Las preocupaciones de Europa por el escenario iraní
George Chaya
Infobae
En la mirada europea actual Irán es una problema recurrente que todos desearían resolver. Algunos años atrás, muchos en Europa creían que se había desvanecido en el olvido. Ahora, sin embargo, la pesadilla está de vuelta en escena con tambores de guerra sonando a diario.
Lo cierto es que, aparte del deseo de que el problema deje de ser un problema, la Unión Europea nunca ha tenido una política coherente para lidiar con él. Las mieles de los ocho años de la gestión del presidente Barack Obama en torno al tema de Irán permitieron a los europeos posponer un análisis serio de las relaciones con la República Islámica, pero esas mieles se han esfumado.
Tal escenario parece haber llevado a los europeos a unirse cautelosamente a la postura de línea dura adoptada por la administración Trump en Washington y, a juzgar por los debates actuales en los círculos políticos europeos, las potencias de Europa occidental bien pueden alinearse y apoyar la política de "máxima presión" de Trump durante la próxima cumbre del G-7 en Francia en el mes de agosto próximo.
En las conversaciones informales, los responsables políticos y asesores europeos expresan tres preocupaciones con respecto a la estrategia de "máxima presión".
La primera es que la política, aparentemente dirigida solo a persuadir a los líderes khomeinistas para que cambien su comportamiento en algunos asuntos de política exterior, puede, de hecho, llevar a un colapso sistémico en Irán y producir un cambio de régimen con consecuencias imprevisibles.
La pregunta es: ¿Quién tomará las riendas en Irán y se asegurará de que el vasto país no se convierta en otro "territorio sin gobernar" en el corazón de Medio Oriente?
La pregunta puede ser una salida europea para evitar el problema que le ha significado hasta hoy enfrentar un régimen deshonesto que ha provocado la crisis actual.
Irán tiene una burocracia antigua y bien establecida, que se remonta al siglo XVI, y es capaz de operar dentro de un sólido sistema de gobierno. Sin embargo, a pesar del grave daño hecho a las estructuras estatales por los mullahs, la reserva de experiencia y talento disponible es lo suficientemente amplia como para garantizar la gobernanza incluso en "piloto automático".
Otra preocupación europea es que el cambio de régimen en Irán puede desencadenar una avalancha de refugiados que, en última instancia, se encaminarían a Europa en un momento en que las naciones de la UE todavía están lidiando con los problemas creados por la afluencia de refugiados sirios. La población de Irán es casi cuatro veces mayor que la de Siria, lo que significa que Europa puede enfrentar cuatro veces más refugiados. No obstante, esa preocupación también puede ser injustificada.
Para empezar, Irán ha sido una fuente de refugiados desde los primeros días del régimen khomeinista. En este momento, más de ocho millones de iraníes, aproximadamente el 10 por ciento de la población, marcharon al exilio, principalmente a Europa y Estados Unidos, según el Ministerio de Relaciones Exteriores islámico.
Reemplazar el régimen actual por algo menos problemático puede, de hecho, inspirar un flujo inverso de los exiliados iraníes que regresan a sus hogares. Algo así sucedió en Irak después de la caída de Saddam Hussein. En los primeros cinco años después de la liberación, aproximadamente 3,2 millones de exiliados iraquíes, la mitad de ellos en Irán, regresaron a sus hogares.
La historia muestra que los regímenes como el de los khomeinistas producen refugiados en la primera década de su existencia. Esto se vio en Cuba después de que Fidel Castro tomó el poder. Luego se impone el exilio por "goteo" pero en menor escala. La situación siria es excepcional. No se permitió que el levantamiento popular contra el régimen de Assad tuviera éxito porque Rusia y la República Islámica intervinieron para aplastarlo y los que se marcharon fueron los que tuvieron posibilidades económicas de hacerlo. En el caso de Irán es poco probable que Rusia quiera, o pueda, repetir el escenario sirio para salvar a los mullahs. Además, en la región no hay nadie que asuma el papel de aliado que la República Islámica desempeñó en Siria.
