La NASA recrea un impacto en la Luna hace 3.800 millones de años
El satélite colisionó con un protoplaneta de 250 kilómetros de diámetro
Nuño Domínguez
El País
Un equipo de astrónomos ha resuelto el caso de una enorme colisión sucedida en la Luna hace 3.800 millones de años. Durante décadas se ha especulado con el origen del Mare Imbrium, la superficie de unos 1.300 kilómetros de diámetro que, vista desde la Tierra, parece uno de los ojos de la imaginaria cara de nuestro satélite. La hipótesis más creíble es que hubo un gran impacto que formó esta depresión geográfica que se aprecia al noroeste de la cara visible. Lo que no se sabía hasta ahora es que el choque fue 10 veces más grande y violento de lo que se pensaba.
Hasta ahora solo se habían utilizado programas informáticos para interpretar los accidentes geográficos del cráter e intentar calcular el tamaño del asteroide que lo formó. Esos estudios habían calculado un diámetro de 80 kilómetros para el asteroide.
Ahora, un equipo dirigido por Peter Schultz, experto en ciencias planetarias de la Universidad Brown (EE UU), ha recreado el impacto usando el Campo de Tiro Vertical del Centro Ames de la NASA. Se trata de un cañón de cuatro metros capaz de disparar proyectiles a más de 25.000 kilómetros por hora. La instalación permite reconstruir violentas colisiones entre cuerpos y materiales de muchos tipos. Comenzó a funcionar en los 60 como apoyo de las misiones Apolo que llevaron al hombre a la Luna y desde entonces ha servido a muchos otros proyectos, incluidos los rovers en Marte, la misión Deep Impact o el cálculo de los riesgos de las futuras misiones de la NASA de vuelta al satélite.
En la Luna, la zona del antiguo impacto está repleta de grietas y surcos formados por las rocas que salieron despedidas por la explosión. Se trata del último gran choque que sufrió la Luna y por eso sus restos están relativamente bien conservados. Estos accidentes están en el lado sureste de la zona, lo que indicaría que el asteroide vino del noroeste. Pero al noroeste, justo por donde debió entrar el enorme cuerpo, también hay surcos y grietas cuyo origen no estaba claro.
El experimento del equipo de Schultz, publicado hoy en Nature, ha permitido explicar por qué hay restos a uno y otro lado de la zona de impacto. El campo de tiro de la NASA “puede desvelar procesos complejos de un impacto en una escala de micras a centímetros”, explica Schultz a Materia. “En este trabajo reconocimos un patrón específico de impactos oblicuos y aislamos los fragmentos usando una superficie curva, similar a la de un cuerpo de gran tamaño que choca con la Luna”, señala. Una vez los científicos obtienen un patrón de impacto que encaja con lo observado, usan simulaciones informáticas que confirman si este mismo proceso físico sucede también a escalas de cientos de kilómetros.
Más colisiones en la Tierra
Los resultados muestran que el asteroide de Imbrium tenía en realidad unos 250 kilómetros de diámetro, la mitad de grande que Vesta, uno de los mayores cuerpos del Cinturón de Asteroides. Según Schultz se trataba de un protoplaneta, un embrión planetario como los que contribuyeron a formar la Tierra y el resto de planetas rocosos.
Según los cálculos del astrónomo de Brown el impacto liberó una energía de más de un billón de megatones (la mayor bomba atómica jamás detonada apenas alcanzó los 52 megatones). El experimento ha demostrado que el asteroide comenzó a desintegrarse al primer contacto con la Luna y los surcos que se ven al noroeste, en la zona de entrada, son también restos del mismo.
Gran parte del asteroide quedó esparcida por la Luna, lo que explica por qué muchas de las rocas recogidas por las misiones Apolo eran restos de meteoritos, especialmente las del Apolo 16 que recogió muestras del material proyectado por el impacto de Imbrium.
Otra parte del gigante escapó a la gravedad de la Luna y siguió orbitando el Sistema Solar en forma de asteroides más pequeños que ocasionaron nuevos impactos durante el bombardeo intenso tardío, un periodo inicial del Sistema Solar hace entre 4.100 y 3.800 millones de años.
“La Tierra fue golpeada muchas más veces por otros protoplanetas”, explica Schultz. “Debió haber unas cinco veces más impactos como el de Imbrium e incluso mayores en ese periodo”, resalta.
