ANÁLISIS / La negociación inevitable
Tarde o temprano, Chile llegará a la conclusión racional de que ganará más con un entendimiento con Bolivia, dice el excanciller en un comentario a propósito del libro Historia del mar boliviano, del expresidente Carlos D. Mesa.
Gustavo Fernández excanciller de Bolivia
Este no parece el momento para hablar de negociaciones, pero tarde o temprano –antes o después de que la Corte Internacional de Justicia emita su fallo final en la demanda boliviana- Chile llegará a la conclusión racional que ganará más con un entendimiento en serio con Bolivia. Que le conviene. Que gana seguridad, paz y opciones políticas, culturales y económicas importantes en la convivencia amistosa con Bolivia.
Es que, cuanto más se mire, busque y reflexione, este laberinto jurídico y político tiene una sola salida: la negociación. Bolivia debe prepararse desde ahora para ese momento, ya que le corresponde tomar la iniciativa y concretar un planteamiento para ese inevitable desenlace. Esa estrategia nacional no admite atrasos.
Los elementos centrales de ese plan son conocidos: acceso soberano al océano Pacífico por el norte de Arica, con conexión territorial con el Estado boliviano. Allí están, en los documentos que invocó el país en La Haya: las notas de 1950, las negociaciones de Charaña, la Resolución 148 de la OEA de 1979.
Alguna vez escribí, a propósito, que "en Arica confluyen historia, sentimiento e intereses. En ese sitio de la frontera se cruzan los intereses en conflicto de los tres países. Es el punto nodal de la solución del enfrentamiento histórico entre Chile, Perú y Bolivia. Es la opción real de acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico”.
Es claro que esa fórmula exige el consentimiento del Perú. De allí en adelante hay que definir todos los otros componentes del planteo. Eso es lo que hay discutir y construir. En la lógica del siglo XXI y del futuro.
La primera condición de esa estrategia -clave, ineludible, inexcusable- es la unidad nacional en la formulación y ejecución de la política marítima. Cuando la alcanzamos funcionó. El ejemplo de la demanda en La Haya es el más próximo. La iniciativa para construir esa política de Estado, obviamente, es del gobierno. El resto del país lo seguirá. Lo ha demostrado. Lo hemos demostrado, personalmente. Sin otra condición que la de opinar libremente en el equipo de trabajo y guardar religiosamente la reserva de las deliberaciones nacionales.
Por cierto es absolutamente indispensable concentrarse en el objetivo central: el acceso soberano al océano Pacífico. Construir a partir de las posiciones conquistadas. La solución de los muchos diferendos que confrontan a Bolivia y Chile -Silala, Lauca, régimen de aguas, manejo portuario-, debe encontrarse sin perder de vista la meta final. Trabajar en varios frentes, por cuerda separada, sin extraviarse, sin dispersar la energía y el impulso. Pero hay algo más. La propuesta boliviana tiene que proyectarse como pieza clave de la paz, seguridad e integración continental.
Es que, en su origen, la política de expansión de Chile, definida en la doctrina Portales, tuvo dos dimensiones: la económica y la geopolítica.
La meta económica era el control y la posesión de las riquezas del guano, la plata y el salitre boliviano. El descubrimiento del cobre en el territorio de Atacama tuvo un impacto mucho mayor de la que soñaron nunca. No solo les permitió financiar las guerras y equilibrar sus cuentas fiscales, sino que cambió la propia naturaleza del Estado chileno, de una pequeña economía agrícola a una potencia minera sobre la que construyó su futuro. El sueldo de Chile, le llamaba Allende.
En la frase "nosotros debemos mandar por siempre en el Pacífico”, Portales destiló la esencia de la doctrina geopolítica del país que está detrás de los Andes del Sur. Para alcanzar esa meta tenía que derrotar al Perú, para zanjar por las armas la competencia entre Valparaíso y Callao por la hegemonía naval, por el predominio militar, comercial y portuario en el Pacífico. El historiador Robert Burr apuntó que "aunque la guerra del Pacífico fue precipitada por el conflicto con Bolivia, Chile siempre vio al Perú como su mayor enemigo. No solo era mucho más poderoso que Bolivia, sino que era el rival tradicional de Chile por la hegemonía en el Pacífico, por su poderío naval”.
