Show, gritos y reglas insólitas del Parlamento británico en su hora más crítica
El Brexit puso en el centro de la escena a una de las instituciones legislativas más antiguas del mundo, y probablemente la más emblemática de todas. A pesar de la gravedad de la crisis que atraviesa el Reino Unido, conserva tradiciones y rituales llamativos en pleno siglo XXI
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
El Reino Unido se acerca cada vez más al precipicio. Este viernes, fecha original del Brexit, el Parlamento rechazó por tercera vez en tres meses el pacto de divorcio acordado entre la primera ministra Theresa May y los negociadores europeos. Los legisladores tienen hasta el 12 de abril para encontrar una alternativa que conforme a la mayoría y sea aceptada por Bruselas. Si no, habrá una ruptura caótica.
Más allá de que al gran público se le escapan algunos detalles de lo que está pasando, hay algo que quedó muy claro para todos en estos meses: el corazón del poder político británico está en el Parlamento. Para bien o para mal, es el cuerpo que toma las decisiones importantes, imponiéndose una y otra vez al gobierno.
En todos los sistemas parlamentarios el Poder Ejecutivo emana del Legislativo. Pero este vínculo es especialmente fuerte en el Reino Unido. No sólo porque la primera ministra es una legisladora que llega al cargo por liderar al partido mayoritario, sino porque todos los ministros tienen que ocupar una banca para acceder al gabinete. Si pierden su escaño deben salir del gobierno.
Es por eso que May está presente en todos los debates importantes, tratando de liderar a los conservadores, y escuchando las críticas, las recriminaciones y hasta los abucheos de sus rivales. Esa es sólo una de las muchas reglas y tradiciones que se mantienen a pesar de los cambios de época.
Lo mismo se puede decir de la peculiar forma de votar, que es propia de otro milenio, de los protocolos que rodean a la relación con la reina y de las excentricidades de algunas autoridades. Todos estos rituales convierten a esta institución en una gran obra de teatro en la que el poder se ejerce, pero también se actúa.
La inauguración del año legislativo en el Parlamento británico, con el portazo característico
Una estructura muy particular
El antecedente del Parlamento británico es el inglés, formado tras la redacción de la Carta Magna en 1215, durante el reinado de Juan I (Juan sin Tierra). Los impulsores fueron señores feudales que no aceptaban seguir pagando impuestos sin tener influencia sobre las decisiones políticas. Así comenzó un lento pero sostenido proceso en el que la corona fue perdiendo cada vez más poder, hasta volverse una institución protocolar.
Como muchos parlamentos en el mundo, tiene una estructura bicameral. Está compuesto por la Cámara de los Comunes, integrada por los representantes del pueblo, y la Cámara de los Lores, que históricamente era el ámbito de la nobleza. Lo curioso es que aun hoy, en el marco de una democracia plena, hay un cuerpo legislativo en el que ninguno de sus miembros es elegido por el voto popular.
Actualmente hay 781 lores, que se dividen en dos grupos: los "espirituales" y los "temporales". Los primeros son 26 obispos de la Iglesia Anglicana. Antiguamente, los segundos eran miembros de la aristocracia que heredaban la banca de sus ancestros. Con el correr de los años, los lores hereditarios se redujeron a 92.
El resto de los miembros temporales son vitalicios, pero tras su muerte o renuncia no pueden transferir a otro su asiento. Los cargos vacantes son designados por la reina a pedido de la primera ministra. Como para estar en el gabinete hay que tener un lugar en el Parlamento, la premier le puede solicitar que nombre lord a un funcionario que quiere en su equipo, pero que no está en la cámara baja.
Originalmente, la cámara alta era la más poderosa, pero con el avance de la democracia fue perdiendo atribuciones, al punto de volverse casi un órgano consultivo, de revisión, más que eminentemente legislativo. Es cierto que para que una ley sea sancionada debe ser aprobada también por la Cámara de los Lores, pero tiene muchas limitaciones.
