Hawking: "No creo que podamos sobrevivir más de 1.000 años sin escapar de nuestro frágil planeta"

'Los humanos no somos más que colecciones de partículas fundamentales de la naturaleza, y el hecho de que hayamos sido capaces de comprender gran parte de las leyes del Universo es un gran triunfo', señala Hawking.


El Mundo/ Teresa Guerrero
"Recuerden mirar a las estrellas y no hacia a sus pies. Pregúntense qué es lo que hace que exista el Universo. Tengan curiosidad. Y por muy difícil que pueda parecer la vida, siempre hay algo que uno pueda hacer bien. Lo que importa es no rendirse jamás". Son las recomendaciones de uno de los hombres más admirados del planeta. El astrofísico Stephen Hawking (Oxford, 1942), un hombre que ha llegado a los 74 años contra todo pronóstico médico, se confesó ayer en Tenerife ante un millar de personas durante su intervención en el festival Starmus, en el que se le rinde homenaje durante esta semana.


Mi breve historia. Así tituló su intervención, un título muy parecido al que eligió en 2013 para su autobiografía Breve historia de mi vida. Y en cierto modo lo que hizo Hawking fue hacer balance de su vida. Habló de su infancia, su familia, sus sentimientos, su trabajo, sus decepciones y sus deseos con su voz electrónica, generada a través del sofisticado sistema electrónico que utiliza para comunicarse y que controla con su mejilla.

En realidad, su historia iba a ser más breve aún, pues cuando era un veinteañero los médicos le dijeron que moriría en pocos años. Se equivocaron pero él siempre ha tenido la necesidad de aprovechar al máximo cada minuto de vida. Y es que, aunque la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que sufre le ha dejado postrado en una silla de ruedas sin poder moverse, esa enfermedad degenerativa no le ha impedido llevar una vida plena profesional y personalmente, ni le ha impedido viajar por tercera vez en dos años a Tenerife para asistir a Starmus. Su estado de salud, no obstante, es frágil, por lo que permanentemente viaja en compañía de médicos y enfermeros.

Pasaban las 15 horas (las 16 horas hora peninsular) cuando el astrofísico, vestido con traje azul marino y camisa azul cielo, entró en el auditorio, donde fue ovacionado. Tras atender las solicitudes para hacerse fotografías, se subió al escenario para relatar cómo siempre ha intentado aprovechar al máximo cada momento y su aportación a la cosmología, de la que se siente orgulloso, al igual que de los progresos que ha hecho toda la comunidad científica para averiguar de dónde venimos: "Nuestra imagen del Universo ha cambiado muchísimo en los últimos 50 años y me alegra mucho de haber hecho una pequeña contribución". Dedicarse a la ciencia, asegura, ha sido una gran satisfacción para él: "Ha sido glorioso el tiempo que he vivido haciendo física teórica".

Parte de su trabajo sobre la formación del Universo o los agujeros negros ha podido demostrarse años después de que formulara sus teorías gracias a las misiones espaciales que han podido hacer mediciones y detectar, por ejemplo, el fondo cósmico de radiación, algo así como los vestigios del Big Bang. "Los humanos no somos más que colecciones de partículas fundamentales de la naturaleza, y el hecho de que hayamos sido capaces de comprender gran parte de las leyes del Universo es un gran triunfo", señala Hawking.

Hawking, que ha manifestado públicamente su ateísmo y considera que Dios no es necesario para comprender el Universo, reveló que ya de pequeño tenía largos debates con sus mejores amigos. En su pandilla había seis o siete niños con los que conversaba sobre temas como la religión: "Hablábamos sobre el origen del Universo y si era necesario un Dios para hacerlo funcionar", rememora.

Pese a ello, asegura que no era ni mucho menos el más listo de la clase. De hecho, estaba en un nivel intermedio, según explicó. En 1950, cuando tenía ocho años, su padre cambió de trabajo, así que su familia se mudó al norte de Londres. Le mandaron a una escuela para chicas, pero que admitía alumnos varones hasta los 10 años. "Nunca destaqué, era una clase con gente muy inteligente. Mis deberes y mis apuntes eran un caos y mi caligrafía desesperaba a mis profesores. Pero mis compañeros me llamaban Einstein".

El astrofísico confesó también el poco esfuerzo que dedicó a sus estudios en la Universidad de Oxford: "He calculado que trabajé unas 1.000 horas en tres años, es decir, un promedio de una hora al día. No estoy orgulloso de ello, sólo comparto como era mi vida entonces". Durante su examen final le preguntaron por sus planes de futuro: "Si me daban una matrícula, iría a la Universidad de Cambridge pero si me daban un aprobado justo, me quedaría en Oxford. Al final, me dieron la matrícula". Su objetivo era que su profesor allí fuera Alfred Hoyle, al que consideraba el mejor astrónomo, aunque al final le asignaron a otro profesor que no conocía, Dennis Sciama.

Ya durante su estancia en Oxford se dio cuenta de que no estaba bien, por ejemplo, cuando intentaba remar. Su estado fue empeorando poco a poco: "Tras llegar a Cambridge, durante una navidad en la que hizo mucho frío, mi madre me convenció para ir a patinar sobre hielo, aunque yo ya sabía que no podía hacerlo bien. Me caí y tuve grandes dificultades para ponerme en pie. Mi madre se dio cuenta de que algo no iba bien y me llevó al hospital. Me hicieron muchas pruebas y, aunque no me dijeron qué me pasaba exactamente, yo adiviné que se trataba de algo muy grave. Nunca volví a ver al médico que me hizo el diagnóstico y que pensaba que no había nada que hacer conmigo", rememora.

"En la práctica, mi padre se convirtió en mi médico y acudí a él para que me aconsejara. Al principio me deprimí porque parecía que empeoraba de forma muy rápida", recuerda. Por ello, dudó en seguir con su tesis doctoral, pues no sabía si podría acabarla antes de morir: "Pero entonces la enfermedad empezó a evolucionar más lentamente y empecé a progresar en el trabajo. Cada nuevo día era una recompensa y empecé a apreciar todo lo que tenía. Mientras hay vida hay esperanza", afirma categórico Hawking.

En su estado de ánimo influyó decisivamente su primera esposa: "Había una chica joven llamada Jane a la que había conocido en una fiesta. Comprometerme con ella me hizo sentirme mucho más feliz. Me di cuenta de que si nos íbamos a casar, debía encontrar un empleo y acabar la tesis doctoral", relata. Y así fue como comenzó una prolífica carrera que le ha convertido en uno de los astrofísicos más reconocidos del mundo.

Aunque Hawking ha destacado en el campo de la cosmología, en los últimos años ha seguido con creciente interés los progresos en la carrera espacial. En el festival Starmus, el astrofísico ha mostrado de nuevo su preocupación por el futuro de la especie humana, por lo que considera importante fomentar el interés por el espacio. De hecho, él es uno de los científicos que está detrás del proyecto Starshot, que pretende enviar una flotilla de naves espaciales minúsculas al sistema estelar Alfa Centauri para descubrir si hay indicios de vida. "Tenemos que seguir yendo al espacio por el futuro de la Humanidad", aseguró.

El profesor considera que nuestra civilización se enfrenta a diversas amenazas por lo que cree que habrá que descubrir nuevos mundos habitables. "No creo que podamos sobrevivir más de 1.000 años sin escapar de nuestro frágil planeta", vaticina.

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