La guerra de 1879 rompió el equilibrio geopolítico del Pacífico sudamericano. El acceso soberano de Bolivia al mar es un componente inexcusable y crítico en la recomposición de ese balance. Elimina un foco de tensión y habilita al país a cumplir su rol geográfico e histórico de puente entre las grandes cuencas del Atlántico y el Pacífico. Cuando este gran escollo se remueva se podrá construir un sistema político regional renovado y vital, que inaugure un ciclo de paz, seguridad e integración. Es en esta perspectiva en la que se aprecia la dimensión continental que representa la reintegración marítima de Bolivia. Volver al mar de los ancestros no es solo regresar a las fuentes, al asiento original de la bolivianidad, sino es una de las clave del futuro del continente. Al cumplir esa vocación de unidad, se plasmarán en realidad concreta y efectiva los tres destinos con los que nació la patria, en el Pacífico, en el Plata, en el Amazonas.
Claro que hay consideraciones comerciales y económicas. Pero las razones geopolíticas e históricas que les acabo de mencionar son las trascendentes.
Por eso el planteamiento de negociación no es solamente un planteamiento boliviano. Debe ser el catalizador de un vasto plan regional de integración y paz. La negociación será bilateral y eventualmente trilateral. Así debe ser.
Pero el arreglo tiene que contar con la solidaridad política y financiera regional. Es un programa de integración, de obras. Infraestructura, agricultura, recursos hídricos, energía, minería, comercio.
La estrategia a la que me refiero debe atender esas consideraciones. En el nombre de Bolivia, de la justicia y de la integración sudamericana.
Cuando la solución finalmente se encuentre, Bolivia recobrará soberanía y la condición de potencia del Pacífico.
Chile se liberará de la carga política que pesa en su desarrollo y en su imagen externa. Perú recuperará la amistad eterna de Bolivia y repondrá la relación histórica que nos une. El continente ganará paz, seguridad e integración en el Pacífico y confirmará uno de los activos más importantes de América Latina.
En el mundo turbulento y atormentado del siglo XXI, América debe continuar siendo una zona de paz.
Bolivia tiene un papel en esa empresa.
Gustavo Fernández excanciller de Bolivia
Este no parece el momento para hablar de negociaciones, pero tarde o temprano –antes o después de que la Corte Internacional de Justicia emita su fallo final en la demanda boliviana- Chile llegará a la conclusión racional que ganará más con un entendimiento en serio con Bolivia. Que le conviene. Que gana seguridad, paz y opciones políticas, culturales y económicas importantes en la convivencia amistosa con Bolivia.
Es que, cuanto más se mire, busque y reflexione, este laberinto jurídico y político tiene una sola salida: la negociación. Bolivia debe prepararse desde ahora para ese momento, ya que le corresponde tomar la iniciativa y concretar un planteamiento para ese inevitable desenlace. Esa estrategia nacional no admite atrasos.
Los elementos centrales de ese plan son conocidos: acceso soberano al océano Pacífico por el norte de Arica, con conexión territorial con el Estado boliviano. Allí están, en los documentos que invocó el país en La Haya: las notas de 1950, las negociaciones de Charaña, la Resolución 148 de la OEA de 1979.
Alguna vez escribí, a propósito, que "en Arica confluyen historia, sentimiento e intereses. En ese sitio de la frontera se cruzan los intereses en conflicto de los tres países. Es el punto nodal de la solución del enfrentamiento histórico entre Chile, Perú y Bolivia. Es la opción real de acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico”.
Es claro que esa fórmula exige el consentimiento del Perú. De allí en adelante hay que definir todos los otros componentes del planteo. Eso es lo que hay discutir y construir. En la lógica del siglo XXI y del futuro.
La primera condición de esa estrategia -clave, ineludible, inexcusable- es la unidad nacional en la formulación y ejecución de la política marítima. Cuando la alcanzamos funcionó. El ejemplo de la demanda en La Haya es el más próximo. La iniciativa para construir esa política de Estado, obviamente, es del gobierno. El resto del país lo seguirá. Lo ha demostrado. Lo hemos demostrado, personalmente. Sin otra condición que la de opinar libremente en el equipo de trabajo y guardar religiosamente la reserva de las deliberaciones nacionales.