Nuño Domínguez
El País
Un equipo de astrónomos ha resuelto el caso de una enorme colisión sucedida en la Luna hace 3.800 millones de años. Durante décadas se ha especulado con el origen del Mare Imbrium, la superficie de unos 1.300 kilómetros de diámetro que, vista desde la Tierra, parece uno de los ojos de la imaginaria cara de nuestro satélite. La hipótesis más creíble es que hubo un gran impacto que formó esta depresión geográfica que se aprecia al noroeste de la cara visible. Lo que no se sabía hasta ahora es que el choque fue 10 veces más grande y violento de lo que se pensaba.
Hasta ahora solo se habían utilizado programas informáticos para interpretar los accidentes geográficos del cráter e intentar calcular el tamaño del asteroide que lo formó. Esos estudios habían calculado un diámetro de 80 kilómetros para el asteroide.
Ahora, un equipo dirigido por Peter Schultz, experto en ciencias planetarias de la Universidad Brown (EE UU), ha recreado el impacto usando el Campo de Tiro Vertical del Centro Ames de la NASA. Se trata de un cañón de cuatro metros capaz de disparar proyectiles a más de 25.000 kilómetros por hora. La instalación permite reconstruir violentas colisiones entre cuerpos y materiales de muchos tipos. Comenzó a funcionar en los 60 como apoyo de las misiones Apolo que llevaron al hombre a la Luna y desde entonces ha servido a muchos otros proyectos, incluidos los rovers en Marte, la misión Deep Impact o el cálculo de los riesgos de las futuras misiones de la NASA de vuelta al satélite.
En la Luna, la zona del antiguo impacto está repleta de grietas y surcos formados por las rocas que salieron despedidas por la explosión. Se trata del último gran choque que sufrió la Luna y por eso sus restos están relativamente bien conservados. Estos accidentes están en el lado sureste de la zona, lo que indicaría que el asteroide vino del noroeste. Pero al noroeste, justo por donde debió entrar el enorme cuerpo, también hay surcos y grietas cuyo origen no estaba claro.
El experimento del equipo de Schultz, publicado hoy en Nature, ha permitido explicar por qué hay restos a uno y otro lado de la zona de impacto. El campo de tiro de la NASA “puede desvelar procesos complejos de un impacto en una escala de micras a centímetros”, explica Schultz a Materia. “En este trabajo reconocimos un patrón específico de impactos oblicuos y aislamos los fragmentos usando una superficie curva, similar a la de un cuerpo de gran tamaño que choca con la Luna”, señala. Una vez los científicos obtienen un patrón de impacto que encaja con lo observado, usan simulaciones informáticas que confirman si este mismo proceso físico sucede también a escalas de cientos de kilómetros.
Más colisiones en la Tierra
Los resultados muestran que el asteroide de Imbrium tenía en realidad unos 250 kilómetros de diámetro, la mitad de grande que Vesta, uno de los mayores cuerpos del Cinturón de Asteroides. Según Schultz se trataba de un protoplaneta, un embrión planetario como los que contribuyeron a formar la Tierra y el resto de planetas rocosos.
Según los cálculos del astrónomo de Brown el impacto liberó una energía de más de un billón de megatones (la mayor bomba atómica jamás detonada apenas alcanzó los 52 megatones). El experimento ha demostrado que el asteroide comenzó a desintegrarse al primer contacto con la Luna y los surcos que se ven al noroeste, en la zona de entrada, son también restos del mismo.
Gran parte del asteroide quedó esparcida por la Luna, lo que explica por qué muchas de las rocas recogidas por las misiones Apolo eran restos de meteoritos, especialmente las del Apolo 16 que recogió muestras del material proyectado por el impacto de Imbrium.
Otra parte del gigante escapó a la gravedad de la Luna y siguió orbitando el Sistema Solar en forma de asteroides más pequeños que ocasionaron nuevos impactos durante el bombardeo intenso tardío, un periodo inicial del Sistema Solar hace entre 4.100 y 3.800 millones de años.
“La Tierra fue golpeada muchas más veces por otros protoplanetas”, explica Schultz. “Debió haber unas cinco veces más impactos como el de Imbrium e incluso mayores en ese periodo”, resalta.