La tercera preocupación que expresa Europa es que la estrategia de "presión de proximidad" de Trump puede llevar a la guerra. En ese contexto, algunos europeos afirman que es el miedo a la guerra lo que aviva los fuegos del fanatismo en Teherán.
Un alto funcionario europeo ha declarado que la República Islámica se está comportando de manera agresiva porque se siente rodeada por "un gran número de tropas estadounidenses". Ese supuesto se basa en una atención insuficiente a los hechos. En la actualidad, EEUU cuenta con alrededor de 160.000 efectivos militares, de un total de 1.280.000 efectivos, estacionados en 66 países, el número más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. De estos, dos tercios están estacionados en Alemania, Japón y Corea del Sur. En áreas que Irán podría considerar peligrosas para su régimen, EEUU tiene menos de 15.000 efectivos.
En contraste con esos números, la República Islámica tiene más de 100.000 soldados, incluidos los mercenarios afganos, libaneses, iraquíes y paquistaníes en Siria e Irak, sin contar las unidades de Hezbollah y los Houtis en Líbano y Yemen.
Sin embargo, la posibilidad de una guerra no puede ser descartada. Un clásico persa sobre el gobierno y la guerra dice que "las palabras son las primeras flechas que se disparan en una guerra". Los mullahs y sus secuaces han lanzado hasta hoy un número incalculable de flechas en sus palabras anti-americanas día tras día. Desde el lado estadounidense, John Bolton, Mike Pompeo y Brian Hook devuelven el cumplido con interés.
Una guerra de palabras también podría llevar a una guerra real. En el "Diálogo de Melian", Tucídides muestra cómo la guerra de palabras entre Atenas y Esparta y la preparación militar constante en la isla de Melos, terminaron encendiendo la Guerra del Peloponeso (431-404 aC).
El escenario no es el esperable. Los khomeinistas están jugando con fuego y "el que juega con fuego corre el riesgo de quemarse".
Infobae
En la mirada europea actual Irán es una problema recurrente que todos desearían resolver. Algunos años atrás, muchos en Europa creían que se había desvanecido en el olvido. Ahora, sin embargo, la pesadilla está de vuelta en escena con tambores de guerra sonando a diario.
Lo cierto es que, aparte del deseo de que el problema deje de ser un problema, la Unión Europea nunca ha tenido una política coherente para lidiar con él. Las mieles de los ocho años de la gestión del presidente Barack Obama en torno al tema de Irán permitieron a los europeos posponer un análisis serio de las relaciones con la República Islámica, pero esas mieles se han esfumado.
Tal escenario parece haber llevado a los europeos a unirse cautelosamente a la postura de línea dura adoptada por la administración Trump en Washington y, a juzgar por los debates actuales en los círculos políticos europeos, las potencias de Europa occidental bien pueden alinearse y apoyar la política de "máxima presión" de Trump durante la próxima cumbre del G-7 en Francia en el mes de agosto próximo.
En las conversaciones informales, los responsables políticos y asesores europeos expresan tres preocupaciones con respecto a la estrategia de "máxima presión".
La primera es que la política, aparentemente dirigida solo a persuadir a los líderes khomeinistas para que cambien su comportamiento en algunos asuntos de política exterior, puede, de hecho, llevar a un colapso sistémico en Irán y producir un cambio de régimen con consecuencias imprevisibles.
La pregunta es: ¿Quién tomará las riendas en Irán y se asegurará de que el vasto país no se convierta en otro "territorio sin gobernar" en el corazón de Medio Oriente?
La pregunta puede ser una salida europea para evitar el problema que le ha significado hasta hoy enfrentar un régimen deshonesto que ha provocado la crisis actual.
Irán tiene una burocracia antigua y bien establecida, que se remonta al siglo XVI, y es capaz de operar dentro de un sólido sistema de gobierno. Sin embargo, a pesar del grave daño hecho a las estructuras estatales por los mullahs, la reserva de experiencia y talento disponible es lo suficientemente amplia como para garantizar la gobernanza incluso en "piloto automático".