Por cierto es absolutamente indispensable concentrarse en el objetivo central: el acceso soberano al océano Pacífico. Construir a partir de las posiciones conquistadas. La solución de los muchos diferendos que confrontan a Bolivia y Chile -Silala, Lauca, régimen de aguas, manejo portuario-, debe encontrarse sin perder de vista la meta final. Trabajar en varios frentes, por cuerda separada, sin extraviarse, sin dispersar la energía y el impulso. Pero hay algo más. La propuesta boliviana tiene que proyectarse como pieza clave de la paz, seguridad e integración continental.
Es que, en su origen, la política de expansión de Chile, definida en la doctrina Portales, tuvo dos dimensiones: la económica y la geopolítica.
La meta económica era el control y la posesión de las riquezas del guano, la plata y el salitre boliviano. El descubrimiento del cobre en el territorio de Atacama tuvo un impacto mucho mayor de la que soñaron nunca. No solo les permitió financiar las guerras y equilibrar sus cuentas fiscales, sino que cambió la propia naturaleza del Estado chileno, de una pequeña economía agrícola a una potencia minera sobre la que construyó su futuro. El sueldo de Chile, le llamaba Allende.
En la frase "nosotros debemos mandar por siempre en el Pacífico”, Portales destiló la esencia de la doctrina geopolítica del país que está detrás de los Andes del Sur. Para alcanzar esa meta tenía que derrotar al Perú, para zanjar por las armas la competencia entre Valparaíso y Callao por la hegemonía naval, por el predominio militar, comercial y portuario en el Pacífico. El historiador Robert Burr apuntó que "aunque la guerra del Pacífico fue precipitada por el conflicto con Bolivia, Chile siempre vio al Perú como su mayor enemigo. No solo era mucho más poderoso que Bolivia, sino que era el rival tradicional de Chile por la hegemonía en el Pacífico, por su poderío naval”.
La guerra de 1879 rompió el equilibrio geopolítico del Pacífico sudamericano. El acceso soberano de Bolivia al mar es un componente inexcusable y crítico en la recomposición de ese balance. Elimina un foco de tensión y habilita al país a cumplir su rol geográfico e histórico de puente entre las grandes cuencas del Atlántico y el Pacífico. Cuando este gran escollo se remueva se podrá construir un sistema político regional renovado y vital, que inaugure un ciclo de paz, seguridad e integración. Es en esta perspectiva en la que se aprecia la dimensión continental que representa la reintegración marítima de Bolivia. Volver al mar de los ancestros no es solo regresar a las fuentes, al asiento original de la bolivianidad, sino es una de las clave del futuro del continente. Al cumplir esa vocación de unidad, se plasmarán en realidad concreta y efectiva los tres destinos con los que nació la patria, en el Pacífico, en el Plata, en el Amazonas.
Claro que hay consideraciones comerciales y económicas. Pero las razones geopolíticas e históricas que les acabo de mencionar son las trascendentes.
Por eso el planteamiento de negociación no es solamente un planteamiento boliviano. Debe ser el catalizador de un vasto plan regional de integración y paz. La negociación será bilateral y eventualmente trilateral. Así debe ser.
Pero el arreglo tiene que contar con la solidaridad política y financiera regional. Es un programa de integración, de obras. Infraestructura, agricultura, recursos hídricos, energía, minería, comercio.
La estrategia a la que me refiero debe atender esas consideraciones. En el nombre de Bolivia, de la justicia y de la integración sudamericana.
Cuando la solución finalmente se encuentre, Bolivia recobrará soberanía y la condición de potencia del Pacífico.
Chile se liberará de la carga política que pesa en su desarrollo y en su imagen externa. Perú recuperará la amistad eterna de Bolivia y repondrá la relación histórica que nos une. El continente ganará paz, seguridad e integración en el Pacífico y confirmará uno de los activos más importantes de América Latina.
En el mundo turbulento y atormentado del siglo XXI, América debe continuar siendo una zona de paz.
Bolivia tiene un papel en esa empresa.