"Tiene el poder de enmendar y de demorar la legislación, pero en última instancia la Cámara de los Comunes tiene una legitimidad democrática de la que carecen los lores, y tiene poderes legales especiales que puede usar para eludirlos, aunque rara vez los usa. Los gobiernos se fundan en el apoyo de los comunes, no de los lores", explicó Andrew Blick, director del Centro para la Política Británica del King's College de Londres, consultado por Infobae.
El verdadero centro de mando es la cámara baja, integrada por 650 legisladores votados en distritos uninominales. En los comicios generales, cada una de las 650 circunscripciones electorales vota a un único representante. Como máximo, cada cinco años debe haber una nueva elección en la que se renueva la totalidad del cuerpo, aunque la primera ministra tiene la potestad de anticiparla cuando le convenga.
Sin lugar para todos
Las dos cámaras legislativas tienen sus respectivos recintos en el Palacio de Westminster, ubicado a orillas del Támesis en el distrito de Westminster, en el centro de Londres. Un rasgo distintivo de los dos salones es que no tienen asientos individuales, sino largos bancos en los que los legisladores deben pegarse incómodamente para participar de los debates. En la Cámara de los Lores están forrados en rojo, el color de la realeza. En la de los Comunes son verdes.
"El Parlamento del Reino Unido opera en gran medida sobre los precedentes y la tradición. En su biografía, el diputado laborista Chris Bryant argumentó que 'la evidencia de que hay un plan inteligente detrás del desarrollo del Parlamento es extremadamente escasa'. Y agregó: 'Más bien, este ha sido un gran experimento improvisado, en el que el capricho ha jugado un rol tan importante como cualquier ideología constitucional perseguida conscientemente'", dijo a Infobae Alexandra Meakin, investigadora del Centro Sir Bernard Crick para el Entendimiento Público de la Política, de la Universidad de Sheffield.
Así es una votación dividida en la Cámara de los Comunes
Lo que resulta más insólito de todo es que en ninguno de los dos recintos hay, ni por asomo, lugar para todos. Como máximo, se estima que la Cámara de los Comunes tiene lugar para que entren apenas 437 representantes sentados. Es decir que más de 200 se quedan afuera o tienen que ver lo que pasa agolpados en los pasillos.
Para explicar esto que parece incomprensible, Meakin citó a Winston Churchill. El histórico primer ministro, que lideró al Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial, expuso en 1943 las razones para no hacer más grande al recinto.
"La causa ha sido durante mucho tiempo un enigma para los forasteros no instruidos, y con frecuencia ha excitado la curiosidad e incluso la crítica de los nuevos miembros. Sin embargo, no es tan difícil de entender si se lo mira desde un punto de vista práctico. Si la Cámara fuera lo suficientemente grande como para contener a todos sus integrantes, casi todos sus debates se llevarían a cabo en el ambiente deprimente de una sala semi vacía. La esencia de un buen discurso en la Cámara de los Comunes es el estilo conversacional, la facilidad para las interrupciones y los intercambios rápidos e informales (…) Eso requiere un espacio bastante pequeño, y debe haber en grandes ocasiones un sentido de multitud y de urgencia. De la importancia de mucho de lo que se dice y de la magnitud de los asuntos que se están resolviendo".
En los debates importantes, las ubicaciones centrales son para las principales figuras de cada partido. A diferencia de los congresos modernos, donde la distribución de los asientos es circular, en el Reino Unido están enfrentados y separados por un pasillo: de un lado va el gobierno y del otro la oposición. Entre los dos bandos se ubica, en un sillón especial, el presidente de la cámara (speaker en inglés).
Como en cualquier obra de teatro, los movimientos de los actores están delimitados. Por ejemplo, la Reina tiene prohibido el ingreso a los Comunes desde 1642. Es una respuesta a la arremetida del rey Carlos I, que atacó y arrestó a varios legisladores.
Cuando asiste al Parlamento para abrir el año legislativo —con un discurso que es redactado por la primera ministra—, debe darlo desde la Cámara de los Lores. En un ritual que está cuidadosamente guionado, manda a un oficial a buscarlos. Cuando este se acerca a la cámara baja, donde lo esperan todos los legisladores, es recibido con un violento portazo. Sólo después de golpear tres veces la puerta, y de transmitirles la orden de la reina, los comunes salen detrás de él para ir a escucharla.
