Los plebiscitos se multiplican en Europa
Los mandatarios europeos recurren cada vez más a una herramienta no siempre idónea
Lucía Abellán
Bruselas, El País
La resaca del referéndum británico amagaba, ya este mismo jueves, con desencadenar otro sobre una eventual independencia para Escocia. Las consultas a la ciudadanía, una herramienta excepcional hace 40 años, proliferan en Europa. Temerosos de adoptar decisiones que puedan resultar impopulares, los gobernantes europeos se parapetan tras la urna. Una media de ocho referendos se celebran cada año en el continente, frente a los dos que se producían en los setenta, según datos del semanario británico The Economist.
La mayor parte de estas consultas abordan elementos espinosos del proyecto comunitario. El referéndum que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, lanzó hace casi un año para que los electores decidieran si aceptaban o no el tercer rescate que la UE ofrecía al Gobierno heleno fue uno de los más sonoros. También encaja en esa categoría la consulta que varios grupos eurófobos promovieron el pasado abril en Holanda sobre el acuerdo de asociación que los Veintiocho rubricaron con Ucrania. Y en el horizonte asoma la pregunta que el ultranacionalista Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, trasladará a su pueblo sobre las polémicas cuotas de distribución de refugiados que decidieron, por mayoría cualificada, los países europeos.
“Esos movimientos revelan una falta de confianza en el proyecto europeo. Y los líderes abdican de su responsabilidad para trasladar la decisión al pueblo”, reflexiona Stefan Lehne, del laboratorio de ideas Carnegie Europa. Este experto alerta de que en las consultas “se obtiene una respuesta, pero no necesariamente a la pregunta realizada” y cuestiona que siempre constituyan la opción más democrática. “Pero los líderes ceden”, explica.
Aunque la UE constituye el blanco preferido de esos procesos, el recurso al referéndum va más allá. La consulta sobre la independencia en Escocia y el intento de organizar algo similar en Cataluña suponen una vertiente distinta de este fenómeno.
Inspirados por Suiza
También Italia se ha sumado recientemente a la marea, con un referéndum previsto para octubre sobre su reforma constitucional, pero también con otro tan alejado del ciudadano como las prospecciones petroleras. La disyuntiva sobre mantenerlas o no se les planteó a los italianos el pasado abril, aunque no hubo quórum suficiente para interrumpirlas.
Inspirados en el ejemplo suizo de democracia directa —que también golpeó a la UE en 2014 al decidir, por estrecho margen, contra la libre circulación de trabajadores europeos—, cada vez más líderes se agarran a este instrumento, que puede acabar siendo el menos representativo de todos.
Lucía Abellán
Bruselas, El País
La resaca del referéndum británico amagaba, ya este mismo jueves, con desencadenar otro sobre una eventual independencia para Escocia. Las consultas a la ciudadanía, una herramienta excepcional hace 40 años, proliferan en Europa. Temerosos de adoptar decisiones que puedan resultar impopulares, los gobernantes europeos se parapetan tras la urna. Una media de ocho referendos se celebran cada año en el continente, frente a los dos que se producían en los setenta, según datos del semanario británico The Economist.
La mayor parte de estas consultas abordan elementos espinosos del proyecto comunitario. El referéndum que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, lanzó hace casi un año para que los electores decidieran si aceptaban o no el tercer rescate que la UE ofrecía al Gobierno heleno fue uno de los más sonoros. También encaja en esa categoría la consulta que varios grupos eurófobos promovieron el pasado abril en Holanda sobre el acuerdo de asociación que los Veintiocho rubricaron con Ucrania. Y en el horizonte asoma la pregunta que el ultranacionalista Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, trasladará a su pueblo sobre las polémicas cuotas de distribución de refugiados que decidieron, por mayoría cualificada, los países europeos.
“Esos movimientos revelan una falta de confianza en el proyecto europeo. Y los líderes abdican de su responsabilidad para trasladar la decisión al pueblo”, reflexiona Stefan Lehne, del laboratorio de ideas Carnegie Europa. Este experto alerta de que en las consultas “se obtiene una respuesta, pero no necesariamente a la pregunta realizada” y cuestiona que siempre constituyan la opción más democrática. “Pero los líderes ceden”, explica.
Aunque la UE constituye el blanco preferido de esos procesos, el recurso al referéndum va más allá. La consulta sobre la independencia en Escocia y el intento de organizar algo similar en Cataluña suponen una vertiente distinta de este fenómeno.
Inspirados por Suiza
También Italia se ha sumado recientemente a la marea, con un referéndum previsto para octubre sobre su reforma constitucional, pero también con otro tan alejado del ciudadano como las prospecciones petroleras. La disyuntiva sobre mantenerlas o no se les planteó a los italianos el pasado abril, aunque no hubo quórum suficiente para interrumpirlas.
Inspirados en el ejemplo suizo de democracia directa —que también golpeó a la UE en 2014 al decidir, por estrecho margen, contra la libre circulación de trabajadores europeos—, cada vez más líderes se agarran a este instrumento, que puede acabar siendo el menos representativo de todos.