El nuevo Gobierno austriaco arranca entre protestas por la participación de la ultraderecha
El canciller conservador, Sebastian Kurz, viajará a Bruselas para explicar el pacto con los populistas
Sara Velert
Agencias
Madrid / Viena
El nuevo Gobierno austriaco encabezado por los conservadores (ÖVP) de Sebastian Kurz tomó este lunes posesión entre las protestas de varios miles de personas por el regreso al poder tras una década de la ultraderecha (FPÖ), que será un socio minoritario con carteras clave como Interior y Exteriores. Un potente cordón policial impidió que los manifestantes se acercaran al palacio imperial de Viena, donde el presidente, el progresista Alexander Van der Bellen, exhortó al Ejecutivo a mantener una política proeuropea y de respeto a las libertades y minorías.
El discurso del jefe del Estado reflejó la división de la sociedad austriaca en torno a la participación de los ultranacionalistas de Heinz-Christian Strache en el Ejecutivo, al tiempo que intentó lanzar un mensaje de tranquilidad al exterior y especialmente a la UE.
El FPÖ vuelve al Gobierno austriaco por tercera vez en su historia, tras una década en la que se ha establecido como la principal oposición con un mensaje euroescéptico y de rechazo a la migración y el islam, y se ha convertido en referencia de los populismos radicales europeos como única formación que asciende al poder.
Su último paso por el Ejecutivo, entre 2000 y 2006 también de la mano de los conservadores, quedó marcado por las disputas internas y varios casos de corrupción, y aunque el FPÖ ha rebajado el tono de su discurso, periódicamente surgen casos de xenofobia y antisemitismo en sus filas a los que responde solo cuando trascienden a la opinión pública.
Así lo recordaron en eslóganes y pancartas — “Gabinete de los horrores”; “No dejéis gobernar a los nazis”— en las diferentes manifestaciones que convergieron en torno al palacio imperial de Viena, donde tomó posesión el Gobierno. Alrededor de 6.000 personas, según la policía, se agolparon ante un cordón de seguridad de 1.500 agentes. “Con los ministerios del Interior y Defensa, la ultraderecha controlará las palancas principales del poder”, protestó Claudia, de 45 años, en declaraciones a la agencia France Presse.
La concentración transcurrió sin incidentes destacables. En 2000, el rechazo a la entrada en el Gobierno de la ultraderecha obligó a los ministros a acceder al palacio imperial por un pasadizo subterráneo.
También la reacción de la UE, que entonces aisló diplomáticamente a Austria durante unos meses, ha sido contenida. El Gobierno alemán expresó su deseo de una relación “buena y estrecha”, aunque también “basada en valores”, destacó un portavoz. La canciller, Angela Merkel, señaló: “Observaremos con interés su posición respecto a Europa”. Francia, por su parte, confía en un “diálogo proeuropeo” con Austria.
La continuidad de esa colaboración ha sido también reivindicada con insistencia por Van der Bellen, elegido el año pasado frente a un candidato del FPÖ. Al dirigirse al ya canciller, Sebastian Kurz —con 31 años, el mandatario más joven de la UE—, y al vicecanciller, Strache, el presidente destacó esa premisa como uno de los “puntos importantes que han quedado fuera de discusión” en las conversaciones que ha mantenido con ellos desde las elecciones de octubre —los conservadores ganaron con un 31,5%; el FPÖ logró un 26% y los socialdemócratas, que dejan el poder tras una década, un 26,9%—.
El presidente incluyó entre los “principios fundamentales” de la acción de gobierno el respeto a las libertades, “al diferente y las minorías”, en un país con 700.000 musulmanes (de 8,7 millones de habitantes), y reivindicó “el apoyo a los más débiles” sin hacer mención a la intención del Gobierno de recortar ayudas, sobre todo a los refugiados, o endurecer la política migratoria.
Van der Bellen sí resaltó explícitamente que el Ejecutivo deberá “respetar la historia de Austria, tanto los capítulos positivos como los más oscuros”, en clara alusión al pasado nazi del país. La biografía de varios ministros, también de Strache, incluye contactos con extremistas o neonazis en el pasado, y la pertenencia a cofradías pangermánicas.
Consciente de las tensiones que acarrea la participación en el Gobierno de los ultras, que llegaron a proponer un referéndum para una salida de la UE del que ahora reniegan, Kurz viaja este martes a Bruselas para entrevistarse con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y el del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Además, Kurz ha separado del Ministerio de Exteriores los asuntos comunitarios, que controlará en la cancillería. La titular de la cartera, Karen Kneissl, aunque afín al FPÖ, no milita en ningún partido. Exdiplomática y experta en el mundo árabe, se topó nada más tomar posesión con un conflicto con Roma, donde fue recibida con un fuerte rechazo la pretensión del nuevo Ejecutivo de otorgar la ciudadanía a la minoría de habla germana de Alto Adigio —el Tirol del sur para Austria—, región que pasó a manos italianas tras la Primera Guerra Mundial.
