Después de la muerte no hay nada, salvo el Real Madrid

Hay que recordarlo porque la victoria trastorna: lo que se está haciendo en los últimos cuatro años es normal porque lo hacen ellos

Manuel Jabois
El País
Murió dos veces. Pudo morir más y no murió nunca. Tampoco ante el Bayern de Múnich, que le agujereó en la ida y en la vuelta, sometió las bandas del Madrid a un castigo terrible y marcó a los tres minutos un gol en el Bernabéu que desató los fantasmas juventinos y congeló el estadio. Y sin embargo, con un equipo formidable que ha aprendido de tal forma a ganar sufriendo que no parece saber hacer otra cosa, el Madrid se sobrepuso al gol, se sobrepuso a la presión y se sobrepuso a su muerte telegrafiada y a sus mejores vengadores, encarnados en el entrenador del Bayern: el hombre que devolvió al mando de un equipo la gloria después de 32 años. Pero el Madrid no tiene memoria.


El Madrid ha sacado oficio para enfrentarse a la cuña de su propia madera. Cuando llega la traición de uno de los suyos, Tony Soprano lo llama “judas” y Carmela corrige, atenta: “Por lo menos Judas no se metió en un programa de protección de apóstoles”. No hay ese programa en la Champions: los que se van del Madrid, o a los que el Madrid invita a irse, vuelven al Bernabéu entre el enemigo a marcar un gol que dejar en el recuerdo de la afición mediante un atajo que garantiza posteridad, el de los rivales que privan al Madrid de una Champions. Eso hay que reconocérselo al Madrid: tanta gloria tiene la ballena blanca como el que la arponea.

¿Qué iba a hacer James? ¿Demostrarle al Madrid que no se equivocó conmigo? ¿Qué iba a hacer Benzema? ¿Demostrar que el público que le lleva silbando todo el año tiene razón? El partido degeneró en una enorme cuenta pendiente de todos contra todos, como si años de afrentas y represalias (los penaltis del Bernabéu; el 0-4 en Múnich) fueran a reunirse en el saloon definitivo. El Madrid presentó una banda derecha construida entre Lucas y Modric, un antiguo extremo y un antiguo mediapunta para frenar a Ribéry y Alaba, antiguos pero informales. El resultado fue una pequeña sorpresa: no salió bien. El Bayern se hizo selfies y atendió a los medios en esa banda, no por los dos madridistas sino porque a veces, ante el Madrid, se olvida que el rival que está enfrente es el Bayern de Múnich en semifinales de Champions, una competición que ganó cinco veces. Y antes el PSG, el equipo más caro del mundo; y después la Juventus, el último finalista.

Hay que recordarlo porque la victoria trastorna: lo que se está haciendo en los últimos cuatro años es normal porque lo hace el Madrid, y se volverá extraordinario después, cuando nadie lo haga y se recuerde, como hace sesenta años, quién fue el que pisó la hierba que no volvió a crecer.

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