Merkel exige a Londres que solicite la salida para empezar a negociar
París quiere acelerar al máximo el proceso de salida, mientras Berlín opta por la calma
Luis Doncel
Claudi Pérez
Berlín / Bruselas, El País
El proceso va para largo. Las negociaciones -formales e informales- que deben desembocar en la salida de Reino Unido de la UE solo empezarán cuando Londres notifique la solicitud oficial. Esa es la conclusión a la que llegaron el lunes los líderes de Alemania, Italia y Francia. Pese a querer lanzar un mensaje de unidad, la minicumbre a tres mostró distintos énfasis. París quiere acelerar al máximo; Berlín opta por la calma. Bruselas es rotunda: “No habrá negociación [sobre el nuevo estatus británico] sin notificación”.
La decisión sobre el inicio de las negociaciones puede parecer una mera formalidad. Pero primero la canciller alemana, Angela Merkel, y más tarde sus invitados en Berlín —el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi— insistieron en que las reglas son muy claras. El artículo 50 del Tratado de Lisboa establece que debe ser el país deseoso de irse el que presente la solicitud. A partir de entonces empezaría a correr un plazo de dos años. Y mientras esto no ocurra, Reino Unido sigue siendo un miembro de pleno derecho de la UE con el que no se negocia ningún proceso de salida.
La confrontación está servida. Desde Londres, el primer ministro británico, David Cameron, ha dejado claro que no tiene la más mínima intención de activar este mecanismo a corto plazo. Bruselas empieza a temer que nunca se envíe la solicitud, un paso que Cameron descarga en su sucesor.
El tempo de Londres choca con las prisas de líderes como Hollande. París quiere evitar que los titubeos respecto al Reino Unido den alas a la ultraderecha de Marine Le Pen, que pretende usar un posible referéndum como caballo de batalla para las legislativas de 2017. En la rueda de prensa posterior a la reunión, el presidente francés llegó a mencionar hasta en media docena de ocasiones la expresión “lo antes posible”, con la que quiere mostrar la puerta de salida a Reino Unido tras la victoria de los separatistas en el referéndum. Ese es el mantra francés, que coincide grosso modo con el de la Comisión: cuanto antes, mejor. “No hay nada peor que la incertidumbre”, que puede desembocar en respuestas “irracionales” con consecuencias negativas tanto políticas como financieras, según Hollande.
La reunión celebrada el lunes en Berlín pretendía ofrecer un mensaje de unidad entre los líderes de las tres grandes potencias del euro un día antes de la cumbre en la que se analizará una de las mayores crisis a las que se enfrenta el proyecto europeo desde su fundación. Pese a las coincidencias, las palabras de los tres gobernantes mostraron los distintos acentos o intereses que reinan en cada una de las tres capitales. Mientras Hollande insistía en “no perder el tiempo”, el mensaje de Merkel en los últimos días ha sido inequívoco: insiste en que no hay necesidad de apresurarse en un momento tan complicado. “No pretendo ni frenar ni acelerar las discusiones. Tengo que ver cuándo llega la solicitud británica y cómo la desarrollamos”, aseguró.
El referéndum provocó el lunes nuevas sacudidas en los mercados, pero también reverberaciones en la política europea. Los Veintisiete tratan de mantenerse unidos, pero las diferencias están ahí. El bloque del Este alzó ayer la voz para criticar con dureza al jefe de la Comisión, Jean-Claude Juncker. “Las instituciones europeas deberían empezar admitiendo que han cometido errores”, atacó el ministro polaco Witold Waszczykowski. Letones, checos y varios gobernantes se han sumado en los últimos días a una campaña anti Juncker, que en esos países —con actitudes anti inmigración muy acusadas— ha recibido una fuerte contestación.
Bruselas se defendió ayer de esos ataques. “No fue la Comisión quien convocó el referéndum”, aseguró un alto funcionario. “Juncker trató de persuadir a Cameron de que pensara dos veces la convocatoria, pero el premier británico le espetó que la opción de irse obtendría solo el 30% de apoyos. Ahora, que cada palo aguante su vela”, explicó la misma fuente.
Bruselas siempre vio el Brexit como un potencial riesgo geopolítico para Reino Unido, para Europa, para todo el mundo. Ese riesgo ha cristalizado en un intenso shock financiero, económico y con ramificaciones políticas difíciles de calibrar aún. En la capital europea, varias delegaciones se suman al mensaje de la Comisión y el Consejo: “No habrá negociación sobre el estatus de Londres mientras no se notifique la solicitud para salir de la UE”, explicó una fuente europea. Los Veintisiete escucharán a Cameron el martes, en una cena con mucho veneno. Y se reunirán sin Cameron el miércoles para lanzar un mensaje “de pesar por la salida de la UE, pero a la vez de fuerza con una negativa a negociar nada mientras Londres no dé un paso adelante”, según fuentes diplomáticas.
