Las dos velocidades del cambio climático
Mientras las alarmas sobre el calentamiento se disparan las complicadas negociaciones para aplicar el Acuerdo de París avanzan lentamente
MANUEL PLANELLES (ENVIADO ESPECIAL)
Bonn, El País
Nicolas Hulot, ministro francés de Transición Ecológica, se remontó esta semana miles de años atrás, hasta la edad de piedra. En concreto, al momento en el que el ser humano transitó hacia la edad de los metales. "El cambio no se hizo porque se acabara la piedra, sino porque la alternativa era mejor", dijo este conocido ambientalista desde la Cumbre del Clima de Bonn, que se ha cerrado a primera hora de este sábado.
Hulot se refirió también a una nueva transición: la que debe sacar a la humanidad de la actual era de la combustión. Y esa transformación, como intentó explicar el ministro francés, no se debe hacer porque se agoten los combustibles fósiles –el carbón, el petróleo o el gas natural–, sino porque la alternativa es "mejor". De hecho, los estudios científicos apuntan a que una parte importante de las reservas de combustibles fósiles deberán dejarse bajo tierra si se quiere evitar que los efectos del cambio climático sean catastróficos. Francia, recordó Hulot, ha vetado ya las prospecciones en su territorio en busca de petróleo y gas.
Desprenderse de los combustibles fósiles es, sin embargo, una tarea realmente complicada; son la sangre que recorre las venas de la economía mundial. Su problema reside en que cuando se queman para generar energía liberan el dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero. Una parte importante se acaba concentrando en la atmósfera e impide que el planeta libere el calor con la misma intensidad con la que lo hacía antes de la etapa industrial, según el consenso científico. La buena noticia es que las renovables –fundamentalmente solar y eólica– se perfilan cada vez más como la alternativa, a la espera del desarrollo de los sistemas de almacenamiento de electricidad que los expertos dicen que están por llegar para no depender de que sople el viento o haga sol.
De esta transición se habla en las cumbres climáticas anuales, como la que se ha cerrado este sábado en Bonn tras una larga negociación nocturna. Las delegaciones de casi 200 países han discutido durante dos semanas sobre la forma en la que se debe desarrollar el Acuerdo de París, que se cerró en 2015 y ya está en vigor, pero cuyas medidas no se aplicarán hasta 2021, cuando morirá el Protocolo de Kioto. En Bonn, como estaba previsto, se ha avanzado en el desarrollo de los reglamentos del pacto de París. Pero no se aprobarán hasta la próxima cumbre, que se celebrará dentro de un año en la ciudad polaca de Katowice.
Alarmas climáticas
La lentitud con la que avanzan estas negociaciones desde hace más de dos décadas contrasta con la fuerza y la urgencia de las alarmas sobre los efectos del cambio climático. Coincidiendo con estas cumbres, se suelen difundir informes sobre la evolución de los gases de efecto invernadero. En el de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se advertía de un nuevo récord en la concentración de CO2 en la atmósfera, que está en unos niveles desconocidos desde hace miles de años. "Hay que elevar urgentemente el nivel de ambición si queremos cumplir los objetivos del Acuerdo de París", advirtió el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
El gran objetivo a largo plazo del Acuerdo de París es que todos los firmantes reduzcan los gases de efecto invernadero para que el aumento medio de la temperatura a final de este siglo no supere los dos grados respecto a los niveles preindustriales. Y se incluyó también que se trataría de rebajar esa meta al grado y medio.
Pero en estos momentos, el planeta está ya en un aumento medio de un grado. Y los recortes de emisiones de los firmantes del pacto, según las proyecciones de la ONU y de los científicos, llevarían al planeta a los 3 grados en 2100. "Las negociaciones climáticas van muy lentas en un contexto de urgencia como el de ahora", resume Tatiana Nuño, la responsable de Greenpeace España que ha seguido la cumbre desde Bonn.
Otro de los estudios presentados durante estos días, liderado por Carbon Global Project, lanzaba una importante advertencia: "el tiempo se está agotando" para cumplir con París. "Solo la descarbonización [eliminación del dióxido de carbono de la economía] profunda y rápida evitará que la Tierra sobrepase el umbral de temperatura del grado y medio en solo una década y los dos grados unas pocas décadas después". El próximo año, el IPCC, el panel de expertos que bajo el paraguas de la ONU radiografían el cambio climático, debe tener listo un informe sobre el objetivo del grado y medio. Y, según fuentes conocedoras de los primeros borradores de este informe, las perspectivas sobre la posibilidad de que la humanidad esté en disposición de cumplir esa meta del grado y medio no son buenas.
