El polémico glifosato que no pudo con la coca y revivirán en Colombia
Expertos explicaron a Infobae por qué la estrategia de fumigación con el herbicida para erradicar cultivos ilícitos no ha sido tan efectiva como se espera; y las preocupaciones ambientales y de salud pública que regresaron con el anuncio del gobierno de reactivar las asperciones con drones
Adriana Chica
Infobae
En medio del debate del aumento del 11% de las hectáreas de cultivos ilícitos, que pone a Colombia como el primer productor de cocaína del mundo, el gobierno anunció la reactivación de las fumigaciones de glifosato para su erradicación, después de estar suspendido oficialmente en 2015.
Así se reabrió la polémica detrás de la efectividad de la estrategia antidroga que se ha implementado desde la década de los '80 sin resultados eficientes, pero con consecuencias ambientales alarmantes y daños a la salud humana aún sin definir.
En 2017, el país alcanzó la cifra récord de 209.000 hectáreas de cultivos de coca, aumentando la capacidad de producción de cocaína en un 19%, de acuerdo a un informe de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos (ONDCP).
Con la presión del gobierno de Donald Trump, los presidentes colombianos saliente y entrante reiniciarán la aspersión a través de drones, en lo que prometen será "menos costoso y más efectivo, erradicando por lo menos tres hectáreas diarias".
La noticia fue tan polémica como la suspensión oficial de las fumigaciones con glifosato en 2015, que tras meses de controversias respondió al llamado de prevención de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), que clasificó al herbicida como "probablemente cancerígeno".
Fue una decisión frente a la incertidumbre científica, pero desde entonces las discusiones sobre la toxicidad del químico no han parado. De hecho, el Estado acumula 1,5 billones de pesos en reclamaciones por las afectaciones al medioambiente, a cultivos legales y a la salud humana.
Ello, después del inicio de las fumigaciones con herbicidas que comenzaron en 1978 en la Sierra Nevada de Santa Marta, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala, como medida para contrarrestar la bonanza marimbera. Cuando se optó por la aspersión aérea, en 1982, las primeras protestas salieron a la calle, las comunidades indígenas Kogui y Arhuaco denunciaron problemas en su salud y daños en sus ecosistemas. Y ese fue el contrapeso de la estrategia antidroga hasta nuestros días.
El debate creció con el cambio de los plaguicidas al glifosato en los '90, un herbicida comercializado en su mayoría por la multinacional estadounidense Monsanto -recientemente comprada por Bayer- y el más usado del mundo en la agricultura. Pese a las múltiples manifestaciones de campesinos e indígenas, la presión de Estados Unidos fue más fuerte y para 1999 el Estado diseñaba el Plan Colombia que, a su vez, fue una estrategia de contrainsurgencia al tener como objetivo la destrucción de la principal fuente de financiación de las guerrillas: la coca.
Entre 1999 y 2015 se fumigaron con glifosato 1'800.000 hectáreas de cultivos ilícitos en Colombia, mientras la polémica mundial estaba en su punto álgido, las movilizaciones sociales se volvieron permanentes en regiones cocaleras y el gobierno de Ecuador iniciaba una disputa para rechazar las aspersiones aéreas que llegaban hasta sus territorios en zonas fronterizas.
Finalmente, al avanzar en las negociaciones de paz con las FARC en La Habana, el gobierno saliente de Juan Manuel Santos suspendió indefinidamente el uso de glifosato para erradicar cultivos ilícitos. Pero "la sentencia T-080 de 2017 de la Corte Constitucional solo prohibió la fumigación en Parques Naturales, resguardos indígenas y comunidades raizales", aclaró a Infobae el abogado Luis Fernando Trejos, experto en violencia armada y crimen organizado.
¿Efectivo?
Después de todos esos años en los que el glifosato fue el principal plan de la lucha antidroga, Colombia sigue en el mismo punto: es el principal cultivador de coca del mundo. Nunca existieron cálculos exactos sobre su real efectividad. Incluso, el vicepresidente y general (r) de la Policía, Óscar Naranjo, afirmó que pese a las fumigaciones desde 1999, "la medida no acabó con el arbusto". Para los contradictores del glifosato, la estrategia ha sido un "fracaso" porque no atiende al real problema detrás de la producción de droga.
