneficiando a quien debía castigar. Dos décadas más tarde, esto es lo que temen algunos demócratas.

"Hay mucha incertidumbre acerca de cómo un enjuiciamiento podría afectar las perspectivas electorales del presidente y de los demócratas —dijo Berry—. Los datos de opinión pública indican que los republicanos se oponen firmemente y que la mayoría de los independientes también. Por el contrario, los demócratas están a favor. Si el público considera que los esfuerzos por destituir al presidente son abiertamente partidistas, el movimiento puede resultar contraproducente, como les sucedió a los republicanos en su intento de remover a Clinton".

Por ahora, está claro que no hay consenso a favor de un juicio político contra Trump. Una encuesta de Morning Consult/Politico reveló a fines de abril que sólo el 34% de las personas creen que habría que iniciarlo, frente a un 48% que se opone.

Por otro lado, el 44% considera que los demócratas en el Congreso están haciendo "demasiado" para investigar a Trump, según un estudio de CNN-SSRS. Un 25% cree que es "muy poco" y un 28% que es "lo justo". Escalar hasta un impeachment que casi con certeza terminaría en absolución podría ser muy peligroso en la previa de la campaña electoral.

"Los republicanos se oponen claramente a la idea de echar a Trump y no parece que los independientes le den prioridad al tema. Los demócratas corren el riesgo de parecer fanáticos si persiguen tanto el impeachment en lugar de tratar de elaborar buenas políticas. Además, se exponen a que Trump controle su agenda y a que sus ideas sustantivas se vean eclipsadas", concluyó Entin.

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