"La urgencia por actuar es tanta", alerta también David Howell, experto en estas negociaciones climáticas de SEO/BirdLife. Pero no solo las ONG hablan de urgencia. Casi cada vez que ha tenido una intervención, la responsable de la ONU de cambio climático, Patricia Espinosa, ha utilizado esa palabra para instar a los países a ser más ambiciosos. Y casi cada vez que ha tenido una intervención en Bonn, Espinosa ha alertado de los desastres naturales vinculados al calentamiento global.
El cambio climático no solo aumenta la temperatura. Según el consenso científico, también incrementa en algunos casos la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos. Se trata de fenómenos como los huracanes que han azotado este año EE UU, un país que, tras las elecciones de hace un año en las que ganó Donald Trump, decidió borrarse de la lucha internacional contra el cambio climático.
El Acuerdo de París sobrevive a Trump
Quizás, entre los puntos más positivos de la cumbre de Bonn está la constatación de que el Acuerdo de París ha sobrevivido a la desaparición de uno de sus padres, Barack Obama, y a la aparición de un presidente de EE UU empeñado en desmontar todo el legado de su antecesor, el pacto climático incluido. Pero su anuncio de salida no ha desencadenado un efecto contagio y la segunda potencia más emisora de gases de efecto invernadero se ha quedado aislada.
Obama no es la única baja entre los padres del acuerdo. Tampoco está ya el expresidente francés François Hollande. Sin embargo, su sustituto, Emmanuel Macron, sigue comprometido con el Acuerdo de París y ha organizado para diciembre (cuando se cumplen los dos años del pacto) una cumbre en la capital francesa sobre financiación climática.
La canciller Angela Merkel, madre también del pacto de París de 2015, ha participado en la cumbre al igual que Macron. Sin embargo, su discurso tuvo un "tono de funeral", resume Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales. Merkel llegó a admitir que Alemania no cumplirá en 2020 con los recortes de emisiones de gases de efecto invernadero a los que se comprometió.
Alemania (al igual que Polonia y España) se quedaron fuera de una gran declaración firmada en Bonn en la que se insta a poner fin a las centrales de carbón de aquí a 2030. Luego, su ministra de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, reconoció que este asunto está sobre la mesa de negociación para tratar de cerrar un Gobierno de coalición en Alemania. Teresa Ribera cree que ese nuevo Gobierno alemán "va a marcar la política climática europea" en los próximos años.
MANUEL PLANELLES (ENVIADO ESPECIAL)
Bonn, El País
Nicolas Hulot, ministro francés de Transición Ecológica, se remontó esta semana miles de años atrás, hasta la edad de piedra. En concreto, al momento en el que el ser humano transitó hacia la edad de los metales. "El cambio no se hizo porque se acabara la piedra, sino porque la alternativa era mejor", dijo este conocido ambientalista desde la Cumbre del Clima de Bonn, que se ha cerrado a primera hora de este sábado.
Hulot se refirió también a una nueva transición: la que debe sacar a la humanidad de la actual era de la combustión. Y esa transformación, como intentó explicar el ministro francés, no se debe hacer porque se agoten los combustibles fósiles –el carbón, el petróleo o el gas natural–, sino porque la alternativa es "mejor". De hecho, los estudios científicos apuntan a que una parte importante de las reservas de combustibles fósiles deberán dejarse bajo tierra si se quiere evitar que los efectos del cambio climático sean catastróficos. Francia, recordó Hulot, ha vetado ya las prospecciones en su territorio en busca de petróleo y gas.
Desprenderse de los combustibles fósiles es, sin embargo, una tarea realmente complicada; son la sangre que recorre las venas de la economía mundial. Su problema reside en que cuando se queman para generar energía liberan el dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero. Una parte importante se acaba concentrando en la atmósfera e impide que el planeta libere el calor con la misma intensidad con la que lo hacía antes de la etapa industrial, según el consenso científico. La buena noticia es que las renovables –fundamentalmente solar y eólica– se perfilan cada vez más como la alternativa, a la espera del desarrollo de los sistemas de almacenamiento de electricidad que los expertos dicen que están por llegar para no depender de que sople el viento o haga sol.
De esta transición se habla en las cumbres climáticas anuales, como la que se ha cerrado este sábado en Bonn tras una larga negociación nocturna. Las delegaciones de casi 200 países han discutido durante dos semanas sobre la forma en la que se debe desarrollar el Acuerdo de París, que se cerró en 2015 y ya está en vigor, pero cuyas medidas no se aplicarán hasta 2021, cuando morirá el Protocolo de Kioto. En Bonn, como estaba previsto, se ha avanzado en el desarrollo de los reglamentos del pacto de París. Pero no se aprobarán hasta la próxima cumbre, que se celebrará dentro de un año en la ciudad polaca de Katowice.
