Objetivo: correr más rápido que Bolt, ¿dónde están los límites del ser humano?
Objetivo: correr más rápido que Bolt, ¿dónde están los límites del ser humano?
Víctor Millán, As
En los pasados Juegos Olímpicos de Río volvimos a alucinar con Usain Bolt corriendo con una sonrisa ante sus competidores. Sin embargo, sus marcas personales se quedaron muy lejos de los propios récords que él había marcado en los 100 y 200 metros en 2009.
La dominación del jamaicano es tal que algunos apuntan que será difícil ver a alguien batiendo sus tiempos, a pesar de que históricamente el ser humano se ha ido superando de forma astronómica desde que se celebraran las primeras pruebas registradas.
Uno de los investigadores que apuntala esta teoría es Mark Denny, biólogo de la Universidad estadounidense de Stanford, en California, que en 2008, tras alucinar con los primeros grandes registros de Bolt, se hizo una pregunta con difícil respuesta: ¿tiene la velocidad humana un límite?
Y la conclusión, según Denny, es que sí. Este investigador diseñó un modelo matemático que establecía la progresión de los récords mundiales y un horizonte de mejora finito. El límite que él puso es que un hombre jamás podría correr los 100 metros lisos por debajo de los 9,48 segundos. Es decir, apenas una décima de segundo más rápido que el récord mundial establecido por Bolt.
De forma más reciente, también se ha quedado muy cerca del límite máximo de Denny el cuatrocentista sudafricano Van Niekerk en los últimos Juegos. Su marca, nuevo récord mundial tras 17 años con 43,03 segundos, superando por fin el registro que parecía perpetuo de Michael Johnson logrado en Sevilla también puso contra las cuerdas esta frontera. En su caso, el atleta africano se quedó a solo tres décimas de segundo del límite humano que fijó el modelo matemático.
Pero entonces, ¿estamos tan cerca de llegar a los límites del deporte? “Francamente, todavía no hay pruebas de cuáles son los mecanismos predominantes para saberlo”, señalaba Alberto Dolci, Profesor de Fisiología Ambiental y Ejercicio Inmunológico de la Universidad de Westminster esta semana en un artículo de The Conversation que analizaba esta misma cuestión.
Aunque el caso de los 100 metros lisos o las pruebas de corta distancia sean las más espectaculares del atletismo, otras disciplinas también han sido objeto de estudio por los investigadores. Según un análisis realizado en 2007 por la Universidad de Verona, la superación de récords mundiales cuenta con cierta regularidad, y se dan divergencias muy importantes por disciplinas. Así, mientras los lanzamientos de peso o jabalina han progresado en algunos casos cerca de un 50% desde los primeros Juegos Olímpicos, las pruebas de corta distancia apenas lo han hecho en un 8% durante todo este tiempo.
En la mejora de todas las disciplinas, resume Dolci, existen varios factores. En primer lugar, la mejora de los entrenamientos y las mejoras tanto externas (materiales o dietéticas) como técnicas, como el salto de Dick Fosbury en México 68, el primer atleta en afrontar el salto de altura de espaldas. Pero después señala que hay dos aspectos no tan evidentes: la mínima, pero posible mejora genética generación tras generación y la ampliación de la base de atletas a raíz de la profesionalización del deporte.
Este último factor se ve claramente en el deporte femenino, que ha tenido un incremento en el número de récords mucho mayor que en los hombres desde la década de los setenta. Antes, las mujeres estaban excluidas de muchas de estas disciplinas y además, los premios económicos no eran tan importantes, lo que limitaba su participación.
Pero entonces, ¿qué pasa con los récords vigentes desde hace más de 20 años?
A pesar de todo esto, hay algunas disciplinas cuyos récords se han quedado anclados en los años ochenta o comienzos de los noventa. Según un estudio presentado en 2008, aquel año el ser humano estaba cerca de alcanzar sus límites en 9 de cada 10 disciplinas, sobre todo aquellas que no son mejorables mediante el entrenamiento una vez que se alcanza cierta plenitud. La reacción de un velocista en la salida, fundamental para firmar buenas marcas, está sobre todo condicionada por el sistema nervioso, de difícil mejora, al contrario que la capacidad aeróbica de los corredores de larga distancia.
Las pruebas de salto, otro de los puntos negros de los récords mundiales (en salto de longitud, se mantiene la marca lograda por Mike Powell en 1991) están condicionadas sobre todo por la capacidad de los tendones, restringidos por un límite natural.
Mención aparte merecen las marcas de lanzamiento de peso, martillo o disco, ancladas todas en tiempos de antes de la caída del Muro de Berlín tanto en las categorías masculinas como femeninas, a excepción de la revolución que está suponiendo la lanzadora de martillo polaca Anita Włodarczyk, que ha conseguido batir el récord mundial dos veces en el mismo mes de agosto, primero en Río, y luego en una prueba en su país.
No obstante, sobre alguno de estos récords forjados y mantenidos en los años ochenta, existe siempre cierta sombra de dopaje, debido a los escasos controles que había en la época, lo que divide a investigadores y analistas en torno a la posibilidad de saber si se ha tocado techo o, por el contrario, lo que vimos hace años pueda tener algo de espejismo.