El narcotráfico tiene una dimensión social que poco ha sido reflejada en las políticas antidrogas que se diseñan en Estados Unidos, "porque aquí, en Colombia, solo somos ejecutores", advirtió Trejos. Los campesinos cocaleros no hacen parte de la mafia que se enriquece con el ilícito, sino que responden a la poca oferta institucional de sus vulnerados territorios, en los que la única oportunidad de movilización social se las ofrecen las organizaciones ilegales.
"La raíz del problema es otro. Con pocas oportunidades laborales en el campo, y sin vías de acceso para comercializar productos legales, los narcotraficantes ofrecen a los campesinos una salida a la insatisfacción de sus necesidades básicas. A eso súmele que el consumo de cocaína no disminuye, y mientras la demanda sea alta, el mercado ilegal seguirá creciendo. La fumigación con glifosato como política antidroga no responde a ninguna de esas problemáticas. Por eso no ha funcionado", aseguró a Infobae el estadounidense John Myers, conservacionista y experto en ecoturismo que ha realizado investigaciones sobre el costo/beneficio de la estrategia del glifosato.
En efecto, cuando las FARC, quien fuera el principal proveedor de cocaína de carteles mexicanos, de desmovilizaron tras el Acuerdo de Paz, las zonas abandonadas por los combatientes no fueron asumidas por el Estado, sino que han sido tomadas por otras organizaciones armadas que se disputan el control de los cultivos de coca, la producción del clorhidrato y las rutas de tráfico de droga al exterior, como lo ha evidenciado la fundación InSight Crime.
"Otros actores armados llegaron a capturar las rentas ilegales presentes en esos territorios y, a diferencia de las FARC-EP que regulaban la siembra y ponían límites geográficos a la misma (protegían ciertos bosques y fuentes de agua), los nuevos grupos no limitan la siembra y, por el contrario, presionan a las comunidades para ampliar las áreas sembradas", afirmó Trejos.
Así, la reactivación de la aspersión de glifosato para erradicar cultivos de coca, esta vez a través de drones, respondió a la alerta emitida por el gobierno de Estados Unidos, el primer país del mundo en el consumo de cocaína y, por ende, el principal destino de los narcotraficantes latinoamericanos. Ello, también, para evitar que Colombia sea desertificado con las repercusiones económicas que eso implica.
"Estados Unidos implementa una figura de certificación de lucha antidroga en la que los países que no se acogen a sus mandatos no la reciben. Eso tiene efectos comerciales importantes, y hay que entender que el mercado americano es el principal destino de las exportaciones de Colombia", explicó el abogado Trejos.
Y agregó: "Lo que se cuestiona es que no hay un país que haya aplicado tanto químico en sus suelos como este, y 30 años después de esa política todo sigue igual. Estamos pedaleando en una bicicleta estática, porque mientras se fumigan las hectáreas de coca, los narcotraficantes tumban otras selvas y siembran en otra parte".
Afecciones en ecosistemas y humanos.
El beneficio de la fumigación con glifosato está estrechamente ligada al costo ambiental que representa, sin mencionar los posibles efectos nocivos para la salud que aun no han sido concluyentes. Finalmente, a eso respondió la prohibición de la Corte Constitucional en 2015. Pero la tesis actual del Consejo de Estupefacientes es que el nuevo método con drones no produciría tales daños porque la aspersión sería más controlada, pues al estar a una menor altura que las avionetas se garantiza que el producto caiga de forma vertical y precisa en los cultivos.
"Tienen la mitad de la concentración del veneno que tenían los aviones. Por lo que los riesgos para las personas y el medio ambiente son bastante mitigables", expresó en su momento el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. Sin embargo, para muchos ambientalistas el nuevo mecanismo no garantiza que no habrá efectos negativos en los ecosistemas. Como ha dicho Camilo González Posso, fundador del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), los nuevos cultivos de coca a fumigar están escondidos entre matas de plátano, yuca y árboles frutales, por donde pasan nacimientos de agua dulce.