Sara Velert
Agencias
Madrid / Viena
El nuevo Gobierno austriaco encabezado por los conservadores (ÖVP) de Sebastian Kurz tomó este lunes posesión entre las protestas de varios miles de personas por el regreso al poder tras una década de la ultraderecha (FPÖ), que será un socio minoritario con carteras clave como Interior y Exteriores. Un potente cordón policial impidió que los manifestantes se acercaran al palacio imperial de Viena, donde el presidente, el progresista Alexander Van der Bellen, exhortó al Ejecutivo a mantener una política proeuropea y de respeto a las libertades y minorías.
El discurso del jefe del Estado reflejó la división de la sociedad austriaca en torno a la participación de los ultranacionalistas de Heinz-Christian Strache en el Ejecutivo, al tiempo que intentó lanzar un mensaje de tranquilidad al exterior y especialmente a la UE.
El FPÖ vuelve al Gobierno austriaco por tercera vez en su historia, tras una década en la que se ha establecido como la principal oposición con un mensaje euroescéptico y de rechazo a la migración y el islam, y se ha convertido en referencia de los populismos radicales europeos como única formación que asciende al poder.
Su último paso por el Ejecutivo, entre 2000 y 2006 también de la mano de los conservadores, quedó marcado por las disputas internas y varios casos de corrupción, y aunque el FPÖ ha rebajado el tono de su discurso, periódicamente surgen casos de xenofobia y antisemitismo en sus filas a los que responde solo cuando trascienden a la opinión pública.
Así lo recordaron en eslóganes y pancartas — “Gabinete de los horrores”; “No dejéis gobernar a los nazis”— en las diferentes manifestaciones que convergieron en torno al palacio imperial de Viena, donde tomó posesión el Gobierno. Alrededor de 6.000 personas, según la policía, se agolparon ante un cordón de seguridad de 1.500 agentes. “Con los ministerios del Interior y Defensa, la ultraderecha controlará las palancas principales del poder”, protestó Claudia, de 45 años, en declaraciones a la agencia France Presse.
La concentración transcurrió sin incidentes destacables. En 2000, el rechazo a la entrada en el Gobierno de la ultraderecha obligó a los ministros a acceder al palacio imperial por un pasadizo subterráneo.
También la reacción de la UE, que entonces aisló diplomáticamente a Austria durante unos meses, ha sido contenida. El Gobierno alemán expresó su deseo de una relación “buena y estrecha”, aunque también “basada en valores”, destacó un portavoz. La canciller, Angela Merkel, señaló: “Observaremos con interés su posición respecto a Europa”. Francia, por su parte, confía en un “diálogo proeuropeo” con Austria.
La continuidad de esa colaboración ha sido también reivindicada con insistencia por Van der Bellen, elegido el año pasado frente a un candidato del FPÖ. Al dirigirse al ya canciller, Sebastian Kurz —con 31 años, el mandatario más joven de la UE—, y al vicecanciller, Strache, el presidente destacó esa premisa como uno de los “puntos importantes que han quedado fuera de discusión” en las conversaciones que ha mantenido con ellos desde las elecciones de octubre —los conservadores ganaron con un 31,5%; el FPÖ logró un 26% y los socialdemócratas, que dejan el poder tras una década, un 26,9%—.
El presidente incluyó entre los “principios fundamentales” de la acción de gobierno el respeto a las libertades, “al diferente y las minorías”, en un país con 700.000 musulmanes (de 8,7 millones de habitantes), y reivindicó “el apoyo a los más débiles” sin hacer mención a la intención del Gobierno de recortar ayudas, sobre todo a los refugiados, o endurecer la política migratoria.
Van der Bellen sí resaltó explícitamente que el Ejecutivo deberá “respetar la historia de Austria, tanto los capítulos positivos como los más oscuros”, en clara alusión al pasado nazi del país. La biografía de varios ministros, también de Strache, incluye contactos con extremistas o neonazis en el pasado, y la pertenencia a cofradías pangermánicas.
Consciente de las tensiones que acarrea la participación en el Gobierno de los ultras, que llegaron a proponer un referéndum para una salida de la UE del que ahora reniegan, Kurz viaja este martes a Bruselas para entrevistarse con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y el del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Además, Kurz ha separado del Ministerio de Exteriores los asuntos comunitarios, que controlará en la cancillería. La titular de la cartera, Karen Kneissl, aunque afín al FPÖ, no milita en ningún partido. Exdiplomática y experta en el mundo árabe, se topó nada más tomar posesión con un conflicto con Roma, donde fue recibida con un fuerte rechazo la pretensión del nuevo Ejecutivo de otorgar la ciudadanía a la minoría de habla germana de Alto Adigio —el Tirol del sur para Austria—, región que pasó a manos italianas tras la Primera Guerra Mundial.