Industria 4.0 / Cuarta revolución: el mundo está cambiando, ¿para mejor o para peor?
Olivia López Bueno
Guillermo Vega
El País
Si no nos creen a nosotros, escuchen a dos expertos que llevan tiempo estudiando el nuevo paradigma al que se enfrenta la sociedad. El primero: “Sería presuntuoso tratar de describir con precisión la próxima era en el mundo digital. Pero es razonable concluir que el internet que hemos conocido durante casi tres décadas está mutando, y que el próximo va a cambiar el mundo más que su hermano mayor”. Estas son las palabras con las que (más o menos) el académico canadiense Vincent Mosco, autor de obras de referencia como To the cloud, va a empezar su próximo libro.
Más contundente se muestra el consultor en transformación digital e innovación hispano-alemán Alex Preukschat. “La tecnología blockchain, en combinación con otras tecnologías como el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el big data, los drones, o la biotecnología va a rehacer el mundo tal como lo conocemos, mucho más rápido de lo que ha sido en los últimos años, como parte de la cuarta revolución industrial”.
En conclusión. No solo estamos en medio de una brutal reconversión, sino que es la más rápida de la historia. La pregunta que surge ante esta situación es: este cambio, ¿va a ser para mejor o para peor?
Como sucedía en la novela de Umberto Eco, nos encontramos con apocalípticos e integrados, expertos que auguran un universo distópico mezcla de 1984 y Matrix, gobernado por el paro masivo parecen mayoría. Y otros que prevén una sociedad más transparente y descentralizada en la que fluirá la información y en la que serán los robots los que nos hagan los trabajos tediosos.
El historiador israelí Yuval Noah Harari, nacido en 1976, forma parte de los primeros. No cree que acabemos como en la película de las hermanas Wachowski, pero sí sostiene en libros como Homo Deus: Una breve historia del mañana que si bien la profusión de tecnología ha logrado que la humanidad mejore en cosas como el hambre y las enfermedades, las ideas fundamentales de las democracias liberales corren el peligro perder vigencia en un mundo de ciborgs e inteligencia artificial. Nada de descentralización en su opinión: las grandes coporaciones te conocerán hasta el mínimo detalle, y unas pocas personas monopolizarán poder económico y político, algoritmos y tecnología, y los usarán para crear clases biológicas.
La pérdida de empleos es otro mantra de los apocalípticos. Carl Benedikt Frey, investigador en la Universidad de Oxford, elaboró hace poco más de un año un estudio que se viralizó rápidamente en el que sostenía que el 47% de los empleos corre el riesgo de desaparecer. En el mismo sentido se pronuncia nada menos que el World Economic Forum. El año pasado se presentó en Davos un informe que sostenía que la digitalización de la industria supondrá la desaparición de 7,1 millones de empleos, y la creación de otros 2,1 millones para 2020. Un poco de matemáticas: son cinco millones de empleos netos menos.
Algo en lo que no está de acuerdo, de un apasionado integrado como Manish Sharma, chief operating officer de Accenture Operations. En su opinión, “la gente hace trabajos aburridos porque esos son los trabajos que se les ofrecen”, sentencia. “La automatización de los procesos va a hacer a proporcionar una vida mejor a las personas”.
El economista José Moisés Martín Carretero, autor de España 2030: gobernar el futuro (Planeta, 2016), incide en la misma idea de Sharma: “El progreso tecnológico ha desplazado trabajadores pero ha creado muchos más puestos”, sentencia. “A corto plazo puede haber reducciones pero a largo plazo la creación de empleo es incuestionable”.
El danés Erik Brynjolfsson y el estadounidense Andrew McAffee, cofundadores del departamento de Economía Digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), lanzaron en 2011 el libro La carrera contra las máquinas (MIT, 2011). La obra explica cómo actividades que hasta hace poco estaban reservadas a los humanos ya son territorio para las máquinas. Y lo celebra. “La economía mundial está en la cúspide de una etapa de crecimiento espectacular impulsada por máquinas inteligentes que sacarán el máximo provecho de los avances en el tratamiento por ordenador, la inteligencia artificial, la comunicación en red y la digitalización de casi todo”.