La monarca no puede ingresar, pero casi siempre debe estar "presente". En todas las sesiones en las que se discuten proyectos de ley tiene que estar apoyada sobre la mesa central la llamada "maza ceremonial". Es un cetro que representa a la corona. Si no está en su lugar, nada de lo que se resuelva es considerado válido.
Sólo se pone debajo de la mesa cuando se discuten iniciativas presupuestarias. Una forma de dejar en claro que el dinero público es prerrogativa exclusiva del Parlamento. Para eso se creó.
Detrás de la maza están las "cajas de despacho", que antes guardaban documentos importantes y que en la actualidad sirven como atril para los expositores. En el medio hay un conjunto de libros, entre los que se destaca el manual de procedimientos de la cámara, la Biblia y compendios de leyes.
Un sistema de votación de otro tiempo
En el grueso de los congresos actuales, el procedimiento para votar es muy sencillo y se hace con ayuda de la tecnología. Los diputados se sientan en la banca que tienen asignada, aprietan un botón y automáticamente sale por una pantalla el resultado. Pero las cosas se hacen de una manera muy distinta en el Reino Unido.
Una vez que se termina la instancia de debate, el presidente anuncia que se va a votar y pregunta a viva voz quiénes están a favor. Para comunicar su apoyo, los legisladores tienen que gritar "Sí". Luego, pregunta quiénes están en contra. Aquellos que los están gritan "No".
Si hay muchas exclamaciones de un lado y ninguna o muy pocas del otro, el presidente anuncia directamente el resultado. No importa cuántos representantes haya en el recinto, ni quiénes son los que defienden cada posición.
Play
Así suenan las campanas del Parlamento cuando hay una votación dividida
Pero lo verdaderamente interesante es lo que ocurre cuando la votación es disputada. Si se escuchan tantos síes como noes, el titular de la cámara grita lo siguiente: "¡División! ¡Despejen la sala!". En ese mismo momento, los legisladores presentes empiezan a salir y un oficial que está parado en la puerta hace sonar una campana. En realidad no es una, sino que hay alrededor de 384 distribuidas en distintos puntos del Palacio de Westminster y del centro de Londres.
Es lógico. Como no hay lugar para todos, hay muchos legisladores que pueden querer votar, pero están en otra parte. Desde que se anuncia la división, los parlamentarios tienen ocho minutos para volver a entrar al recinto. Los que están por el Sí ingresan por un costado —habitualmente por la derecha—, y los que están por el No entran por el extremo opuesto. Al pasar las respectivas puertas, hay dos escrutadores de cada lado —uno por el gobierno y otro por la oposición—, que van anotando los nombres, lo que después permite sumar cuántas adhesiones tiene cada postura e identificar de qué lado está cada uno.
Cumplido el plazo de ocho minutos, las puertas se cierran y ya no puede entrar nadie más para expedir su voto. Entonces se procede a realizar el conteo, que es transmitido al presidente por uno de los cuatro escrutadores. Este se acerca luego a su sillón y le entrega el papel en el que está anotado el resultado. Finalmente, el titular de la cámara repite en voz alta cómo salió la votación y declara oficialmente quiénes ganan y quiénes pierden.
A pesar de que todo indica que es una institución congelada en el tiempo, esa imagen no es del todo fiel. "El Parlamento se ha modernizado de varias maneras a lo largo de los años. A menudo, las reformas vienen como reacciones a ciertos eventos, lo que significa que son fragmentarias, en lugar de ser parte de una estrategia global. Algunas de las modernizaciones más grandes que hemos visto incluyen, por ejemplo, la decisión hace una década de establecer una organización independiente para lidiar con los sueldos y gastos de los parlamentarios, luego de un gran escándalo público al respecto. En los últimos meses, hemos visto también la introducción del voto a través de la entrega de un poder, para los miembros que tienen bebés recién nacidos. Eso les permite votar formalmente sin tener que asistir a los Comunes", contó Alice Lilly, monitora parlamentaria del Institute for Government (Instituto para el Gobierno), en diálogo con Infobae.