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Un estudio reciente del Instituto Humboldt -cita el conservacionista Myers- sobre las regiones impactados por la fumigación, que son los bosques del Pacífico, Orinoquía, Amazonía y Andino, alerta sobre que el glifosato genera deforestación y fragmenta los ecosistemas. Otros estudios internacionales afirman que modifica la estructura y funcionalidad de los sistemas ambientales acuáticos, lo que retarda el crecimiento de organismos, genera cambios bioquímicos y hasta disminuye la actividad sexual de algunos animales.
La ONG Greenpeace también advierte que afecta fauna importante para el funcionamiento de los ecosistemas como las lombrices de tierra, fundamentales para mantener e incrementar la fertilidad del suelo. "Este compuesto penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos (…) reduce la diversidad y cantidad de especies vegetales y puede afectar a seres vivos cruciales para la agricultura, como son los polinizadores", describen.
En 2001, la Comisión Europea prohibió el uso de glifosato en la agricultura en los países del continente (aunque no es sus colonias latinoamericanas), al calificarlo como "tóxico para los organismos acuáticos", que puede "acarrear efectos nefastos para el ambiente en el largo plazo". Esas afectaciones en la naturaleza colombiana también repercuten en la economía del país que como táctica de posconflicto le ha apostado al turismo en regiones a las que anteriormente no se tenía acceso por causas de la guerra.
Como lo advirtió el estadounidense experto en ecoturismo, John Myers: "El New York Times seleccionó a Colombia como segundo destino del mundo para visitar. Eso es el resultado de años de crecimiento y reducción de violencia, en los que el país se posicionó como un lugar de turismo inigualable. En el estudio 'La paz es mucho más de palomas' pude establecer que solo los turistas de aves pagarían 310 dólares por día. Colombia tiene una oportunidad grandísima de desarrollar su economía a través del ecoturismo".
Y a parte de los daños ambientales están las alertas de prevención para la salud en humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de un año de trabajo con 17 expertos que revisaron al menos 112 documentos científicos, categorizó al glifosato en el Grupo 2A; es decir, "probablemente cancerígeno para seres humanos". Lo que significa que existe "una asociación positiva entre la exposición al químico y el cáncer, pero que no se pueden descartar otras explicaciones".
El trabajo científico de la OMS afirma que "hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin) (…) Pero el herbicida también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas", lo que está ligado con el cáncer. Por eso, aludiendo al principio de precaución, lanzan la alerta de toxicidad del herbicida para prevenir el riesgo a las personas
"Existe una investigación publicada por Michelle Townsend's en la revista científica Regulatory Toxicology and Pharmacology en la que trabaja con células tumorales derivadas de humanos en los que analiza la exposición a distintas concentraciones de glifosato. Encontraron que al incrementar la dosis y el tiempo de exposición se generaban daños", dijo a Infobae un doctor en Salud Pública que ha estudiado los efectos del glifosato pero que prefirió mantener el anonimato.
En Estados Unidos, por ejemplo, se realiza un juicio mediático en el que Dewayne Johnson, de 46 años, demandó a la multinacional Monsanto porque -alega- le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin incurable luego de fumigar por más de dos años con Roundup (como se llama el producto elaborado con glifosato). El caso es relevante en Colombia porque hasta el momento se ha advertido sobre el riesgo de la fumigación aérea, pero de fallar a favor del estadounidense que usó el químico de forma manual, el debate sobre la nueva estrategia de erradicación de coca crecerá.
"Debe replantearse la clásica política antidrogas que se concentra solo en la represión del narcotráfico por vía de la fumigación, la extradición y la incautación (aunque deben continuarse), ya que ha demostrado ser ineficiente al no articularse a estrategias integrales. Debe acompañarse de una política agraria que posibilite al campesino, no solo el acceso a la tierra, sino los medios necesarios para que los cultivos lícitos sean rentables; y entender el consumo como un problema de salud pública que debe ser despenalizado y regulado legalmente, poniendo énfasis en la prevención", concluye Luis Fernando Trejos.