Otra preocupación europea es que el cambio de régimen en Irán puede desencadenar una avalancha de refugiados que, en última instancia, se encaminarían a Europa en un momento en que las naciones de la UE todavía están lidiando con los problemas creados por la afluencia de refugiados sirios. La población de Irán es casi cuatro veces mayor que la de Siria, lo que significa que Europa puede enfrentar cuatro veces más refugiados. No obstante, esa preocupación también puede ser injustificada.
Para empezar, Irán ha sido una fuente de refugiados desde los primeros días del régimen khomeinista. En este momento, más de ocho millones de iraníes, aproximadamente el 10 por ciento de la población, marcharon al exilio, principalmente a Europa y Estados Unidos, según el Ministerio de Relaciones Exteriores islámico.
Reemplazar el régimen actual por algo menos problemático puede, de hecho, inspirar un flujo inverso de los exiliados iraníes que regresan a sus hogares. Algo así sucedió en Irak después de la caída de Saddam Hussein. En los primeros cinco años después de la liberación, aproximadamente 3,2 millones de exiliados iraquíes, la mitad de ellos en Irán, regresaron a sus hogares.
La historia muestra que los regímenes como el de los khomeinistas producen refugiados en la primera década de su existencia. Esto se vio en Cuba después de que Fidel Castro tomó el poder. Luego se impone el exilio por "goteo" pero en menor escala. La situación siria es excepcional. No se permitió que el levantamiento popular contra el régimen de Assad tuviera éxito porque Rusia y la República Islámica intervinieron para aplastarlo y los que se marcharon fueron los que tuvieron posibilidades económicas de hacerlo. En el caso de Irán es poco probable que Rusia quiera, o pueda, repetir el escenario sirio para salvar a los mullahs. Además, en la región no hay nadie que asuma el papel de aliado que la República Islámica desempeñó en Siria.
La tercera preocupación que expresa Europa es que la estrategia de "presión de proximidad" de Trump puede llevar a la guerra. En ese contexto, algunos europeos afirman que es el miedo a la guerra lo que aviva los fuegos del fanatismo en Teherán.
Un alto funcionario europeo ha declarado que la República Islámica se está comportando de manera agresiva porque se siente rodeada por "un gran número de tropas estadounidenses". Ese supuesto se basa en una atención insuficiente a los hechos. En la actualidad, EEUU cuenta con alrededor de 160.000 efectivos militares, de un total de 1.280.000 efectivos, estacionados en 66 países, el número más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. De estos, dos tercios están estacionados en Alemania, Japón y Corea del Sur. En áreas que Irán podría considerar peligrosas para su régimen, EEUU tiene menos de 15.000 efectivos.
En contraste con esos números, la República Islámica tiene más de 100.000 soldados, incluidos los mercenarios afganos, libaneses, iraquíes y paquistaníes en Siria e Irak, sin contar las unidades de Hezbollah y los Houtis en Líbano y Yemen.
Sin embargo, la posibilidad de una guerra no puede ser descartada. Un clásico persa sobre el gobierno y la guerra dice que "las palabras son las primeras flechas que se disparan en una guerra". Los mullahs y sus secuaces han lanzado hasta hoy un número incalculable de flechas en sus palabras anti-americanas día tras día. Desde el lado estadounidense, John Bolton, Mike Pompeo y Brian Hook devuelven el cumplido con interés.
Una guerra de palabras también podría llevar a una guerra real. En el "Diálogo de Melian", Tucídides muestra cómo la guerra de palabras entre Atenas y Esparta y la preparación militar constante en la isla de Melos, terminaron encendiendo la Guerra del Peloponeso (431-404 aC).
El escenario no es el esperable. Los khomeinistas están jugando con fuego y "el que juega con fuego corre el riesgo de quemarse".