Una autoridad extravagante
Los gritos a la hora de votar y el hacinamiento que se produce en las sesiones importantes contribuyen a que algunas jornadas se vuelvan caóticas en la Cámara de los Comunes. Por eso es tan relevante el rol del presidente. Más allá de oficializar los resultados y de moderar los debates, que parecen funciones menores, tiene un considerable poder de agenda, ya que puede priorizar el tratamiento de ciertos proyectos por sobre otros.
Luego de cada elección general, los legisladores interesados se postulan y el que obtiene más votos se queda con el cargo. Por tradición, si el elegido retiene su escaño tras los siguientes comicios, se le suele renovar la confianza.
Si bien todos asumen sus bancas en representación de un partido, se espera que esta autoridad sea apartidaria e imparcial, algo que no siempre se cumple. John Bercow, por ejemplo, llegó a la Cámara en 1997 por el Partido Conservador y es presidente desde 2009. Curiosamente, muchos de sus ex compañeros lo acusan de estar más cerca de los laboristas que de los tories.
"El Presidente desempeña varias funciones diferentes —dijo Lilly—: es en parte árbitro, en parte director, y en parte símbolo del Parlamento. En la práctica, esto significa que ayuda a controlar el debate y que puede decidir quién habla, y qué enmiendas se debaten y se votan. También es responsable de hacer respetar las reglas de la casa y de mantener el orden, y es la voz colectiva del cuerpo. Todo esto significa que desempeña un rol muy importante, tanto en el trabajo diario como en la relación más amplia del con el gobierno".
Contrariamente a muchos de sus predecesores, que pasaban desapercibidos, Bercow suele llamar la atención. Sus coloridas corbatas, sus agitados llamados al orden y su sentido del humor lo volvieron noticia durante las caldeadas sesiones de estos meses.
"El honorable caballero tiene que aprender el arte de la paciencia", "Si es paciente, si despliega el zen, se dará cuenta de que es en beneficio de todos", "Zen, autocontrol, paciencia", son expresiones a las que ha apelado para calmar a los parlamentarios. A algunos incluso les recomendó hacer yoga para calmarse, y a otros les dijo que se mediquen. Toda buena obra necesita un personaje cómico, y Bercow desempeña el papel a la perfección.
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
El Reino Unido se acerca cada vez más al precipicio. Este viernes, fecha original del Brexit, el Parlamento rechazó por tercera vez en tres meses el pacto de divorcio acordado entre la primera ministra Theresa May y los negociadores europeos. Los legisladores tienen hasta el 12 de abril para encontrar una alternativa que conforme a la mayoría y sea aceptada por Bruselas. Si no, habrá una ruptura caótica.
Más allá de que al gran público se le escapan algunos detalles de lo que está pasando, hay algo que quedó muy claro para todos en estos meses: el corazón del poder político británico está en el Parlamento. Para bien o para mal, es el cuerpo que toma las decisiones importantes, imponiéndose una y otra vez al gobierno.
En todos los sistemas parlamentarios el Poder Ejecutivo emana del Legislativo. Pero este vínculo es especialmente fuerte en el Reino Unido. No sólo porque la primera ministra es una legisladora que llega al cargo por liderar al partido mayoritario, sino porque todos los ministros tienen que ocupar una banca para acceder al gabinete. Si pierden su escaño deben salir del gobierno.
Es por eso que May está presente en todos los debates importantes, tratando de liderar a los conservadores, y escuchando las críticas, las recriminaciones y hasta los abucheos de sus rivales. Esa es sólo una de las muchas reglas y tradiciones que se mantienen a pesar de los cambios de época.
Lo mismo se puede decir de la peculiar forma de votar, que es propia de otro milenio, de los protocolos que rodean a la relación con la reina y de las excentricidades de algunas autoridades. Todos estos rituales convierten a esta institución en una gran obra de teatro en la que el poder se ejerce, pero también se actúa.