Adriana Chica
Infobae
En medio del debate del aumento del 11% de las hectáreas de cultivos ilícitos, que pone a Colombia como el primer productor de cocaína del mundo, el gobierno anunció la reactivación de las fumigaciones de glifosato para su erradicación, después de estar suspendido oficialmente en 2015.
Así se reabrió la polémica detrás de la efectividad de la estrategia antidroga que se ha implementado desde la década de los '80 sin resultados eficientes, pero con consecuencias ambientales alarmantes y daños a la salud humana aún sin definir.
En 2017, el país alcanzó la cifra récord de 209.000 hectáreas de cultivos de coca, aumentando la capacidad de producción de cocaína en un 19%, de acuerdo a un informe de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos (ONDCP).
Con la presión del gobierno de Donald Trump, los presidentes colombianos saliente y entrante reiniciarán la aspersión a través de drones, en lo que prometen será "menos costoso y más efectivo, erradicando por lo menos tres hectáreas diarias".
La noticia fue tan polémica como la suspensión oficial de las fumigaciones con glifosato en 2015, que tras meses de controversias respondió al llamado de prevención de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), que clasificó al herbicida como "probablemente cancerígeno".
Fue una decisión frente a la incertidumbre científica, pero desde entonces las discusiones sobre la toxicidad del químico no han parado. De hecho, el Estado acumula 1,5 billones de pesos en reclamaciones por las afectaciones al medioambiente, a cultivos legales y a la salud humana.
Ello, después del inicio de las fumigaciones con herbicidas que comenzaron en 1978 en la Sierra Nevada de Santa Marta, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala, como medida para contrarrestar la bonanza marimbera. Cuando se optó por la aspersión aérea, en 1982, las primeras protestas salieron a la calle, las comunidades indígenas Kogui y Arhuaco denunciaron problemas en su salud y daños en sus ecosistemas. Y ese fue el contrapeso de la estrategia antidroga hasta nuestros días.
El debate creció con el cambio de los plaguicidas al glifosato en los '90, un herbicida comercializado en su mayoría por la multinacional estadounidense Monsanto -recientemente comprada por Bayer- y el más usado del mundo en la agricultura. Pese a las múltiples manifestaciones de campesinos e indígenas, la presión de Estados Unidos fue más fuerte y para 1999 el Estado diseñaba el Plan Colombia que, a su vez, fue una estrategia de contrainsurgencia al tener como objetivo la destrucción de la principal fuente de financiación de las guerrillas: la coca.
Entre 1999 y 2015 se fumigaron con glifosato 1'800.000 hectáreas de cultivos ilícitos en Colombia, mientras la polémica mundial estaba en su punto álgido, las movilizaciones sociales se volvieron permanentes en regiones cocaleras y el gobierno de Ecuador iniciaba una disputa para rechazar las aspersiones aéreas que llegaban hasta sus territorios en zonas fronterizas.
Finalmente, al avanzar en las negociaciones de paz con las FARC en La Habana, el gobierno saliente de Juan Manuel Santos suspendió indefinidamente el uso de glifosato para erradicar cultivos ilícitos. Pero "la sentencia T-080 de 2017 de la Corte Constitucional solo prohibió la fumigación en Parques Naturales, resguardos indígenas y comunidades raizales", aclaró a Infobae el abogado Luis Fernando Trejos, experto en violencia armada y crimen organizado.
¿Efectivo?
Después de todos esos años en los que el glifosato fue el principal plan de la lucha antidroga, Colombia sigue en el mismo punto: es el principal cultivador de coca del mundo. Nunca existieron cálculos exactos sobre su real efectividad. Incluso, el vicepresidente y general (r) de la Policía, Óscar Naranjo, afirmó que pese a las fumigaciones desde 1999, "la medida no acabó con el arbusto". Para los contradictores del glifosato, la estrategia ha sido un "fracaso" porque no atiende al real problema detrás de la producción de droga.