Lío interno en Berlín
La tensión no ha hecho más que empezar. La cacofonía afecta al corazón del propio Gobierno alemán. Merkel apunta que su prioridad es buscar una respuesta conjunta de los Veintisiete, y no iniciar riñas que favorezcan la aparición de “fuerzas centrífugas”, una original manera de referirse a los euroescépticos. Su vicecanciller socialdemócrata, Sigmar Gabriel, mantiene otro discurso.
Frente a la “calma y prudencia” que reclama Merkel, el número dos del Gobierno pide “claridad y firmeza”. Gabriel reclama además una salida a esta crisis del proyecto europeo que acabe de una vez con la austeridad patrocinada por Berlín. A un año de las elecciones elecciones, y con su partido hundido en las encuestas, la campaña ha empezado. Y se juega, entre otros, en el tablero del Brexit.
Berlín y París: el apoyo a la UE “se desvanece”
C. P.
“La decisión del pueblo británico es un parteaguas en la historia de Europa”. Así arranca el documento franco-alemán firmado por los ministros de Exteriores de Alemania y Francia, Frank-Walter Steinmeier y Jean-Marc Ayrault, respectivamente. Ambos países coinciden en que ahora es Londres quien debe activar el procedimiento para salir de la Unión.
Más allá del debate jurídico, los jefes de la diplomacia de las dos potencias europeas admiten que el resultado del referéndum británico “demuestra que el apoyo y la pasión por el proyecto europeo se desvanece entre las sociedades europeas”. Hay acuerdo para reforzar asuntos de seguridad y defensa. Y consenso para seguir adelante con la política de inmigración común.
Pero Europa necesita desesperadamente crecer y fortalecer la zona euro: entre las propuestas de Berlín y París están las recetas habituales —reformas, liberalización y demás—, pero el documento habla también de compartir riesgos, algo que a Berlín siempre se le atraganta, y por un presupuesto de la eurozona. Eso sí: a partir de 2018. Todo el mundo sabe lo que necesita Europa, pero cada vez que eso aparece en un papel se habla de ello a no menos de dos años vista.
Luis Doncel
Claudi Pérez
Berlín / Bruselas, El País
El proceso va para largo. Las negociaciones -formales e informales- que deben desembocar en la salida de Reino Unido de la UE solo empezarán cuando Londres notifique la solicitud oficial. Esa es la conclusión a la que llegaron el lunes los líderes de Alemania, Italia y Francia. Pese a querer lanzar un mensaje de unidad, la minicumbre a tres mostró distintos énfasis. París quiere acelerar al máximo; Berlín opta por la calma. Bruselas es rotunda: “No habrá negociación [sobre el nuevo estatus británico] sin notificación”.
La decisión sobre el inicio de las negociaciones puede parecer una mera formalidad. Pero primero la canciller alemana, Angela Merkel, y más tarde sus invitados en Berlín —el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi— insistieron en que las reglas son muy claras. El artículo 50 del Tratado de Lisboa establece que debe ser el país deseoso de irse el que presente la solicitud. A partir de entonces empezaría a correr un plazo de dos años. Y mientras esto no ocurra, Reino Unido sigue siendo un miembro de pleno derecho de la UE con el que no se negocia ningún proceso de salida.
La confrontación está servida. Desde Londres, el primer ministro británico, David Cameron, ha dejado claro que no tiene la más mínima intención de activar este mecanismo a corto plazo. Bruselas empieza a temer que nunca se envíe la solicitud, un paso que Cameron descarga en su sucesor.
El tempo de Londres choca con las prisas de líderes como Hollande. París quiere evitar que los titubeos respecto al Reino Unido den alas a la ultraderecha de Marine Le Pen, que pretende usar un posible referéndum como caballo de batalla para las legislativas de 2017. En la rueda de prensa posterior a la reunión, el presidente francés llegó a mencionar hasta en media docena de ocasiones la expresión “lo antes posible”, con la que quiere mostrar la puerta de salida a Reino Unido tras la victoria de los separatistas en el referéndum. Ese es el mantra francés, que coincide grosso modo con el de la Comisión: cuanto antes, mejor. “No hay nada peor que la incertidumbre”, que puede desembocar en respuestas “irracionales” con consecuencias negativas tanto políticas como financieras, según Hollande.