La inauguración del año legislativo en el Parlamento británico, con el portazo característico
Una estructura muy particular
El antecedente del Parlamento británico es el inglés, formado tras la redacción de la Carta Magna en 1215, durante el reinado de Juan I (Juan sin Tierra). Los impulsores fueron señores feudales que no aceptaban seguir pagando impuestos sin tener influencia sobre las decisiones políticas. Así comenzó un lento pero sostenido proceso en el que la corona fue perdiendo cada vez más poder, hasta volverse una institución protocolar.
Como muchos parlamentos en el mundo, tiene una estructura bicameral. Está compuesto por la Cámara de los Comunes, integrada por los representantes del pueblo, y la Cámara de los Lores, que históricamente era el ámbito de la nobleza. Lo curioso es que aun hoy, en el marco de una democracia plena, hay un cuerpo legislativo en el que ninguno de sus miembros es elegido por el voto popular.
Actualmente hay 781 lores, que se dividen en dos grupos: los "espirituales" y los "temporales". Los primeros son 26 obispos de la Iglesia Anglicana. Antiguamente, los segundos eran miembros de la aristocracia que heredaban la banca de sus ancestros. Con el correr de los años, los lores hereditarios se redujeron a 92.
El resto de los miembros temporales son vitalicios, pero tras su muerte o renuncia no pueden transferir a otro su asiento. Los cargos vacantes son designados por la reina a pedido de la primera ministra. Como para estar en el gabinete hay que tener un lugar en el Parlamento, la premier le puede solicitar que nombre lord a un funcionario que quiere en su equipo, pero que no está en la cámara baja.
Originalmente, la cámara alta era la más poderosa, pero con el avance de la democracia fue perdiendo atribuciones, al punto de volverse casi un órgano consultivo, de revisión, más que eminentemente legislativo. Es cierto que para que una ley sea sancionada debe ser aprobada también por la Cámara de los Lores, pero tiene muchas limitaciones.
"Tiene el poder de enmendar y de demorar la legislación, pero en última instancia la Cámara de los Comunes tiene una legitimidad democrática de la que carecen los lores, y tiene poderes legales especiales que puede usar para eludirlos, aunque rara vez los usa. Los gobiernos se fundan en el apoyo de los comunes, no de los lores", explicó Andrew Blick, director del Centro para la Política Británica del King's College de Londres, consultado por Infobae.
El verdadero centro de mando es la cámara baja, integrada por 650 legisladores votados en distritos uninominales. En los comicios generales, cada una de las 650 circunscripciones electorales vota a un único representante. Como máximo, cada cinco años debe haber una nueva elección en la que se renueva la totalidad del cuerpo, aunque la primera ministra tiene la potestad de anticiparla cuando le convenga.
Sin lugar para todos
Las dos cámaras legislativas tienen sus respectivos recintos en el Palacio de Westminster, ubicado a orillas del Támesis en el distrito de Westminster, en el centro de Londres. Un rasgo distintivo de los dos salones es que no tienen asientos individuales, sino largos bancos en los que los legisladores deben pegarse incómodamente para participar de los debates. En la Cámara de los Lores están forrados en rojo, el color de la realeza. En la de los Comunes son verdes.
"El Parlamento del Reino Unido opera en gran medida sobre los precedentes y la tradición. En su biografía, el diputado laborista Chris Bryant argumentó que 'la evidencia de que hay un plan inteligente detrás del desarrollo del Parlamento es extremadamente escasa'. Y agregó: 'Más bien, este ha sido un gran experimento improvisado, en el que el capricho ha jugado un rol tan importante como cualquier ideología constitucional perseguida conscientemente'", dijo a Infobae Alexandra Meakin, investigadora del Centro Sir Bernard Crick para el Entendimiento Público de la Política, de la Universidad de Sheffield.
Así es una votación dividida en la Cámara de los Comunes
Lo que resulta más insólito de todo es que en ninguno de los dos recintos hay, ni por asomo, lugar para todos. Como máximo, se estima que la Cámara de los Comunes tiene lugar para que entren apenas 437 representantes sentados. Es decir que más de 200 se quedan afuera o tienen que ver lo que pasa agolpados en los pasillos.
Para explicar esto que parece incomprensible, Meakin citó a Winston Churchill. El histórico primer ministro, que lideró al Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial, expuso en 1943 las razones para no hacer más grande al recinto.