El narcotráfico tiene una dimensión social que poco ha sido reflejada en las políticas antidrogas que se diseñan en Estados Unidos, "porque aquí, en Colombia, solo somos ejecutores", advirtió Trejos. Los campesinos cocaleros no hacen parte de la mafia que se enriquece con el ilícito, sino que responden a la poca oferta institucional de sus vulnerados territorios, en los que la única oportunidad de movilización social se las ofrecen las organizaciones ilegales.
"La raíz del problema es otro. Con pocas oportunidades laborales en el campo, y sin vías de acceso para comercializar productos legales, los narcotraficantes ofrecen a los campesinos una salida a la insatisfacción de sus necesidades básicas. A eso súmele que el consumo de cocaína no disminuye, y mientras la demanda sea alta, el mercado ilegal seguirá creciendo. La fumigación con glifosato como política antidroga no responde a ninguna de esas problemáticas. Por eso no ha funcionado", aseguró a Infobae el estadounidense John Myers, conservacionista y experto en ecoturismo que ha realizado investigaciones sobre el costo/beneficio de la estrategia del glifosato.
En efecto, cuando las FARC, quien fuera el principal proveedor de cocaína de carteles mexicanos, de desmovilizaron tras el Acuerdo de Paz, las zonas abandonadas por los combatientes no fueron asumidas por el Estado, sino que han sido tomadas por otras organizaciones armadas que se disputan el control de los cultivos de coca, la producción del clorhidrato y las rutas de tráfico de droga al exterior, como lo ha evidenciado la fundación InSight Crime.
"Otros actores armados llegaron a capturar las rentas ilegales presentes en esos territorios y, a diferencia de las FARC-EP que regulaban la siembra y ponían límites geográficos a la misma (protegían ciertos bosques y fuentes de agua), los nuevos grupos no limitan la siembra y, por el contrario, presionan a las comunidades para ampliar las áreas sembradas", afirmó Trejos.
Así, la reactivación de la aspersión de glifosato para erradicar cultivos de coca, esta vez a través de drones, respondió a la alerta emitida por el gobierno de Estados Unidos, el primer país del mundo en el consumo de cocaína y, por ende, el principal destino de los narcotraficantes latinoamericanos. Ello, también, para evitar que Colombia sea desertificado con las repercusiones económicas que eso implica.
"Estados Unidos implementa una figura de certificación de lucha antidroga en la que los países que no se acogen a sus mandatos no la reciben. Eso tiene efectos comerciales importantes, y hay que entender que el mercado americano es el principal destino de las exportaciones de Colombia", explicó el abogado Trejos.
Y agregó: "Lo que se cuestiona es que no hay un país que haya aplicado tanto químico en sus suelos como este, y 30 años después de esa política todo sigue igual. Estamos pedaleando en una bicicleta estática, porque mientras se fumigan las hectáreas de coca, los narcotraficantes tumban otras selvas y siembran en otra parte".
Afecciones en ecosistemas y humanos.
El beneficio de la fumigación con glifosato está estrechamente ligada al costo ambiental que representa, sin mencionar los posibles efectos nocivos para la salud que aun no han sido concluyentes. Finalmente, a eso respondió la prohibición de la Corte Constitucional en 2015. Pero la tesis actual del Consejo de Estupefacientes es que el nuevo método con drones no produciría tales daños porque la aspersión sería más controlada, pues al estar a una menor altura que las avionetas se garantiza que el producto caiga de forma vertical y precisa en los cultivos.
"Tienen la mitad de la concentración del veneno que tenían los aviones. Por lo que los riesgos para las personas y el medio ambiente son bastante mitigables", expresó en su momento el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. Sin embargo, para muchos ambientalistas el nuevo mecanismo no garantiza que no habrá efectos negativos en los ecosistemas. Como ha dicho Camilo González Posso, fundador del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), los nuevos cultivos de coca a fumigar están escondidos entre matas de plátano, yuca y árboles frutales, por donde pasan nacimientos de agua dulce.