Víctor Millán, As
En los pasados Juegos Olímpicos de Río volvimos a alucinar con Usain Bolt corriendo con una sonrisa ante sus competidores. Sin embargo, sus marcas personales se quedaron muy lejos de los propios récords que él había marcado en los 100 y 200 metros en 2009.
La dominación del jamaicano es tal que algunos apuntan que será difícil ver a alguien batiendo sus tiempos, a pesar de que históricamente el ser humano se ha ido superando de forma astronómica desde que se celebraran las primeras pruebas registradas.
Uno de los investigadores que apuntala esta teoría es Mark Denny, biólogo de la Universidad estadounidense de Stanford, en California, que en 2008, tras alucinar con los primeros grandes registros de Bolt, se hizo una pregunta con difícil respuesta: ¿tiene la velocidad humana un límite?
Y la conclusión, según Denny, es que sí. Este investigador diseñó un modelo matemático que establecía la progresión de los récords mundiales y un horizonte de mejora finito. El límite que él puso es que un hombre jamás podría correr los 100 metros lisos por debajo de los 9,48 segundos. Es decir, apenas una décima de segundo más rápido que el récord mundial establecido por Bolt.
De forma más reciente, también se ha quedado muy cerca del límite máximo de Denny el cuatrocentista sudafricano Van Niekerk en los últimos Juegos. Su marca, nuevo récord mundial tras 17 años con 43,03 segundos, superando por fin el registro que parecía perpetuo de Michael Johnson logrado en Sevilla también puso contra las cuerdas esta frontera. En su caso, el atleta africano se quedó a solo tres décimas de segundo del límite humano que fijó el modelo matemático.
Pero entonces, ¿estamos tan cerca de llegar a los límites del deporte? “Francamente, todavía no hay pruebas de cuáles son los mecanismos predominantes para saberlo”, señalaba Alberto Dolci, Profesor de Fisiología Ambiental y Ejercicio Inmunológico de la Universidad de Westminster esta semana en un artículo de The Conversation que analizaba esta misma cuestión.
Aunque el caso de los 100 metros lisos o las pruebas de corta distancia sean las más espectaculares del atletismo, otras disciplinas también han sido objeto de estudio por los investigadores. Según un análisis realizado en 2007 por la Universidad de Verona, la superación de récords mundiales cuenta con cierta regularidad, y se dan divergencias muy importantes por disciplinas. Así, mientras los lanzamientos de peso o jabalina han progresado en algunos casos cerca de un 50% desde los primeros Juegos Olímpicos, las pruebas de corta distancia apenas lo han hecho en un 8% durante todo este tiempo.
En la mejora de todas las disciplinas, resume Dolci, existen varios factores. En primer lugar, la mejora de los entrenamientos y las mejoras tanto externas (materiales o dietéticas) como técnicas, como el salto de Dick Fosbury en México 68, el primer atleta en afrontar el salto de altura de espaldas. Pero después señala que hay dos aspectos no tan evidentes: la mínima, pero posible mejora genética generación tras generación y la ampliación de la base de atletas a raíz de la profesionalización del deporte.
Este último factor se ve claramente en el deporte femenino, que ha tenido un incremento en el número de récords mucho mayor que en los hombres desde la década de los setenta. Antes, las mujeres estaban excluidas de muchas de estas disciplinas y además, los premios económicos no eran tan importantes, lo que limitaba su participación.
Pero entonces, ¿qué pasa con los récords vigentes desde hace más de 20 años?
A pesar de todo esto, hay algunas disciplinas cuyos récords se han quedado anclados en los años ochenta o comienzos de los noventa. Según un estudio presentado en 2008, aquel año el ser humano estaba cerca de alcanzar sus límites en 9 de cada 10 disciplinas, sobre todo aquellas que no son mejorables mediante el entrenamiento una vez que se alcanza cierta plenitud. La reacción de un velocista en la salida, fundamental para firmar buenas marcas, está sobre todo condicionada por el sistema nervioso, de difícil mejora, al contrario que la capacidad aeróbica de los corredores de larga distancia.
Las pruebas de salto, otro de los puntos negros de los récords mundiales (en salto de longitud, se mantiene la marca lograda por Mike Powell en 1991) están condicionadas sobre todo por la capacidad de los tendones, restringidos por un límite natural.
Mención aparte merecen las marcas de lanzamiento de peso, martillo o disco, ancladas todas en tiempos de antes de la caída del Muro de Berlín tanto en las categorías masculinas como femeninas, a excepción de la revolución que está suponiendo la lanzadora de martillo polaca Anita Włodarczyk, que ha conseguido batir el récord mundial dos veces en el mismo mes de agosto, primero en Río, y luego en una prueba en su país.
No obstante, sobre alguno de estos récords forjados y mantenidos en los años ochenta, existe siempre cierta sombra de dopaje, debido a los escasos controles que había en la época, lo que divide a investigadores y analistas en torno a la posibilidad de saber si se ha tocado techo o, por el contrario, lo que vimos hace años pueda tener algo de espejismo.