"La causa ha sido durante mucho tiempo un enigma para los forasteros no instruidos, y con frecuencia ha excitado la curiosidad e incluso la crítica de los nuevos miembros. Sin embargo, no es tan difícil de entender si se lo mira desde un punto de vista práctico. Si la Cámara fuera lo suficientemente grande como para contener a todos sus integrantes, casi todos sus debates se llevarían a cabo en el ambiente deprimente de una sala semi vacía. La esencia de un buen discurso en la Cámara de los Comunes es el estilo conversacional, la facilidad para las interrupciones y los intercambios rápidos e informales (…) Eso requiere un espacio bastante pequeño, y debe haber en grandes ocasiones un sentido de multitud y de urgencia. De la importancia de mucho de lo que se dice y de la magnitud de los asuntos que se están resolviendo".
En los debates importantes, las ubicaciones centrales son para las principales figuras de cada partido. A diferencia de los congresos modernos, donde la distribución de los asientos es circular, en el Reino Unido están enfrentados y separados por un pasillo: de un lado va el gobierno y del otro la oposición. Entre los dos bandos se ubica, en un sillón especial, el presidente de la cámara (speaker en inglés).
Como en cualquier obra de teatro, los movimientos de los actores están delimitados. Por ejemplo, la Reina tiene prohibido el ingreso a los Comunes desde 1642. Es una respuesta a la arremetida del rey Carlos I, que atacó y arrestó a varios legisladores.
Cuando asiste al Parlamento para abrir el año legislativo —con un discurso que es redactado por la primera ministra—, debe darlo desde la Cámara de los Lores. En un ritual que está cuidadosamente guionado, manda a un oficial a buscarlos. Cuando este se acerca a la cámara baja, donde lo esperan todos los legisladores, es recibido con un violento portazo. Sólo después de golpear tres veces la puerta, y de transmitirles la orden de la reina, los comunes salen detrás de él para ir a escucharla.
La monarca no puede ingresar, pero casi siempre debe estar "presente". En todas las sesiones en las que se discuten proyectos de ley tiene que estar apoyada sobre la mesa central la llamada "maza ceremonial". Es un cetro que representa a la corona. Si no está en su lugar, nada de lo que se resuelva es considerado válido.
Sólo se pone debajo de la mesa cuando se discuten iniciativas presupuestarias. Una forma de dejar en claro que el dinero público es prerrogativa exclusiva del Parlamento. Para eso se creó.
Detrás de la maza están las "cajas de despacho", que antes guardaban documentos importantes y que en la actualidad sirven como atril para los expositores. En el medio hay un conjunto de libros, entre los que se destaca el manual de procedimientos de la cámara, la Biblia y compendios de leyes.
Un sistema de votación de otro tiempo
En el grueso de los congresos actuales, el procedimiento para votar es muy sencillo y se hace con ayuda de la tecnología. Los diputados se sientan en la banca que tienen asignada, aprietan un botón y automáticamente sale por una pantalla el resultado. Pero las cosas se hacen de una manera muy distinta en el Reino Unido.
Una vez que se termina la instancia de debate, el presidente anuncia que se va a votar y pregunta a viva voz quiénes están a favor. Para comunicar su apoyo, los legisladores tienen que gritar "Sí". Luego, pregunta quiénes están en contra. Aquellos que los están gritan "No".
Si hay muchas exclamaciones de un lado y ninguna o muy pocas del otro, el presidente anuncia directamente el resultado. No importa cuántos representantes haya en el recinto, ni quiénes son los que defienden cada posición.
Play
Así suenan las campanas del Parlamento cuando hay una votación dividida
Pero lo verdaderamente interesante es lo que ocurre cuando la votación es disputada. Si se escuchan tantos síes como noes, el titular de la cámara grita lo siguiente: "¡División! ¡Despejen la sala!". En ese mismo momento, los legisladores presentes empiezan a salir y un oficial que está parado en la puerta hace sonar una campana. En realidad no es una, sino que hay alrededor de 384 distribuidas en distintos puntos del Palacio de Westminster y del centro de Londres.