Play
Un estudio reciente del Instituto Humboldt -cita el conservacionista Myers- sobre las regiones impactados por la fumigación, que son los bosques del Pacífico, Orinoquía, Amazonía y Andino, alerta sobre que el glifosato genera deforestación y fragmenta los ecosistemas. Otros estudios internacionales afirman que modifica la estructura y funcionalidad de los sistemas ambientales acuáticos, lo que retarda el crecimiento de organismos, genera cambios bioquímicos y hasta disminuye la actividad sexual de algunos animales.
La ONG Greenpeace también advierte que afecta fauna importante para el funcionamiento de los ecosistemas como las lombrices de tierra, fundamentales para mantener e incrementar la fertilidad del suelo. "Este compuesto penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos (…) reduce la diversidad y cantidad de especies vegetales y puede afectar a seres vivos cruciales para la agricultura, como son los polinizadores", describen.
En 2001, la Comisión Europea prohibió el uso de glifosato en la agricultura en los países del continente (aunque no es sus colonias latinoamericanas), al calificarlo como "tóxico para los organismos acuáticos", que puede "acarrear efectos nefastos para el ambiente en el largo plazo". Esas afectaciones en la naturaleza colombiana también repercuten en la economía del país que como táctica de posconflicto le ha apostado al turismo en regiones a las que anteriormente no se tenía acceso por causas de la guerra.
Como lo advirtió el estadounidense experto en ecoturismo, John Myers: "El New York Times seleccionó a Colombia como segundo destino del mundo para visitar. Eso es el resultado de años de crecimiento y reducción de violencia, en los que el país se posicionó como un lugar de turismo inigualable. En el estudio 'La paz es mucho más de palomas' pude establecer que solo los turistas de aves pagarían 310 dólares por día. Colombia tiene una oportunidad grandísima de desarrollar su economía a través del ecoturismo".
Y a parte de los daños ambientales están las alertas de prevención para la salud en humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de un año de trabajo con 17 expertos que revisaron al menos 112 documentos científicos, categorizó al glifosato en el Grupo 2A; es decir, "probablemente cancerígeno para seres humanos". Lo que significa que existe "una asociación positiva entre la exposición al químico y el cáncer, pero que no se pueden descartar otras explicaciones".
El trabajo científico de la OMS afirma que "hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin) (…) Pero el herbicida también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas", lo que está ligado con el cáncer. Por eso, aludiendo al principio de precaución, lanzan la alerta de toxicidad del herbicida para prevenir el riesgo a las personas
"Existe una investigación publicada por Michelle Townsend's en la revista científica Regulatory Toxicology and Pharmacology en la que trabaja con células tumorales derivadas de humanos en los que analiza la exposición a distintas concentraciones de glifosato. Encontraron que al incrementar la dosis y el tiempo de exposición se generaban daños", dijo a Infobae un doctor en Salud Pública que ha estudiado los efectos del glifosato pero que prefirió mantener el anonimato.
En Estados Unidos, por ejemplo, se realiza un juicio mediático en el que Dewayne Johnson, de 46 años, demandó a la multinacional Monsanto porque -alega- le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin incurable luego de fumigar por más de dos años con Roundup (como se llama el producto elaborado con glifosato). El caso es relevante en Colombia porque hasta el momento se ha advertido sobre el riesgo de la fumigación aérea, pero de fallar a favor del estadounidense que usó el químico de forma manual, el debate sobre la nueva estrategia de erradicación de coca crecerá.
"Debe replantearse la clásica política antidrogas que se concentra solo en la represión del narcotráfico por vía de la fumigación, la extradición y la incautación (aunque deben continuarse), ya que ha demostrado ser ineficiente al no articularse a estrategias integrales. Debe acompañarse de una política agraria que posibilite al campesino, no solo el acceso a la tierra, sino los medios necesarios para que los cultivos lícitos sean rentables; y entender el consumo como un problema de salud pública que debe ser despenalizado y regulado legalmente, poniendo énfasis en la prevención", concluye Luis Fernando Trejos.