La reunión celebrada el lunes en Berlín pretendía ofrecer un mensaje de unidad entre los líderes de las tres grandes potencias del euro un día antes de la cumbre en la que se analizará una de las mayores crisis a las que se enfrenta el proyecto europeo desde su fundación. Pese a las coincidencias, las palabras de los tres gobernantes mostraron los distintos acentos o intereses que reinan en cada una de las tres capitales. Mientras Hollande insistía en “no perder el tiempo”, el mensaje de Merkel en los últimos días ha sido inequívoco: insiste en que no hay necesidad de apresurarse en un momento tan complicado. “No pretendo ni frenar ni acelerar las discusiones. Tengo que ver cuándo llega la solicitud británica y cómo la desarrollamos”, aseguró.
El referéndum provocó el lunes nuevas sacudidas en los mercados, pero también reverberaciones en la política europea. Los Veintisiete tratan de mantenerse unidos, pero las diferencias están ahí. El bloque del Este alzó ayer la voz para criticar con dureza al jefe de la Comisión, Jean-Claude Juncker. “Las instituciones europeas deberían empezar admitiendo que han cometido errores”, atacó el ministro polaco Witold Waszczykowski. Letones, checos y varios gobernantes se han sumado en los últimos días a una campaña anti Juncker, que en esos países —con actitudes anti inmigración muy acusadas— ha recibido una fuerte contestación.
Bruselas se defendió ayer de esos ataques. “No fue la Comisión quien convocó el referéndum”, aseguró un alto funcionario. “Juncker trató de persuadir a Cameron de que pensara dos veces la convocatoria, pero el premier británico le espetó que la opción de irse obtendría solo el 30% de apoyos. Ahora, que cada palo aguante su vela”, explicó la misma fuente.
Bruselas siempre vio el Brexit como un potencial riesgo geopolítico para Reino Unido, para Europa, para todo el mundo. Ese riesgo ha cristalizado en un intenso shock financiero, económico y con ramificaciones políticas difíciles de calibrar aún. En la capital europea, varias delegaciones se suman al mensaje de la Comisión y el Consejo: “No habrá negociación sobre el estatus de Londres mientras no se notifique la solicitud para salir de la UE”, explicó una fuente europea. Los Veintisiete escucharán a Cameron el martes, en una cena con mucho veneno. Y se reunirán sin Cameron el miércoles para lanzar un mensaje “de pesar por la salida de la UE, pero a la vez de fuerza con una negativa a negociar nada mientras Londres no dé un paso adelante”, según fuentes diplomáticas.
Lío interno en Berlín
La tensión no ha hecho más que empezar. La cacofonía afecta al corazón del propio Gobierno alemán. Merkel apunta que su prioridad es buscar una respuesta conjunta de los Veintisiete, y no iniciar riñas que favorezcan la aparición de “fuerzas centrífugas”, una original manera de referirse a los euroescépticos. Su vicecanciller socialdemócrata, Sigmar Gabriel, mantiene otro discurso.
Frente a la “calma y prudencia” que reclama Merkel, el número dos del Gobierno pide “claridad y firmeza”. Gabriel reclama además una salida a esta crisis del proyecto europeo que acabe de una vez con la austeridad patrocinada por Berlín. A un año de las elecciones elecciones, y con su partido hundido en las encuestas, la campaña ha empezado. Y se juega, entre otros, en el tablero del Brexit.
Berlín y París: el apoyo a la UE “se desvanece”
C. P.
“La decisión del pueblo británico es un parteaguas en la historia de Europa”. Así arranca el documento franco-alemán firmado por los ministros de Exteriores de Alemania y Francia, Frank-Walter Steinmeier y Jean-Marc Ayrault, respectivamente. Ambos países coinciden en que ahora es Londres quien debe activar el procedimiento para salir de la Unión.
Más allá del debate jurídico, los jefes de la diplomacia de las dos potencias europeas admiten que el resultado del referéndum británico “demuestra que el apoyo y la pasión por el proyecto europeo se desvanece entre las sociedades europeas”. Hay acuerdo para reforzar asuntos de seguridad y defensa. Y consenso para seguir adelante con la política de inmigración común.
Pero Europa necesita desesperadamente crecer y fortalecer la zona euro: entre las propuestas de Berlín y París están las recetas habituales —reformas, liberalización y demás—, pero el documento habla también de compartir riesgos, algo que a Berlín siempre se le atraganta, y por un presupuesto de la eurozona. Eso sí: a partir de 2018. Todo el mundo sabe lo que necesita Europa, pero cada vez que eso aparece en un papel se habla de ello a no menos de dos años vista.