Alarmas climáticas
La lentitud con la que avanzan estas negociaciones desde hace más de dos décadas contrasta con la fuerza y la urgencia de las alarmas sobre los efectos del cambio climático. Coincidiendo con estas cumbres, se suelen difundir informes sobre la evolución de los gases de efecto invernadero. En el de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se advertía de un nuevo récord en la concentración de CO2 en la atmósfera, que está en unos niveles desconocidos desde hace miles de años. "Hay que elevar urgentemente el nivel de ambición si queremos cumplir los objetivos del Acuerdo de París", advirtió el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
El gran objetivo a largo plazo del Acuerdo de París es que todos los firmantes reduzcan los gases de efecto invernadero para que el aumento medio de la temperatura a final de este siglo no supere los dos grados respecto a los niveles preindustriales. Y se incluyó también que se trataría de rebajar esa meta al grado y medio.
Pero en estos momentos, el planeta está ya en un aumento medio de un grado. Y los recortes de emisiones de los firmantes del pacto, según las proyecciones de la ONU y de los científicos, llevarían al planeta a los 3 grados en 2100. "Las negociaciones climáticas van muy lentas en un contexto de urgencia como el de ahora", resume Tatiana Nuño, la responsable de Greenpeace España que ha seguido la cumbre desde Bonn.
Otro de los estudios presentados durante estos días, liderado por Carbon Global Project, lanzaba una importante advertencia: "el tiempo se está agotando" para cumplir con París. "Solo la descarbonización [eliminación del dióxido de carbono de la economía] profunda y rápida evitará que la Tierra sobrepase el umbral de temperatura del grado y medio en solo una década y los dos grados unas pocas décadas después". El próximo año, el IPCC, el panel de expertos que bajo el paraguas de la ONU radiografían el cambio climático, debe tener listo un informe sobre el objetivo del grado y medio. Y, según fuentes conocedoras de los primeros borradores de este informe, las perspectivas sobre la posibilidad de que la humanidad esté en disposición de cumplir esa meta del grado y medio no son buenas.
"La urgencia por actuar es tanta", alerta también David Howell, experto en estas negociaciones climáticas de SEO/BirdLife. Pero no solo las ONG hablan de urgencia. Casi cada vez que ha tenido una intervención, la responsable de la ONU de cambio climático, Patricia Espinosa, ha utilizado esa palabra para instar a los países a ser más ambiciosos. Y casi cada vez que ha tenido una intervención en Bonn, Espinosa ha alertado de los desastres naturales vinculados al calentamiento global.
El cambio climático no solo aumenta la temperatura. Según el consenso científico, también incrementa en algunos casos la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos. Se trata de fenómenos como los huracanes que han azotado este año EE UU, un país que, tras las elecciones de hace un año en las que ganó Donald Trump, decidió borrarse de la lucha internacional contra el cambio climático.
El Acuerdo de París sobrevive a Trump
Quizás, entre los puntos más positivos de la cumbre de Bonn está la constatación de que el Acuerdo de París ha sobrevivido a la desaparición de uno de sus padres, Barack Obama, y a la aparición de un presidente de EE UU empeñado en desmontar todo el legado de su antecesor, el pacto climático incluido. Pero su anuncio de salida no ha desencadenado un efecto contagio y la segunda potencia más emisora de gases de efecto invernadero se ha quedado aislada.
Obama no es la única baja entre los padres del acuerdo. Tampoco está ya el expresidente francés François Hollande. Sin embargo, su sustituto, Emmanuel Macron, sigue comprometido con el Acuerdo de París y ha organizado para diciembre (cuando se cumplen los dos años del pacto) una cumbre en la capital francesa sobre financiación climática.
La canciller Angela Merkel, madre también del pacto de París de 2015, ha participado en la cumbre al igual que Macron. Sin embargo, su discurso tuvo un "tono de funeral", resume Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales. Merkel llegó a admitir que Alemania no cumplirá en 2020 con los recortes de emisiones de gases de efecto invernadero a los que se comprometió.
Alemania (al igual que Polonia y España) se quedaron fuera de una gran declaración firmada en Bonn en la que se insta a poner fin a las centrales de carbón de aquí a 2030. Luego, su ministra de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, reconoció que este asunto está sobre la mesa de negociación para tratar de cerrar un Gobierno de coalición en Alemania. Teresa Ribera cree que ese nuevo Gobierno alemán "va a marcar la política climática europea" en los próximos años.