Es lógico. Como no hay lugar para todos, hay muchos legisladores que pueden querer votar, pero están en otra parte. Desde que se anuncia la división, los parlamentarios tienen ocho minutos para volver a entrar al recinto. Los que están por el Sí ingresan por un costado —habitualmente por la derecha—, y los que están por el No entran por el extremo opuesto. Al pasar las respectivas puertas, hay dos escrutadores de cada lado —uno por el gobierno y otro por la oposición—, que van anotando los nombres, lo que después permite sumar cuántas adhesiones tiene cada postura e identificar de qué lado está cada uno.
Cumplido el plazo de ocho minutos, las puertas se cierran y ya no puede entrar nadie más para expedir su voto. Entonces se procede a realizar el conteo, que es transmitido al presidente por uno de los cuatro escrutadores. Este se acerca luego a su sillón y le entrega el papel en el que está anotado el resultado. Finalmente, el titular de la cámara repite en voz alta cómo salió la votación y declara oficialmente quiénes ganan y quiénes pierden.
A pesar de que todo indica que es una institución congelada en el tiempo, esa imagen no es del todo fiel. "El Parlamento se ha modernizado de varias maneras a lo largo de los años. A menudo, las reformas vienen como reacciones a ciertos eventos, lo que significa que son fragmentarias, en lugar de ser parte de una estrategia global. Algunas de las modernizaciones más grandes que hemos visto incluyen, por ejemplo, la decisión hace una década de establecer una organización independiente para lidiar con los sueldos y gastos de los parlamentarios, luego de un gran escándalo público al respecto. En los últimos meses, hemos visto también la introducción del voto a través de la entrega de un poder, para los miembros que tienen bebés recién nacidos. Eso les permite votar formalmente sin tener que asistir a los Comunes", contó Alice Lilly, monitora parlamentaria del Institute for Government (Instituto para el Gobierno), en diálogo con Infobae.
Una autoridad extravagante
Los gritos a la hora de votar y el hacinamiento que se produce en las sesiones importantes contribuyen a que algunas jornadas se vuelvan caóticas en la Cámara de los Comunes. Por eso es tan relevante el rol del presidente. Más allá de oficializar los resultados y de moderar los debates, que parecen funciones menores, tiene un considerable poder de agenda, ya que puede priorizar el tratamiento de ciertos proyectos por sobre otros.
Luego de cada elección general, los legisladores interesados se postulan y el que obtiene más votos se queda con el cargo. Por tradición, si el elegido retiene su escaño tras los siguientes comicios, se le suele renovar la confianza.
Si bien todos asumen sus bancas en representación de un partido, se espera que esta autoridad sea apartidaria e imparcial, algo que no siempre se cumple. John Bercow, por ejemplo, llegó a la Cámara en 1997 por el Partido Conservador y es presidente desde 2009. Curiosamente, muchos de sus ex compañeros lo acusan de estar más cerca de los laboristas que de los tories.
"El Presidente desempeña varias funciones diferentes —dijo Lilly—: es en parte árbitro, en parte director, y en parte símbolo del Parlamento. En la práctica, esto significa que ayuda a controlar el debate y que puede decidir quién habla, y qué enmiendas se debaten y se votan. También es responsable de hacer respetar las reglas de la casa y de mantener el orden, y es la voz colectiva del cuerpo. Todo esto significa que desempeña un rol muy importante, tanto en el trabajo diario como en la relación más amplia del con el gobierno".
Contrariamente a muchos de sus predecesores, que pasaban desapercibidos, Bercow suele llamar la atención. Sus coloridas corbatas, sus agitados llamados al orden y su sentido del humor lo volvieron noticia durante las caldeadas sesiones de estos meses.
"El honorable caballero tiene que aprender el arte de la paciencia", "Si es paciente, si despliega el zen, se dará cuenta de que es en beneficio de todos", "Zen, autocontrol, paciencia", son expresiones a las que ha apelado para calmar a los parlamentarios. A algunos incluso les recomendó hacer yoga para calmarse, y a otros les dijo que se mediquen. Toda buena obra necesita un personaje cómico, y Bercow desempeña el papel a la perfección.