Los 43 de Ayotzinapa, una cartografía de la violencia en México
A tres años de la desaparición forzada de los estudiantes, ‘Forensic Architecture’ presenta una plataforma interactiva que facilita la comprensión de lo ocurrido y favorece nuevas investigaciones
Pablo Ferri
México, El País
El martes 26 de septiembre se cumplen tres años de una de las grandes tragedias del México moderno. No fue solamente la desaparición de 43 estudiantes. Ni la muerte de otros. Es también la falta de respuestas. A día de hoy se desconoce el paradero de los jóvenes. Aunque la fiscalía mexicana aseguró que una banda delictiva los mató y los quemó en un basurero, sus familias y el grupo de investigadores independientes auspiciado por la CIDH han rechazado reiteradamente sus argumentos. En estos años se han publicado más de una decena de libros y se han estrenado dos documentales sobre lo ocurrido. Y pese a todo, la duda prevalece. ¿Qué pasó?
Este jueves, Forensic Architecture ha presentado una cartografía interactiva de los hechos de Iguala en la Ciudad de México. Forensic es un grupo interdisciplinar de arquitectos, abogados, periodistas, especializado en armar narrativas innovadoras de hechos complejos. Antes ya lo hicieron, por ejemplo, con un campo de tortura en Camerún, o un ecocidio en una región de Indonesia, o con el ataque a un hospital gestionado por Médicos Sin Fronteras en Siria.
En el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el Centro de Derechos Humanos Miguel Pro y el Equipo Argentino de Antropología Forense, pidieron a Forensic que interviniera. Tanto el Centro Pro como los forenses argentinos han intervenido en las investigaciones.
Además de terrible, el caso Iguala es abrumador. Hay tanta información, de tantas fuentes distintas -a veces tan contradictoria- que resulta difícil saber cuándo ocurrió tal cosa, cómo ocurrió y dónde. O qué pasó justo después con cada uno de los implicados, víctima o victimario.
La nueva plataforma es una mapa anclado a una línea de tiempo, que recoge lo sucedido en Iguala y alrededores la tarde del 26 de septiembre de 2014 y la madrugada del 27. "Nuestro objetivo no era aportar nueva información, sino una nueva lógica, un nuevo entendimiento de los hechos", explicaba este jueves Stefan Laxness, coordinador del proyecto. "La plataforma sirve para comparar la información oficial y cuestionarla; para entender la dimensión de la violencia la noche del 26 de septiembre".
El mapa permite acceder a los escenarios de los ataques, recreados en 3D, navegables en espacio y tiempo. Es posible, por ejemplo, ir al cruce de las calles Juan N Álvarez y Periférico de Iguala, donde policías municipales emboscaron a parte de los estudiantes, que iban a bordo de tres autobuses. O a las afueras del pueblo, junto al palacio de justicia, donde agentes municipales agredieron a otro grupo.
La base teórica de la plataforma, las fuentes documentales, son los dos informes que escribió el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, a partir de su estancia en México. La desconfianza de los familiares de los 43 hacía los investigadores de la fiscalía mexicana provocaron su creación. Ante la presión internacional, el Gobierno mexicano no tuvo más remedio que aceptar. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, compuso el grupo y lo mandó a México. Tiempo después, los resultados de las pesquisas contradijeron los de la investigación oficial y desde entonces el caso permanece en un limbo, con decenas de detenidos y una absoluta falta de certezas.
La tercera fuente documental es uno de los libros publicados sobre el caso, Una Historia Oral de la Infamia, del periodista estadounidense John Gibler. El texto es un mosaico de voces los estudiantes supervivientes, además de otros testigos de los hechos.
Lo que se sabe
A partir de los informes del GIEI, la plataforma muestra la llegada de los estudiantes a Iguala en dos autobuses, la tarde del 26 de septiembre. Su idea era llegar a la Ciudad de México para participar en los actos en recuerdo de la masacre -de otros estudiantes- en la capital, en 1968, la matanza de Tlatelolco. Pararon en Iguala a tomar varios autobuses que pudiera llevarlos a todos. En distintos puntos de Iguala, las policías de Iguala, Cocula y posiblemente Huitzuco les interceptan y agreden. Algunos de ellos mueren. A lo largo de la tarde, policías y estudiantes juegan al gato y al ratón. Los primeros tratan de cazar a los segundos. Unos mueren, otros escapan, a otros los capturan.
La plataforma ilustra igualmente la participación, activa o pasiva, de policías ministeriales, federales y militares. Pese a la persecución de los estudiantes por todo el pueblo, los militares, acuartelados en un batallón cerca de uno de los escenarios de las agresiones, no intervinieron. Es más, según testimonios de algunos de los estudiantes que llegaron a un hospital del municipio, trataron de amedrentarlos. Su actuación motivó incluso uno de los dos documentales dedicados al tema, Mirar Morir.
La plataforma deja en el aire lo que ocurre con los estudiantes después de que los policías se los lleven. Según la investigación oficial, los agentes se los entregaron a un grupo de delincuentes. Estos los habrían quemado en el vertedero del pueblo de al lado. Y es justo ahí donde las posiciones de unos y otros, de las familias y el GIEI y la fiscalía mexicana, son, de momento, irreconciliables.