Eso, claro está, siempre que demos por bueno que tener trabajo sea igual a ser feliz.
Guillermo Vega
El País
Si no nos creen a nosotros, escuchen a dos expertos que llevan tiempo estudiando el nuevo paradigma al que se enfrenta la sociedad. El primero: “Sería presuntuoso tratar de describir con precisión la próxima era en el mundo digital. Pero es razonable concluir que el internet que hemos conocido durante casi tres décadas está mutando, y que el próximo va a cambiar el mundo más que su hermano mayor”. Estas son las palabras con las que (más o menos) el académico canadiense Vincent Mosco, autor de obras de referencia como To the cloud, va a empezar su próximo libro.
Más contundente se muestra el consultor en transformación digital e innovación hispano-alemán Alex Preukschat. “La tecnología blockchain, en combinación con otras tecnologías como el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el big data, los drones, o la biotecnología va a rehacer el mundo tal como lo conocemos, mucho más rápido de lo que ha sido en los últimos años, como parte de la cuarta revolución industrial”.
En conclusión. No solo estamos en medio de una brutal reconversión, sino que es la más rápida de la historia. La pregunta que surge ante esta situación es: este cambio, ¿va a ser para mejor o para peor?
Como sucedía en la novela de Umberto Eco, nos encontramos con apocalípticos e integrados, expertos que auguran un universo distópico mezcla de 1984 y Matrix, gobernado por el paro masivo parecen mayoría. Y otros que prevén una sociedad más transparente y descentralizada en la que fluirá la información y en la que serán los robots los que nos hagan los trabajos tediosos.
El historiador israelí Yuval Noah Harari, nacido en 1976, forma parte de los primeros. No cree que acabemos como en la película de las hermanas Wachowski, pero sí sostiene en libros como Homo Deus: Una breve historia del mañana que si bien la profusión de tecnología ha logrado que la humanidad mejore en cosas como el hambre y las enfermedades, las ideas fundamentales de las democracias liberales corren el peligro perder vigencia en un mundo de ciborgs e inteligencia artificial. Nada de descentralización en su opinión: las grandes coporaciones te conocerán hasta el mínimo detalle, y unas pocas personas monopolizarán poder económico y político, algoritmos y tecnología, y los usarán para crear clases biológicas.
La pérdida de empleos es otro mantra de los apocalípticos. Carl Benedikt Frey, investigador en la Universidad de Oxford, elaboró hace poco más de un año un estudio que se viralizó rápidamente en el que sostenía que el 47% de los empleos corre el riesgo de desaparecer. En el mismo sentido se pronuncia nada menos que el World Economic Forum. El año pasado se presentó en Davos un informe que sostenía que la digitalización de la industria supondrá la desaparición de 7,1 millones de empleos, y la creación de otros 2,1 millones para 2020. Un poco de matemáticas: son cinco millones de empleos netos menos.
Algo en lo que no está de acuerdo, de un apasionado integrado como Manish Sharma, chief operating officer de Accenture Operations. En su opinión, “la gente hace trabajos aburridos porque esos son los trabajos que se les ofrecen”, sentencia. “La automatización de los procesos va a hacer a proporcionar una vida mejor a las personas”.
El economista José Moisés Martín Carretero, autor de España 2030: gobernar el futuro (Planeta, 2016), incide en la misma idea de Sharma: “El progreso tecnológico ha desplazado trabajadores pero ha creado muchos más puestos”, sentencia. “A corto plazo puede haber reducciones pero a largo plazo la creación de empleo es incuestionable”.
El danés Erik Brynjolfsson y el estadounidense Andrew McAffee, cofundadores del departamento de Economía Digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), lanzaron en 2011 el libro La carrera contra las máquinas (MIT, 2011). La obra explica cómo actividades que hasta hace poco estaban reservadas a los humanos ya son territorio para las máquinas. Y lo celebra. “La economía mundial está en la cúspide de una etapa de crecimiento espectacular impulsada por máquinas inteligentes que sacarán el máximo provecho de los avances en el tratamiento por ordenador, la inteligencia artificial, la comunicación en red y la digitalización de casi todo”.
Eso, claro está, siempre que demos por bueno que tener trabajo sea igual a ser feliz.