Pablo Ferri
México, El País
El martes 26 de septiembre se cumplen tres años de una de las grandes tragedias del México moderno. No fue solamente la desaparición de 43 estudiantes. Ni la muerte de otros. Es también la falta de respuestas. A día de hoy se desconoce el paradero de los jóvenes. Aunque la fiscalía mexicana aseguró que una banda delictiva los mató y los quemó en un basurero, sus familias y el grupo de investigadores independientes auspiciado por la CIDH han rechazado reiteradamente sus argumentos. En estos años se han publicado más de una decena de libros y se han estrenado dos documentales sobre lo ocurrido. Y pese a todo, la duda prevalece. ¿Qué pasó?
Este jueves, Forensic Architecture ha presentado una cartografía interactiva de los hechos de Iguala en la Ciudad de México. Forensic es un grupo interdisciplinar de arquitectos, abogados, periodistas, especializado en armar narrativas innovadoras de hechos complejos. Antes ya lo hicieron, por ejemplo, con un campo de tortura en Camerún, o un ecocidio en una región de Indonesia, o con el ataque a un hospital gestionado por Médicos Sin Fronteras en Siria.
En el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el Centro de Derechos Humanos Miguel Pro y el Equipo Argentino de Antropología Forense, pidieron a Forensic que interviniera. Tanto el Centro Pro como los forenses argentinos han intervenido en las investigaciones.
Además de terrible, el caso Iguala es abrumador. Hay tanta información, de tantas fuentes distintas -a veces tan contradictoria- que resulta difícil saber cuándo ocurrió tal cosa, cómo ocurrió y dónde. O qué pasó justo después con cada uno de los implicados, víctima o victimario.
La nueva plataforma es una mapa anclado a una línea de tiempo, que recoge lo sucedido en Iguala y alrededores la tarde del 26 de septiembre de 2014 y la madrugada del 27. "Nuestro objetivo no era aportar nueva información, sino una nueva lógica, un nuevo entendimiento de los hechos", explicaba este jueves Stefan Laxness, coordinador del proyecto. "La plataforma sirve para comparar la información oficial y cuestionarla; para entender la dimensión de la violencia la noche del 26 de septiembre".
El mapa permite acceder a los escenarios de los ataques, recreados en 3D, navegables en espacio y tiempo. Es posible, por ejemplo, ir al cruce de las calles Juan N Álvarez y Periférico de Iguala, donde policías municipales emboscaron a parte de los estudiantes, que iban a bordo de tres autobuses. O a las afueras del pueblo, junto al palacio de justicia, donde agentes municipales agredieron a otro grupo.
La base teórica de la plataforma, las fuentes documentales, son los dos informes que escribió el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, a partir de su estancia en México. La desconfianza de los familiares de los 43 hacía los investigadores de la fiscalía mexicana provocaron su creación. Ante la presión internacional, el Gobierno mexicano no tuvo más remedio que aceptar. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, compuso el grupo y lo mandó a México. Tiempo después, los resultados de las pesquisas contradijeron los de la investigación oficial y desde entonces el caso permanece en un limbo, con decenas de detenidos y una absoluta falta de certezas.
La tercera fuente documental es uno de los libros publicados sobre el caso, Una Historia Oral de la Infamia, del periodista estadounidense John Gibler. El texto es un mosaico de voces los estudiantes supervivientes, además de otros testigos de los hechos.
Lo que se sabe
A partir de los informes del GIEI, la plataforma muestra la llegada de los estudiantes a Iguala en dos autobuses, la tarde del 26 de septiembre. Su idea era llegar a la Ciudad de México para participar en los actos en recuerdo de la masacre -de otros estudiantes- en la capital, en 1968, la matanza de Tlatelolco. Pararon en Iguala a tomar varios autobuses que pudiera llevarlos a todos. En distintos puntos de Iguala, las policías de Iguala, Cocula y posiblemente Huitzuco les interceptan y agreden. Algunos de ellos mueren. A lo largo de la tarde, policías y estudiantes juegan al gato y al ratón. Los primeros tratan de cazar a los segundos. Unos mueren, otros escapan, a otros los capturan.
La plataforma ilustra igualmente la participación, activa o pasiva, de policías ministeriales, federales y militares. Pese a la persecución de los estudiantes por todo el pueblo, los militares, acuartelados en un batallón cerca de uno de los escenarios de las agresiones, no intervinieron. Es más, según testimonios de algunos de los estudiantes que llegaron a un hospital del municipio, trataron de amedrentarlos. Su actuación motivó incluso uno de los dos documentales dedicados al tema, Mirar Morir.
La plataforma deja en el aire lo que ocurre con los estudiantes después de que los policías se los lleven. Según la investigación oficial, los agentes se los entregaron a un grupo de delincuentes. Estos los habrían quemado en el vertedero del pueblo de al lado. Y es justo ahí donde las posiciones de unos y otros, de las familias y el GIEI y la fiscalía mexicana, son, de momento, irreconciliables.